Job (hebreo אִיּוֹב, Iyov) es un libro bíblico, más en concreto del Tanaj judío y del Antiguo Testamento cristiano.
En el Tanaj hebreo figura entre los Ketuvim (Escritos), ubicado entre los Proverbios y los Cantares.
En el Cristianismo figura como el primero de los Libros Sapienciales:
Su autoría es desconocida, aunque la tradición lo atribuye a Moisés. Según la tradición, Moisés pudo conocer la historia de Job durante su huida del Bajo Egipto. Si este fuera el caso, Job era un habitante de la península arábiga, situada al este del imperio.
Aunque algunos de estos especialistas datan el libro entre el año 500 a.C. y el año 250 a.C., su cita en antiguos manuscritos judíos descartan tal opción. Popularmente se considera que este fue escrito alrededor del año 500 a.C.
Dada la perfección formal del escrito se piensa normalmente en la época de oro de la literatura judía, es decir, entre los siglos X y VIII antes de Cristo. Charles Pfeiffer, tomando en cuenta los arameísmos presentes en el texto lo data con posterioridad, es decir, hacia el final de la monarquía judía.
Por otro lado, la problemática tratada habla de una datación incluso posterior, por lo menos tras las deportaciones y en tiempos del profeta Malaquías: entre el 538 y el 330 a.C.
El autor es anónimo, pero de gran finura religiosa y conocimientos. El apéndice que añade la traducción de los LXX afirma que Job vive en Uz, entre los confines de Idumea y Arabia.
Aun cuando la temática del libro es unitaria, hay diversos indicios de una composición más compleja, como por ejemplo, la variación en el uso de los nombres divinos (Yahveh, Saddai, Eloah, Elohím). Sin embargo, se mantiene a lo largo de la obra el uso coherente (por ejemplo, Job solo usa una vez el nombre “Yahveh” en el prólogo y en una expresión corriente). Al parecer las arengas de Elihú resultan ser añadidos debido a su forma de razonamiento y a que el discurso anterior y posterior ni siquiera lo toman en cuenta.
Es evidentemente el sufrimiento del inocente Job. Ya desde la más remota Antigüedad los pensadores se han enredado en el espinoso problema del hombre bueno que sufre y del malo feliz. Incluso Platón se preocupó del asunto y le dio una formulación precisa, aunque sin encontrarle una solución que no chocara contra la filosofía y la moral.
Varios mitos griegos se refieren a temas parecidos: Prometeo es culpable, pero la enormidad de su castigo lo rebela; Edipo Rey sufre el castigo de los dioses por un pecado que él no era consciente de estar cometiendo; Hércules no ha pecado, pero los puños de los dioses terminan por aplastarlo.
Dios le pregunta a Satanás si ha reparado en su siervo Job, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, a lo que este le contesta que sí, y que si es fiel es porque ha sido bendecido, beneficiado por él. Como respuesta Dios le permite a Satanás quitarle a Job sus privilegios para demostrar su fe, privándole de quitarle la vida. Satanás mata a sus ovejas, bueyes y asnos, a sus criados y a sus hijos e hijas, y le envía llagas dolorosas, pero la fe de Job sigue inquebrantable - actitud que su mujer no entiende, que dirá: “maldice a Dios y muérete” -. A continuación Job establece tres diálogos con tres amigos (Elifaz, Bilad y Sofar) en los que éstos tratan de justificar los actos de Dios, sostienen que un hombre no puede llevar la razón frente a Dios y que quizá Job haya hecho algo malo y le aconsejan que se mantenga puro y tienda sus manos hacia él, ya que Dios es justo. A todo esto contesta Job diciendo que “Dios acaba con inocentes y culpables (…) deja la tierra en poder de los malvados y venda los ojos a sus gobernantes”, acusa a Dios de no responder a su grito de auxilio y de enriquecer a los malvados. Job pide a Dios que le revele su falta, que desea discutir con él. Elihú, enfadado con los otros tres hombres porque al no haber conseguido responder a Job habían dejado a Dios como culpable, defenderá a Dios deslegitimando las quejas de Job. Tras esto aparece Dios, quien a través de una serie de interrogaciones retóricas le hace ver a Job que no sabe nada para concluir diciendo “Cuanto hay bajo el cielo es mío”. Job reconoce haber hablado sin entender de maravillas que superan a su comprensión y se arrepiente. Dios deja traslucir su enfado hacia los tres hombres que no han hablado rectamente de él y en cuanto a Job restituye y aumenta sus bienes, dándole una vida larga y próspera.
Según Joaquín González Echegaray, Job pertenecería a los libros sapienciales más antiguos, al igual que Proverbios y Eclesiastés. Estos tres libros se caracterizarían por "su escasa atención al culto oficial, su carencia de espíritu nacionalista y su orientación más hacia el individuo, la naturaleza del mundo y el modo de vivir satisfactoriamente que hacia el conjunto del pueblo, la historia de Israel y las relaciones personales entre el creyente y Dios". Añade que Job "utiliza la narración en prosa, interrumpida por un largo diálogo en verso".
Consta de un inicio y un final bastante breves en prosa. El grueso del libro (es decir, del capítulo 3 al 42) es un poema. El poema a su vez se divide en los tres discursos de los amigos de Job (Elifaz, Bildad y Zofar) con sus correspondientes réplicas. Sigue luego otro discurso, esta vez de Elihú y los dos de Yahveh.
El libro de Job consta de cinco secciones bien diferenciadas:
Las argumentaciones de Elifaz tienen los siguientes pasos: el inocente no puede morir, el pecado es siempre castigado, Dios ve faltas en todos (incluido Job). El castigo que Job recibe es por tanto, correctivo. Las de Bildad hablan de la diversa suerte que espera al justo y al inicuo. Y las de Zofar van por el mismo lado de las faltas que son castigadas incluso si son inconscientes (cf. Jb 11, 5-12).
Job se defiende afirmando continuamente su inocencia. Sin embargo, llega a afirmar una cierta arbitrariedad que dirigiría la actuación de Dios y a la que no hay manera de oponerse.
Elihú por su parte afirma que Dios prueba a los justos con sufrimientos para educarlos y forzar en ellos el clamor confiado en Dios salvador.
La respuesta de Yahveh da a entender que no entra en el debate precisamente por su trascendencia. Se sabe que hay una respuesta pero Dios no la ha revelado todavía y muestra ante todo la sabiduría de su creación como prueba de que ninguna arbitrariedad hay en su actuar sino un designio misterioso que en su momento se dará a conocer.
Desde el punto de vista de la mentalidad judía, el problema que ofrece el libro de Job es complicadísimo. Para el judío, todo el Bien y todo el Mal proviene de Dios, porque Él ha creado todo. Dios, al mismo tiempo, es completamente justo y observa una moralidad completa. ¿Cómo es posible que someta a Job a la aparente injusticia que se narra en el libro?
Correspondió, entonces, estudiar la forma en que Dios opera Su justicia. La respuesta de los libros bíblicos es que:
En tiempos antiguos, los hebreos no creían en una vida de ultratumba, y por lo tanto tampoco en premios o castigos después de la muerte. Estos conceptos se presentan por primera vez en los deuterocanónicos Macabeos y en el Libro de Sabiduría. Si bien los fallecidos gozan en el Sheol de una especie de "semivida", en el Infierno de los antiguos judíos no se discriminaba a los buenos de los malos. Dios, por lo tanto, manifiesta su justicia en este mundo.
Por otra parte, la convicción de que la deidad ejerce la justicia sobre toda la comunidad deriva naturalmente de la estructura social de clanes que dominaba la vida de los judíos primitivos. También reside aquí la fuerte solidaridad que aglutina a los judíos (sufren juntos las penas y disfrutan juntos la bonanza). Todos los libros sagrados obedecen a esta filosofía, que es muy visible en el Deuteronomio, en Josué, en Jueces, Samuel y en I Reyes. Recién en Ezequiel aparece entre los israelitas el concepto de responsabilidades, premios y castigos individuales.
El problema, pues, se convierte en insoluble desde el punto de vista de Job. No está sufriendo por los pecados de los antepasados (una forma primitiva de pecado original) ni por los de sus amigos y vecinos. El diálogo con sus consoladores tiende a ignorar incluso la intervención demoníaca en sus penas.
El teólogo judío antiguo trató de justificar los inexplicables sufrimientos de Job a través de algún pecado ya olvidado o de faltas ocultas y nunca relatadas en el libro. Desde un punto de vista más moderno, se retorna a la acción maléfica del Diablo y al concepto del libre albedrío, condición necesaria para que se consume la alianza de Dios con Su pueblo. Si el Demonio no existiese, el Hombre no podría elegir entre el Bien y el Mal (que Job elige parcialmente al increpar a Dios por su dolor).
Por estas y otras complejidades, Job ha sido llamado "el libro más difícil del Antiguo Testamento".
El tema de Job (el justo que sufre injustamente) fue muy frecuentado posteriormente en la época asiria, babilónica y persa. Las culturas babilónicas, por ejemplo, cuentan la historia de un rey el cual perdió todas sus posesiones y se enfermó. Rogando piadosamente al dios Marduk, el soberano consiguió que se le restituyeran el trono y la salud. Como se ve, este episodio es muy parecido al de Job.
El Asiriólogo Samuel Noah Kramer en su libro History Begins at Sumer: Thirty-Nine "Firsts" in Recorded History. (1956), hace una traducción de un texto sumerio en donde demuestra un gran paralelismo con la historia bíblica de Job. El Profesor Kramer apunta que la versión hebrea tiene influencia y deriva, de alguna manera, de la versión predecesora Sumeria.
Este libro está claramente relacionado con Proverbios y el Eclesiastés. Al leer primero Proverbios y después a Job, se ve que el primero transmite enseñanzas basadas en la pura observación empírica, mientras que el segundo contiene una grave reflexión que desconfía de las soluciones fáciles o de las verdades evidentes. El Eclesiastés es incluso más escéptico. El dolor y el sufrimiento como instrumentos de redención reaparecen en el Libro de Daniel (Daniel 12:1-3) y en Sabiduría 2:5.
Entre las enseñanzas que la lectura del libro de Job nos deja es la honestidad con que Job analizaba su situación, seguro de que Dios miraba el corazón por sobre todas las cosas. Otra enseñanza del libro de Job es que se puede mantener la fe incluso en los momentos más penosos y en las circunstancias más injustas, porque eso es lo que Dios espera de nosotros. El autor bíblico no pudo profundizar más en la solución del problema porque no disponía de las teorías de premios y castigos en otra vida, que sólo llegarían más adelante.
Por otra parte, el Nuevo Testamento también responde a las angustiosas quejas de Job con dos versículos de San Pablo: Rm. 8:18 y Col. 1:24. En uno se afirma que los sufrimientos, por grandes que sean, palidecerán ante la gloria de la vida eterna y el otro dice que las penas del Hombre no son nada en comparación con los dolores que sufrió Cristo.
Además, pueden destacarse las "versiones" realizada por Goethe en su Fausto y la novela Diario de Job de Fernando Savater (1983).
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