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Marqués de Condorcet



Marie-Jean-Antoine Nicolas de Caritat, marqués de Condorcet (Ribemont, Aisne, Francia, 17 de septiembre de 1743-Bourg-la-Reine, 28[1]​ o 29 de marzo[2]​ de 1794), fue un filósofo, científico, matemático, político y politólogo francés.[3]

Su asombroso nivel de conocimientos motivó que Voltaire le llamara "filósofo universal", al tiempo que es descrito por D'Alembert como "un volcán cubierto de nieve", lo que está de acuerdo con lo que comenta mademoiselle de Lespinasse, quien ha dejado un admirativo relato del Ilustrado; según sus palabras: "Esta alma sosegada y moderada en el curso ordinario de la vida, se convierte en ardiente y fogosa cuando se trata de defender a los oprimidos o de defender lo que aún le es más querido: la libertad de los hombres..."[4][5]

Nacido en Ribemont (Aisne), fue uno de los descendientes de la familia Caritat. Los Caritat llevaban su título por la ciudad de Condorcet (Dauphiné) de la que eran originarios. Su padre murió siendo él aún muy joven. Su madre, muy religiosa, confió su educación al colegio jesuita de Reims primero, y luego al Colegio de Navarra de París, también jesuita. Buen conocedor de estos, Condorcet los combatió más tarde con firmeza, extendiendo su batalla intelectual a todas las iglesias y religiones en general.[6]

Pronto Condorcet se destacó por sus capacidades intelectuales y por la amplitud de sus conocimientos científicos. El primero de los terrenos en los que se destacó fue el de las matemáticas al tiempo que se preocupaba por las cuestiones morales. A los 16 años, D'Alembert y A.C. Clairaut descubrieron su capacidad de análisis, y pronto pasó a ser alumno favorito de D’Alembert, que le apoyaría hasta la muerte de este.[7]

Aunque entre 1765 y 1774 se concentró particularmente en las ciencias, es también en este período en torno a los 25 años cuando experimentó su "revolución moral" y se acercó a los activos filósofos del momento.[7]​ En 1765, publicó su primer trabajo relacionado con las matemáticas, titulado Ensayo sobre el cálculo integral, que tuvo una favorable acogida y disparó su carrera de matemático de prestigio. Además, este ensayo solo sería el primero de una larga serie.

El 25 de febrero de 1769, fue elegido como miembro de la Real Academia de Ciencias y más tarde lo sería también de las de Berlín, Turín, Bolonia, San Petersburgo y Filadelfia. Su contacto con los "filósofos" (D'Alembert, Condillac, Diderot, Voltaire, Helvétius y Turgot), le llevó a colaborar en la Enciclopedia con artículos sobre matemáticas, ya en la última etapa de la edición, que se prolongaría en la Metódica de Panckoucke.[8]

En 1772, volvió a publicar trabajos relacionados con el cálculo integral, que recibieron una gran acogida y se consideraron revolucionarios en muchos de los campos abordados. Poco después, conoció y trabó amistad con el economista Turgot, que llegó a ser administrador en tiempos de Luis XV (1772) y controlador general de Finanzas durante el reinado de Luis XVI (1774). Sus relaciones con Turgot supusieron un contacto con la política real, que le proyectó al futuro.

Se casó con Sophie de Grouchy, hermana del futuro mariscal de Grouchy, que a su vez era cuñado de Pierre Jean Georges Cabanis. Era una mujer muy inteligente, y le apoyó en sus relaciones sociales.

En 1774, Turgot nombra a Condorcet inspector general de la Moneda. A partir de ese momento, Condorcet desplaza su centro de interés desde las matemáticas hasta la filosofía y la política. Los años siguientes, se interesa por la defensa de los Derechos humanos, en particular los de las mujeres, los judíos y los negros. Recibió las ideas innovadoras que llegaban desde los recientemente constituidos Estados Unidos, y realizó en Francia propuestas de reformas políticas, administrativas y económicas.

En 1776, Turgot fue cesado en su puesto de controlador general. Condorcet decidió entonces dimitir en su puesto de inspector general de la Moneda, pero se rechazó su dimisión, y tuvo que permanecer en su puesto hasta 1791. Más adelante, Condorcet escribió la Vida de M. Turgot (1786), en donde exponía y demostraba lo fundamentado de las teorías económicas de Turgot.

Condorcet siguió obteniendo puestos de prestigio en la administración: en 1777, fue nombrado secretario de la Academia de Ciencias, y en 1782, secretario de la Academia francesa.

En 1789, al estallar en Francia la Revolución, Condorcet tuvo un papel protagonista, como defensor de numerosas causas liberales, y esperaba una reconstrucción racionalista de la sociedad. Tras la Toma de la Bastilla fue elegido para el Consejo Municipal de París. De tal modo que en 1791, fue elegido representante de París en la Asamblea legislativa, tras haber solicitado la implantación de la República. Incluso llegó a ser secretario de la Asamblea. Se alineó con los Brisotinos (Girondinos).

La Asamblea adoptó, como sistema educativo de la nación, el que proponía Condorcet: introdujo la noción básica de laicismo en la enseñanza. Incluso propuso un borrador de constitución para la nueva Francia. Además, adoptó una posición activa, sobresaliente, en la lucha de las mujeres, mostrándose partidario del voto femenino en un artículo publicado en el Journal de la Société de 1789, y publicando en 1790 Sobre la admisión de las mujeres en el derecho de ciudadanía.

Pero Condorcet se encontró pronto en situación incómoda. Se enfrentaban dos corrientes con puntos de vista opuestos a la hora de reformar el Estado francés: los Girondinos, partidarios de una reconstrucción pacífica del país, y los Jacobinos, dirigidos por Maximiliano Robespierre, que propugnaban una depuración radical del pasado imperial francés. Condorcet estaba entre los Girondinos y votó contra la ejecución de Luis XVI, al no ser partidario de la pena de muerte.

Los Girondinos perdieron el control de la Asamblea en favor de los Jacobinos, en 1793. El Jacobino Marie-Jean Hérault de Séchelles propuso una nueva constitución, muy distinta a la de Condorcet. Este la criticó, lo que le hizo ser condenado por traición. El 3 de octubre de 1793, se redactó una orden de arresto contra él.

La orden de arresto contra Condorcet le obligó a esconderse. Halló refugio durante cinco meses en París, en casa de Madame Vernet. Allí escribió su Esbozo para un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano, que se publicó de modo póstumo en 1794. El 25 de marzo de 1794 abandonó su escondite, convencido de que ya no se trataba de un lugar seguro y trató de huir de París. Fue detenido en la casa de Jean Baptiste Antoine Suard en Clamart dos días más tarde, y encarcelado en Bourg-Egalité (Bourg-la-Reine). Fue hallado muerto dos días después en su celda, víctima de un edema pulmonar. También se habló de suicidio por envenenamiento.[9]

No fue un historiador tan importante como Voltaire, pero anticipó ideas muy innovadoras, muy distintas a las de este. Representó el extremo máximo de la filosofía en su plano científico. Para él, el progreso era como una especie de 'divinidad', en el sentido de una guía posible para el desarrollo mental y social en la historia. Pero "el propósito de escribir una historia de la civilización humana era prematuro y Condorcet hubiera necesitado del aparato conceptual de un Gibbon para producir una síntesis de valor duradero".[10]

Cuando Condorcet tuvo que esconderse, escribió el famoso Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano. Es una historia universal rápida y hecha de memoria, pues no se basó en ningún documento, ya que carecía de libros al estar encerrado en una casa. El eco de este notable borrador fue instantáneo: se distribuyeron miles de ejemplares, pero ya estaba muerto.

La obra pretende ser una Historia Universal. Para realizarla, busca las Leyes del devenir histórico, ya que piensa que son descubribles y por tanto en cierta medida se puede conocer el futuro (esto ya lo había adelantado idealmente en el Medievo Joaquín de Fiore. Pero él se centra en el Progreso como interés principal de los hombres. Estas leyes son:

En 1785, Condorcet publicó uno de sus principales trabajos: Ensayo sobre la aplicación del análisis a la probabilidad de las decisiones sometidas a la pluralidad de voces. En esta obra, explora la llamada paradoja de Condorcet, que describe como la intransitividad posible de la mayoría: entre un mismo electorado, y en el curso de una misma elección, es posible que una mayoría prefiera A a B, que otra mayoría prefiera B a C, y que una tercera mayoría prefiera C a A. Las decisiones adoptadas por una mayoría popular siguiendo este modelo de escrutinio serían, pues, incoherentes con respecto a las que adoptaría un individuo racional. El mismo Condorcet aclara en sus trabajos cómo solucionar su paradoja, a la vez que aclara que cuestiones prácticas de tiempo convierten en imposibles las soluciones, al menos en su época.

Consideremos por ejemplo una asamblea de 60 votantes que deben elegir entre tres propuestas a, b y c. Las preferencias se manifiestan de este modo (entendiendo que a > b representa el hecho de que se prefiere a a b):

En un proceso de voto pluralista, a gana con 23 votos sobre b con 19 votos y sobre c con 18, por lo que a > b > c.

Sin embargo, en las comparaciones por pares obtenemos:

Lo que nos lleva a la preferencia mayoritaria c > b > a, exactamente contraria a la elección pluralista.

Hay que señalar que, contrariamente a la creencia común, esta paradoja solo cuestiona la coherencia de determinados sistemas de votación, no la de la propia democracia.

Su ensayo expone también el método de Condorcet, concebido para simular elecciones por parejas de candidatos. Mantuvo numerosas discusiones con Jean-Charles de Borda, en las que comparaban sus respectivos métodos. El método Condorcet se usa hoy en día en Minería de datos.

La Paradoja de Arrow demostrará en el Siglo XX que ningún sistema general de votación (salvo la dictadura, en la que solo se tiene en cuenta la opinión del dictador) permite, basándose en hipótesis razonables, asegurar la agregación coherente de elecciones individuales que a su vez sean coherentes. Las hipótesis de Arrow, evidentemente, siguen siendo discutidas, a tenor de las repercusiones del problema.

Sin embargo, se demuestra que a pesar de la paradoja de Arrow, un sistema de agregación siempre proporciona elecciones coherentes si (y solo si) las preferencias de los ciudadanos pueden orientarse, al menos en el momento del voto sobre un único eje. Y se ve, en efecto, cómo las grandes democracias evolucionan hacia grandes bipolarizaciones sucesivas a lo largo del tiempo.

En 1786, Condorcet volvió a trabajar sobre el cálculo integral y las ecuaciones diferenciales, mostrando un nuevo modo de tratar los cálculos infinitesimales. Estos trabajos quedaron inéditos. En 1789, publicó la Vida de Voltaire, en la que muestra la misma oposición a la Iglesia que Voltaire.

Con motivo de la celebración del bicentenario de la Revolución francesa, en presencia de François Mitterrand, presidente de la República, las cenizas de Condorcet fueron trasladadas de modo simbólico al Panteón de París junto a las del abad Gregoire y las de Gaspard Monge, el 12 de diciembre de 1989. De modo simbólico, porque el ataúd que debiera haber llevado los restos de Condorcet estaba vacío: después de haber sido enterrado en la fosa común del antiguo cementerio de Bourg-la-Reine, que se despejó en el siglo XIX, sus restos mortales nunca se han hallado.

La segunda edición, animada por su hija, Eliza de Condorcet-O'Connor y realizada por el yerno del filósofo, François Arago, Œuvres de Condorcet, París, 1847-1849, en 12 volúmenes, es aún la de referencia (la llamada O'Connor-Arago).

Condorcet ha sido una figura reconsiderada en el siglo XX, las referencias de Ernst Cassirer, Alexandre Koyré o John Bury son prueba de ello. También tuvo dos grandes monografías de Gilles-Gaston Granger (sobre Condorcet como matemático), y de Keith Michael Baker (sobre su pensamiento).

En 1989, tras el centenario de la Revolución, empezó una honda reivindicación de su figura: se hicieron congresos, se publicó la enorme biografía de Elisabeth y Robert Badinter (Condorcet, un intellectuel en politique, 1988), y se vio en él una figura capital para el desarrollo europeo. Asimismo, pese a que no existan muchas traducciones, tuvo eco en la historia: en España, desde las cortes de Cádiz, en que se apeló a sus ideas constitucionales, hasta la II República donde pesó en las reformas de la enseñanza. Significativamente, se le ha vuelto a publicar con la recuperación de las libertades, desde 1978.

Condorcet también fue influyente en las filosofías de la historia de Saint-Simon, Hegel y Marx.[11]



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