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Muerte y funeral de Nelson Mandela



La muerte del expresidente de Sudáfrica Nelson Mandela sucedió la noche del jueves 5 de diciembre de 2013 en Johannesburgo (República de Sudáfrica) tras seis meses de graves problemas pulmonares. Mandela era considerado un símbolo global de libertad y esperanza, defendiendo la institución de un «país arcoiris»; recibió muchísimos premios y distinciones, así como una multitudinaria cantidad de seguidores.

Fue el primer presidente democrático de Sudáfrica y marcó el fin de la segregación racial en su país, mediante una política de reconciliación y justicia social.

El Premio Nobel de la Paz de 1993 Mandela, había dejado el poder en 1999 en manos de Thabo Mbeki, tras haber dirigido el país por cinco años.

Dos años más tarde, en 2001, le habían diagnosticado cáncer de próstata,[1][2]​ iniciando así un tratamiento de radioterapia en Johannesburgo. Posteriormente, en 2004 se retiró de la vida pública.

Tuvo una notable presencia en la Copa Mundial de Fútbol de 2010 en su país,[3][4][5]​ donde fue un ejemplo heroico para los seleccionados presentes. Posteriormente, sería hospitalizado a comienzos de 2011 y finales de 2012 por problemas respiratorios.

El 8 de junio de 2013, en la ciudad sudafricana de Pretoria, había sido hospitalizado de urgencia y su estado pasó a ser crítico el 23 de junio, incluso pasó su último cumpleaños en el hospital con una notable mejoría.[6][7][8][9]​ Previamente, se sucedieron múltiples rumores de un supuesto estado vegetativo, aunque los informes oficiales declaraban «grave pero estable».

Nelson Mandela recibió tratamiento en su hogar de Johannesburgo, convertido en una unidad de cuidados intensivos desde que volvió de Pretoria el 1 de septiembre.

El propio Mandela declaró:

El expresidente sudafricano y premio nobel de la paz Nelson Mandela, quien el 8 de junio fuera ingresado a un hospital a causa de una recaída por su infección pulmonar y el 23 fue declarado en estado de salud crítico, tras una larga agonía como consecuencia de una infección pulmonar, murió a los 95 años en su vivienda de Johannesburgo. El antiguo mandatario falleció en torno a las 20:50 horas el jueves 5 de diciembre, en paz y asistido por sus familiares, en particular de su hija mayor Makaziwe Mandela, quien hace unos días comunicó a la prensa que su padre se mantenía fuerte y luchador, a pesar de no poder expresarse más que con señas.

Mandela falleció a los 95 años.[10][11][12]​ Confirmada la noticia, miles de seguidores se reunieron en las puertas de su hogar para rendirle homenaje al recién difunto.

La responsabilidad de confirmar el deceso recayó en el presidente de la república Jacob Zuma en la televisión local[13][14][15]​ declarando «Se apagó... Ahora está descansando, se encuentra en paz... Siempre te amaremos, Mandela».

Entre las redes sociales millones de internautas lamentaron el deceso.[16]​ Igualmente, la noticia se difundió rápidamente entre los medios periodísticos.[17]​ Políticamente, su deceso hizo eco en muchos jefes de Estados y organizaciones supranacionales:

Muchos críticos han señalado que su funeral pudo rivalizar con el del Santo Juan Pablo II de 2005, que atrajo a cinco reyes, seis reinas y 70 presidentes y primeros ministros, así como 2 millones de fieles. El equivalente británico más cercano es el funeral de Estado de 1965 del premier Winston Churchill.

Las exequias empezaron el 10 de diciembre, según señaló Zuma.[18]​ Mandela fue enterrado el 15 de diciembre en su ciudad natal, Mvezo.

El oficio religioso, que tuvo una duración aproximada de cuatro horas, comenzó con una oración "interreligiosa" de diferentes credos. Tal era el deseo de Mandela. El púlpito de oración fue ocupado sucesivamente por representantes de las religiones judía, hindú, musulmana y cristiana, a los que el público siguió con un sentido respeto. El estallido de cánticos y aplausos llegó poco después, cuando entonaron una oración en su nombre. Lejos de los formalismos, los primeros en tomar la palabra para homenajear el líder antiapartheid fue su entorno más cercano. Sus nietos y amigos subrayaron que la presencia de personas de distintas razas mezcladas en la tribuna era la mejor manera de recordarle. "Nelson Mandela, no hay ninguno como tú", entonaba la masa en zulú, convirtiendo las tribunas en una rítmica marea humana en su recuerdo. El público aclamó especialmente a la viuda de Mandela, la mozambiqueña Graça Machel, quien se fundió en un afectuoso abrazo con su ex mujer, Winnie Madikizela.

El 10 de diciembre, teniendo como marco el estadio Soccer City de Soweto, en Johannesburgo, se realizó un homenaje a Nelson Mandela como parte de sus funerales de Estado. Ante miles de asistentes, se pudo constatar el gran aprecio que el líder sudafricano despertó en hombres y mujeres de todo el mundo.

Para rendir homenaje a Mandela, quien logró convertirse en un ícono de la reconciliación, se reunieron líderes, celebridades, miembros de la realeza y sobre todo, el pueblo sudafricano.

Dentro de las personalidades que asistieron a dar el último adiós a Mandela, se encontraban Barack Obama, François Hollande, presidente de Francia, su predecesor, Nicolas Sarkozy, el primer ministro de Australia, Tony Abbott, Raúl Castro, presidente de Cuba, David Cameron, primer ministro del Reino Unido, Hilary y Bill Clinton, Frederik de Klerk, expresidente de Sudáfrica quien en 1993 recibió junto con Mandela el Premio Nobel de la Paz, Kofi Annan, exsecretario general de la ONU, Mary Robinson, expresidenta de Irlanda, Desmond Tutu, Arzobispo emérito de Sudáfrica, Ban Ki Moon, sucesor de Annan en la ONU, Bono, líder de la banda U2, la actriz sudafricana ganadora del Oscar, Charlize Theron, la princesa Victoria de Suecia, el príncipe Haakon de Noruega, Bill Gates, Oprah Winfrey, el excapitán de la selección de rugby de Sudáfrica en 1995, Francois Pienaar, los expresidentes de Estados Unidos Jimmy Carter y George Bush, quien junto con Jacob Zuma, actual presidente de Sudáfrica, se llevaron los abucheos de la multitud. Cabe mencionar la presencia de Jorge Arreaza (vicepresidente de Venezuela), quien, en compañía de su esposa; Rosa Virginia Chávez (hija de Hugo Chávez), entregó en nombre del presidente venezolano Nicolás Maduro una réplica del sable del Libertador Simón Bolívar como símbolo de hermandad y fraternidad entre ambas naciones.

A dicho homenaje asistieron también el príncipe de España Felipe de Borbón, Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, y su predecesor, Luiz Inácio da Silva, Mariano Rajoy, primer mandatario de España, el príncipe heredero nipón Naruhito, el presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, y el exprimer ministro japonés Yasuo Fukuda.

Durante su discurso, Barack Obama se refirió a Mandela como el último libertador del siglo XX, «A la gente de Sudáfrica, el mundo les agradece por compartir a Nelson Mandela con nosotros. Su lucha fue nuestra lucha. Su triunfo es el nuestro» señaló.

En su participación, Raúl Castro recordó la amistad que unía a Mandela con su hermano Fidel.

Uno de los momentos más emotivos, fue el saludo que se dieron dos rivales históricos, el presidente de Estados Unidos Barack Obama y su homólogo de Cuba, Raúl Castro, la imagen de dicho acontecimiento dio la vuelta al mundo.

El 11 de diciembre, previo al desfile del cortejo fúnebre por las calles de Pretoria, se instaló en los Union Buildings, sede del gobierno sudafricano, una capilla ardiente donde reposaban los restos de Nelson Mandela, que fue visitada por los ciudadanos para darle el último adiós. Dicha capilla ardiente permaneció hasta el 13 de diciembre, después sus restos fueron trasladados a su pueblo natal Mvezo, donde se le sepultó el domingo 15.

El mundo reconoció la muerte de este líder, con cuya principal lucha fue lograr la igualdad de los ser humanos sin distinción de razas o credos. Tal vez el gesto más grande por el que será recordado es porque supo perdonar, porque nunca tomó represalia alguna respecto de la gente que le hizo daño, de los que lo mantuvieron privado de su libertad por 27 años, por el contrario, los convocó a la unidad, generando la reconciliación del pueblo sudafricano, gesto que fue reconocido con el Premio Nobel de la Paz, en 1993.



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