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Prometeo



En la mitología griega, Prometeo (en griego antiguo Προμηθεύς, ‘previsión’, ‘prospección’) es el Titán amigo de los mortales, honrado principalmente por robar el fuego de los dioses en el tallo de una cañaheja, darlo a los hombres para su uso y posteriormente ser castigado por Zeus por este motivo. Prometeo era padre de Deucalión y abuelo de Helén.

Como introductor del fuego e inventor del sacrificio, Prometeo es considerado como el Titán protector de la civilización humana.

En Atenas, se había dedicado un altar a Prometeo en la Academia de Platón.[1]​ Desde allí partía una carrera de antorchas celebrada en su honor por la ciudad, en la que ganaba el primero que alcanzaba la meta con la antorcha encendida.

De acuerdo con la mitología más aceptada, Prometeo era hijo de Jápeto y la oceánide Asia o de la también oceánide Clímene. Era hermano de Atlas, Epimeteo y Menecio, a los que superaba en astucia y engaños. No tenía miedo a ninguno de los dioses, y ridiculizó a Zeus y a su poca perspicacia. Sin embargo, Esquilo afirmaba en su Prometeo encadenado que era hijo de Gea o Temis. Según una versión minoritaria, el gigante Eurimedonte violó a Hera cuando esta era una adolescente y engendró a Prometeo, lo que causó la furia de Zeus.

Prometeo fue un gran benefactor de la humanidad . Urdió un primer engaño contra Zeus al realizar el sacrificio de un gran buey que dividió a continuación en dos partes: en una de ellas puso la piel, la carne y las vísceras, que ocultó en el vientre del buey y en la otra puso los huesos pero los cubrió de apetitosa grasa. Dejó entonces elegir a Zeus la parte que comerían los dioses. Zeus eligió la capa de grasa y se llenó de cólera cuando vio que en realidad había escogido los huesos. Desde entonces los hombres queman en los sacrificios los huesos para ofrecerlos a los dioses, y comen la carne.

Indignado por este engaño, Zeus prohibió a los hombres el fuego. Prometeo decidió robarlo, así que subió al monte Olimpo y lo cogió del carro de Helios o de la forja de Hefesto, y lo consiguió devolver a los hombres en el tallo de una cañaheja, que arde lentamente y resulta muy apropiado para este fin. De esta forma la humanidad pudo calentarse y utilizarlo para llevar a cabo sacrificios de animales.

En otras versiones (notablemente, el Protágoras de Platón), Prometeo robaba las artes de Hefesto y Atenea, se llevaba también el fuego porque sin él no servían para nada, y proporcionaba de esta forma al hombre los medios con los que ganarse la vida.[2]

Para vengarse por esta segunda ofensa, Zeus ordenó a Hefesto que hiciese una mujer de arcilla llamada Pandora. Zeus le infundió vida y la envió por medio de Hermes al hermano de Prometeo, Epimeteo, en cuya casa se encontraba la jarra que contenía todas las desgracias (plagas, dolor, pobreza, crimen, etcétera) con las que Zeus quería castigar a la humanidad. Epimeteo se casó con ella para aplacar la ira de Zeus por haberla rechazado una primera vez (a causa de las advertencias de su hermano de no aceptar ningún regalo de los dioses; en castigo Prometeo sería encadenado). Pandora terminaría abriendo el ánfora, tal y como Zeus había previsto.

Tras vengarse así de la humanidad, Zeus se vengó también de Prometeo e hizo que lo llevaran al Cáucaso,[3]​ donde fue encadenado por Hefesto con la ayuda de Bía y Cratos. Zeus envió un águila (hija de los monstruos Tifón y Equidna) para que se comiera el hígado de Prometeo. Siendo este inmortal, su hígado volvía a crecer cada noche, y el águila volvía a comérselo cada día. Este castigo había de durar para siempre, pero Heracles pasó por el lugar de cautiverio de Prometeo de camino al jardín de las Hespérides y lo liberó disparando una flecha al águila. Esta vez no le importó a Zeus que Prometeo evitase de nuevo su castigo, ya que este acto de liberación y misericordia ayudaba a la glorificación del mito de Heracles, quien era hijo de Zeus. Prometeo fue así liberado, aunque debía llevar con él un anillo unido a un trozo de la roca a la que fue encadenado.

Agradecido, Prometeo reveló a Heracles el modo de obtener las manzanas doradas de las Hespérides.

Sin embargo, en otra versión Prometeo fue liberado por Hefesto tras revelar a Zeus el destino de que si tenía un hijo con la nereida Tetis, este hijo llegaría a ser más poderoso que su padre, quien quiera que este fuera. Por ello Zeus evitó tener a Tetis como consorte y el hijo que tuvo esta con Peleo fue Aquiles quien, tal y como decía la profecía, llegó a ser más poderoso que su padre.

La Biblioteca mitológica recoge una versión según la cual Prometeo fue el creador de los hombres, modelándolos con barro.[3]​ Prometeo se ofreció ante Zeus para cambiar su mortalidad por la inmortalidad de Quirón cuando este fue herido accidentalmente por Heracles, lo que le produjo una herida incurable.[4]

En la mitografía, a Prometeo se le ha relacionado con Loki de la mitología nórdica, quien análogamente es un gigante más que un dios, está asociado con el fuego y es castigado a ser encadenado a una roca y atormentado por un águila.

El mito de Prometeo ha tenido tres interpretaciones profundas a lo largo de la historia de la cultura occidental:

También ha inspirado a artistas y escritores a lo largo de la historia para referirse a la osadía de los hombres de hacer o poseer las cosas divinas; los románticos vieron en él un prototipo del demon o genio natural. Algunas de las obras de dichos autores son:

Prometeo encadenado (1611-12) de Peter Paul Rubens

Prometeo siendo encadenado por Vulcano (1623) de Dirck van Baburen

Prometheus (1868) de Gustave Moreau

Prometo del Pomona College (en) (1930) de José Clemente Orozco en Pomona College

Prometeo encadenado en las cimas nevadas del Cáucaso de Francesco Foschi (1710-1780)

Prometheo atado de Thomas Cole (1801-1848)

Prometheus (1762) de Nicolas Sébastien Adam (Louvre)

Prometheus (1933) de Paul Manship (Rockefeller Center Nueva York)

Prometheus (1943) de Jacques Lipchitz (Museo de Arte de Filadelfia)

Prometheus (1980-87) de Menashe Kadishman (Meyerhoff Art Education Center, Tel Aviv)

Estatua de Prometeo en Sochi, lugar del encadenamiento.



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