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Olavide



¿Qué día cumple años Olavide?

Olavide cumple los años el 25 de enero.


¿Qué día nació Olavide?

Olavide nació el día 25 de enero de 1725.


¿Cuántos años tiene Olavide?

La edad actual es 299 años. Olavide cumplió 299 años el 25 de enero de este año.


¿De qué signo es Olavide?

Olavide es del signo de Acuario.


¿Dónde nació Olavide?

Olavide nació en Lima.


Pablo Antonio José de Olavide y Jáuregui (Lima, 25 de enero de 1725 - Baeza, 25 de febrero de 1803) fue un escritor, traductor, jurista y político español. Desarrolló exitosas empresas de colonización en España conocidas como las Nuevas Poblaciones de Andalucía y Sierra Morena. Fue procesado y condenado por la Inquisición en 1778, aunque logró evadirse exiliándose en Francia. También fue caballero de la Orden de Santiago.

Pablo de Olavide fue hijo del comerciante Martín José de Olavide y Albizu (1686–1763), natural de Lácar (Navarra) y de su segunda esposa, Ana María Teresa de Jáuregui y Ormaechea Aguirre.[1]​ Estudió en el Colegio Real de San Martín de Lima, regido por los jesuitas. En 1740 se licenció en Teología por la Real y Pontificia Universidad de San Marcos. Fue catedrático de la misma en 1742 y oidor de la Real Audiencia de Lima en 1745, con apenas veinte años.

Tras el terremoto de Lima del 28 de octubre de 1746, que destruyó su ciudad natal y fue la causa de la muerte de su familia, fue nombrado por el propio virrey Manso de Velasco administrador de los bienes de los fallecidos, especialmente de las obras pías venidas al suelo por el seísmo; fue acusado de haber tomado dinero para obra impía, como la construcción del Teatro. Se fugó a España dejando cuantiosas deudas, Olavide argumentó la muerte de su padre para evitarse problemas con la justicia.

Llega a España en 1752 e inmediatamente ingresa en la Orden de Santiago. Sin embargo, en 1754 es encarcelado por orden del fiscal de Lima por corrupción de la administración colonial. Estuvo en libertad provisional hasta el archivo de la causa en 1757 tras ser apartado de todas sus responsabilidades públicas en las colonias. En el ínterin, se casó en 1755 con una viuda, Isabel de los Ríos. Además, visitó Italia y estuvo en Francia ocho años, llegando a introducirse en los más selectos salones de la época, haciendo amistad con Voltaire (quien le llamó «el español que sabe pensar») y Diderot, convirtiéndose en un ferviente y perfecto afrancesado. Al volver a España, funda una tertulia ilustrada en su casa, a la manera de los salones franceses. Un amigo y confidente importante era oriundo de Quito, don Miguel de Gijón y León (1717-1794).[2]

En 1768 la Inquisición española comienza a seguir la pista de Olavide por un envío de libros prohibidos provenientes de Francia. Gracias a Campomanes, al que conoce en 1762, el Conde de Aranda le incorpora a tareas en el gobierno, en 1766. Su reconocimiento en la España ilustrada de la época le llevan al ayuntamiento de Madrid en 1767. Como en 1765 se vieron prohibidos los autos sacramentales y el gobierno quería reformar el teatro y depurar la escena en sentido neoclásico, Olavide colaboró traduciendo y adaptando obras neoclásicas francesas que, sin embargo, iban destinadas a un público selecto en los Sitios Reales y no llegaba al pueblo.[3]

Monta una tertulia y teatrillo en su domicilio donde se representan obras traducidas por sus amigos y traduce él mismo obras francesas: Ninette à la Cour, de Egidio Romualdo Duni, y Le peintre amoureux de son modèle, de André Grétry. Pero su mayor contribución a este repertorio está formada por tragedias francesas: Mithridate y Phèdre, de Jean Racine; Le joueur, de Jean-François Regnard; Hypermenestre (representada en 1764) y Lina, de Antoine-Marin Lemierre; Zelmire, de Dormont de Belloy (representada en el Teatro del Príncipe en 1785); Olympie, Zayre y Mérope, de Voltaire (esta última por la traducción italiana de Maffei), y Le déserteur, de Michel-Jean Sedaine, entre otros. Especial devoción tuvo por Racine y Voltaire; este último fue sin duda el autor francés más traducido por Olavide, a quien conocía personalmente.[3]

Carlos III le encomendó los proyectos de colonización en diversas zonas meridionales de España, siendo nombrado Intendente de Sevilla y del Ejército de Andalucía y Superintendente de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía. Con este nuevo cargo comienza a planificar una reforma al modelo del despotismo ilustrado en el comercio, los asentamientos, la defensa y promoción de la cultura, abriendo la primera escuela de arte dramático de España y la desposesión de privilegios, con la reorganización de algunas zonas urbanas de la ciudad. Su fama se extiende por toda la Corte. Posteriormente emprende la colonización de Sierra Morena de conformidad con el Fuero de las Nuevas Poblaciones de 1767, en un gran proyecto de más de 40 años para el que contó con amplios poderes y el apoyo de Campomanes y las propiedades confiscadas a los jesuitas.

Sin embargo, toda esta empresa fracasó con la Inquisición española. En 1775 se le abrió un proceso inquisitorial por haber sostenido ciento veintiséis proposiciones heréticas, entre las cuales dice un biógrafo que «había muchas exactas si bien otras eran impertinentes, tales como haber defendido el sistema de Copérnico y haber prohibido en las colonias que se tocasen las campanas a muerto, para que no se abatiese el ánimo de los pobladores a quienes diariamente diezmaba la peste». Ingresa en prisión a fines de 1776. La Inquisición, tras dos años de pesquisas, lo juzgó el 24 de noviembre de 1778 declarándolo «hereje formal» y lo condenó a destierro perpetuo, pérdida de sus bienes y reclusión en un monasterio para que fuera «indoctrinado», siendo internado primero en Almagro (Ciudad Real), después en Sahagún (León) y por fin en el convento de capuchinos de Murcia, del que en 1780 consiguió huir a Francia.[4]

Olavide fue acusado por sus delatores, según Emilio La Parra y María Ángeles Casado, "de cuestionar la potestad legislativa de la Iglesia, leer libros prohibidos, negar la causa sobrenatural de los milagros, dudar sobre la existencia del infierno, etc.". La Inquisición lo declaró "convicto, hereje, infame y miembro podrido de la religión" y lo condenó a la pena de destierro, a la reclusión por ocho años en un convento, la confiscación de sus bienes y a la inhabilitación para desempeñar un cargo público, que se extendió a sus descendientes. La sentencia y la condena fue dada a conocer en un autillo, un tipo de auto de fe de la Inquisición española que tenía lugar en los locales de la Inquisición y al que solo asistían personas expresamente convocadas por el tribunal, la mayoría de las veces "para que escarmentaran en cabeza ajena lo que pudiesen temer igual suerte", según Joaquín Lorenzo Villanueva, buen conocedor de la Inquisición en aquella época. Se celebró en la sala de la Inquisición de Corte de Madrid y fueron invitadas 40 personas destacadas, muchas ellas miembros de los Consejos de la Monarquía, aristócratas y clérigos. El autillo de Olavide fue probablemente el de mayor repercusión pública en la historia de la Inquisición, tanto en España como en el resto de Europa, lo que contribuyó a desprestigiar a la institución, ya que coincidió en el tiempo con el último auto de fe general celebrado en España. Tuvo lugar en Sevilla en 1781 y en el mismo una mujer fue condenada a muerte por fingir revelaciones divinas y de mantener relaciones sexuales con sus sucesivos confesores (uno de los cuales fue quien la delató, por lo que fue condenado por el delito de solicitación). Terminado el auto de fe, fue relajada al brazo secular y luego estrangulada con garrote vil y quemada en la hoguera.[5]

Algunos historiadores han señalado que Olavide fue procesado porque el rey Carlos III lo permitió. La razón, según José Luis Gómez Urdáñez —citado por La Parra y Casado—, fue que el rey quiso dar un aviso a los "heterodoxos" de que las innovaciones tenían límites así como cierta libertad de costumbres.[6]

Levantada la excomunión por el inquisidor decano después de que hubo firmado la protestación de fe, durante la reclusión en el convento no podía leer más libros que el Símbolo de la fe, de Luis de Granada (quien curiosamente también tuvo problemas con la Inquisición) y El incrédulo sin excusa del padre Señeri. Estuvo dos años en reclusiones conventuales en diversos lugares de España, hasta que el inquisidor general Felipe Bertrán le concedió permiso para salir a tomar baños, ocasión que Olavide aprovechó para huir de Caldas en Gerona a Francia.

En Francia lo acogerán sus amigos Voltaire y Diderot. Vivió entre Toulouse, Ginebra y París, ocultando su verdadera identidad para evitar su extradición bajo el nombre de Conde de Pilos. Frecuenta amigos de la nobleza ilustrada y de autores notables como los citados enciclopedistas, pero también se encuentra con D’Alembert, Condorcet, y Marmontel. En esta época disfruta de una holgada situación económica gracias a la fortuna de su esposa y algunos prósperos negocios que le permiten alternar con influyentes aristócratas. Da muestras de su afición a la lectura, a la tertulia intelectual y al juego de cartas, frecuentando los salones del conde Dufort de Cheverny, del señor de Moley y de Madame du Barry, la examante de Luis XV. Muestran interés por él por él Catalina II de Rusia, artistas y sabios como el explorador La Pérouse y Franz Anton Mesmer, el autor de la teoría del magnetismo animal y de otros hallazgos de gran resonancia en su época. Olavide participa de sus experimentos en el castillo de Cheverny, centro de reunión de aristócratas "realistas". También organiza representaciones de marionetas, de pequeñas piezas teatrales al estilo italiano y adaptaciones de obras célebres como El mágico prodigioso de Pedro Calderón de la Barca. Alterna esas tertulias con visitas al castillo de Malmaison, adquirido por el conde de Moley, donde se reúnen aristócratas de otro sector, los "patriotas", esto es, reformistas, donde pudo alternar con el famoso abate Delille y el norteamericano Morris.

Asiste con curiosidad y algún entusiasmo a los primeros pasos de la Revolución francesa, pero reprueba la violencia y la ejecución de los reyes le hace pensar. La Convención le confirió varios cargos y le dio el título de «ciudadano adoptivo de la república francesa». Durante el Terror se retiró a un pueblo llamado Meung y el Comité de Salvación Pública dispuso su prisión. Fue conducido la noche del 16 de abril de 1794 a la cárcel de Orleans. Allí comenzó a madurar la obra que se publicó en Valencia en 1797 titulada El Evangelio en triunfo, una rectificación de sus ideas compuesta al parecer para poder volver a España. En 1795 se traslada de Meung al castillo de Cheverny, donde reside hasta 1798. Serán estos años de creación más intensos. Escribe entonces los cuatro volúmenes de El Evangelio en triunfo y gran parte de sus diecisiete novelas cortas. Parece que entre 1797 y 1798 estuvo vinculado a los tratos mantenidos por el venezolano Francisco de Miranda con el norteamericano John Quincy Adams, el inglés William Pitt y el exjesuita peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán para elaborar un plan destinado a lograr la independencia de Hispanoamérica.

En 1798 regresa a España invitado por Carlos IV que le amnistía de todas sus condenas y le concede una pensión. Volvió entonces tras diecisiete años de exilio en Francia, «con el cuerpo desastrado y el alma reconfortada». Ya tenía escrita una famosísima pseudoautobiografía, en realidad una novela epistolar, El evangelio en triunfo o Historia de un filósofo desengañado (Valencia, Hermanos Orga, 1797, cuatro vols.), que en breve tiempo sumó dieciocho ediciones y fue traducida al inglés, al alemán, al italiano, al portugués y al ruso. En un lapso de casi medio siglo fue uno de los libros más difundidos en Europa y en América y constituyó uno de los mayores éxitos editoriales de la época, si bien la censura le hurtó los cuatro capítulos finales, donde el autor expone su desencanto ante la deriva que había tomado la Revolución francesa.

Con la técnica del «manuscrito encontrado» que se da a la imprenta realizó una falsa autobiografía mezclada con una defensa de la religión y en realidad es una mezcla confusa de diversos géneros literarios: la (pseudo) autobiografía, la correspondencia, la polémica filosófico-religiosa, la apologética, la predicación, el catecismo y hasta la suma teológica. Incluso algún resabio de comedie larmoyante o drama lacrimógeno, ya que el tema del duelo (que transforma al filósofo protagonista de El Evangelio en triunfo en homicida, lo que provocará su huida del mundo, y luego su conversión); aunque no es más que la copia casi literal de una «obrita» que «tenía a la mano», no deja sin embargo de recordar el drama escrito por Jovellanos en Sevilla, El delincuente honrado.

Olavide compuso tras esta obra veinte novelas cortas que publicó en Madrid, en 1800 en su mayor parte, bajo el seudónimo de «Atanasio de Céspedes y Monroy» en la colección Lecturas útiles y entretenidas de su editor de entonces Doblado, y con otros editores de forma póstuma. Son muchas de ellas adaptaciones de originales franceses: El fruto de la ambición es Félix et Pauline ou le tombeau au pied du Mont-Jura, de Pierre Blanchard; Los peligros de Madrid, Germeuil, de Baculard d'Arnaud; y El amor desinteresado, Ernestine, de Madame de Riccoboni. Estaban destinadas a probar verdades morales y señalar normas de conducta, algunas de ellas ya inclusas en El Evangelio en triunfo, como los relatos de Mariano y Teodoro. El incógnito o el fruto de la ambición, Paulina o el amor desinteresado, Sabina o los grandes sin disfraz, Marcelo o los peligros de la corte, Lucía o la aldeana virtuosa, Laura o el sol de Sevilla y El estudiante o el fruto de la honradez, en las que se presenta de un lado, el efecto perturbador de las pasiones —el juego, la ambición, los celos, la doblez espiritual, etc.— y de otro lado, la belleza y los atractivos del campo, y el efecto benéfico de los nobles sentimientos: la prudencia, la honradez, la fidelidad, etc. Muchas de ellas fueron compuestas en su retiro de Baeza, donde le sorprendió la muerte en 1803, descansando sus restos mortales en la cripta de la iglesia de San Pablo de dicha localidad.

La Universidad Pablo de Olavide (UPO), fundada en 1997 gracias a la perseverancia de Rosario Valpuesta, es la universidad pública más joven de España y la primera andaluza en ser dirigida por una rectora. La elección del nombre quiere expresar la apertura hacia Latinoamérica. Esta se materializa en cooperaciones culturales y científicas con universidades latinoamericanas. Recibe su nombre en honor del insigne intelectual nacido en Perú y responsable del desarrollo de la Ilustración en Andalucía. La Universidad se encuentra en el término municipal de Dos Hermanas, a unos 8 kilómetros del centro de Sevilla, en un Campus de aproximadamente 140 hectáreas y siete centros, más el campus del centro adscrito San Isidoro de Sevilla.

Estudiar la obra narrativa de Pablo de Olavide es una cuestión hasta cierto punto controvertida, dado que algunas de sus novelas han resultado ser no tanto obras originales, sino adaptaciones de textos extranjeros. En cualquier caso, la crítica ha destacado, de entre sus muchas novelas, la titulada La hermosa malagueña, cuya autoría hasta el momento no se ha desmentido, destacable por renovar el género de la novela bizantina adaptado a la sensibilidad de la época, a caballo entre las ideas, ya superadas, de la Ilustración, y las de un incipiente Romanticismo que tenía sus equivalencias en Francia en autores como Chateaubriand.[7]



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