La Liga Santa o Santa Liga fue una coalición militar integrada por la Monarquía Hispánica, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya para luchar contra el Imperio otomano en 1571. La batalla más importante de la Liga Santa fue la batalla de Lepanto, en la cual derrotaron a los turcos.
El Imperio otomano alcanzó su auge en el siglo XVI. Sus territorios abarcaban la actual Turquía, Oriente Próximo, Arabia, gran parte del norte de África y los Balcanes. Además su expansión por Europa sólo se detuvo a las puertas de Viena, al ser derrotados por Fernando I de Habsburgo.
Su poder también se extendía por el Mediterráneo. Los barcos turcos y los piratas berberiscos atacaban a los barcos de los países cristianos y saqueaban las costas.
Los enfrentamientos entre ambas flotas no parecían servir para mucho desde mediados de siglo: tras una victoria turca, como el desastre de Yerba (1560), venía una victoria cristiana, como en 1565, con la derrota de la escuadra del sultán Solimán I el Magnífico en Malta.
Pero en 1570 dos hechos clave provocarían una gran alianza contra los turcos: en enero, el virrey de Argel destronó al emir de Túnez, aliado de España; en marzo, el sultán Selim II dirigió un ultimátum a la república de Venecia y desembarcó en Chipre (entonces una posesión veneciana).
Venecia pide ayuda a las potencias cristianas, pero solo el Papa Pío V les responde. El Papa consigue convencer al rey de España para que también ayude, y se forma una armada para enfrentarse a los turcos. Esta armada se reúne en el puerto de Suda, en la isla de Candia (Creta).
En total suman 198 galeras, 11 galeazas y 14 naves, con un total de 1300 cañones y 48.000 hombres, de los que solo 16.000 son gente de guerra.
Mientras los generales cristianos discuten la forma de hacer frente a la situación, el 9 de septiembre los turcos toman Nicosia. Juan Andrea Doria, al ver que no hay acuerdo posible entre las fuerzas cristianas, decide volverse a Sicilia el 5 de octubre. En su regreso a sus bases, las fuerzas venecianas y pontificias sufren un temporal en el que se pierden 14 de las galeras venecianas.
El Papa y Venecia culpan al almirante español del fracaso de la operación. Los motivos de Juan Andrea Doria para no emprender un ataque contra fuerzas turcas superiores se basaban en el mal estado de las dotaciones y del armamento de las galeras de Venecia.
Ante el fracaso de esta expedición, Pío V reunió a los plenipotenciarios españoles y venecianos para tratar de tomar medidas efectivas contra la expansión turca por el Mediterráneo. Las negociaciones se demorarían casi un año debido a la disparidad de intereses y proyectos de venecianos y españoles. Por fin, el 25 de mayo de 1571, España, los Estados Pontificios, Venecia y Malta firmaron las capitulaciones para constituir la Liga Santa. El acuerdo al que se llegó, comprometía a Felipe II a contribuir con la mitad de los soldados y el dinero, a Pío V con 1/6 y a Venecia con 2/6.
La flota estaba compuesta por 134 barcos venecianos (6 galeazas, 106 galeras, 2 naves y 20 fragatas), 164 barcos españoles (90 galeras, 24 naves y 50 fragatas y bergantines), 18 barcos del papado (12 galeras y 6 fragatas) y 9 galeras de Malta.
Los soldados españoles sumaban 20.000, los del Papa 2.000, los venecianos 8.000 y unos cuantos Caballeros de la Orden de Malta. La flota era dirigida por Juan de Austria. Marco Antonio Colonna, condestable de Nápoles y vasallo de España, era el almirante del papa y Sebastián Veniero el de las naves venecianas.
El 29 de agosto, el obispo Odescalco llegó a Mesina, dio la bendición apostólica en nombre del Papa y concedió indulgencias de cruzada y jubileo extraordinario a toda la armada. El 15 de septiembre, Juan de Austria ordenó la salida de la flota y el 26 fondeó en Corfú, mientras una flotilla dirigida por Gil de Andrade exploraba la zona.
Al alba del 7 de octubre, las flotas cristiana y turca se encontraron en el golfo de Lepanto y «comenzó la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros» (Miguel de Cervantes).
Así la describe el Marqués de Lozoya:
En la galera Marquesa iba un muchacho de 24 años que con valentía continuó luchando después de ser herido en el pecho y en el brazo izquierdo, que le quedaría inútil: era Miguel de Cervantes.
Cuenta la tradición que mientras la batalla acontecía, Pío V rezaba el rosario en Roma. Tras salir de su capilla, manifestó que durante el rezo había sido divinamente inspirado y anunció que: la Santísima Virgen María ha concedido la victoria a las huestes cristianas frente a la barbarie mahometana.
La victoria cristiana fue total. Se perdieron 12 galeras cristianas y 7600 hombres, de los que 2000 eran españoles, 880 de la escuadra del papa y el resto venecianos.
Se contaron 190 galeras turcas apresadas, de las que sólo 130 estaban útiles, quemándose las otras 60. Se hicieron 5000 prisioneros y se liberaron 12 000 cautivos cristianos. Se estimaron entre 20 000 y 30 000 los muertos del enemigo.
Una vez finalizada la contienda, los beligerantes ganadores exhortaban:
No virtus, non arma, non duces, sed Maria Rosarii victores nos fecit.
Ni el valor, ni las armas, ni los caudillos, sino Nuestra Señora del Rosario nos convirtió en ganadores.
Desde este momento la devoción al rosario atraería a muchos cristianos.
San Pío V, tras haber sido confirmada la victoria, emocionado, citó a la Biblia refiriéndose a Juan de Austria: fuit homo missus a Deo, qui nomen erat Joannes (hubo un hombre enviado de Dios, cuyo nombre era Juan). Felipe II conoció la noticia de la victoria cuando rezaba el Magníficat de Vísperas, y finalizadas estas entonó el Te Deum en acción de gracias a Dios.
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