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Miguel de Santiago



¿Dónde nació Miguel de Santiago?

Miguel de Santiago nació en Quito.


Miguel de Santiago (Quito, circa 1620-1633 - Ibídem, 5 de enero de 1706) fue un pintor nacido en la Real Audiencia de Quito (actual Ecuador), exponente de la Escuela Quiteña del siglo XVII.[2]

Nace en el barrio de Santa Bárbara de la ciudad de Quito,[3]​ Santiago era nieto de indios e hijo de los mestizos Lucas Vizuete y Juana Ruiz, quienes lo bautizaron con el nombre de Miguel Vizuete. Quedó huérfano de padres a temprana edad y luego fue adoptado por Hernando de Santiago, que era Regidor y Fiel Ejecutor del Cabildo de Riobamba, de quien tomó el apellido.[4]

No se conocen mayores detalles de su niñez y juventud, ignorándose con certeza sus maestros de arte,[4]​ aunque se dice que fue alumno de Hernando de la Cruz y que uno de sus discípulos era un indio franciscano de nombre Domingo. En sus primeros años trabajó también con Sánchez Gallque, autor del cuadro de Los Negros de Esmeraldas. Pero según Carmen Fernández-Salvador en su libro Arte colonial quiteño hay evidencias de que Santiago fue discípulo de Diego de Orozco, que consta en 1679 como indio pintor vecino de Quito.

A los 20 años abrió su propio taller y se casó con Andrea de Cisneros y Alvarado, emparentada con Mariana de Jesús, primera santa ecuatoriana.[4]​ Tuvo cuatro hijos, de los que solo sobrevivieron dos mujeres: Juana e Isabel de Santiago, quien siguió los pasos de su padre y se convirtió en una de las pocas pintoras de profesión en la ciudad.[4]

Murió el 5 de enero de 1706, en la ciudad de Quito.[3][4]​ Fue velado en su casa y enterrado en una capilla de la Iglesia de San Agustín, a la que tantos aportes había hecho a lo largo de su vida.[4]

Su primer trabajo fue ordenado por el padre Basilio de Rivera,[4]​ del convento de San Agustín, quien le encargó una serie de 14 cuadros sobre la vida del santo Obispo de Hipona.[3]​ Esta colección, considerada una de las más importantes de la época, fue inspirada en unos grabados de Schelte à Bolswert (1624) que acababan de llegar de Europa.[4]​ Cada cuadro está trabajado con figuras centrales que resaltan la composición, formada de estructuras arquitectónicas, paisajes y distancias atmosféricas.[4]​ Tras este trabajo, Miguel de Santiago se convirtió en uno de los favoritos de los agustinos, y le valió fama también entre las familias más acaudalados de la época.

Por la misma época inició una serie de pinturas para el convento de La Merced,los cuales fueron ordenados por fray Antonio de Onramuño, y a los que tituló "La doctrina cristiana".[4]​ Pintó la sacristía de la iglesia de Guápulo, donde dejó plasmados con gran realismo los paisajes andinos de la Audiencia de Quito.[3][4]

Su fama le llevó a la capital virreinal, Bogotá, donde conoció al pintor Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos y le obsequió el cuadro "El Alabado", que hoy se exhibe en la iglesia de San Francisco,[4]​ templo para el que también trabajó en una serie de once pinturas dedicadas al Ave María y que son consideradas una expresión del vínculo entre Quito y Bogotá.[5]​ En esa ciudad también pintó una segunda serie titulada "Artículos de Fe" para la Catedral.[5]

Según los cronistas Jorge Juan y Antonio de Ulloa, en su obra Noticias Secretas de América, varios lienzos de Miguel de Santiago fueron llevado a Europa, donde tenían gran acogida, sobre todo en la ciudad de Roma.[6]

En su obra, considerada una de las más extensas y complejas del barroco americano, Miguel de Santiago representa el espíritu doctrinal de la época en la que vivió, pues en ella se ven representados los mandamientos, sacramentos, vicios y virtudes relacionados al mundo cristiano y su iconografía.[5]​ Relacionó hábilmente el espacio de su trabajo pictórico con el adoctrinamiento de la iglesia católica, de modo que era asequible para el entendimiento de un público medianamente conocedor.[5]

La técnica de trabajo de Santiago, según Juan y Ulloa, está hábilmente resumida también en su obra bajo la siguiente línea:

A Miguel de Santiago se le conoce como un hombre de carácter violento, sobre todo debido a ciertas leyendas sobre sus impulsos criminales, entre los cuales se destacan dos: el ataque a su esposa y el popularmente conocido como "El Cristo de la Agonía".

El primero cuenta que le encargó a su mujer el retrato terminado de un Oidor de la Audiencia, para que esta lo vigilase mientras él viajaba a Guápulo. Mientras la obra se secaba en el patio de la casa, y durante un momento de descuido de la mujer, un cerdo tumbó el caballete sobre el que descansaba el lienzo y este se ensució; asustada la mujer pidió a Nicolás Javier de Goríbar, uno de los mejores estudiantes de su esposo que lo arreglara. Al regresar Santiago, lo invadió una gran cólera al ver que su obra había sido retocada en el área de la mano; entonces despidió a su discípulo y atacó a su esposa con una espada, cortándole una oreja. Luego de esto llegó el Oidor a retirar su retrato, pero tuvo que marcharse debido a que Santiago tenía intenciones de matarlo también.[2][7]​ Según algunas crónicas de la época, este hecho pudo ser cierto, pues Miguel de Santiago pidió asilo en el convento de San Agustín durante un tiempo, para así evitar un juicio que le había planteado su esposa, aunque no se sabe a ciencia cierta si se trató de este hecho.[4]

La segunda leyenda, y la más popular, trata sobre un cuadro de Jesús crucificado que le encargaron los agustinos para su iglesia. Obsesionado con lograr una escena lo más realista posible, ató a uno de sus estudiantes a una cruz para copiar sus rasgos, pero no consiguiendo la cara de dolor que buscaba decidió atravesarlo con una lanza por el costado; logrando finalmente la expresión facial que tanto deseaba. Para cuando bajó a su estudiante de la cruz, este ya había fallecido.[4]​ El cuadro pintado de ese modo, titulado "El Cristo de la Agonía", podría ser según algunos el Cristo a la columna del Museo de Arte Colonial, de Quito.[2][7]​ Se dice que el asilo que le dieron los agustinos en su convento puede estar más relacionado con este hecho que con el ataque a su esposa.



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