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Inmigración británica en Chile



¿Dónde nació Inmigración británica en Chile?

Inmigración británica en Chile nació en Chile.


La inmigración británica en Chile se refiere al asentamiento de población de origen inglés, galés, escocés e irlandés[3]​ en el territorio chileno entre 1840 y 1914, principalmente en las ciudades de Valparaíso,[4]Punta Arenas, Santiago, Concepción, Viña del Mar, Temuco y Antofagasta, y con una importante presencia en la ciudad de Coquimbo, y resto del sur del país.[2]

Chile es el país en América Latina con mayor ascendencia británica: un 4 % de la población total, con cerca de 420 000 descendientes, aunque esta cifra aumenta a 700 000 si se incluyen los descendientes de irlandeses.[2][3]​ El país se caracteriza también por una importante presencia británica, que influyó en la forma de vida de los chilenos.[2][4]

A principios del siglo XIX, Valparaíso era poco más que una caleta, sin embargo, a lo largo de las primeras décadas desde la Independencia se empiezan a establecer comerciantes británicos. Después de la derrota de la Confederación Perú-Boliviana, Valparaíso se consolida como el puerto más importante del Océano Pacífico desde 1840[2]​ y en 1845, Chile se transforma en uno de los principales proveedores de víveres para California durante la "fiebre del oro". Es en esta época en que los inmigrantes británicos aumentan explosivamente. Hacia 1870 el crecimiento del puerto era tal que se acerca al tamaño de Santiago y goza además de muchos más adelantos por ser una ruta obligada a California por los barcos de Estados Unidos y Australia por los británicos. Hacia 1890, Valparaíso llegaba a los 190.000 habitantes, de los cuales 10 mil eran ingleses y otros 25.000 de diversas naciones europeas.[3]

Más de 50.000 inmigrantes británicos se establecieron en Chile de 1840 a 1914, un número significativo de ellos se establecieron en la región de Magallanes, especialmente la ciudad de Punta Arenas cuando floreció como un importante puerto marítimo mundial de barcos que cruzaban el Estrecho de Magallanes desde el océano Atlántico hasta el Pacífico. Entre esos años, alrededor de 32000 ingleses se instalaron en Valparaíso.[2]

En 1861 se calculó que en todo Chile había unos 11000 británicos de los cuales unos 7900 residían en Valparaíso. El censo de 1875 arrojó la cifra de 16627 británicos en Chile, la mayoría de ellos en los puertos del país.[2]

Con la apertura del Canal de Panamá y el canal de Suez, se acaba la prosperidad de Valparaíso,[2]​ por lo que muchos comerciantes ingleses se trasladaron a Santiago, Europa,[2]Australia o Nueva Zelanda, como es el caso de Chris Watson.[3]

La colonia inglesa además tuvo gran importancia en la zona norte del país durante el auge salitrero, en los puertos de Iquique y Pisagua. John Thomas North, el «rey del salitre», fue el principal empresario de la minería de los nitratos, pero al igual que con Valparaíso, muchos abandonaron el país con el fin de la riqueza salitrera, durante los años 1930.[3]

También llegaron inmigrantes británicos a los nuevos territorios de la actual Región de Magallanes[2]​ y de la Araucanía. En la primera inmigración para poblar la Araucanía, llegaron más de 2.500 familias, los que se radicaron en las zonas de Temuco, Carahue y Galvarino. En Magallanes, en cambio los inmigrantes galeses fueron los más numerosos. Chiloé recibió cerca de 500 británicos, a los que se les concedió tierras en el norte de aquella isla, pero la mayoría se marchó al poco tiempo hacia otros lugares de Chile.[3]

A comienzos de la Primera Guerra Mundial unos 32000 británicos vivían en Valparaíso. Un 30% emigró hacia Santiago o países como Argentina o de regreso a Europa. Durante la Segunda Guerra Mundial Chile recibió una importante inmigración británica principalmente de Inglaterra y también desde Irlanda.[2]

La burguesía británica que llegó a Valparaíso vio en su nuevo domicilio una oportunidad para hacer riquezas sin perder sus tradiciones. Los barrios de la colonia eran una réplica de su tierra natal; se trajeron sus cigarros, sus ropas, el té; practicaron sus deportes[4]​ y siguieron siendo lobos de mar, esta vez desde la Marina chilena. Para éstos no era Valparaíso de Chile, sino el «Valparaíso de Gran Bretaña».[3]

Apenas el puerto abrió sus costas al libre comercio en 1811, los británicos –que antes ofrecían sus contrabandos- comenzaron a atracar en Valparaíso. Los primeros en llegar fueron los hermanos John y Joseph Crosbies en el bergantín Fly. Traían consigo herramientas, artículos de loza, lana y algodón, con instrucción de devolverse con cáñamo y cobre. Fue el primer intercambio de lo que sería una arraigada relación comercial entre Gran Bretaña y Chile. Hasta 1814 de los ocho buques extranjeros que fondearon en el puerto, cinco eran británicos. La reconquista española frenó este movimiento, sin embargo, luego de la declaración de Independencia en 1818, el proceso se hizo irreversible. De este modo, ya en 1819 se veían carteles en inglés coronando en algunas tiendas comerciales.[3]

En 1832, diez años después de haberse poblado el Cerro Alegre, Joshua Waddington lotea y pone a la venta una de sus propiedades, el Cerro Concepción, que sería habitado por ingleses y alemanes. En 1854 los británicos construirían allí la Iglesia Anglicana Saint Paul, que hasta hoy alberga un órgano donado en honor a la reina Victoria en 1901.[4][3]

En 1872, Recaredo Santos Tornero decía sobre Cerro Alegre:

Desde las alturas de los cerros la burguesía británica podía mirar las calles del plan donde tenía sus negocios. Una de las tiendas más antiguas y exitosas fue la Casa de Londres fundada por Antonio Gibbs en 1826. Lo cierto es que los ingleses controlaron el comercio, las industrias y la actividad financiera de Valparaíso durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX. En 1917 formaron su propia Cámara de Comercio, agrupando a las compañías y bancos de origen anglosajón. Prueba de este esplendor fue el edificio el Banco de Londres en calle Prat, que estaba decorado con bronces y mármoles importados desde Inglaterra. El Banco A. Edwards, que existe hasta hoy, partió como una agencia financiera en 1845, gracias a Agustín Edwards Ossandón, chileno de ascendencia británica. El Banco Anglo - Sudamericano, creado en 1889, manejaba las cuantiosas cuentas que daba el salitre. En la calle Prat se respiraba el rigor de las casas financieras. Algunas de sus fachadas siguen siendo testimonio de la opulencia de aquellos tiempos.[3]

El periódico más importante de la comunidad británica de Valparaíso de la época fue The Chilean Times.[4]

Chile es hogar de la segunda colonia galesa más numerosa de América del Sur, después de Argentina. Sin embargo, la comunidad galesa de Chile es significativamente mucho menor a la de su vecino trasandino, y su población se ha asimilado en gran medida. Una pequeña parte de los galeses que llegaron a Chile lo hicieron a través de Argentina, principalmente en la Patagonia, originalmente parte de aquellos colonos que primeramente se instalaron en la colonia galesa de Chubut.[cita requerida]

Una gran proporción de escoceses son ganaderos de ovejas en la Región de Magallanes, en el extremo sur del país, y la ciudad de Punta Arenas tiene una gran fundación escocesa que data del siglo XVIII.

Los acuerdos de terrenos del Gobierno chileno invitaron a asentamientos de Escocia y Gales en sus provincias del sur en las décadas de 1840 y 1850. El número de escoceses es aún mayor en las regiones de la Patagonia y Magallanes.

En algunas calles de Valparaíso era común escuchaba conversaciones en inglés; las señoras acostumbraban a ir la Casa Riddell a comprar sus trajes de seda traídos de Inglaterra, luego pasaban a la Botica Londres por sus cremas y antes de retornar al hogar, pasaban a la Casa Loutit en calle Condell donde adquirían sus revistas inglesas preferidas.[2]

Una de las costumbres importadas por los británicos fue el consumo del té.[2]​ Los ingleses de paso por el Puerto sufrían cuando eran invitados por los chilenos, quienes les ofrecían yerba mate. La idea de compartir la bombilla del único recipiente de la infusión con los demás asistentes les estremecía. La sociedad porteña captó aquel desaire y decidió adoptar la tradición británica. Tomar mate pasó a ser signo de mala educación y de falta de higiene. Incluso el diario El Mercurio publicó un artículo en 1846 a favor del té, donde recalcaba que cuando se toma mate, la primera en probarlo debía ser la más anciana de la reunión, que no siempre es poseedora de la boca más pura.[4]​ Actualmente el té de la tarde es llamado por los chilenos «onces»,[3]​ una adaptación británica de los «elevenses».[5]

Los ingleses, añorando su tierra natal, en 1842 fundaron el Unión Club. Allí se distraían en la biblioteca leyendo el South Pacific Mail, periódico que circulaba todos los jueves desde 1909 o fumando cigarros Capstan y West Minster Turkish en la cantina; disfrutando de una reunión social en las salas de sesiones o jugando billar.[3]

Los niños de las familias inglesas, escocesas, galesas o irlandesas iban a colegios fundados por sus compatriotas, siendo el más antiguo el Mackay School 1857 - con profesores británicos de la talla de Thomas Somerscales, el gran pintor que se radicó en Valparaíso. El internado estaba en el Cerro Alegre y las salas de clases en la calle Santa Isabel. Además de la excelencia académica, se les inculcaba a los jóvenes el culto por el deporte: tenis, cricket, golf, rugby, hockey y por supuesto football, que se hizo muy popular entre los porteños.[4]​ En 1892 se forma el Club de Deportes Santiago Wanderers, el más antiguo de Chile aún en actividad, fundado por chilenos bajo la influencia británica; en 1895 nace el Valparaíso Wanderers.[3]

Otra de las costumbres heredadas de los ingleses fueron las carreras de caballo a la inglesa que se hacían en Placilla, formándose en 1865 la asociación Valparaíso Spring Meeting. La forma de jugar podía ser europea, pero luego se celebraba a la chilena con fiestas campestres, comida típica local y mucho alcohol. En una oportunidad el caballo chileno Huemul le ganó al británico Kentucky y el periódico El Progreso publicó burlesco: «Muchos de los más respetables ingleses de este puerto están fuertemente atacados de spleen, tremenda enfermedad de que adolecen sólo los hijos de la nebulosa Inglaterra».[3]

Otro legado es el gran uso en Chile del primer apellido británico.[3]

En 1818, cuando Manuel Blanco Encalada era Comandante General de la Armada, la mayoría de sus principales oficiales fueron ingleses. Ese mismo año llega a Valparaíso Lord Cochrane, descendiente de una estirpe de ilustres marinos ingleses. En 1819 ya estaba al mando de la Escuadra Chilena, imponiendo el implacable deber por el deber de los británicos. Bajo su mandato los comandantes de buques fueron todos ingleses, menos un norteamericano. Estos formarían familia con chilenas, dando inicio a un linaje de hombres de mar. Es el caso de Robert Winthrop Simpson, quien llegó al Puerto en 1821 como teniente y que alcanzó el grado máximo de Vice - almirante; sus hijos también fueron oficiales en la Marina.[3]

El gobierno chileno mandaba a hacer sus grandes navíos, instrumentos de guerra y demás a Inglaterra. La empresa Morrison and Co., asentada en Valparaíso, tenía la representación del astillero británico Armstrong, conocido por su calidad. En 1910 el gobierno de Ramón Barros Luco encargó la construcción de los acorazados Latorre y Cochrane. Incluso el uniforme de los oficiales hasta el siglo XIX era igual al de los británicos, excepto que en vez de un ojo de gallo tenía la estrella nacional.[3]

Hoy en día, la colonia británica en Chile está muy disgregada en el territorio, pero muchos descendientes han logrado llegar a lo alto de la escala social junto a los vasco-chilenos.

Los más notables son Patricio Aylwin, Joaquín Edwards Bello, Carlos Condell, Juan Williams Rebolledo, Bernardo Leighton, Enrique Mac Iver, Roberto Simpson, José Peel de Courcy-Corbet Noble británico solo con descendientes chilenos por rama femenina, Thomas Alexander Cochrane Noble y marino británico sin descendientes en Chile, entre otros.[3]



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