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Mitología yoruba



La religión yoruba (en yoruba, Òrìṣà-Ifá) se refiere a una serie de creencias y tradiciones espirituales originados entre el pueblo yoruba, un grupo etnolingüístico originario del África Occidental (principalmente en Nigeria y Benín). A través de la diáspora africana ha extendido su influencia fuera de África en formas sincréticas como la Santería (En el Caribe hispano) o el Candomblé en Brasil.

La religión yoruba es solo una parte del complejo de mitos, canciones, historias y otros conceptos culturales que conforma la sociedad y la mitología yoruba.[2]

Los yoruba consideran a Olodumare como el principal agente de la creación.

Según un relato yoruba de la creación, durante una cierta etapa de este proceso, se envió la "verdad" para confirmar la habitabilidad de los planetas recién formados. La tierra, siendo uno de estos, fue visitada pero se consideró demasiado húmeda para la vida convencional.

Después de un período de tiempo exitoso, se enviaron varias divinidades dirigidas por Obatala para cumplir la tarea de ayudar a la Tierra a desarrollar su corteza. En una de sus visitas al reino, el archidivinidad Obatala subió al escenario equipado con un molusco que ocultaba alguna forma de suelo; bestias aladas y algo de tela como material. El contenido se vació en lo que pronto se convirtió en un gran montículo en la superficie del agua y poco después, las bestias aladas comenzaron a esparcir esto alrededor hasta el punto en que gradualmente se convirtió en un gran parche de tierra seca; las diversas hendiduras que crearon eventualmente se convirtieron en colinas y valles. [5]

Obatala saltó a un terreno elevado y nombró el lugar Ife. La tierra se volvió fértil y la vida vegetal comenzó a florecer. De puñados de tierra comenzó a moldear figuras. Mientras tanto, mientras esto sucedía en la Tierra, Olodumare reunió los gases de los confines del espacio y provocó una explosión que se convirtió en una bola de fuego. Posteriormente lo envió a Ife, donde secó gran parte de la tierra y simultáneamente comenzó a hornear las figuras inmóviles. Fue en este punto que Olodumare lanzó el "aliento de vida" para soplar a través de la tierra, y las estatuillas lentamente comenzaron a "ser" como las primeras personas de Ife. [5]

Por esta razón, Ife se conoce localmente como "Ife Oodaye" - "cuna de la existencia".

Las deidades Yorubas se llaman los Orishas, literalmente ‘dueños de la cabeza’. Shangó es uno de los Orishas más conocidos, dios del Trueno y un antepasado del pueblo Yoruba. Fue el cuarto rey del pueblo yoruba, y se deificó tras su muerte. Al recibir "santo" donde se sincretiza la ceremonia o ritual por el cual un orisha corona la cabeza del iniciado en esta religión, se entregan los orishas principales: Oshun (deidad de los ríos, de la fertilidad), Yemaya (hermana de Oshun, deidad del mar), Elegua (el que abre los caminos), Oya (hermana de Oshun y Yemaya, deidad del cementerio), Shango, Oggun, Obbatala. Estos son entregados en cada ceremonia, aunque el panteón cuenta con muchas más deidades, que variarán según el orisha que marque el camino del iniciado.

Se cree que los Orishas alguna vez fueron humanos, derivándose de allí muchos de sus Pattakies (historias, relatos) en la Tierra, y que después de su muerte pasaron al cielo, donde viven junto a Olofi (Dios). Son muchas las deidades de este panteón. Se conoce que existen poco más de 400 orishas, todos ellos abocados a traer estabilidad y firmeza a las personas que deciden dar sus primeros pasos en esta religión.


del Panteón Yoruba:

Al saber que Oggún había querido fornicar con su propia madre, Obatalá ordenó matar a todos sus hijos varones. Cuando nació Changó, Elegba se lo llevó escondido a Dadá, para que lo criara. Poco después nació Orula y, para salvarlo, Elegba lo enterró al pie de la Ceiba y le llevaba comida todos los días. Un día Obatalá enfermó; Elegba buscó corriendo a Changó para que lo curara. Cuando el gran curandero resolvió el problema de su padre, Elegba aprovechó la ocasión para pedir a Obatalá el perdón de Orula. El perdón fue concedido y entonces Changó lleno de alegría, cortó la ceiba, labró un tablero espléndido y le dio a su hermano, Orula el secreto de la adivinación. Es por eso que Orula dice: maferefum Elegba, maferefum Changó y por lo que el ékuele de Orula lleva un fragmento del collar de Changó.

Desde entonces, Orula es el dueño del tablero, el adivinador del futuro, y el consejero de los hombres, y es el intérprete del oráculo de Ifá.

Orula se sincretiza con San Francisco de Asís (1181-1226). Francisco fue un italiano de padres mercaderes que pasó su juventud en el comercio y en el ejercicio de las armas. Una aparición de Jesucristo le hizo abrazar la vida religiosa. Desde entonces se propuso imitar la vida de pobreza y trabajos del fundador de su fe. Quizás sea Francisco, quien mejor encarne el modelo de la caridad cristiana, del perfecto amor al prójimo y a toda la naturaleza por ser obra del Creador.

Probablemente haya sido ese singular amor por los hombres, la clave de su asociación con Orula, pues fue este el primer orishá adivino, el que le proporcionó a los hombres el más importante de los dones: la posibilidad de conocer el futuro, y prevenir el mal que los acecha. Por otra parte, ambas personalidades religiosas sufrieron innumerables penalidades y fatigas. Su fecha se celebra el 4 de octubre.

Elegua era hijo de Okuboro, rey de Añagui. Un día andaba con su séquito y vio una luz brillante con tres ojos, que estaba en el suelo. Al acercarse vio que era un coco seco. Elegua se lo llevó al palacio, le contó a sus padres lo que había visto y tiró el coco detrás de una puerta. Poco después todos se quedaron asombrados al ver la luz que salía del coco. Tres días más tarde, Elegua murió. Todo el mundo le cogió mucho respeto al coco, que seguía brillando, pero con el tiempo, la gente se olvidó de él. Así fue que el pueblo llegó a verse en una situación desesperada y cuando se reunieron los viejos, llegaron a la conclusión, de que la causa estaba en el abandono del coco. Este, en efecto se hallaba vacío y comido por los bichos. Los viejos acordaron hacer algo sólido y perdurable y pensaron en colocar una piedra de santo en el lugar del coco, detrás de la puerta. Este fue el origen del nacimiento de Elegua como orishá.

Ògún, el dueño del hierro, es irascible y solitario. Ògún estaba enamorado de su madre y varias veces quiso violarla, lo que no consiguió gracias a la vigilancia de Elegba. Un día Oggún se las arregló para conseguir su propósito, pero, para su desgracia, Obatalá lo sorprendió. Antes de que este pudiera decir nada, Ògún gritó: Yo mismo me voy a maldecir: " Mientras que el mundo sea mundo lo único que voy a hacer es trabajar para la Osha". Entonces se fue para el monte sin más compañía que sus perros, se escondió de los hombres y ningún orishá que no fuera Ochosi su hermano, el cazador, consiguió verlo.

En la mayoría. de los cuadros San Pedro tiene en las manos las llaves del cielo. Todo parece indicar que su tradicional representación con las llaves o bien el incidente de las cadenas hicieron que lo asociaran a Ogún, el dueño de los hierros.

Ochosi es el mejor de los cazadores, y sus flechas no fallan nunca. Sin embargo, en una época nunca podía llegar hasta sus presas porque la espesura del monte se lo impedía, desesperado fue a ver a Orula, quien le aconsejó que hiciera ebbó. Ochosi y Oggún eran enemigos porque Echu había sembrado cizaña entre ellos, pero Oggún tenía un problema similar. Aunque nadie era capaz de hacer trillos en el monte con más rapidez que él, nunca conseguía matar a sus piezas y se le escapaban. También fue a ver a Orula y recibió instrucciones de hacer ebbo. Fue así que ambos rivales fueron al monte a cumplir con lo suyo. Sin darse cuenta, Ochosi dejó caer su ebbó encima de Oggún. Tuvieron una discusión fuerte, pero Ochosi se disculpó y se sentaron a conversar y a contarse sus problemas. Mientras hablaban a lo lejos pasó un venado. Rápido como un rayo, Ochosi se incorporó y le tiró una flecha que le atravesó el cuello dejándolo muerto. «Ves —dijo Ochosi—, yo no lo puedo coger». Entonces Oggún cogió su machete y en un abrir y cerrar de ojos abrió un trillo hasta el venado. Muy contentos, llegaron hasta el animal, y lo compartieron. Desde ese momento convinieron en que eran necesarios el uno para el otro y que separados no eran nadie, por lo que hicieron un pacto en casa de Orula. Es por eso, que Ochosi el cazador, siempre anda con Oggun el dueño de los hierros.

Osún era vigilante de Obatalá. Obatalá vivía con su mujer Iemú y sus hijos: Oggún, Ochosi, y Elegba. Oggún estaba enamorado de su madre y varias veces estuvo a punto de violarla, pero Elegba siempre le avisaba a Osun quien venía y lo regañaba. Entonces Oggún echó a la calle a Elegba, y le dio montones de maíz a Osun para que no lo delatara, Osun comía y luego dormía, mientras Oggún disfrutaba de su madre, Elegba se lo contó a Obatalá, que no lo quería creer, pero al otro día volvió más temprano. Obatalá vio a Osun acostado y a Oggún abusando de su madre, y llegó a su casa furioso. Fue cuando Oggún se maldijo a sí mismo y Obatalá le dijo a Osun: «Confiaba en ti y te vendiste por maíz». Entonces nombró a Elegba su vigilante.

En el principio de las cosas, cuando Olordumare bajó al mundo, se hizo acompañar de su hijo Obatalá. Debajo del cielo, solo había agua. Entonces Olordumare le entregó a Obatalá un puñado de tierra y una gallina. Obatalá echó la tierra formando un montículo en medio del mar. La gallina se puso a escarbar la tierra, esparciéndola y formando el mundo que conocemos. Olofi también encargó a Obatalá para que formara el cuerpo del hombre. Así lo hizo y culminó su faena alineándole la cabeza sobre, los hombros. Es por eso que Obatalá es el dueño de las cabezas.

Al principio aquí abajo solo había fuego y rocas ardientes. Entonces Olofi, quiso que el mundo existiera y convirtió el vapor de las llamas en nubes. De las nubes bajó el agua que apago el fuego. En los huecos enormes entre las rocas se formó Olokun, el Océano que es terrible y a quien todo el mundo teme. Pero el mar también es bueno, porque es la fuente de la vida, y el agua hizo venas en la tierra para que la vida se propagara. Esa es yemayá la Madre de las Aguas.

Oshún, gustaba de pasearse por el monte. Un día Oggún, le vio pasar y sintió que se le traspasaba el corazón. Impetuoso y brutal, corrió detrás de la que despertaba sus deseos, decidido a poseerla. Oshún, huyó asustada. Pero Oggún, enardecido y violento, estaba por darle alcance, cuando ella, desesperada, se lanzó al río. Arrastrada por el torbellino de la corriente, llegó hasta la desembocadura donde se tropezó con Yemayá, que la tomó bajo su protección, y le regaló el río para que viviera. Por eso es que Oshún vive en el río y quiere tanto a Yemayá.

Los yorubas la identificaron con Oshún porque esta orishá es la dueña del cobre, aparece en la desembocadura de un río, de tez bronceada, y entre los adornos de su vestimenta y atributos sobresale el oro y entre los criollos tuvo fama de caritativa y misericordiosa. En tiempos remotos la Iglesia Católica tomó las medidas de la imagen en cintas de raso para colocarlas en los vientres de las parturientas porque, se creía que así la Caridad del Cobre las protegía en el alumbramiento, Oshún es también la orishá protectora de las gestantes y parturientas.

Aggayú, el dueño del río, tuvo amores con yemaya y de ellos nació Shangó. Pero yemaya no lo quiso y Obatalá lo recogió y lo crio. Al reconocerlo como hijo, le puso un collar blanco y punzó. Dijo que sería rey del mundo y le fabricó un castillo. Se casó con Obba, pero también vivía fijo con Oyá y Oshun. Oyá como se sabe, era la mujer de Oggún, pero se enamoró de Shangó y se dejó robar por él. Este rapto dio origen a una guerra tremenda entre Shangó y Oggún. Cuentan que como Shangó peleaba y no tenía armas, Osain, que era su padrino, le preparó el secreto del guiro. Cuando lo tocaba con el dedo y se lo llevaba a la boca, podía echar candela por ella. Con eso vencía a sus enemigos. Cuando se oye tronar, se dice que es porque Shangó anda de rumbantela con sus mujeres o que cabalga por el cielo.

Babalú Ayé era muy mujeriego. Andaba continuamente de parranda, todo el mundo le perdió el respeto y la misma Ochún, que era su mujer, lo abandonó. Un Jueves Santo, Orula le advirtió: Hoy domínate y no andes con mujeres. Sin hacer caso del consejo de Orúmila, esa noche se acostó con una de sus amantes. Al otro día amaneció con el cuerpo todo cubierto de llagas purulentas. La gente huía de él porque le tenía miedo al contagio y solo lo seguían algunos perros a los que gustaba lamerle las llagas. Por mucho que suplicó, Olofi se negó a perdonarlo y al fin, Babalú Ayé murió. Pero a Ochún le dio lástima, y gracias a sus ardides consiguió que Olofi le devolviera la vida. Ahora Babalú Ayé sabía bien lo mucho que sufren los enfermos y por eso regresó tan caritativo y misericordioso.

Aggayuú Solá era un gigante poderoso y temido, el dueño del río que se precipitaba desde lo alto. Acostumbraba ayudar a cruzar la corriente, pero siempre exigía que le pagaran. En cierta ocasión le hizo el favor a Yemayá, quien no tenía con que pagarle y tuvo que acostarse con él para contentarlo. De esta unión nació Changó, aunque Aggayú no supo nada. El gigante era tan temido que dejaba la puerta de su casa abierta de par en par, aunque la tenía abarrotada de viandas y frutas; nadie se hubiera atrevido a entrar. Un día, sin embargo, Changó que es muy fresco, se metió en la casa, se lo comió todo y hasta se acostó a dormir en su misma estera. Cuando Aggayú volvió del campo y vio el espectáculo, sin pensarlo dos veces agarró a Changó y lo tiró dentro de una hoguera, que por supuesto, no ardió. Entonces lo cargó y lo llevó a la orilla del mar para ahogarlo, pero Iemaiá apareció y, le hizo saber, que era su propio hijo. En cierta ocasión Changó pasó por un pueblo y vio que la gente andaba como los zombis. Changó se empeñó en saber quién era el rey del pueblo y, tras muchos esfuerzos, descubrió que era Aggayú y fue a verlo. Para qué quieres saber quién es el rey?, dijo Aggayú encolerizado y Changó le contestó: Papá, es que este pueblo no puede tener a la cabeza un rey tan fuerte. Todos andan muy mal, no oyen, no contestan, no hablan. No quiero que sigan sufriendo. Fue así como se pusieron de acuerdo y, desde entonces, Changó va a la cabeza y Aggayú a los hombros. Es por eso que los hijos de Aggayú tienen esa perfecta comunión con Changó.

Los seres humanos y otras criaturas sensibles también se consideran por tener su propia deidad del destino individual, llamado «Ori», que es venerado a través de una escultura decorada simbólicamente con conchas. Tradicionalmente, se cree que los padres muertos y otros ancestros poseen poderes de protección sobre sus descendientes. Esta creencia es expresada en el culto y el sacrificio sobre la tumba o símbolo del ancestro, o como una comunidad en la observación del festival de Egungun, donde los ancestros son representados como hombres enmascarados coloridamente en representación de los espíritus ancestrales. Los padres difuntos o los ancestros son comúnmente venerados poniendo abono a la tierra y rompiendo nueces de cola en su honor en ocasiones especiales.

Una porción significante de la población sigue la religión tradicional llamada Ifá, o consulta con el clero de adivinadores tradicionales conocido como babalawo, o "Padre de los secretos."

La mayoría de los yorubas contemporáneos son cristianos o musulmanes, con congregaciones indígenas con la mayor membresía entre la cristiandad.

Los misterios de naturaleza y su existencia han sido cultivados por todo el mediante las costumbres religiosas por el primer antepasado humano. A aquellos antepasados que han sido la encarnación de la humanidad y se les elevan a un estado divino, para honrarlos y seguir con sus costumbres. Estos primeros antepasados dan clases a su descendientes de como entender el mundo esotérico y los caminos de las fuerzas invisibles para sostener la dinámica continua de existencia dentro de la Naturaleza. Estos primeros antepasados se hicieron representantes de aquellas fuerzas invisibles espirituales y fueron llamados de distintas formas por su descendientes según su lengua, región y los significados de sus culturas, siendo este nombre lo que los representa dentro de la adoración de los misterios de Naturaleza y la existencia. Esta encarnación humana de los primeros antepasados ayuda a distinguir el aspecto diverso y las influencias de las manifestaciones de Iya Nla.

Iya Nla es la disciplina sabia que nos enseña que si superamos el conocimiento de la forma física y permitirnos fluir la esencia de Awon Iya Wa ("nuestras madres") la preocupación maternal nos hará capaces de tener acceso tanto a la forma de las Fuerzas en la Naturaleza como la sabiduría de nuestros primeros antepasados. Si aprendemos a desarrollar una relación en curso dentro de la armonía de la creación para desarrollar la sensibilidad de estas fuerzas, ellos asumen que lograremos las características de nuestro 'Imale o Irunmole particular, primeros antepasados africanos que fueron elevados al grado de orishás.

Los aspectos, caminos, manifestaciones, papeles, atributos, conceptos, nombres de alabanza de Iya Nla están relacionados directamente con su capacidad y autoridad para curar crear la voluntad o destruirla. Iya Nla es la energía autosuficiente que da la vida y la armonía sobre la tierra, dotada por herencia en atributo a sus hijas los regalos infinitos y eternos del mecanismo Õrõ (Egúngún), Eleiye (la fuerza que da el poder y capacidades místicas) para intensificar la causa, el efecto y los cambios. Con estos regalos un Ìyá Àjé es capaz de tinar el poder terrestre y astral de curar, maldecir o causar la justicia vengativa sobre alguien que falte el respeto a la mujer y la maternidad. Ìyá Nlá es la matriz sagrada que da la vida; ella es la entrada a la existencia y el origen de los mecanismos biológicos, manifestados en cada mujer.[3]

La mitología yoruba incluye otras entidades además del orishá, como los egbere.

Ifá dafa así como merindinlogun (o cáscara de cauri la adivinación) son elementos importantes de las prácticas religiosas yoruba.

Los yorubas creen en la reencarnación. Este hecho puede verse reflejado en que a veces llaman a hijos Babatunde ("el Padre vuelve") o a las hijas Yetunde ("la ABUELA vuelve").[4]​ También dan una enorme importancia al culto de los antepasados, el cual en su conjunto se denomina Egúngún.

Muchos nativos yoruba fueron tomados y llevados como esclavos a Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Brasil, Venezuela y principalmente en el siglo XIV (tras la caída del Imperio Oyo y por lo que la región se vio sumergida en una guerra civil), llevando sus creencia religiosas con ellos. Estos conceptos fueron combinados con la preexistencia de cultos africanos en diversos países, y en varios linajes yoruba fuera de África, creándose diversas manifestaciones:

Vodún (vudú), la religión de Haití, fue fundada por esclavos de diferentes grupos étnicos (él los pueblos que comparten el Gba como rango lingüístico, los modernos Benín, Togo y Ghana), pero posee muchos elementos derivados de la mitología yoruba. Además, el autor Ed Morales ha demostrado que la mitología de yoruba jugó una parte en la primera época de la música blues americana, citando al guitarrista de blues Robert Johnson en su Cross Road Blues cuando afirma: «Una dedicatoria velada en finos sesgos a Eleggua, la orishá responsable de los cruces de caminos» (Robert Johnson, Cross Road Blues).



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