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Lucio Licinio Lúculo (cónsul 151 a. C.)



Lucio Licinio Lúculo (latín: Lucius Licinius Lucullus) fue un político y militar romano, de la familia plebeya de los Licinii. Fue cónsul en el 151 a. C., el primero de su familia.[1]

Probablemente hijo del edil curul del año 202 a. C. Lucius Licinius Lucullus, padre de Lucio Licinio Lúculo, pretor en 104 a. C. y general en la segunda guerra servil, y abuelo del famoso general Lucio Licinio Luculo, cónsul en 74 a. C. y de Marco Terencio Varrón Lúculo, cónsul en 73 a. C.

Después de haber desarrollado varias magistraturas, fue nombrado cónsul en el año 151 a. C. junto con Aulo Postumio Albino. Fue enviado a Hispania para sustituir a Marco Claudio Marcelo que ya había concertado la paz de Numancia con la tribu celtibera de los arévacos.

La guerra contra los celtíberos parece haber sido impopular en Roma, ya que fue difícil reclutar un ejército, y la severidad de Lúculo y su colega irritó al pueblo e incluso a los tribunos, hasta el punto de que éstos ordenaron la detención de los cónsules y su encarcelamiento. El conflicto se acabó con la intervención del joven Escipión Emiliano, el cual ofreció sus servicios e hizo revivir el espíritu militar entre los romanos.[2]

Antes de la llegada de Lúculo a Hispania, Marcelo ya había acabado la guerra y todas las tribus sublevadas se habían sometido. Pero el nuevo cónsul decidió atacar a los vacceos, según Apiano por puro interés, sin el aval del Senado romano y sin que los vacceos hubieran dado motivos para la guerra. Atravesó el Tajo y obligó al oppidum de Cauca, donde sospechaba que se acumulaban grandes riquezas, a capitular bajo falsas promesas de piedad, masacrando después a gran parte de la población (en un número estimado de 20.000) y esclavizando a los supervivientes.

A partir de aquí, Lúculo avanzó hasta el corazón del país, cruzó el Duero y puso sitio a la fortaleza vaccea de Intercatia, que durante un tiempo resistió el cerco romano, pero fue finalmente inducida a presentar propuestas favorables, garantizadas por Escipión Emiliano, para la retirada de los romanos. Lúculo obtuvo de esta ciudad la cantidad de 10 000 sagos, pero nada de plata.

Un ataque posterior contra Palantia fue rechazado, y finalmente, careciendo de provisiones, Lúculo tuvo que retirarse presionado por los vacceos. Volvió a cruzar el Duero, estableciendo sus cuarteles de invierno en el sur de la península. Aunque la expedición contra los vacceos no tenía autorización, no fue juzgado por el Senado y Lúculo continuó en Hispania, con el rango de procónsul.[3]

Pasó el invierno en Turdetania y en la primavera del año 150 a. C. entró en el territorio de los lusos junto con Sulpicio Galba con el que compartió, según el relato de Apiano, los actos de crueldad y traición que se hicieron contra el pueblo de los lusitanos. Aun así fue más afortunado que Galba puesto que no fue juzgado a su regreso a Roma.[4]

Durante este periodo Lúculo amasó una pequeña fortuna, a pesar de que la guerra contra los vacceos no fue muy productiva. Con parte del dinero recogido construyó un templo a la buena fortuna (Felicitas). Para la consagración pidió a Lucio Mummio unas estatuas que este había traído de Corinto, y cuando el templo estuvo consagrado se negó a devolverlas alegando que habían sido consagradas a la diosa.[5]




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