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La estrategia del caracol



La estrategia del caracol es una película colombiana de 1993 dirigida por el cineasta y director Sergio Cabrera. La obra es una comedia-drama y relato de ficción sobre la libertad y la solidaridad, una metáfora del acoso a los inquilinos, inspirada en un hecho real. La película trata de las penurias de las familias de bajos ingresos en Bogotá. La brecha entre ricos y pobres y sus interacciones en un sistema social altamente estratificado. Los temas más importantes de la película son la ocupación y propiedad de vivienda y el acoso inmobiliario.[1]

Sergio Cabrera y el guionista Ramón Jimeno articulan un mosaico de personajes de diferentes clases sociales, ideologías e ideas políticas que se constituyen en representaciones simbólicas perfectamente extrapolables a cualquier otra época y sitio del mundo.[2]

La película es protagonizada por Frank Ramírez, Florina Lemaitre, Humberto Dorado, Fausto Cabrera y Carlos Vives. La película es una de las ganadoras del Festival Internacional de Cine de Berlín y del Festival de Cine de Biarritz de Cine de América Latina, y galardonada además con otros treinta premios en diversos certámenes internacionales. Es considerada por muchos críticos de cine y público en general como la mejor película del cine colombiano.[3]

La película fue originalmente prevista por Sergio Cabrera como una inspiración basada en una noticia que había leído en un periódico colombiano sobre un desahucio paradójico y atípico. La burocracia de la justicia colombiana tardó tanto tiempo en efectuar el desalojo de La Casa Uribe, que el juez llegó a descubrir que la casa ya no existía.[4]

Aunque Cabrera había previsto la película varios años antes de realizarla, sólo se comenzó cuando el Premio Nobel Gabriel García Márquez vio el piloto de la película de Sergio Cabrera y los alentó a continuar con la realización de esta. Debido a problemas de presupuesto y la falta de apoyo del gobierno colombiano, la película tardó cuatro años para estar totalmente terminada. De hecho, para el momento, el gobierno colombiano estaba cerrando las organizaciones culturales que apoyan a cineastas como Focine. La película fue filmada en Bogotá, el centro de la ciudad, con varias escenas filmadas en las zonas deprimidas de los Cerros Orientales (Bogotá).[5]

La película comienza con el periodista José Antonio Samper (Carlos Vives) entrevistando a un hombre (un culebrero llamado Gustavo Calle) después de que los eventos de la película hubieran tenido lugar 6 años atrás. Este caballero, que también es inquilino, revela al periodista cómo la casa física donde los inquilinos vivían durante tantos años fue llevada a un lugar diferente por medios rudimentarios pero ingeniosos. La historia del hombre se entreteje con la representación de los acontecimientos.[6]

El edificio (conocido como La Casa Uribe) es antiguo y alberga a diferentes tipos de personas. Todos ellos son humildes y de diversos orígenes. Se les dice que abandonen la casa porque su dueño, un hombre desagradable y rico del área exclusiva de Bogotá, quiere que sea declarada Bien de Interés Cultural, aunque con otros planes en realidad. Los inquilinos se enfrentan con las autoridades que están tratando de desalojar a todos del edificio. Entonces, los inquilinos deciden tomar una posición bloqueando las puertas y disparando contra los policías que intentan llevar a cabo sus órdenes.

Después de esta confrontación los inquilinos tienen más tiempo para que todos en la casa tengan tiempo suficiente para encontrar un nuevo lugar para vivir. Los inquilinos están legalmente representados por "Perro" Romero (Frank Ramírez), quien está extremadamente molesto por cualquiera que use el apodo "Perro". Romero es un hombre con alguna formación académica y tiene los medios para tratar con las autoridades y los abogados del Dr. Holguín (Víctor Mallarino), el dueño de la casa.

El Dr. Holguin utiliza trucos sucios para crear presión sobre Romero hasta el punto de que sea secuestrado y golpeado por los hombres del Dr. Holguin. Mientras tanto, en el edificio, Jacinto (Fausto Cabrera), un anarquista español exiliado de naturaleza intelectual y rebelde, dispone de una manera de quitar todo dentro de la casa (paredes, ventanas, bañeras, cocinas, baños, techos, etc.) hacia un lote situado en las colinas de Bogotá. Jacinto muestra a "Perro" Romero cómo se puede hacer mediante el uso de una cuerda y polea, lo que hace demostrando cómo las poleas y cuerdas se utilizan en escenarios teatrales para levantar cargas pesadas. Lo hace en el escenario del teatro Colón.

Jacinto es capaz de convencer al resto de los inquilinos para que todo el mundo se convierta en un jugador de equipo y ayuden en la construcción de una alta torre de madera que ayudaría a mover todo a otra casa a un par de cuadras de distancia.

Como la casa está siendo desmantelada por los inquilinos Misia Trina (Delfina Guido) encuentra accidentalmente la silueta de la Virgen María en una pared. Misia Trina, una dama muy religiosa que fue la oponente más feroz del proyecto de Jacinto, finalmente accede con la condición de que la virgen fuera movida primero.

Después de pasar por una serie de eventos y peligros, los inquilinos pueden quitar todo el interior de la casa, pero para ganar más tiempo, Romero le dice al abogado del doctor Holguín, Víctor Honorio Mosquera (Humberto Dorado), que los inquilinos querían pintar la casa como una manera de disculparse por cualquier inconveniente que pudieran haber causado, a lo que Mosquera está de acuerdo.

A medida que se aproxima el plazo, los inquilinos han retirado todo dentro de la casa y se han trasladado a las colinas utilizando vagones tirados por caballos, conocidos informalmente en Bogotá como zorras. Cuando los abogados, los policías y el doctor Holguín se acercan a la casa para ver que los inquilinos se han ido, se sorprenden por una enorme explosión y el derrumbe de la fachada de la casa. Después de que el polvo y los escombros se han disipado, encuentran una casa pintada en una pared con un grafiti que dice "AHÍ TIENEN SU HIJUEPUTA CASA PINTADA" (sic).

La película vuelve de nuevo al periodista José entrevistando al hombre que finalmente está molesto por la pregunta de un reportero y así él sale de la escena. Finalmente los inquilinos se muestran reunidos en una de las colinas con una vista panorámica de Bogotá y una bandera colombiana ondeando.[7]

La estrategia del caracol (1993) fue un éxito de público y crítica. Obtuvo varios premios que permitieron a su director hacer otras películas sobre la sociedad colombiana. Las ideas de Sergio Cabrera son que "el cine puede ayudar a acariciar la utopía", un mundo mejor y más justo basado en el trabajo conjunto de las personas por un objetivo común. La estrategia del caracol es una película optimista, que muestra con un profundo sentido del humor la pobreza y el discurso de la lucha de clases.[8]

Sergio Cabrera la resume de este modo:

La narración del culebrero a la película da un fuerte carácter simbólico: en seis años, nada ha cambiado, las condiciones de vida en la ciudad siguen siendo tanto o más duras que antes y los desalojos continúan. La película muestra las duras condiciones de vida de las grandes ciudades, divididas en barrios ricos y pobres, zonas ricas e industrializadas y zonas subdesarrolladas: la supeditación del poder político a los más oscuros intereses de la economía capitalista.

Tiene especial garra cinematográfica Don Jacinto Ibarburen, el viejo anarquista español que guarda la bandera de la CNT y tiene colgado en su dormitorio un retrato del líder anarquista español, Buenaventura Durruti. Para Don Jacinto primero, y después por el resto de los protagonistas, siempre hay cosas por las que luchar y la esperanza no se tiene que perder nunca. La fuerza y las ganas de vivir que transmiten todos los inquilinos del edificio es, precisamente, el elemento alrededor del cual gira toda la película: la ilusión de los personajes, situados en todo momento por encima de las duras condiciones de vida que tienen que soportar, contribuye a hacer verosímil y creíble la surrealista estrategia que deciden llevar a cabo, consiguiendo la total identificación de los espectadores con su causa.

La alegría y creatividad de los inquilinos del edificio que tiene que ser desalojado contrasta de manera brutal con la visión oscura y triste de la burocracia y las autoridades, instrumentos del poder económico empantanados en la corrupción y carentes de escrúpulos. El ingenio y el arte de vivir de los inquilinos contrasta también con la violencia, la intolerancia y los comportamientos agresivos imperantes en buena parte de la sociedad colombiana.

La inutilidad de las armas y de la violencia aparece en la primera escena de la película, un niño pequeño muere durante los enfrentamientos entre la policía y un grupo de inquilinos que han construido barricadas y se han armado con pistolas y escopetas para impedir el desahucio. La estrategia del caracol es un canto a la vida, al honor y a la dignidad. La fe y la esperanza pueden mover montañas. Don Jacinto inspira a los inquilinos de la casa sueños e ideales que les permiten buscar una forma ingeniosa de mantener su dignidad intacta y enfrentarse con el poder.



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