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Historia de la farmacia



La historia de la farmacia como ciencia independiente es relativamente joven. Los orígenes de la historiografía farmacéutica se remontan al primer tercio del s. XIX que es cuando aparecen las primeras historiografías que si bien no toca todos los aspectos de la historia farmacéutica son el punto de partida para el definitivo arranque de esta ciencia.

Hasta el nacimiento de la farmacia como ciencia independiente, existe una evolución histórica, desde la antigüedad clásica hasta nuestros días que marca el curso de esta ciencia, siempre relacionada con la medicina.

En el tercer milenio antes de Cristo se inicia el desenvolvimiento simultáneo en: India, Mesopotamia, Egipto y China. Entre los fármacos que se utilizaron están: el ruibarbo, el opio y la ephedrina sínica.

En el caso de India estuvieron influenciados por la filosofía védica, por lo que la botánica tenía una función prominente y se crearon el SOMA y el KUSA. De acuerdo con la filosofía budista, los remedios eran dulces (acónito, jengibre, lino…).

En Mesopotamia existen testimonios del uso y preparación de medicamentos de más de cuatro mil años. De hecho en la cultura babilónica-asiria están los primeros indicios del uso de fármacos y detectaron la peligrosidad y dosificación de las sustancias administrándoselas a esclavos. Utilizaban ungüentos a base de planta haoma para una bebida sagrada, belladona contra los espasmos o excrementos humanos como curativos. Los sumerios llevaron a cabo las primeras operaciones farmacéuticas (desecación, pulverización, molienda, prensado, filtración, decantación, etc) y propusieron formas farmacéuticas como pomadas, lociones, cataplasmas, enemas, infusiones, vinos, emplastos

En Egipto códices como el Papiro Ebers, describen la sintomatología y la prescripción para una enfermedad, así como los principios activos de plantas, animales y minerales, los alimentos que los contienen (leche, vino, miel…) y la formulación y preparación de medicamentos. Además, establecían unas pautas de administración de los medicamentos, a saber de uso interno (tisanas, decocciones, maceraciones, píldoras…) y de uso externo (cataplasmas, ungüentos, emplastos, colirios, pomadas, inhalaciones…). Las enfermedades más comunes eran las oftálmicas, parasitarias y enfermedades de bajo vientre que se trataban con supositorios, enemas o laxantes. Los procedimientos torácicos se trataban con inhalaciones y las enfermedades de la piel con ungüentos. Como herramientas de trabajo usaban molinos de mano, morteros, tamices fabricados con papiro, balanzas, y para la conservación: recipientes de barro, vidrio, alabastro y serpentina, así como cajas de madera.

En China la medicina se basa en el pensamiento del Taoísmo, con su objetivo fundamental es la inmortalidad al parecer relacionado no solo con la longevidad sino también el vivir en armonía con la naturaleza o en la búsqueda del progreso personal y colectivo. El primer libro chino sobre plantas, el Shennong Bencao Jing, compilado durante la dinastía Han, pero que data de una fecha muy anterior, lista 365 plantas medicinales y sus usos —incluyendo ma-huang, el arbusto del que se obtuvo originalmente la Efedrina.

En Grecia y Roma (desde el siglo IV a. C. al año 476 d. C) se inicia la medicina racional con Alcmeón de Crotona hasta la medicina posterior con Galeno. En este período se hace notar la influencia religiosa, no existía la figura del farmacéutico como tal, pero aparece la farmacia Galénica.

Galeno da las bases técnicas para la preparación de las principales formas farmacéuticas y se conocen los primeros auxiliares de la medicina: Rizotomos, Farmacopolos, los picmentarios y los ungüentarios. Se distinguen igual que en Egipto los fármacos de uso externo (pomadas, esparadrapos, ungüentos…) y los de uso interno (infusiones, decocciones, fermentaciones…) y se descubre la “terra sigillata”, que permite crear pastillas preparadas con la base de una arcilla blanca, el bolus alba, y empastadas con sangre de cabra. Es también en la Antigua Grecia donde surgen importantes grupos de expertos en plantas medicinales como Dioscórides y el botánico Teofrasto.[1]

Pero fue en 754 en Bagdad donde los árabes establecen las primeras farmacias, siendo reguladas por los abásidas en el siglo IX.[2]

Se considera a Avicena como el padre de la farmacología, y es quien consolida la separación de la farmacia y la medicina en el medio oriente, siendo los árabes los encargados de esta separación. Además, Avicena describió varias formas farmacéuticas para administrar los medicamentos: papelillos, tabletas, jarabes, polvo, ungüentos, baños aromáticos, aceites, tinturas, gotas medicinales, laxantes, lavativas, etc.

En América Precolombina la medicina consistió en una mezcla de prácticas empíricas y mágicas de acuerdo a la concepción del mundo y de las creencias religiosas de cada pueblo. Los Muiscas, como lo incas, contaban con herbolarios, y como los Aztecas, usaron el baño de orina. El listado de plantas americanas medicinales es largo, pero es ínfimo si se relaciona con el potencial biológico de regiones como la Amazonia que cuenta con 80.000 especies vegetales. Aparece la figura del Chamán o el hombre encargado de conectar la parte terrenal con la espiritual invocando espíritus, con el poder de predecir sucesos y ejercer prácticas curativas.[3]

Entre tanto, las bases de las medicinas de la época precolombina de México, en particular de la nahua, se derivaban de la concepción del cuerpo como una reproducción a escala del universo: la cabeza en la coronilla y la planta de los pies y el piso pélvico, el punto más profundo del inframundo; el corazón y el hígado eran equivalentes del sol del día y el de la noche, respectivamente, una idea surgida de su localización inmediatamente encima y debajo del diafragma, que era considerado como la superficie de la tierra. De este modo, la salud sería el mantenimiento del equilibrio de los diversos componentes del cuerpo, y la enfermedad, su alteración debido a acciones internas y externas.

La forma más empleada de preparación de los medicamentos eran las tisanas, las infusiones obtenidas al introducir la sustancia o sustancias base en agua hirviendo, aunque también podían ser desleídas en agua tibia o fría.

La inclusión de pulque en las recetas, además de llevar consigo los principios activos que ahora reconocemos, como es el alto contenido en endorfinas, añadía las ventajas inherentes a la fermentación y al contenido en alcoholes derivado en ella.

Colirios, pomadas, ungüentos y mezclas eran formas frecuentes de aplicar los medicamentos, los mismos que, por lo general, eran manejados en fórmulas muy complejas. Algunos ejemplos registrados fueron registrados en el Códice de la Cruz Badiado.[4]

En un principio Bizancio conserva en fase de esterilidad la ciencia grecorromana, mientras que la civilización árabe conserva la ciencia griega, pero haciendo aportaciones y transmitiéndola al occidente. En este período se tienen los primeros indicios de la existencia de Farmacias como lugar físico en que se dispensan medicamentos. Es en 1221 cuando se tiene constancia de la primera farmacia de Europa, creada por los frailes dominicos en el convento de Santa María Novella en Florencia (Italia). Estos frailes cultivaban hierbas y plantas y elaboraban medicinas y ungüentos para la enfermería del convento, pero no venderían al público hasta cuatro siglos después, cuando en 1658 tras el éxito de elaboraciones como Agua della Regina, Olio da bagno o Aqua di lavanda, deciden abrir el establecimiento que de hecho hoy día permanece en el mismo lugar y abierto, aunque tras 1866 propiedad del estado. Pero realmente el primer establecimiento abierto al público se sitúa en Tallin (Estonia), que desde el momento que se crea el laboratorio, se decide poner a disposición del público los medicamentos elaborados, esto es en 1422, que ya llevaban dos siglos funcionando los frailes de Florencia, pero aún no habían abierto al público.

En el año 1240, Federico II Hohenstaufen emperador del Sacro Imperio Romano Germánico promulgó un Edicto (Edicto de Salerno) por el cual se decreta la separación entre los oficios de médico y farmacéutico.[5]​ y también se publica el "Medici Speciali" (Venecia, 1252), primer estatuto dedicado a regular el mercado farmacéutico.[6]

Los médicos practicaban una terapéutica que se basaba en el Galenismo y observaciones simples hechas por Dioscórides. Los estudios comparativos realizados entre Dioscórides y los textos árabes de materia médica, indican que solo una cuarta parte provienen de Grecia, la mayoría son de origen persa, hindú, árabe y egipcio con el mayor número de medicamentos procedentes de las tradiciones persa e hindú, en segundo lugar la medicación mesopotámica y en tercer término aparecen los medicamentos griegos.[7]

El Real Colegio de Boticarios de la Ciudad y Reino de Valencia fue fundado en 1441, considerado el más antiguo del mundo, con plenas competencias administrativas y legislativas. Los boticarios de Valencia fueron los primeros del mundo que elaboraron sus medicamentos, con los mismos criterios que actualmente se exigen en las farmacopeas oficiales.[8]

Así mismo, cabe destacar las aportaciones del mundo islámico, el cual, si bien se inspiró en los autores griegos y romanos, no se limitó a rescatar y repetir lo que ellos habían dicho. Cabe mencionar en primer lugar, los repertorios. La expansión del Islam a Occidente promovió el contacto, y no se tardó, tanto en el califato de Bagdad como en el de Córdoba, en traducir la Materia Médica de Dioscórides y las obras farmacológicas de Galeno. Desde los primeros tiempos del Islam aparecen obras sobre medicamentos, en especial medicamentos simples, como es el Kitab al-adwia al-mufrada de Hunayn Ibn Ishaq. Poco antes del año 1000, Ibn Juljul, en Córdoba, participaba en una traducción en una traducción de Dioscórides y redactaba un pequeño tratado de fármacos no mencionados por dicho autor. En el siglo XIII, Ibn al-Baytar, está vez en Málaga, componía un Libro de los nombres de los alimentos y los medicamentos simples (Kitab al-yami li-mufradat al-adwiya), en el cual hacía referencia a algo más de 1400 medicamentos, expuestos por orden alfabético, con los que figuró 2324 entradas.

También y alrededor del año 1000 hicieron su aparición los primeros libros de farmacia propiamente dicha, en los cuales se reunían diversos recetarios, en su mayoría procedentes de los numerosos hospitales que, en todos los ámbitos del mundo islámico, tenían sus farmacias y preparaban sus medicamentos. En esos libros se explicaba la manera de elaborar correctamente las más variadas presentaciones, que iban de medicamentos de uso tópico a píldoras y pastillas, pasando por jarabes, colirios y supositorios. La destilación y la posibilidad de hacer extractos alcohólicos fue otra gran innovación.

Otra novedad es que, a partir de los trabajos de Al-Kindi realizados en Bagdad en la primera mitad del siglo IX, se desarrolló un sistema de pesas y medidas que se orientaba a lograr la dosificación adecuada de los medicamentos, para garantizar al menos el peso exacto y la proporción que debían guardar las diversas sustancias.

En los inicios del siglo XI hicieron su aparición dos textos de importancia fundamental. En el primero, el Libro de farmacia en el arte de curar (Kitab al-Saydanah fi al-Tibb) de Al-Biruni, se incluían los nombres de los fármacos, y las relaciones y sinonimias entre los fármacos griegos, árabes y de la India. Del segundo texto, De medicinis universalibus et particularibus, de Masawayh al-Maridini, conocido como Mesué el Joven, se sabe que tuvo una gran difusión en su momento, pero no se han conservado manuscritos árabes, de manera que sus referencias proceden de códices en latín, pues fue traducido tempranamente en Venecia en 1471.[4]

Se inicia la ciencia moderna con la recuperación del mundo clásico. Además Vesalio, Paré y Paracelso hacen nuevas aportaciones a la anatomía humana, la cirugía y la química, respectivamente. Se inventan nuevas formas farmacéuticas como extractos sólidos o tinturas líquidas, evolucionan las farmacias y los boticarios y se descubren nuevos fármacos, pero también se abusa de los “remedios secretos”.[9]

La primera obra de farmacia impresa en España "Antidotarium" fue publicada en Valencia en 1495, que había sido escrita en el siglo XIII por el valenciano Arnau de Vilanova (Vilanova del Grao, Valencia 1240). Las primeras farmacopeas oficiales impresas en España y en el mundo hispánico, fueron las "Officina Medicamentorum" valencianas de 1601 y 1698.[10]

Se publica el “Recetario Florentino” (Florencia, 1498), considerado la primera farmacopea del mundo.[11]​ En España la primera fue la "Concordia Apothecariorum Barchinonensium", publicada por el Colegio de Boticarios de Barcelona en 1511.[12]

Nace la ciencia moderna, gracias a las aportaciones de Bacon, Descartes y Galileo Galilei. En medicina destaca el nacimiento de la filosofía moderna y en terapéutica el auge de la yatroquímica (utilización de la química para hacer medicamentos). Aparecen diversas farmacopeas y la farmacia deja de ser un arte.

Se produce en Francia el movimiento llamado enciclopedismo, que preconizaba la divulgación del saber al pueblo y que todos lo aprendieran. Se dan además los primeros pasos de la revolución industrial y se inicia la medicina preventiva por introducción de la vacuna.

Emerge el vitalismo inicio en Francia siguiendo la teoría de especie morbosa, la nosotaxia more botánico que consiste en la clasificación de las enfermedades según el modelo botánico en clases, genero y especies donde acepta la fuerza sanadora de la naturaleza.[13]

Pasteur da un nuevo concepto de enfermedad: la microbiología médica. Se desarrolla la higiene pública y medicina social. Nace así la farmacología experimental y la química moderna que desarrolla el estudio de los gases y la Química Orgánica.

Un gran avance se dio a partir del aislamiento de la morfina a partir del opio, en el año de 1806, practicada por Adam Sertürner.[14]

Se continúa desarrollando la medicina experimental, se identifican agentes patógenos causantes de enfermedades y su erradicación mediante vacunas. En terapéutica se desarrolla la quimioterapia sintética. Aparecen los inyectables, A. Wood inventa la aguja hipodérmica; Parvas la jeringa; Limousin las ampollas de vidrio, Cachets, bolsas de oxígeno y goteros; y Denouel los extractos fluidos, tabletas y cápsulas.

John Newport Langley desarrolla trabajos sobre la relación entre el Sistema Nervioso y los fármacos: Inicio de la farmacodinámica.

Un hito en la farmacología fue el desarrollo del concepto de la bala mágica, acuñada por Paul Ehrlich, quien usó este término para referirse a los «agentes terapéuticos ideales» que actúan de forma específica contra algún patógeno en particular sin ocasionar daños en las células del huésped, contribuyendo así al entendimiento de los receptores farmacológicos, cambiando así la manera de entender la interacción de los fármacos con el organismo.[15]

Se crea una nueva disciplina: terapéutica experimental. Se desarrollan además los fármacos, como principal recurso médico. Y llega el auge de la bioquímica y la biología molecular con la revolución tecnológica aplicada a la medicina y el desarrollo de la industria farmacéutica.

Los farmacéuticos en la primera mitad del siglo XX que enseñaban Farmacia en las facultades solían tener dobles licenciaturas: Farmacia-Ciencias Naturales (botánica), Farmacia-Ciencias Químicas (esta era la más frecuente por el alto contenido de materias comunes) aunque también había farmacéuticos dedicados a la galénica. Estos farmacéuticos estudiaron con el plan de 1886 (que duró 50 años). La licenciatura constaba de cinco cursos: el preparatorio que se cursaba en una Facultad de Ciencias y se estudiaba Ampliación de Física, Mineralogía y Botánica, Química general y Zoología.

Era obligatorio realizar prácticas para obtener el doctorado y defender una tesis de investigación.

Los farmacéuticos de 1890 estaban perfectamente informados de todos los acontecimientos que revolucionaron a la ciencia de la Farmacia (el avance de la Química y la aparición de la Medicina Preventiva) con las aportaciones de científicos como Edward Jenner (padre de la microbiología e inmunología que vivió en el siglo XIX), Louis Pasteur (que generalizó los experimentos de Jenner sobre vacunación). Químicos relevantes como Claude Louis Berthollet (n. 1748, médico que se dedicó a la química), Antoine Lavoisier (ordenó la Química para que pudiera desarrollarse posteriormente), John Dalton y Jöns Jacob Berzelius (las dos grandes figuras de la química moderna), el avanzado a su época Dmitri Mendeléyev (autor del sistema periódico natural de los elementos químicos, la tabla periódica que sigue vigente en nuestros días) y Gregor Mendel (padre de la genética).

Desde finales del XIX el farmacéutico avanzado tiene detrás del mostrador, no una rebotica amable y acogedora, capaz de albergar agradables tertulias más o menos científicas, sino un auténtico laboratorio químico-farmacéutico donde puede con toda solvencia preparar nuevos medicamentos. Otros farmacéuticos se salen de la oficina de farmacia para crear laboratorios independientes. Posteriormente será la industria farmacéutica la que prepare los nuevos medicamentos relegando la actividad galénica de los farmacéuticos de Oficina de Farmacia a una importante decadencia durante el siglo XX.

La química era fundamentalmente química orgánica aplicada a la Farmacia y la botánica era una farmacognosia y fitoquímica. Tuvo un enorme impulso la Química Biológica por varios farmacéuticos que fueron pioneros en incorporarla y desarrollarla en sus planes de estudios como curso obligatorio de doctorado (antes que los químicos, biólogos e incluso médicos).

En la España de la II república la Bioquímica fue protagonizada e impulsada por farmacéuticos y médicos españoles (incluso a nivel mundial).[17]

En la primera mitad del siglo XX los farmacéuticos españoles llegaron a alcanzar niveles muy elevados en campos como la Botánica y la Farmacognosia, la Bioquímica y la Nutrición, la Química Orgánica y la Farmacia Galénica. El máximo interés para los farmacéuticos españoles fue sin duda la Química Biológica (Bioquímica) donde fueron líderes en su implantación en los planes de estudio de Farmacia (y más tarde de Ciencias Químicas, Naturales y Medicina). Sin embargo, el golpe de estado militar y la posterior guerra civil española (1936-1939) truncaron con las posibilidades de desarrollo de la Farmacia Española. Muchos de los farmacéuticos exiliados contribuyeron a mejorar el nivel científico farmacéutico de no pocos países latinoamericanos.[18]

Los farmacéuticos españoles no se interesaron demasiado, durante la primera mitad del siglo XX, por disciplinas como la Farmacología experimental, que de hecho era incipiente en aquella época. La farmacología sí que fue una disciplina que tuvo un gran desarrollo junto con la fisiología en las facultades de Medicina. Fue decisivo el impulso que le dio a la misma don Teófilo Hernando Ortega (n. 1881, Torreadrada, Segovia) catedrático de terapéutica de la facultad de Medicina de Madrid y Juan Negrín, fisiólogo de prestigio y personaje político de la II República Española y la guerra civil. Varios médicos farmacólogos brillantes se tuvieron que exiliar a otros países (Estados Unidos, México, etc). Se considera a Teófilo Hernando el padre de la Farmacología clínica española. Se exilió a Francia pero volvió a España para ejercer la medicina clínica aunque nunca volvió a ejercer la docencia.

En 1944 hubo una reestructuración de los planes de estudio de Farmacia dando lugar a un plan de seis años (al igual que los licenciados en Medicina) aunque luego en 1965 volvió a ser de cinco años. Se consolidaba una carrera con una sólida base científica (se introduce la asignatura de Química Farmacéutica separada de la Química Orgánica de primeros cursos, la Microbiología y la Higiene, la Fisiología Vegetal y se considera a la Bioquímica como troncal y no sólo de curso de doctorado).[19]

La Farmacia española no empezaría a recuperarse hasta bien entrada la década de los años 60, bien por el exilio exterior o el interior de sus protagonistas.

En el año 1973 se introduce la Farmacología (se llamaba Farmacodinamia), la Toxicología, la Fisiología y la Biofarmacia y Farmacocinética (en algunas Facultades se daba en lugar o con el nombre de Farmacia Galénica Especial) en el plan de estudios de Farmacia. No obstante, durante la década de los 60 algunos farmacéuticos ya se habían especializado en Farmacología (destacan nombres como Joaquín del Río, Francisco Zaragozá y otros) que han desarrollado fructíferas carreras científicas en instituciones vinculadas al CSIC o a la Universidad en el área de la Farmacología. Por otra parte, varios profesores de Farmacia se convierten en líderes académicos de las enseñanzas de la Farmacocinética y Biofarmacia (José María Plá Delfina, José Doménech Berrozpe, Rafael Cadórniga, etc...). Se ponen las bases para el desarrollo científico de la Farmacia Hospitalaria y la Farmacia Clínica. Un farmacéutico que tuvo gran influencia política en el desarrollo de la Farmacia durante la democracia fue Juan Manuel Reol Tejada (fue el primer Director General de Farmacia del Ministerio de Sanidad en un gobierno democrático y farmacéutico muy activo en la Real Academia de Farmacia y miembro del Club de Roma). Uno de los grandes impulsores de la Farmacia Clínica en los Hospitales fue Joaquím Bonal (que fue Jefe del Servicio de Farmacia del Hospital Sant Pau i Santa Creu de Barcelona y Director General de Farmacia y Productos Sanitarios). Distinguidos profesores de Farmacia y Tecnología Farmacéutica (nombre actual de los Departamentos de Farmacia Gálénica) como por ejemplo Alfonso Domínguez-Gil Hurlé lideran la aplicación de la Farmacocinética y Biofarmacia a la práctica de la Farmacia Hospitalaria, dotando de alto contenido científico a la práctica de la misma. Los farmacéuticos entraban de lleno en áreas de la Farmacología hasta entonces poco exploradas por ellos.

Como iniciativa propia y con el impulso del Profesor Eduardo L. Mariño, catedrático de Farmacia Galénica, en el BOE de 1993 aparece por primera vez, en la Universidad de Barcelona, dentro de los planes de estudios homologados la asignatura "Farmacia Clínica y Farmacoterapia", para ser cursada por todos los alumnos de la Licenciatura de Farmacia. En el plan de estudios de 1.998 se generaliza la Farmacia clínica como asignatura de pregrado, así como la troncalidad de asignaturas como Anatomía humana, Fisiopatología humana, Genética molecular e Inmunología y se potencian la Farmacología, Farmacia Galénica (incluida la Biofarmacia), y la Química Farmacéutica. Además, se introduce un período de prácticas tuteladas de seis meses de duración en Servicios de Farmacia Hospitalaria u Oficinas de Farmacia (acreditadas) el cual sirve aplicación e introducción a la práctica de la Farmacia Clínica y/o la Atención Farmacéutica.

Por tanto, ya desde 1.973, y sobre todo desde la década de los 90, los farmacéuticos reciben una sólida base biomédica para conocer bien el efecto de los medicamentos sobre el organismo y el del organismo sobre los medicamentos manteniendo el conocimiento sobre los medicamentos en sí mismos.

Hacia finales del s.XX varios farmacéuticos despuntan en áreas relacionadas como la Bioquímica y Biología Molecular (Joan Massagué, Julio Rodríguez Villanueva), la Microbiología (Rafael Sentandreu, César Nombela), la Biología celular y molecular (Juan Carlos Izpisúa, José Ramón Naranjo), la Farmacología Experimental (Fernando Gago, Julio Cortijo, Eva Delpón) entre muchos otros y en la Política Sanitaria (Federico Mayor Zaragoza).

Tanto en áreas biomédicas relacionadas como la Bioquímica, la Biología Celular, la Biología Molecular y la Microbiología (donde la carrera de Farmacia, sobre todo a partir de los años 70 prepara excelentemente a los farmacéuticos) como en las Ciencia y Práctica Farmacéuticas (la Farmacología, la Biofarmacia y Farmacocinética, la Tecnología Farmacéutica y la Farmacia clínica) un nutrido grupo de farmacéuticos alcanzan niveles profesionales muy destacados.

En 1919 se reguló la venta de las especialidades farmacéuticas y cinco años más tarde se decidió desregularlas. Ello provocó fuertes enfrentamientos entre detractores y defensores de que la oficina de farmacia era la única adecuada para vender medicamentos. Este debate se ha reabierto en la actualidad.

La oficina de farmacia pasa a convertirse en una pequeño comercio donde prima la venta de productos sobre la actividad profesional del farmacéutico. Ello ha llegado a evidenciar una desproporción enorme entre la capacitación y formación científica del farmacéutico en relación con su actividad oficinal..

Otra evidencia de la crisis profesional de la Farmacia es el hecho, más tarde, en 1967 algunos pioneros de la farmacia hospitalaria, como por ejemplo José María Suñé y Ruiz Jarabo, intentaron regularizar la presencia de farmacias en todos los hospitales, ello provocó una reacción en contra del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos de la época. Ya en los 70 finalmente, se exigió por ley la creación de los servicios farmacéutico jerarquizados en los hospitales de la seguridad social.[20]

Ante tal situación profesional de la Farmacia los Colegios Oficiales de Farmacéuticos ejercieron y ejercen una presión en conseguir que la oficina de farmacia sea considerada como un elemento clave en la cadena de valor del medicamento (hasta hoy en día el farmacéutico de oficina ingresa un porcentaje de los medicamentos que vende; a diferencia de los farmacéuticos hospitalarios que son asalariados (estatutarios) al igual que los médicos hospitalarios).

Posteriormente, en la década de los 80-90, se ha regulado más el carácter asistencial del farmacéutico de oficina de farmacia y hoy en día ha conseguido unos estándares aceptables, en parte por el desarrollo de la Atención Farmacéutica en el ámbito de la Farmacia Hospitalaria. La Farmacia Hospitalaria representaría a partir de la década de los setenta, cuando se generalizó la presencia de Servicios de Farmacia en los hospitales españoles, un enorme empuje cualitativo a la actividad profesional del farmacéutico desarrollándose sus vertientes más sanitarias como la información de medicamentos, la educación al paciente, la farmacovigilancia, la monitorización de niveles plasmáticos de fármacos (aplicación de la farmacocinética que se estudiaba de forma generalizada en las facultades de Farmacia) y su potente influencia en la racionalización del consumo de medicamentos en el ámbito hospitalario a través de la selección de fármacos y la compra directa de ellos por parte de los hospitales (ahorrándose el sistema sanitario el margen de distribuidores y de oficinas de farmacia; y no pagando nada el paciente por los medicamentos hospitalarios). La Farmacia clínica es reconocida como la principal actividad de los servicios de farmacia hospitalaria y se adapta hacia la Atención Farmacéutica que se implantaría en las actuales oficinas de farmacia. La Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH) ejerce un fuerte influencia en la política farmacéutica en las últimas décadas del s.XX incrementando la calidad de la farmacoterapia y alcanzando cotas insospechadas, unas décadas antes, de uso racional de los mismos en los hospitales españoles. De forma complementaria, la clásica Farmacia Galénica (con un alto contenido de Biofarmacia y Farmacocinética) recobra un protagonismo especial a finales del s.XX como necesidad de encontrar nuevas formas farmacéuticas capaces de administrar las nuevas terapias biológicas (proteínas, genes, células, etc...).

La industria farmacéutica española, a finales del s.XIX y principios del s.XX probablemente debido a la decadencia económica y social no pudo recuperar el terreno perdido que otros países habían ganado (Francia, Alemania, Inglaterra) con el desarrollo de una potente industria farmacéutica. EL único laboratorio de la postguerra civil que tenía un buen nivel científico y empresarial era el Instituto de Biología y Sueroterapia (IBYS). Durante la época franquista España era un mercado con muchas posibilidades de expansión para la industria farmacéutica internacional y nacional pero el nacionalismo imperante propugnó una expropiación, en los años 50, de las grandes multinacionales alemanas existentes en el país antes la guerra civil. Surgieron de esta forma CEPA, Explosivos y Cros, y el Instituto Español de Farmacología (IEF) vinculado al recién creado Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Esta estrategia no dio resultado científico ni empresarial, salvo el impulso académico del IEF en el ámbito de la fisiología. La falta de inversión en investigación y las políticas entre multinacionales y la patronal (farmaindustria, recién creada) y la Administración Española convirtieron a España en un mercado para comercializar medicamentos pero en detrimento de todo atisbo de investigación científica y farmacéutica.

Los años 1950 a 1970 son más bien anémicos en cuanto a ciencia farmacéutica se refiere (con la posible excepción de los farmacéuticos dedicados a la Química, ya que durante la primera mitad del s. XX había una excelente escuela de químicos españoles; destacan nombres como Enrique Gutiérrez Ríos y Manuel Lora-Tamayo o a la Bioquímica como Manuel Losada Villasante o Ángel Santos Ruiz). Posteriormente, Farmaindustria sí apoyaría el desarrollo y la investigación de las grandes multinacionales en España (la industria es muy sensible al entorno regulador y se adapta rápidamente).[21]​ Tanto las grandes empresas farmacéuticas (esta época es la de mayor esplendor de las multinacionales como centros de producción masiva de medicamentos) como las nacionales (originadas en su mayoría por farmacéuticos emprendedores) empleaban a farmacéuticos como responsables de la producción y desarrollo de medicamentos.

Las áreas de mejora son una correcta planificación de estudiantes en las facultades, una más clara estrategia y objetivos de las Facultades de Farmacia, y un mayor desarrollo de la Atención Farmacéutica en la Oficina de Farmacia y otros ámbitos. A principios del s.XXI la Farmacia en España se acerca a la Medicina desde una especialización profunda y científica en todas las ciencias farmacéuticas (incluida la farmacología) con múltiples e interesantes campos de aplicación práctica profesional (hospitales, atención primaria, administración sanitaria, industria farmacéutica, centros de investigación y docencia universitaria y en las oficinas de farmacia).

Los constantes cambios tecnológicos han originado una serie de agencias internacionales como la EMA, FDA o la OMS en donde farmacéuticos, médicos y otros científicos trabajan en equipos para evaluar y controlar posibles riesgos sanitarios en la población, ampliando así el área de servicios farmacéuticos.



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