Jaime de Borbón y Borbón-Parma cumple los años el 27 de junio.
Jaime de Borbón y Borbón-Parma nació el día 27 de junio de 1870.
La edad actual es 154 años. Jaime de Borbón y Borbón-Parma cumplió 154 años el 27 de junio de este año.
Jaime de Borbón y Borbón-Parma es del signo de Cancer.
Jaime de Borbón y Borbón-Parma nació en Vevey.
Jaime de Borbón y Borbón-Parma (Vevey, 27 de junio de 1870 – París, 2 de octubre de 1931 ) fue pretendiente carlista al trono de España con el nombre de Jaime I (1909–1931). También fue denominado por sus seguidores en la antigua corona de Aragón, especialmente en Cataluña, como Jaime III. Al igual que su padre, Carlos de Borbón y Austria-Este, fue jefe de la Casa de Borbón y pretendiente legitimista al trono de Francia, utilizando en ese sentido los títulos de duque de Anjou y de Chalvet.
Bautizado como Jaime Pío Juan Carlos Bienvenido Sansón Pelayo Hermenegildo Recaredo Álvaro Fernando Gonzalo Alfonso María de los Dolores Enrique Luis Roberto Francisco Ramiro José Joaquín Isidro Leandro Miguel Gabriel Rafael Pedro Benito Felipe, era hijo de Carlos de Borbón y Austria-Este y Margarita de Borbón-Parma.
Durante la Tercera Guerra Carlista estuvo varias veces en España con su padre. Después estudió en los Colegios de Jesuitas de Vaugirard (París) y de Beaumont (Inglaterra) y cursó estudios militares Academia militar teresiana de Wiener Neustadt (Austria), obteniendo el título de oficial en 1893. El mismo año emprendió un largo viaje a la India, visitando las Filipinas a su regreso.
En julio de 1894 realizó un viaje de incógnito por España.
Regresaría nuevamente a España en varias ocasiones, especialmente a Barcelona, haciéndose pasar por uno más en los actos y concentraciones carlistas. En 1896 el zar Nicolás II lo nombró alférez del Ejército Imperial Ruso con destino al Regimiento de Dragones de Loubuy, n.° 24. En diciembre de 1897 fue trasladado al Regimiento de la Guardia Imperial de Húsares de Grodno; y en el verano de 1899 formó parte de una comisión militar rusa enviada a las fronteras de Afganistán, Turquestán y Persia, pasando después de guarnición a Varsovia.
En el año 1900 participó en la expedición contra los bóxers en China como agregado del Estado Mayor del ejército ruso, distinguiéndose en el ataque a los fuertes de Peitang, por cuya acción fue condecorado.
Intervino asimismo en 1904 en la guerra ruso-japonesa. De acuerdo con el Barón de Artagan, en la batalla de Liaoyang Don Jaime permaneció tres días seguidos a caballo bajo el fuego enemigo; y en el sangriento combate de Vafangón el veterano general ruso Samsónov, quiso obligarle a retirarse de un punto donde la metralla japonesa barría las filas rusas, diciéndole: «¡Capitán Borbón! ¡vuestra existencia no os pertenece, puede ser necesaria a España!», a lo que Don Jaime habría contestado: «¡General, si yo fuera cobarde no sería digno de mi Patria!», espoleando al caballo hasta llegar a las trincheras japonesas en medio de una lluvia de fuego. Debido a sus méritos en esta guerra, fue ascendido a comandante de Caballería.
A la muerte de su padre Don Carlos en 1909, presentó la renuncia de su cargo en el Ejército ruso, pero esta no fue aceptada por el Zar, que le concedió el nombramiento de coronel de húsares de la Guardia Imperial, aunque le autorizó para salir de Rusia.
Nombrado sucesor de Don Carlos, confirmó como jefe delegado, máxima responsabilidad del carlismo en España, a Bartolomé Feliú, nombrado por su padre unos días antes de morir, y encargó inicialmente a Juan Vázquez de Mella su secretaría política particular, que se trasladó a su residencia, el castillo de Frohsdorf, con el fin de redactar el que debería ser el primer manifiesto de Don Jaime. Este manifiesto debía dar respuesta a las cuestiones que habían surgido en España con posterioridad al Acta de Loredan, especialmente en relación a la cuestión social, que había tomado importancia desde 1897, y la irrupción, en la vida política, de los regionalismos. Sin embargo, tal manifiesto no llegó a redactarse nunca y Mella regresó a Madrid, dejando un malestar en Don Jaime.
Finalmente el 4 de noviembre de 1909, mientras tenía lugar la Guerra de Melilla, Don Jaime dirigió un manifiesto a sus partidarios, en el que decía recoger la herencia de su padre y afirmaba que solo cuando España hubiese vencido al otro lado del Estrecho, se acordaría de «cumplir otros ineludibles deberes» que le imponía su nacimiento, además de denunciar el terrorismo anarquista. Los tradicionalistas le regalaron entonces una espada de honor. El tiempo que duró su jefatura de la Comunión Tradicionalista, el carlismo se conocería como jaimismo.
Los jaimistas se encontraban en esa época fuertemente enemistados con los lerrouxistas y los bizkaitarras, con quienes los enfrentamientos violentos eran frecuentes, especialmente en Cataluña y Vizcaya. Según relata Ferrer, no era Bartolomé Feliú «persona que entusiasmara a los carlistas en esta época de ebullición y combatividad», además de estar sostenido por un grupo que tenía en contra el que rodeaba a Vázquez de Mella. En noviembre de 1912 Don Jaime decidió destituir como jefe delegado a Feliú, a quien agradeció la creación de numerosos Requetés y Juventudes Jaimistas en toda España, y dispuso la creación de una Junta Central compuesta por los senadores y diputados jaimistas y todos los jefes regionales, que estaría presidida por el marqués de Cerralbo.
Don Jaime destacó por su afecto hacia los veteranos de la Tercera Guerra Carlista y en 1913 presidió un «aplec» tradicionalista en Lourdes con motivo de la repatriación de los restos mortales de Rafael Tristany, que resultó en un multitudinario acto de afirmación carlista, especialmente para los jaimistas catalanes.
Durante la Primera Guerra Mundial Don Jaime vivió bajo arresto domiciliario en Austria, sin casi comunicación con la dirección política carlista en España. Tras la guerra, el 30 de enero de 1919 publicó un manifiesto en el que desautorizaba a la Junta Central por su campaña germanófila, acusando a la prensa jaimista de mentir sobre sus «simpatías prusianas». El documento fue replicado por Vázquez de Mella, principal dirigente de la campaña a favor de los Imperios Centrales, que encabezó una escisión en el partido. Los mellistas acusaron a Don Jaime de su conducta anterior con relación a la Gran Guerra, de no haber querido oír a la Junta nacional suprema del partido y de no haber contraído matrimonio. Desde Francia, Don Jaime asumió personalmente la dirección de su partido, disolviendo su junta de gobierno y provocando la salida de Vázquez de Mella y los mellistas del partido y del principal periódico jaimista, El Correo Español.
En agosto de 1919 nombró como su secretario político a Luis Hernando de Larramendi en sustitución de Pascual Comín, quien había ejercido el cargo por un breve periodo. El 30 de noviembre de ese año presidió la Junta Magna legitimista de Biarritz, en la que se sentaron las bases de la reorganización del partido después del cisma mellista, que había provocado la separación de la mayoría de los tradicionalistas en todas las regiones excepto Navarra y Cataluña, gracias a los diarios El Pensamiento Navarro y El Correo Catalán, que se mantuvieron leales a Don Jaime.
El 17 de septiembre de 1921 nombró como su secretario político al marqués de Villores, que tuvo que hacer frente a un periodo difícil para el carlismo, especialmente tras la desaparición de su principal periódico, El Correo Español, en noviembre de ese año. Entre los días 13 y 16 de octubre de 1921 sus partidarios celebraron una Asamblea General en la ciudad de Zaragoza. En 1923 creó la Orden de la Legitimidad Proscrita para premiar a los leales por sus sufrimientos o servicios a la causa legitimista.
Al igual que el resto de los tradicionalistas españoles, en septiembre de 1923 Don Jaime acogió con simpatía el Directorio militar de Primo de Rivera, en cuya implantación habían colaborado algunos jaimistas de Barcelona afiliados a los Sindicatos Libres. Sin embargo, cuando fueron relevados los concejales y diputados provinciales, los jaimistas fueron tratados del mismo modo que los partidos liberales, y la prensa jaimista sufrió los mismos rigores de la censura por parte del nuevo régimen, que suspendió asimismo algunos actos de homenaje a los veteranos de la Tercera Guerra Carlista.
Menos de dos años después, el 6 de marzo de 1925, Don Jaime publicaría un manifiesto a los españoles en el que constataba el fracaso del Directorio militar, que no había puesto fin a la Guerra del Rif y había agraviado los sentimientos regionalistas disolviendo la Mancomunidad de Cataluña, y señalaba el peligro que amenazaría a España el día que terminara la Dictadura. Este documento motivó una fuerte reacción por parte del régimen, que clausuró algunos círculos jaimistas. Desde entonces, el jaimismo estuvo contra la Dictadura, hasta el punto que la policía vigiló e incluso encarceló a algunos de sus militantes, lo que causó una gran sorpresa y molestia de otros elementos derechistas, que no concebían tal conducta, al parecer, inspirada por el propio Don Jaime.
En 1925 recibió en Niza a los jaimistas participantes de una peregrinación a Roma organizada por El Correo Catalán, a los que mostró su afecto, expresándoles lo mucho que amaba España, Cataluña y concretamente Barcelona.
Su defensa del regionalismo y su voluntad de restaurar una monarquía española federativa según los principios del tradicionalismo, reconociendo las aspiraciones y la personalidad nacional de Cataluña, no fue óbice para que se opusiera firmemente al separatismo y en particular a las exaltaciones de Francesc Macià. Los jaimistas del semanario El Cruzado Español rechazarían asimismo que la implantación de Estatutos de autonomía fuese la solución al problema regionalista.
Tras la proclamación de la Segunda República Española en 1931, publicó un manifiesto el 23 de abril exponiendo sus criterios políticos ante la nueva situación, solicitando a los jaimistas que apoyasen la actuación del Gobierno provisional en todo lo que no fuese contrario a sus tradicionales doctrinas para evitar desórdenes. En el mismo manifiesto deploraba la pérdida de la bandera bicolor como bandera nacional de España, afirmaba su voluntad de aunar a todos los tradicionalistas y monárquicos en un único «gran partido monárquico», defendía el federalismo para España y pedía unas elecciones constituyentes plebiscitarias, además de advertir del peligro comunista y declararse contrario al separatismo.
El llamamiento de Don Jaime fue escuchado especialmente por los integristas y mellistas, que acercaron posiciones con los jaimistas, reintegrándose rápidamente los segundos en la Comunión Tradicionalista. Según Miguel Batllori y Víctor Manuel Arbeloa, los integristas también se unirían a los carlistas antes incluso de morir Don Jaime. Poco después, el tradicionalismo experimentaría un gran crecimiento, engrosando sus filas con nuevos adeptos procedentes del derechismo alfonsino. Don Jaime mantuvo conversaciones con Alfonso XIII para unificar las dos ramas de la dinastía borbónica, pero su muerte impidió que prosperasen. Le sucedió como pretendiente carlista su tío Alfonso Carlos.
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