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Hotel Nacional de Cuba



El Hotel Nacional de Cuba, inaugurado el 30 de diciembre de 1930, es uno de los hoteles más clásicos y emblemáticos de La Habana. Su lujo, elegancia, distinción y servicios de primera clase se mantienen intactos después de seis décadas de liderazgo respetado en la industria hotelera cubana. Es Monumento Nacional y está declarado Memoria del Mundo por la UNESCO.[1]

Ubicado en el saliente costero de Punta Brava, en la loma de Taganana, casi al extremo de la caleta de San Lázaro, sitio habitual de desembarcos de piratas, se alza el Hotel Nacional de Cuba desde el 30 de diciembre de 1930, como el más importante del Gran Caribe.

La colina que le recibe fue hospedera a mediados del siglo XIX de la famosa batería de Santa Clara. El cañón “Ordóñez”, uno de los más grandes de la época, aún descansa en los jardines del hotel. Asimismo, en el morillo de Punta Brava, el regidor Don Luis Aguiar hostigó a los británicos durante el sitio y asalto a La Habana. En homenaje, su apellido da nombre al restaurante más famoso y lujoso del hotel.

Las firmas americanas McKim, Mead & White y la Purdy & Henderson Co, encargadas de los planos y la ejecución, concluyeron la majestuosa casona en dos años.

Atrapan la atención del visitante las galerías de los jardines que recuerdan los claustros monásticos de arcadas hispano-morunas, la planta principal semejante a tres naves paralelas de una iglesia del medioevo, o las simuladas vigas del techo que rememoran un viejo monasterio catalán con reminiscencias árabes. Su arquitectura ecléctica matizada por el art déco o lo neoclásico y neocolonial de sus diseños, la adición del elegante Apartamento de la República con entrada directa y la necesaria privacidad para un invitado del Estado cubano, y la acogedora Suite Presidencial explican la visita de personalidades del arte, la literatura, la política, el comercio, la ciencia y los negocios, época tras época.

Entre sus primeros visitantes ilustres se destacan personalidades del arte y la literatura como Johnny Weissmüller, Buster Keaton, José Mojica, Jorge Negrete, Agustín Lara, Tyrone Power, Rómulo Gallegos, Errol Flynn, Marlon Brando y el afamado Ernest Hemingway, quien donó al bar “Sirena” un ejemplar de castero. Además, célebres representantes de la mafia italo-norteamericana como Santo Trafficante, Meyer Lansky, Lucky Luciano y Frank Costello. Enriquecen su tradición de anfitrión de lujo personalidades de la política y la ciencia, como Winston Churchill, los duques de Windsor, el científico Alexander Fleming, incontables Jefes de Estado iberoamericanos y monarcas europeos.

Cabe destacar que en diciembre de 1946 el hotel fue escenario de uno de los más cruciales encuentros de todos los capos mafiosos de los Estados Unidos y de aquellos que se ocupaban de sus negocios en la Isla, reuniendo a las cinco familias de Nueva York.

A finales de la década de los años cincuenta el Hotel fue remozado respetando los planos originales, añadiéndole cuanto confort le tornase competitivo.

El protagonismo del Hotel Nacional se prolonga en el tiempo, para recibir hombres de negocio y noble gente anónima del mundo, hasta constituirse en sede de importantes eventos internacionales y seguir siendo el "castillo encantado" del que habló Carpentier, tan deslumbrante cual apareciera la noche de su inauguración.

El inmueble de ocho pisos y estilo español se yergue en la cima de una colina que da al Malecón, por lo cual sus huéspedes pueden disfrutar de vistas panorámicas de la Habana Vieja y el Vedado. Los majestuosos jardines que rodean al hotel son un sitio formidable y acogedor para descansar tras un día de exploración por los centros de interés de la ciudad, o simplemente un lugar excelente para disfrutar de una bebida contemplando la enorme expansión del Mar Caribe. Un portero uniformado recibe a los huéspedes a la entrada del extenso lobby, donde enseguida llama la atención el ambiente aristocrático y lujoso del lugar (una combinación ecléctica de losas mudéjar, lámparas y techos de viga isabelinos, que recuerdan una iglesia medieval y que bien podrían ayudar a entender por qué el renombrado escritor cubano Alejo Carpentier se refirió una vez a este edificio como un “castillo encantado”).

El vestíbulo suele estar repleto de visitantes y grupos de turistas, al igual que el concurrido bar situado tras las puertas que se abren hacia los jardines. Así, uno termina por tener la sensación de que este hotel nunca duerme. El hotel cuenta con seis bares y un célebre cabaret. Al mismo tiempo, el hotel sirve de escenario a presentaciones en vivo de son, espectáculos acuáticos e incluso de desfiles de moda esporádicamente. Esto sin mencionar el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, que cada diciembre instala su sala de prensa en el hotel, donde podrá encontrarse con personalidades cubanas de la cultura y el arte, o con una que otra estrella de Hollywood. Sin embargo, el Nacional no es exclusivamente para noctámbulos o cazadores de entretenimiento: también posee un centro de negocios bien equipado, casas de cambio, nueve salones de reuniones (incluyendo el Salón Taganana, que se emplea para conferencias de prensa) donde se ofertan servicios de interpretación, y un piso completamente dedicado a ejecutivos con servicio de check in al momento y cibercafés tanto para viajeros de negocios como para aquellos que vienen a participar en congresos y convenciones.




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