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Nada por perder (película)



Nada x perder (también conocida como Nada por perder) es una película argentina dramático-política de crimen, acción y suspenso del año 2001 dirigida y coproducida por Quique Aguilar, quien además escribió el guion junto a su madre Susana Aguilar y en colaboración con Graciela Hubert. Fue el debut cinematográfico de Osvaldo Sabatini —también coproductor del filme— e interpreta a Gonzalo Romero, un exitoso abogado de clase media alta cuyo padre y hermano hemofílico, son agredidos a raíz de un siniestro vial por un automovilista, a quien el letrado ante la negligencia policial y buscando justicia por mano propia, matará accidentalmente. El conductor asesinado resulta ser el sobrino de un senador corrupto y debido a los contactos e influencias de este último, el jurista pierde a su esposa, su trabajo, su hogar y comienza a vivir durante 2 años como un sintecho, pero al enterarse que el político se postulará para candidato a Presidente de la Nación Argentina con encuestas favorables, decide planificar un magnicidio. El reparto está conformado por Paola Krum, Gerardo Romano, Lito Cruz, Germán Kraus, Antonio Grimau, Graciela Alfano, Franklin Caicedo, Mario Sapag, Ana María Picchio y el propio Aguilar, quien lleva a cabo el papel del hermano con hemofilia, padeciendo el director verdaderamente esa enfermedad.[2][3][nota 1]

Se trata de una producción independiente grabada totalmente en locaciones de la ciudad de Buenos Aires y está considerada como una de las primeras películas rodadas y posproducidas íntegramente en digital.[4][5][6][nota 2]​ Cuenta con una historia multitemática que exhibe el abandono de principios éticos y morales como herramienta de rápido crecimiento en la política y aborda primordialmente actos delictivos de ese ámbito, como la corrupción, los sobornos, el uso ilegítimo de información privilegiada, el patrocinio, el tráfico de influencias, la evasión fiscal, las extorsiones, los fraudes, la prevaricación, el caciquismo, la cleptocracia, el lavado de dinero, el nepotismo, la impunidad y la burocracia, aunque también incorpora entre otras cuestiones la venganza, la estafa, el robo de identidad, la prostitución, la violencia, la muerte, el suicidio, el asesinato, la delincuencia juvenil, la economía informal y los accidentes de tránsito. Además expone situaciones de pobreza, exclusión social, marginación y desigualdad de clases. Por los contenidos acaparados, el filme ha sido catalogado por cinéfilos dentro del cine de explotación.[6]

Promocionada por una campaña publicitaria llamada oficialmente Matar al presidente, cuyo eslogan expresaba «¿Qué harías si por culpa de un político quedaras en la calle?»,[7]​ la película se estrenó el 22 de noviembre de 2001 en las principales áreas metropolitanas argentinas.[8]​ 11 días después, se anunció la medida gubernamental denominada corralito que terminaría desencadenando el 19 de diciembre de ese mismo año la mayor crisis económica y social de la historia reciente del país. Según la prensa, la concurrencia del público a los cines el fin de semana 24 y 25 de noviembre estuvo «entre las más pobres» de ese año,[9]​ por lo que no obtuvo un resultado comercial favorable a pesar de haber sido uno de los filmes más vistos en esas fechas.[10]Nada x perder no fue presentada en ningún festival de cine y recibió inicialmente críticas polarizadas, destacándose su elenco, su calidad técnica, su denuncia social y su trama, la que otros opinaron que era inverosímil. Años después de su estreno fue exhibida en diversos ciclos de cine y ha sido considerada como una película de culto.[11]

"Gonzalo Romero es un joven abogado que lucha por afianzarse económicamente y espera convertirse en padre. El entorno familiar y el laboral le son propicios dentro de una Argentina castigada por el pesimismo, el resentimiento y la carencia de futuro. Sin embargo, Gonzalo no esperaba que un accidente callejero -su padre y su hermano son agredidos por el sobrino de un senador, encumbrado personaje de la política nacional- pudiese cambiar totalmente su existencia. El abogado comienza entonces un largo peregrinaje para que el agresor tenga su castigo. Espera en oficinas donde impera la burocracia, es casi ignorado por las autoridades policiales, nunca logra que el episodio se esclarezca, y descubre que la corrupción y el engaño están enquistados en todos los recovecos de la sociedad.

En esta lucha estéril Gonzalo va dejando jirones de su vida. Su esposa, tras una maternidad frustrada, se aleja de él, el estudio de abogados en el que trabajaba lo discrimina y lo aleja, sus amigos ya no lo reconocen y su situación económica se debilita hasta la pobreza total.

¿Qué hacer en soledad para ser escuchado? ¿Qué puertas debe golpear para reclamar justicia? El destino, sin duda, está en su contra. Todo a su alrededor es una enredada madeja en la que el poder político y las influencias de los poderosos le impiden existir en una ciudad que mira sin ver los problemas de los demás.

Frente a estos atropellos e inoperancias Gonzalo decide tomar la ley en sus manos. Queda al margen de la sociedad y vive en la clandestinidad y sin familia. Pero su mente va urdiendo un dramático y cuidadoso plan que tiene en la mira a ese senador que está próximo a acercarse a la primera magistratura de la Nación..."

Una vez que Romero asume como Presidente de la Nación Argentina y antes de los créditos de cierre, comienza a reproducirse el sencillo original de la película y puede leerse:

Para las tomas finales de la película había sido grabada una narración en off del protagonista, pero esta fue eliminada unos días antes del estreno durante la masterización de sonido, por motivos que se desconocen.[14]​ La diatriba no incluida, era la siguiente:

La dirección de casting al igual que el diseño de producción estuvieron a cargo de Susana Aguilar. El «súper elenco», definido así por Sabatini, está integrado en general por actores de extensa trayectoria en cine, teatro y televisión. La finalidad de incluir figuras destacadas en el reparto era que acompañaran el debut protagónico de Sabatini, pero se temía que rechazaran participar justamente por ese factor.[15]​ Para consolidar sus incorporaciones se contrató inicialmente a Ana María Picchio,[nota 4]​ que era conocida de Susana desde hacía varios años y a Lito Cruz, que había participado en Mercenarios,[16]​ el film anterior de Quique Aguilar.[17]​ No obstante, la mayoría de los roles menores fueron llevados a cabo por integrantes del equipo de producción de la película y allegados de estos,[15]​ como son los casos de Germán Barcelo, que interpreta a un músico callejero, Mariano Olmedo —hijo del humorista Alberto Olmedo— a un usurero y Víctor Corbalan a un criminal, siendo estos el compositor de la banda sonora, el jefe de producción y el productor de locaciones, respectivamente.[nota 5]​ La actriz Noelia Castaño también cumplió este principio, ya que además de ser la primera participación cinematográfica de su carrera, se desempeñaba como asistente de producción en el film.[15]

Originalmente, el actor intérprete de Gonzalo Romero no sería Sabatini, limitándose a la producción de la película.[18]​ Este había recomendado en primera instancia a Ricardo Darín, pero fue convencido por el director de tomar el papel. De acuerdo con él, Sabatini tenía «talento, ductilidad y un gran profesionalismo».[19]​ Además, se esperaba que la repercusión internacional de su hermana, la medallista olímpica Gabriela Sabatini, contribuyera a la distribución del filme.[15][20]​ De igual forma ocurrió con el papel de Tamara Cisneros, que sería ejecutado inicialmente por la esposa de Sabatini, Catherine Fulop,[21]​ pero estos confrontaron una crisis matrimonial antes de comenzar el rodaje y recayó la actuación de Audry Gutierrez-Alea,[nota 6]​ quien se había presentado en el casting.[15][25]​ El conflicto entre la pareja se solucionó a los pocos meses,[nota 7]​ llegándose a grabar algunas escenas con la actriz venezolana, pero interpretando a un matrimonio de Romero ya en su etapa como presidente. Sin embargo, las guionistas consideraron más oportuno que se esposara con la cónyuge de Rogelio Ávalos, por lo que no fueron incluidas.[15]​ Este último papel fue interpretado por Graciela Alfano, quien se encontró con Sabatini coincidentemente en un viaje de avión a Miami y le solicitó incorporarse a la película.[15]​ La actriz no había participado en un largometraje desde 1987,[nota 8]​ y le destinaron el papel de la esposa del senador corrupto, personaje llevado a cabo por Germán Kraus, ya que había trabajado junto a Aguilar en la telenovela Verónica: el rostro del amor.[15][nota 9]​ Para el rol de Matías Romero, Aguilar tenía la intención de contratar a Pablo Rago, aunque también se barajaron los nombres de Martín Gianola y Fernán Mirás.[15][nota 10]​ No obstante, Sabatini le solicitó que él mismo interpretase el papel ya que garantizarían la dinámica de hermanos por su buena relación.[15][nota 11]

Mario Sapag fue contratado para el papel de Roberto Cerra por recomendación del padre de Osvaldo Sabatini, ya que estos eran conocidos y el comediante no había participado en una película desde 1985.[15]​ Este esperaba un rol menor en la trama, pero quedó complacido por la importancia del personaje que Susana le había asignado, puesto que además no era una actuación en plan humorístico como todas las ejecutadas hasta ese entonces en su carrera cinematográfica.[nota 12][15]Antonio Grimau,[nota 13]​ fue contratado por sugerencia de la jefa de producción Dinka Thorry y para el Dr. Estevez fue elegido Franklin Caicedo, quien ya había ocupado el rol protagónico de La resistible ascensión de Arturo Ui, obra teatral producida por Susana en 1987.[15][46][nota 14]​ El rol del abogado Sergio Bustamente había sido escrito por Susana Aguilar desde su origen para que Gerardo Romano aceptase el papel, sabiendo además que este era verdaderamente jurista.[15][50]​ El actor tenía una preferencia por trabajar en obras teatrales,[18]​ pero aceptó el papel.

La fotografía principal comenzó el 26 de marzo de 2001 con filmación en el Cementerio de la Chacarita.[21]​ El rodaje, que duró aproximadamente 8 semanas, fue realizado completamente en locaciones —sin la utilización de estudios cinematográficos ni decorados— de dicha ciudad, excepto por la residencia del protagonista y la estancia del senador Ávalos, ubicadas en la Provincia de Buenos Aires.[53]​ El despliegue y la cantidad de escenas registradas en el casco histórico de la metrópoli, motivaron que años después fragmentos de la película —junto al film Buenos Aires viceversa, entre otros registros audiovisuales— fueran incluidos en el proyecto de investigación Memoria Visual de Buenos Aires organizado por la Universidad de Buenos Aires y dedicado a «reconstruir los procesos de gestación y transformación» de la urbe.[54]

El «clima» de la película, se intentó que «se aproximase al cine negro de Hollywood» de acuerdo a su director, género cinematográfico que era además el preferido de Sabatini. Este último dejó crecer su cabello y vello facial meses previos al rodaje para la etapa de indigente de Romero, por lo que no usó extensiones capilares o pelucas. Esta fase del personaje fue, a diferencia de la línea argumental, la que se grabó primero. Según el director y el propio Sabatini, el factor que lo favoreció en ese período fue que se había distanciado de su pareja,[55]​ por lo que se lo notaba «triste y melancólico».[56]​ La caracterización de este como indigente fue tal, que en las escenas donde pide limosnas, varios de los transeúntes —sin ser extras— no lo reconocieron y le otorgaron dinero.[56]​ Este suceso resultó favorable en un principio, tornándose negativo cuando ya había finalizado su ciclo como pobre y debían grabarse las demás tomas de la película, pero Sabatini aún se encontraba «bajoneado y algo triste» por su reciente separación.[57]​ Sin embargo, este se reconcilió con Fulop al poco tiempo.

Para cuando Romero decidiera asesinar al senador Ávalos, estaba previsto que hubiese una elipsis mostrándolo ya como un acaudalado empresario y con interés en la política, pero la idea fue finalmente descartada.[56]​ También estaba la idea en los borradores iniciales de que el personaje de Tamara Cisneros fuera en realidad un hombre, viéndose obligado el protagonista en búsqueda de una coartada a mantener relaciones homosexuales, siendo este último heterosexual, pero se modificó durante el rodaje. Al contrario de estos casos, el hecho de que Romero fuera boxeador no estaba incluido en el libreto pero fue incorporado por recomendación del actor Gerardo Romano, quien en verdad practicaba ese deporte. El detalle justificaba que el abogado tuviera una fisionomía atlética sin realizar ninguna actividad física y reforzaba que pudiera romperle el cuello accidentalmente en una pelea al sobrino del senador Ávalos, por lo que las guionistas decidieron incorporarlo y que el personaje de Bustamente fuera además de su colega en el estudio jurídico, compañero de gimnasio. La escenas donde Sabatini y Romano practican boxeo, fueron hechas ad lib. y de igual forma la frase «Fidel» —en referencia a Fidel Castro— que pronuncia Romero cuando Tamara Cisneros le informa que trabaja en el consulado de Cuba, siendo la actriz intérprete de ese personaje verdaderamente cubana, por lo que conserva su acento.[nota 15]​ Este mismo detalle se repite en el papel del venezolano Adolfo Cubas, que participó en la película porque Catherine Fulop lo reconoció casualmente en el vestíbulo del Hotel Hilton de Buenos Aires mientras se grababan algunas escenas allí y el director le pidió que hiciera un cameo.[nota 16]

En las secuencias donde pueden observarse manifestaciones,[nota 17]​ estas eran reales y se filmó durante el transcurso de las mismas. Asimismo el hogar de Romero en el filme es verdaderamente la vivienda de la madre de Osvaldo Sabatini, quien se la prestó para rodar algunas escenas. La clínica donde está internado el senador Ávalos al final de la película —como así también la unidad básica del partido político apócrifo Partido de Conciliación Nacional— eran en realidad las oficinas de la empresa productora del largometraje, ubicadas en San Telmo, localidad donde también fueron filmadas otras secuencias, como la persecución y muerte de Luciano Ávalos.[56]​ Además, fueron grabadas algunas tomas en los hospitales Durand y Marie Curie, ambos situados en Caballito, como así también en este barrio. De igual forma la internación del hermano de Romero y las visitas a este fueron rodadas en la Fundación de la Hemofilia ubicada en Palermo e incluso puede verse la fachada de este edificio. La mayoría de las locaciones no relevantes —interiores, comercios, calles y demás— fueron escogidas por el director y su madre, basándose en aquellas que resultaban cercanas a la residencia de ambos.[56]

Autopista 25 de Mayo.

Avenida del Libertador, Palermo.

Plaza de Mayo con la Casa Rosada en su fondo, Monserrat.

Departamento Central de la Policía Federal, Monserrat.

Torre Prourban, Retiro.

Anfiteatro del Parque Lezama, San Telmo.

Calle peatonal Lavalle.

Cementerio de la Chacarita, Chacarita.

Estación Palermo, Palermo.

Estación Retiro Mitre, Retiro.

Estación Retiro San Martín, Retiro.

Plaza Fuerza Aérea Argentina con la Torre Monumental en su centro, Retiro.

Avenida 9 de Julio y el Obelisco de Buenos Aires.

Vestíbulo del Hotel Hilton de Buenos Aires, Puerto Madero.

Puerto Madero.

La música cinematográfica fue compuesta por el cantautor argentino Germán Barceló, quien también estuvo a cargo en colaboración con el pianista Raúl Parentella de los arreglos y la programación de esta.[64]​ La mayoría de las piezas fueron realizadas mientras observaban la película ya terminada,[nota 18]​ excepto por la canción original «Nada x perder», la cual fue elaborada nuevamente por ambos en base a frases y conceptos aportados por Susana y Quique Aguilar.[64][67]​ Este último quería que el tema «criticara al sistema» y tuviera reminiscencias de tango y música electrónica con un esquema narrativo similar al de la canción «Vientos del 80» de Juan Carlos Moscón y Rubén Juarez.[64]​ Originalmente el director tenía en mente musicalizar las tomas finales con la canción protesta «La marcha de la bronca» del dúo de folk rock Pedro y Pablo, pero cuando Barceló le presentó su tema decidió optar por este último.[64]​ La composición cumplió con las expectativas de Aguilar y estaba además estrechamente relacionada con la temática de la película, por lo que decidió hacérsela interpretar al propio Barceló en una de las escenas,[64]​ sabiendo que este último había actuado en años anteriores en televisión y teatro.[64][nota 19]

El álbum de la banda sonora original se publicó a los pocos días del estreno de la película. Fue producida por Barceló, grabada y co-mezclada por Ricardo Sanz y Sergio Rivas, editada por la discográfica Música & Marketing y distribuida en formato de CD de audio por Promored,[69]​ una agencia de publicidad de marketing digital que también fue la distribuidora del filme. El sencillo «Nada x perder» fue re-grabado en 2002 por el cantante de música tropical Daniel Agostini —producido por Magenta Discos— para Siempre,[nota 20]​ su quinto álbum de estudio. Además obtuvo de la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas el Disco de Platino en ese mismo año.[71][72]​ Se trata del único cover sobre una canción original de una película hecho por este artista.

Antes de comenzar la preproducción de la película, el director había establecido la fecha de estreno con los distribuidores.[8]​ Para no postergarla, implementó que a la par del rodaje fueran pre-editadas las escenas grabadas bajo la dirección artística de la asistente de dirección Graciela Hubert y la supervisión técnica del montajista Damián Bericat. Finalizado el rodaje y a pocos días del estreno, el director visualizó la versión editada por ambos, pero no le agradó. Ante este rechazo y el apremio de tiempos, decidió confeccionar la edición off-line él mismo en una «isla de edición»[nota 21]​ instalada en su residencia, tarea que llevó a cabo en tan solo una semana. Originalmente, la película tenía una duración total de 158 minutos, pero le fueron eliminados 38 minutos a petición de las cadenas de cine, pues la consideraban «muy larga».[8]​ La edición de sonido fue realizada por la empresa Estudio Audiocomplex en la mezcladora de audio utilizada para la película Star Wars: Episodio IV - Una nueva esperanza de 1977.

Para la elaboración del afiche, que muestra a una persona de espaldas portando el bastón y la banda presidencial de Argentina, además de una pistola de 9 milímetros oculta en su espalda, fue utilizada una réplica hecha por Juan Carlos Pallarols del cetro también creado por este último para Fernando de la Rua. Las demás ilustraciones (pósteres, CD, DVD, VHS, etcétera) fueron hechas por Promored.

En el año 2000 había aumentado el número de películas estrenadas y el volumen de público concurrente a las salas de cine, en comparación a años previos.[74]​ Sin embargo, a principios del 2001 había una gran cantidad de largometrajes finalizados y muchísimos más en etapa de producción, que en su mayoría no disponían de salas de cine para su estreno, en parte por la poca abundancia de complejos cinematográficos.[74]​ Por esta circunstancia diversos cineastas —entre ellos de Juan Carlos Desanzo, Jorge Polaco y Eliseo Subiela— tuvieron que prolongar por meses el lanzamiento de sus filmes al circuito comercial.[74]​ Dos semanas previas al estreno de Nada por perder, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales de Argentina había establecido la campaña Vamos al cine, donde diversas películas eran vendidas a $2 pesos argentinos, equivalente a $127.37 en septiembre de 2020.[75]​ La iniciativa tenía como objetivo aumentar el público concurrente a las salas de cine, que se encontraba en decadencia por la crisis económica nacional.[76]

Si bien su estreno estaba previsto inicialmente para el mes de mayo de 2001,[77]Nada por perder se estrenó el 22 de noviembre de ese mismo año, compartiendo fecha con la primera película de la serie cinematográfica Rápidos y furiosos y El espinazo del diablo de Guillermo del Toro.[78]​ El film contó con una férrea publicidad en televisión, radio, medios gráficos y vía pública, además de un avance promocional locutado por Cacho Fontana y un total de 29 salas para su exhibición, distribuidas en las cadenas de cine Hoyts, Cinemark, Multiplex, Village y Showcase Cinemas, una cantidad atípica para las películas independientes.[79][80][81]​ También tuvo una premiere[nota 22]​ en la fecha de su estreno en dos salas con proyección simultánea en el Village Recoleta de Buenos Aires.[83]​ Pese a la baja concurrencia de espectadores en ese año y la desigual competencia en taquilla que tenían los estrenos de largometrajes nacionales con respecto a las películas provenientes de Hollywood,[84]​ el film logró posicionarse como una de las películas más vistas en su primer fin de semana en cartelera.[nota 23]

Además fue exhibida nuevamente en diciembre de 2001 en el Complejo Tita Merello en un re-lanzamiento del INCAA de la campaña Vamos al cine, pero proyectando únicamente películas argentinas y re-estrenada en febrero del año 2002 en la ciudad balnearia Parque del Plata, Uruguay.[86][87][88]​ También fue lanzado al mercado doméstico ese mismo año un VHS editado por LK-Tel y el filme fue emitido en América y Europa por los canales de televisión Space, Canal Latino TV y Televisión Española.[89][90][91]​ Es a su vez uno de los primeros filmes argentinos vendidos al sistema pay per view de alta definición estadounidense y formó parte del listado de películas del Consejo Asesor del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales para ser la representante argentina en la preselección de los Premios Óscar otorgados por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos en la categoría Mejor película de habla no inglesa,[8]​ aunque el film elegido para ese año fue Kamchatka de Marcelo Piñeyro.[92]

El licenciado en filosofía Carlos Schilling del diario cordobés La Voz del Interior la definió como una «película de acción intensa, con un ritmo narrativo que no decae casi nunca y con un guión que parece concebido en uno de los mejores laboratorios de Hollywood», elogiando también su dirección.[93]​ Escribió que «pese a su ritmo y a su apuesta definitivamente comercial [...] la primera mitad del filme expone –con una contundencia poco común y recursos técnicos interesantes [...]– ese pasaje de una vida cómoda y regulada a un estado de desesperación creciente que termina por convertir al abogado en un pordiosero. En ese punto, el filme hace una pausa para respirar e inmediatamente toma otra vez impulso en la narración, ya mucho más hollywoodense, de un hombre que planea su venganza y está dispuesto a todo para realizarla» y que era un «proyecto inteligente cediéndole muy poco a las convenciones de la TV y el cine nacionales».[93]​ Además destacó que los «principios del arte de la estafa» expuestos en el filme eran revelados de una «manera bastante más desolada» que la película Nueve reinas,[93]​ galardonada con 21 premios internacionales y considerada una de las mejores de la cinematografía argentina.[94]​ A su vez, relacionó a Nada por perder con el estilo literario de Roberto Arlt y dijo que la película planteaba «una ética de la desesperación, y registra sus efectos en la vida de un hombre a quien las circunstancias lo obligaron a romper todos sus principios y enfrentarse a un abismo sin rostro».[93]

En su reseña para el diario La Nación, Adolfo C. Martínez opinó que era «Buena», expresando que era un largometraje que «apuesta al suspenso, a la violencia [...]. Estructurado sobre la base de un guión con ciertos altibajos –su primera parte acierta en la pintura de sus personajes y de su clima, en tanto que de allí en más el relato cae en evidentes convencionalismos–, los responsables del film no pretendieron más que lo que la historia ofrece. Es decir, narrar con dinamismo las aventuras y desventuras de un hombre acosado por la incomprensión y por todos los modelos corruptos para alcanzar el éxito fácil y la ambición desmedida».[95]​ Calificó la participación del director en el reparto como «acertado actor» y destacó el «riguroso cuidado en lo técnico, no se dejó de lado cierta atmósfera asfixiante y tiene como marco un reconocible Buenos Aires fotografiado con esmero y sobre una base de una técnica rápida que deja transcurrir con abruptos cortes cada una de sus secuencias».[95]​ Mencionó que «la historia descuida a veces la lógica y se inserta en situaciones que convierten al protagonista en héroe astuto y puntillosamente vengativo», aunque eso se debía al propósito de que el filme «ingrese en ese tipo de cine industrial muy apto para no perder fuerza en las taquillas» y elogió la actuación de Sabatini «a pesar de ser un novato en las lidas actorales».[95]​ Concluyó en que la «historia [...] sin estar totalmente lograda, acertó en su propósito de entretener por el camino de la acción y de cierto aire acusador acerca de los entretelones de la corrupción política. Un tema nada novedoso para los argentinos, pero que aquí está visto a través de la óptica de la simple aventura sin pontificaciones»,[95]​ mientras que otro artículo de La Nación opinó que el elenco era de «primer nivel».[18]

El diario digital LaRed21 de Uruguay la demarcó como un «thriller que mezcla la acción con la denuncia política, muy a tono con la realidad argentina» y que contaba con un elenco «nutrido y curioso»,[96]​ mientras que el periódico Río Negro la clasificó como «un apasionante thriller de contenido social, cuya acción lo coloca al nivel de las más importantes superproducciones internacionales» con un «elenco protagónico excepcional».[53]​ Además, en una encuesta hecha en el año 2007 por el diario Clarín a sus lectores, Osvaldo Sabatini fue elegido como el noveno «mejor héroe de acción argentino» por su interpretación en Nada x perder.[97]​ La película fue a su vez incluida en el libro de largometrajes de culto D-Culto nacional por su «humor involuntario» en el 2015,[98]​ mientras que la página web Altapeli.com la consideró como un «clásico de culto».[99]​ El crítico e historiador de cine Fernando Martín Peña la incorporó por «tener la capacidad de mantener a su espectador atornillado a la silla durante noventa minutos» en un listado de películas de «súper acción» para ser proyectadas en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, junto a Network y Tiburón, entre otros títulos.[nota 24]​ En este mismo complejo fue presentado el ciclo ¿La violencia está en nosotros? organizado por el guionista y productor de cine Sebastián Rotstein y el crítico de cine Jorge Bernárdez, quienes incluyeron a Nada x perder en el programa.[101]​ Por otra parte el cinéfilo Carlos Cerimedo también la integró en la decimosexta edición del Ciclo de Cine Nacional organizado en la Universidad Nacional de San Juan.[102]​ Rotstein también la consideró una película de culto, definiéndola como «maldita», «demencial» y «delirante», mencionando también que tenía «todos los clichés» del cine de explotación y enlazando la «reinvención» del protagonista con las novelas de Anne Rice.[6]​ Además definió al final de la película como «cormaniano», en referencia al director y productor de cine de culto Roger Corman.[6]​ El sitio web Elespectadoravezado.com.ar dijo que era uno de los «policiales argentinos del siglo XXI» junto a Nueve reinas y Gallito ciego —entre otras películas— y el Multiespacio cultural Pasco de Buenos Aires dijo que era una «epopeya declamatoria de diálogos increíbles [...] uno de los más emblemáticos exponentes del cine propio de la crisis política nacional en el año 2001».[103]

Pero la película no estuvo exenta de detractores. Un artículo del diario Clarín la definió como un «producto industrial con vocación de boletería» y criticó tanto su duración —120 minutos— como sus diálogos, considerándolos «inverosímiles cuando no involuntariamente cómicos» como así también a su banda sonora, calificándola como «compases supuestamente musicales, marcadamente melodramáticos y ciertamente rimbonbantes ante situaciones de supuesta tensión»,[20]​mientras que otro artículo del diario Perfil dijo que era un «esperpento cinematográfico».[104]​ El diario español ABC la consideró un «nada conseguido thriller de producción argentina»,[105]​ mientras que el sitio web Fotograma.com mencionó que era un «nuevo y totalmente fallido intento del cine argentino por transitar el género policial» criticando además la actuación de Sabatini y la historia, aunque destacó el reparto, la calidad técnica y la producción.[106]​ Por su parte el portal Rosariocine.com.ar criticó negativamente las actuaciones, aunque en carácter de ser un «filme pasatista» mencionó que tenía a favor su «sostenido ritmo» y «correcta filmación».[107]

Según el director, la película es una «crítica al modelo neoliberal».[14]​ Estas políticas económicas y estatales habían sido implementadas durante las presidencias de Carlos Saúl Menem y Fernando de la Rúa en Argentina, siguiendo las perceptivas del Consenso de Washington y el Fondo Monetario Internacional.[109]​ También definió al film —de igual forma que el periódico Río Negro— como un «thriller de contenido social».[1]​ El «thriller social» es un género cinematográfico que utiliza elementos de suspenso y horror para manifestar circunstancias de opresión en la sociedad.[110][nota 25]​ Además mencionó que tenía «más que ver con un cine entretenido y de industria. Tiene una historia, tiene un fondo y algo que contar, pero la idea también es contarlo de una manera divertida» y que el resultado final de la película era «absolutamente digno».[1][18]​ Agregó que el largometraje simbolizaba la «realidad argentina» de la década del 90 y principios de los años 2000 y destacó que en la historia se enfocaba los modelos de corrupción existentes que sufrían los argentinos.[18]​ También dijo que la película era un thriller, pero basado en la «cercanía de los episodios» que se vivían a diario.[18]​ Añadió además que el candidato a presidente «tenía mucho que ver con la imagen de los políticos» y que la historia abarcaba las fallas que el sistema mostraba en relación con la «gente honesta que tiene algún padecimiento»,[18]​ mientras que para Sabatini la película intentaba «insertarse en la parte oscura de la política», aclarando también este último que la historia contaba «cómo una persona inescrupulosa llega al poder. Muchos se van a sentir incómodos, otros se van a sentir identificados».[18]​ De acuerdo al actor Gerardo Romano, la temática del largometraje trataba sobre lo que ocurría «día tras día en una Argentina difícil de predecir» y para la actriz Graciela Alfano el género de la película era humor negro.[18]

La mayoría de los críticos coincidieron en estos aspectos. Carlos Schilling consideró a Nada por perder como una «imagen amplificada de la crueldad cotidiana a la que están sometidos los habitantes» que exponía «la realidad del país con una mirada carente de toda piedad, es casi un informe meteorológico del nuevo clima moral que se ha instalado desde los ‘90 en este territorio, como una segunda atmósfera irrespirable».[93]​ Adolfo C. Martínez la definió como un «retrato de la era de la corrupción» en un país donde no solo existían «dobles discursos sino también dobles morales» y que el protagonista «vive bien, pero hay algo precario en su situación, ya que como sucede con buena parte de los argentinos, ese bienestar está construido sobre créditos, préstamos y ganancias futuras. Básicamente [la película] narra el derrumbe de ese mundo». Además mencionó que el filme intentaba reflexionar «acerca de los vericuetos de un país en bancarrota» y que el país estaba «castigado por el pesimismo, el resentimiento y la carencia de futuro».[93][95]​ El periodista Hugo Salas para su reseña en la revista de cine El Amante, aunque criticó negativamente la película, consideró que esta afirmaba «que la violencia como acto ha llegado a formar parte de la sociedad argentina de tal modo que está ya completamente burocratizada y ha perdido todo su potencial liberador» y que el «dinero, la política y el sistema financiero padecen el mismo problema que el lenguaje, el constante desplazamiento, asociación más que sugestiva en un país de n monedas simultáneas al borde del colapso».[112]​ El sitio web Fotograma.com mencionó «esperemos que no dé ideas» con respecto al título de la campaña publicitaria, Matar al presidente.[113]​ También opinó que era lo que le sucedía a «todos los argentinos», referido a la consigna que expresaban las promociones del filme, «¿Qué harías si por culpa de un político quedaras en la calle?».[113]​ Sebastián Rotstein dijo que a la película «no la pudo ver nadie porque había otros temas para ocuparse».[6]​ Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos de Argentina en octubre del año 2001 el 12 % de la población de ese país vivía en la indigencia y el 36,20 % se encontraba en la línea de pobreza,[114][115]​ mientras que el historiador Waldo Ansaldi resumió la crisis económica argentina de ese período en lo siguiente:

”Es necesario llamar la atención sobre la situación de jóvenes y adolescentes, no sólo por lo grave de la situación actual de la mayoría de ellos, sino mirando la sociedad argentina en prospectiva. Según datos oficiales, en octubre de 2001 había en todo el país 12.692.200 menores de 18 años, es decir, niños y adolescentes. Constituían un tercio de la población total. De ellos, 7.082.200 (55.8 %) vivían en hogares pobres. Entre 1997 y 2001, el número de menores pobres se incrementó dos millones, con un aumento porcentual de casi doce puntos (en 1997 eran 44 %). La mayor incidencia de la pobreza se observa en la banda etaria de 6 a 12 años (58 %), es decir, en la de escolaridad primaria. En tanto, el desempleo se ha acentuado en los jóvenes de 15 a 18 años, el 38,5 % de los cuales carecía, en octubre de 2001, de trabajo (contra 30 % en octubre de 2000). Niños, adolescentes y jóvenes sin educación, sin trabajo, paupérrimos, con serios deterioros físicos y mentales y una expectativa de vida cuantitativa y cualitativamente disminuida. Con datos como ésos, no cuesta imaginar mucho cómo será la sociedad argentina dentro de quince-veinte años.[13]

[...] La clave para programar una película de súper acción era que la misma tuviese la capacidad de mantener a su espectador atornillado a la silla durante noventa minutos. No es fácil lograrlo. Cuando sucede es porque el film equilibra un argumento intenso, personajes más o menos complejos, conflictos que importen, síntesis expositiva y concentración dramática. Alguno de estos elementos puede fallar, pero entonces hacen falta componentes originales -frecuentes en el cine de género europeo o asiático- que vuelven impredecible al film en cuestión y, por lo tanto, atractivo: la mitad del tiempo uno se ve atrapado por la peripecia y la otra mitad porque no puede dar crédito a lo que está viendo. [...]



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