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Playa de Las Canteras



La playa de Las Canteras es la playa urbana principal de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria (Gran Canaria, Canarias).Es una de las playas más importantes de Canarias. Frecuentada durante todo el año, es la playa preferida por la mayoría de los habitantes de la ciudad y los extranjeros que la visitan, que pueden disfrutar de ella en cualquier época del año gracias a la benignidad del clima.[1]

Las Canteras cuenta con un Sistema de Gestión Ambiental certificado según a la norma UNE-EN ISO 14001 y Certificado de Accesibilidad Universal para el servicio de baño a personas con movilidad reducida, certificado por el mismo organismo.

La playa de Las Canteras acaba de izar la bandera de la Q de Calidad Turística y suma a este galardón, la Bandera Azul de la Unión Europea, el Certificado ISO de Gestión Ambiental y el Certificado de Accesibilidad Universal, lo que la convierte en uno de los arenales mejor valorados de España.[2]

Los premios ‘Travellers Choice Playas 2013′ sitúa a Las Canteras en el puesto número 10 en España, tras un estudio que ha reconocido la calidad de 276 playas ubicadas en África, Asia, el Caribe, Centroamérica, Europa, Oriente Medio y EE. UU, entre las que se encuentra la Playa de Cofete, en Fuerteventura, en el puesto número 6, y que encabeza la playa de Las Catedrales en Ribadeo.

El nombre de la playa siempre ha estado vinculado a La Barra, una roca sedimentaria de arenisca y deposiciones calcáreas que discurre en paralelo a la orilla, proporcionándole abrigo frente al oleaje del norte y confiriéndole una personalidad propia. Antiguamente se la conocía como playa del Arrecife, debido a que La Barra emergía del agua como un arrecife. Posteriormente, esta fue explotada como cantera para extraer la roca que se destinó, entre otros usos, a numerosas construcciones de la ciudad como la Catedral de Canarias. En recuerdo a esta práctica, ya abandonada, pervive hoy el nombre de playa de Las Canteras.

Las Canteras se extiende en el lado poniente del istmo de Guanarteme, antaño lengua de dunas y arenas que unía las montañas de la península de La Isleta, situadas al noreste, con el resto de la isla de Gran Canaria. La playa es la más extensa de las existentes en la ciudad. Se encuentra orientada al noroeste, en lo que se conoce como arco o bahía del Confital, y se extiende desde las estribaciones de La Isleta hasta poco antes de la desembocadura del barranco de Tamaraceite, durante poco más de tres extensos kilómetros de arena fina y dorada.

En gran parte de esta longitud, la playa queda resguardada de las corrientes del Atlántico por una barra natural, de arenisca y arrecifes, que es conocida popularmente con el nombre de "la barra" y puede alcanzarse a nado desde la orilla. Por el lado interior de la costa, discurre el Paseo de Las Canteras, vía peatonal que recorre en paralelo toda la playa desde las inmediaciones del Auditorio Alfredo Kraus hasta la zona conocida como "la Puntilla" y de ahí, en prolongación, hasta llegar a las inmediaciones de la playa del Confital, lugar que algunos años atrás solo era frecuentado por practicantes de surf y bodyboarding, donde se genera la que muchos consideran como la mejor ola derecha de Europa.

La Playa de Las Canteras comprende tres zonas que se corresponden con los arcos e inflexiones que esta realiza en el litoral. Cada una de ellas presenta unas características morfológicas determinadas.[3]

La Isleta era en sus orígenes un islote aislado, separado de la isla de Gran Canaria por una franja de mar de cerca de un kilómetro de ancho. En su lado sureste surgió el istmo de Guanarteme, una lengua de tierra que permitía convertir a La Isleta en península uniéndola al resto de la isla. El istmo contaba con una longitud aproximada 4,12 km y poco más de 200 metros de ancho en su parte más estrecha, abriéndose en forma de copa en sus extremos.[5]​ La vertiente occidental del istmo está ocupada por la playa de Las Canteras, mientras que la oriental acoge las instalaciones del Puerto de La Luz.

El campo de dunas se formaba con las arenas que la corriente marina depositaba en la playa y que luego los vientos alisios arrastraban a tierra firme. Hasta mediados del siglo XIX el campo dunar se conservaba prácticamente intacto, tal y como se reflejaba en planos de la época, pero la expansión de la ciudad fue provocando su deterioro progresivo hasta desaparecer en su práctica totalidad.[6]

Pese a su vinculación con La Isleta, no hay datos que determinen la composición del material geológico que se encuentra bajo el istmo. Solo el geólogo finlandés Hausen, en un estudio llevado a cabo en el año 1962,[7]​ ha podido expresar una teoría al respecto. Según Hausen, toda la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria está asentada sobre una terraza fluvial de conglomerados fonolíticos, sedimentada después del Mioceno mediante aportes del barranco Guiniguada, coincidiendo con una notable regresión marina de la isla debido al incremento de sus actividades volcánicas, y al surgimiento de La Isleta, como un islote de aquella, también debido a las erupciones volcánicas que se dieron hasta el período cuaternario reciente.

Las corrientes marinas entre La Isleta y Gran Canaria dificultaron la consolidación del estrecho retrasándola durante un tiempo hasta los últimos episodios fluviales, pero cuando se produjo vino acompañada de cementación debida a la sedimentación de aportes calcáreos de la abundante fauna marina que existía, formada por lumaquelas y ostreidos. Finalmente, el aporte incesante de los referidos materiales provocó la colmatación del pequeño estrecho formando el istmo de Guanarteme que une hoy La Isleta, actual península a modo de tómbolo, con la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y el resto de la isla.

El primitivo tómbolo formaba una playa cuyas orillas llegaban hasta donde actualmente se emplaza La Barra. Los aportes de agua dulce que llegaban hasta el litoral provenientes del barranco de La Ballena, contribuyeron a que tal playa se fuera endureciendo hasta compactarse, formándose así la roca que hoy puede verse. Con el paso de los años, el batir del oleaje y los vientos dominantes, fueron modelando La Barra y las peñas que sobresalen del mar, otorgándoles la peculiar forma con la que han llegado hasta nuestros días.[4]

De esta forma nació la Playa de Las Canteras, la cual durante mucho tiempo se llamó Bahía del Arrecife. Está constituida en su totalidad por arena rubia fina, encontrándose en ella pequeños cristales de olivino y piroxeno, así como un componente orgánico de conchas molidas, lo que se conoce en Canarias con el nombre de confite. Del agua emergen, en la bajamar, restos rocosos que probablemente correspondan al sustrato donde se asienta la arena de la playa y el istmo en sí.


La lengua de dunas y arena que era el istmo de Guanarteme ha desaparecido hoy día, quedando las playas de Las Canteras, a poniente, y la de Las Alcaraveneras, a naciente, como un pequeño recuerdo de lo que un día fue el extenso campo dunar que conformaba el istmo.

Fue a finales del siglo XIX, cuando empezó a poblarse la zona, hasta entonces desierta. Favorecidas por la pujanza del Puerto de La Luz, sobre el campo dunar, se fueron asentando las viviendas que terminarían cubriéndolo por completo para consolidar el barrio urbano de Santa Catalina.

Las dunas eran consecuencia del arrastre de arena de la playa, que al ir levantándose las edificaciones y modificando el sistema de circulación de la arena, frenaron su avance y provocaron su acumulación, por lo que fueron ganando espacio al mar de forma progresiva, ensanchando así la superficie del istmo.

Las primeras referencias concretas a las playa se remontan al siglo XV, si bien antes, en torno a los años 1410 y 1460, ya se publicaban planos en los que La Isleta aparecía separada de la isla como si el istmo estuviese rebasado por agua la mayor parte del tiempo. En la época de la Conquista de la isla (1479) ya se testimoniaba que el traslado entre el puerto y la ciudad había de hacerse habitualmente en bote.

En el siglo XVI, se cita el Puerto del Arrecife, como lugar de embarque y desembarque, pero supeditado al de Las Palmas y un siglo después, hacia 1686, aparece el primer plano del istmo dibujado por Pedro Agustín del Castillo, en el que figura la Bahía del Arrecife con una serie de escollos que representaban La Barra. A finales del siglo XVII, la ciudad no era tan extensa como lo es hoy, por lo que la playa quedaba a unos kilómetros del casco. Es por ello era un lugar prácticamente desierto y desconocido para la ciudadanía, solo frecuentado por quienes se atrevían a visitarla caminando o en carreta entre campos de cultivo y dunas, o bien la cruzaban para ir de pesca o de caza a La Isleta o, simplemente, por motivos comerciales dado que la zona era fondeadero habitual de buques, resguardados al abrigo de La Isleta.

Siglos más tarde, en el XIX se comenzarían las obras de la carretera que uniría la playa y el puerto con el casco urbano (1855) y con ella se pondría en marcha, en 1890, el primer viaje colectivo en tranvía desde Vegueta al Puerto del Refugio. Gracias a estos medios, la playa comenzó a ser tímidamente frecuentada por los ciudadanos. En torno a 1910 ya se habían levantado las primeras edificaciones y entonces la playa era frecuentada por unas doscientas personas en sus mejores días, pero la mayoría de ellos eran paseantes. La moral de la época, que veía mal el baño en la playa como ahora lo conocemos, reducía el número a unos pocos bañistas.

Es a partir de finales del siglo XIX cuando la playa ya empezaba a ser conocida por el nombre de Las Canteras. El origen del topónimo se debe a las extracciones que se hacían en La Barra de piedra arenisca para los filtros de las populares pilas de agua canarias o destiladeras, práctica esta que, de no haber sido suspendida en su momento, hubiera acabado por hacer desaparecer al arrecife y con él parte de la playa. Por aquellos años el auge del muelle de San Telmo trajo consigo una creciente actividad de carpinteros de ribera y otros artesanos que encontraron en la Bahía del Arrecife el principal carenero. Salvo un reducido caserío en la zona de La Puntilla donde estos artesanos vivían y trabajaban, el resto seguía siendo un paraje deshabitado.

Con la llegada del año 1883, comenzaron los trabajos de construcción del Puerto de La Luz y también fueron surgiendo los primeros planes de urbanización. Así, ese mismo año, el arquitecto municipal Francisco de la Torre idea un proyecto en donde la playa aparecía enmarcada por una gran calle, la más grande que se preveía para el sector, anticipándose a la idea del paseo peatonal que se levantaría en el futuro tal y como lo conocemos ahora. Unos años más tarde de aprobado el proyecto, empezaron a erigirse las primeras casas, principalmente residencias de veraneo de familias adineradas.

De aquella época se conservan algunas reliquias urbanísticas del pasado vacacional de los primeros años del siglo XX en la playa de Las Canteras, de cuando las familias “ricas” de Las Palmas se acercaban a Las Canteras para pasar sus vacaciones veraniegas en espléndidas casonas de playa para tal fin, correspondientes a ciertas familias dc la burguesía urbana, tales como Cayetano lnglott Ayala, los hermanos Amaranto y Teófilo Martínez de Escobar, Juan Rodríguez Quegles, Agustín Sánchez Rivero, Agustín Báez Navarro o la casa de baños en la misma Playa de Manuel Reina Pérez. Fue casi al mismo tiempo que la playa de Las Canteras recibía a los primeros turistas aventureros ingleses que se maravillaron con la belleza de esta playa y la transparencia de sus aguas.[8]

Dentro del conjunto de edificaciones que se conservan podemos resaltar la comandancia de Marina (Fernando Navarro, 1913) de alzado ecléctico y tres plantas con torreones en las esquinas; el edificio Mesa y López (Miguel Martín, 1923), una casa de recreo plurifamiliar, que responde a los modelos de la arquitectura centroeuropea con un juego de volúmenes, cubiertas y materiales vistos de gran atractivo; y la clínica San José (Laureano Arroyo, 1895 y Rafael Masanet, 1928), una casa-asilo, hospital y escuela para obreros y sus hijos, que fue iniciativa de Bartolomé Apolinario.[9]

Este interesante edificio, que sigue siendo un centro hospitalario, se dispone en torno a un patio central, tiene dos alturas en la larga crujía que abre al mar, con una gran arcada a la que se abren las habitaciones de la planta baja y una galería volada sobre ménsulas y soportes en la planta alta, que se remata en sus extremos con piezas ochavadas. Junto a ésta, en la calle Padre Cueto, está la iglesia de San José (Laureano Arroyo, 1905).[10]

Por las primeras décadas del siglo XX, entre 1920 y 1930, Las Palmas de Gran Canaria se convirtió en estación invernal, visitada anualmente por unos 3.000 turistas. Estos turistas, ingleses en su mayoría, se alojaban en los catorce hoteles que por entonces tenía la ciudad, de los cuales nueve estaban situados en la zona del Puerto dado el gran atractivo que por entonces ya había logrado la playa de Las Canteras. A raíz de ello, el ayuntamiento decide en 1936 adoptar como proyecto definitivo de urbanización el del arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre, comenzándose las obras del paseo al año siguiente y manteniéndose su fisonomía original, salvo pequeños cambios, hasta las obras de remodelación total que concluyeron a finales de los años 90.

La fisonomía de la zona de la playa de Las Canteras se ha visto modificada radicalmente con el paso del tiempo. De las casas de la burguesía de dos alturas que existían hasta mediados del siglo XX, se ha pasado al alojamiento turístico que convive con la construcción y rehabilitación de viviendas y apartamentos privados.[11]

A largo del siglo XX se fueron sucediendo diversos proyectos de urbanización y ordenación no del todo puestos en práctica. Por ejemplo, el del arquitecto bilbaíno Secundino Zuazo Ugalde de 1943, profesional con acertados planteamientos que fueron ejecutados en otras zonas de la ciudad, pero que tuvo para Las Canteras una propuesta muy singular que, afortunadamente, no fue puesta en práctica por el ayuntamiento. Zuazo, en su planeamiento, cerraba la playa con dos diques paralelos a la costa, con los que ganaba terrenos al mar para destinarlo a edificaciones, espacios públicos y a la construcción de un pequeño muelle deportivo; un proyecto que, de haberse realizado, se hubiera comido la mitad de la playa dejando La Barra en la misma orilla.[12]

En 1991 el ayuntamiento de la ciudad se planteó dar un lavado de cara a la playa y afrontó la renovación del paseo que desde su construcción en los años 30 tan solo había sido sometido a parcheos y al repintando anual de sus barandillas. Para ello se tomó la decisión de realizar una obra con vistas a futuro y para ello se renovó todo el pavimento, el alumbrado público y el mobiliario urbano, y se realizaron, además, una serie de obras complementarias como la organización de las canalizaciones y la creación de una galería de servicios que recorre todo el subsuelo del paseo y que evita la apertura de zanjas y catas sobre el nuevo pavimento cuando haya que arreglar averías. La obra, dada su extensión y envergadura, se tuvo que realizar en varias fases comenzando por la zona de La Isleta hasta llegar a las inmediaciones del Auditorio Alfredo Kraus en el barrio de Guanarteme e incluyó, además del reformado de la avenida, el de cada una de las calles que confluían en ella y que fueron peatonalizadas con los mismos materiales que los empleados en el paseo.

Así, Las Canteras pasó de ser una playa clásica, familiar y obsoleta a transformarse en una playa de vanguardia, con mobiliario moderno y funcional, con accesos y servicios para personas con movilidad reducida y conectada por una completa red de transportes y comunicaciones. Desde entonces la modernización y el crecimiento de Las Canteras han continuado, y el paseo se ha ampliado a cada extremo. En un extremo se encuentra La Puntilla, lugar donde antes acababa la playa y desde donde ahorra arranca el paseo marítimo hasta las inmediaciones de El Confital, que durante su recorrido se va adaptando a la especial orografía de la zona, más abrupta y acantilada, resaltando la belleza de la roca volcánica y de las numerosas peñas que salpican el camino. Por el otro extremo, tradicionalmente la playa terminaba en La Cícer. Ahora llega hasta las inmediaciones del Auditorio y la Plaza de la Música.

Los ingleses y los franceses fueron los primeros en traer turistas hasta Las Canteras durante las primeras décadas del siglo XX. Venían a la isla para trabajar en los negocios instalados en el incipiente Puerto de La Luz, pero terminaban por instalarse en la ciudad, donde llegaron a crear una importante colonia que vino a extender muchas de sus costumbres entre los residentes canarios. La influencia de los ingleses fue notoria y pronto, aquellos que habían venido a trabajar, comenzaron a realizar gestiones para traer compatriotas en pequeños viajes organizados.[13]

Las élites burguesas y aristocráticas del sigo XIX habían iniciado la moda del baño de mar que, a partir de la I guerra Mundial, comenzaron a serlo entre la burguesía media. Fue a principios del siglo XX cuando se conoce que los turistas se bañaban en las playas de la ciudad y los balnearios se anunciaban en la prensa. La novela "Gran Canaria" de Archibald Joseph Cronin es un reflejo de cómo se desarrollaba ese primitivo turismo.[14]

Como turistas visitaban la ciudad en aquella época Agatha Cristie o Bronislaw Malinowski y la estructura hotelera de la ciudad, iniciada con inversiones inmobiliarias inglesas, surgió como una estación de invierno. El clima paradisiaco, una tierra de flora primaveral y eterna, los valles en los que todos los pájaros cantan, la palmera trasplantada del desierto y un sol radiante era suficiente atractivo para los europeos. Esto también influyó a los canarios que aunque muchos se habían criado en la playa y sí disfrutaban de su riqueza estaban acostumbrados a darle otro uso, quizás más orientado a conseguir el sustento a través de la pesca y las labores propias del mar.[15]

En la década de los 60 la ciudad recibe la entrada de turistas suecos, y si fueron ellos quienes marcaron estilo y rompieron las reglas de la vestimenta en la playa, pasando no sin contradicciones de los bañadores que cubrían gran parte del cuerpo a los bikinies y el Top Less.[16]

Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial surgió en torno a la playa una ciudad balneario. Mientras los canarios descubrían la playa y empezaban a construirse sus primeras casas, los ingleses ya tenían algunos edificios importantes y habían llenado la playa de casetas, a modo de balnearios, para que sus clientes pudieran cambiarse de ropa y salir a la arena. Se trataba de un turismo no dirigido, con un trato especial que dispensaba directamente la compañía transportista o el propio hotel. La hostelería era controlada en su mayor parte por los británicos y el viajero era una mercancía secundaria, complementaria al tráfico marítimo.

Las crisis mundiales fueron acabando con aquel turismo intimista, pero los ingleses no se resignaban a perderse el paraíso y, en los años 50, los canarios empezaron a ver el filón que iba a suponer el turismo organizado. Así, la zona de Las Canteras se iba a convertir en una ciudad balneario, en un espacio residencial receptor de turismo, que se iba a levantar sin contar con una infraestructura previa. La ciudad no contaba con hoteles con capacidad suficiente y no había en toda la isla ningún otro destino turístico; pero junto al Puerto de La Luz se extendía una zona que no tardaría en ser descubierta: Las Canteras.

Los primeros establecimientos turísticos que, en 1956, se abrieron en la playa, fueron antiguas viviendas de la zona de La Puntilla reconvertidas en residencias que vinieron a sumar unas cuatrocientas camas. Años más tarde, el turismo ya se veía como un buen negocio por empresarios y autoridades y surgió la necesidad de ofertar alojamientos de mayor calidad en la zona. Así surgió, en 1964, el Hotel Caracolas, aunque años antes ya había abierto sus puertas el Hotel Gran Canaria,[17]​ levantado en una zona de la playa opuesta a La Puntilla, que era la que en aquellos momentos estaba aglutinando la oferta alojativa de Las Canteras. Seguirían otros pequeños hoteles y residencias como el Hotel Verol, pequeño hotel de tres estrellas inaugurado en 1967 y que sigue abierto en la actualidad. Años más tarde se construiría un hotel emblemático, el Hotel Cristina, que también hoy sigue funcionando. Inaugurado en 1970, se trataba de un hotel situado en una ubicación privilegiada de la playa, que ofrecía el máximo confort a los 600 clientes que era capaz de alojar y que contaba con más de 300 habitaciones, todas con vistas al mar de ambos lados del istmo, a de la playa y al del puerto. Otro establecimiento importante y con el cual competía el Cristina era el Hotel Reina Isabel, abierto en 1965 y hoy propiedad de la hotelera Bull Hotels.

A finales de los años 70 el turismo en Las Canteras cae y en parte se desvía a otros destinos. Una de las medidas que se tomaron para tratar de afrontar esta problemática situación fue rehabilitar el entorno y crear infraestructuras de futuro con mayor calidad. Así, en la última década del siglo XX, se inició la reconversión y ampliación de del paseo marítimo utilizando nuevos materiales.

Todo aquello que le daba algo más que sol a la parte capitalina no había conocido reforma alguna desde los años 30.

La administración pública se puso manos a la obra y los trabajos de remodelación dieron comienzo en enero de 1991 e incluyeron además del reformado de la Avenida de Las Canteras, las calles que terminaban en ella. Así logró conseguir de nuevo la prestancia que los continuos años de dejación le habían hecho perder. Y desde entonces la playa de Las Canteras volvió a levantar su semblante que no ha dejado de brillar hasta nuestros días, ofreciendo cada vez más servicios, comodidades y prestaciones que hacen disfrutar al visitante.[18]

La acumulación de arena es uno de los aspectos negativos para el entorno de la playa de Las Canteras. La arena viaja arrastrada por las corrientes marinas y por el viento. Antiguamente el mar la depositaba en la playa para que, en tierra firme, continuara su ruta natural desde Las Canteras hasta la playa de Las Alcaravaneras, formando así un amplio campo de dunas que se extendía más allá del sur del istmo, hasta llegar a Arenales, barrio de la ciudad que tomaría su nombre de esta formación dunar. La construcción del paseo y de los edificios de la zona, que se intensificó a partir de las primeras décadas del siglo XX, obstaculizan el paso natural de la arena y, en consecuencia, provocan que esta se acumule irremediablemente en Las Canteras.[29]

No obstante, el problema de la acumulación de arenas no es nuevo. Ya en el año 1884, el ingeniero Juan de León y Castillo remitió un informe a la sociedad científica Museo Canario para que estudiase posibles soluciones que nunca llegaron a resolver el problema. Llegados al siglo XXI, la máxima acumulación de arenas se produce entre dos puntos del extremo norte de la playa (La Puntilla y la zona del Hotel Reina Isabel), llegando la bahía a asumir unos 300 metros cúbicos mensuales que, con el paso de los años y si no se remedia, llegarán a colmatar la dársena hasta provocar que la orilla de la playa comience a partir de La Barra. Los aportes, que se incrementan mes tras mes, han ido mermando la flora y, como consecuencia, la fauna de la playa; por lo que en numerosas ocasiones se ha solicitado el dragado controlado de los fondos marinos. Sin embargo, los planes que ha intentado aplicar la Dirección General de Costas del Ministerio de Medio Ambiente de España, para dragar y redistribuir la arena siempre han chocado con la oposición de vecinos y usuarios de la playa.

Las aguas de la playa de Las Canteras sirven de cobijo a unas 210 especies diferentes de algas, lo cual representa el 30% de las 650 especies de algas macroscópicas que se han catalogado en las Canarias, lo que es un indicativo de la riqueza vegetal presente en los fondos de la playa.[13]​ La razón de esta abundancia es debido a las características del particular ecosistema existente entre la playa y La Barra.

La Bonnemaisonia hamifera es un tipo de alga roja, dentro del filo Rhodophyta, endémica de la playa de Las Canteras que no se da en ningún otro lugar de las Islas Canarias. Se trata de una especie que presenta dos formas en todo su ciclo de vida y una de ellas jamás se había encontrado en Canarias hasta que se descubrió en Las Canteras.

La seba (Cymodocea nodosa) es un tipo de fanerógama marina que antaño formaba extensas praderas en toda la bahía del Confital junto a otros vegetales, y cubría aproximadamente el 75% de los fondos arenosos de la playa.[13]​ Multitud de animales se refugiaban y vivían entre sus bosquetes. Es tal su importancia, que éstas praderas se hallan protegidas por la legislación ambiental, ya que toda la bahía del Confital (junto con el área marina de la península de La Isleta)[30]​ ha sido declarado Lugar de Importancia Comunitaria e incluido dentro de la Red Natura 2000 de la Unión Europea.[31]​ Debido a la problemática acumulación de arenas que se viene produciendo en la dársena desde hace algunas décadas, los sebadales mueren enterrados bajo ella, desapareciendo así la fauna a la que dan sustento. En la actualidad, el alga verde articulada de afinidad subtropical Cymopolia barbata tapiza los sustratos duros de gran parte de la playa. Las algas pardas Lobophora variegata y Padina pavonica, junto al alga roja Asparagopsis taxiformis, son algas sumamente conspicuas en toda la dársena playera (https://web.archive.org/web/20160123015335/http://snorkelingexperience.com/las-canteras/).

Al igual que las especies vegetales, los animales que viven en la playa de Las Canteras deben buena parte de su existencia a la acción protectora de La Barra. Así en aguas de la playa pueden encontrarse diferentes especies de pelágicos (sargos, palometas, viejas, pejeverdes salemas, fulas blancas, fulas negras, cabosos, etc) y viviendo entre sus rocas individuos bentónicos como lapas (del género Patella) o tapaculos (Bothus podas).

En los charcos que se forman en la bajamar podemos encontrar viviendo entre sus piedras a cangrejos, ofiuras y ermitaños. La mayor cantidad de especies se hallan en los charcos de las zonas más bajas. También pueden encontrase colonias de anémonas, erizos, estrellas de mar, varias especies de esponjas y ascidias. Bajos los charcos se hallan algunos ejemplares de almejas, camarones, pequeños corales de diferentes colores, así como vacas y babosas de mar. Tampoco es difícil ver pequeños pulpos y sepias.

Entre los sebadales de Las Canteras podían encontrarse hasta los años 80 del siglo XX algunos caballitos de mar (Hippocampus ramulosus) que ya no se ven como consecuencia de la progresiva desaparición es estas comunidades de sebas. De igual forma, la carmelita Myrichthys pardalis, un pez sin escamas con forma de serpiente, ha sufrido un enrarecimiento de sus poblaciones. Se trata de uno de los elementos faunísticos más representativos de la playa, sobre todo por la viveza de sus colores (https://web.archive.org/web/20160123015335/http://snorkelingexperience.com/las-canteras/).

Aunque Las Canteras no destaca por ser lugar de nidificación, sí pueden encontrarse en ellas numerosas aves que aprovechan para posarse sobre la arena y en las peñas a primeras horas del amanecer, o en La Barra, cuando esta sobresale durante la bajamar, o en horas nocturnas cuando la presión humana es menor. Además de gaviotas, es frecuente observar a ejemplares de zarapito trinador, vuelvepiedras y garceta común, capturando peces en los charcos o buscando alimento entre las rocas. Antiguamente, antes de la urbanización del istmo, existía una importante colonia de Alcaravanes, ave esteparia cuya abundante presencia sirvió para dar nombre a la playa del otro extremo del istmo, la playa de Las Alcaravaneras.

Las aguas que bañan La Isleta y la bahía del Confital, a pesar del denso tráfico marítimo que soportan dada la proximidad del Puerto de La Luz, constituyen unos de los lugares escogidos por algunas especies de cetáceos y mamíferos marinos para asentarse. No obstante, Las Canteras es también zona de paso para estas especies en sus movimientos migratorios, los cuales tienen lugar a varias millas de la costa. En muchos casos alguno de estos ejemplares se ha acercado a la playa, probablemente desorientados, y algunos incluso han llegado a varar. Sin embargo ello no es óbice para alguno de estos animales decida atravesar la barra y darse un paseo por aguas de la playa o juguetear entre los bañistas, tal y como ocurrió en el año 1983 cuando un grupo de calderones merodeó durante un día entero por el interior de la dársena.[32]

A una milla al noreste de La Isleta, científicos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria han constatado la presencia permanente de un grupo de tursiones comunes que convive con otro de calderones grises, además de una comunidad de cachalotes que, según los científicos, podrían moverse en el canal que separa la isla de Gran Canaria de la de Fuerteventura.[13]​ Este ecosistema marino que circunda la península de La Isleta y sirve de hábitat para estos mamíferos, ha sido declarado Lugar de Importancia Comunitaria, incluyéndose dentro de la Red Natura 2000 de la Unión Europea.[30]

Las olas que llegan hasta el litoral de la playa son motivadas por la mar de fondo que se produce en lugares tan alejados como la península, Inglaterra o, incluso, Canadá. Cuando durante unos días los vientos soplan con fuerza sobre el mar, se forman olas cortas y caóticas que viajan por todo el océano Atlántico. Durante el viaje, aquellas que se agrupan y forman olas largas y ordenadas, son capaces de recorrer miles de kilómetros y, de esta forma, cuando llegan a Canarias presentan las condiciones para poder surfearlas.

Repartidos por la bahía del Confital, existen tres lugares principales para practicar el surf y sus modalidades (bodyboard, shortboard y longboard). Uno se encuentra justo detrás de la plaza de la Música y el Auditorio Alfredo Kraus, en la zona más meridional de la playa, donde se forma la ola de Lloret, llamada de esta forma porque en la zona se ubicaban las antiguas factorías de pescado Lloret y Linares hoy desaparecidas. Más hacia el norte, en la zona de la playa conocida como La Cícer, se levantan las olas más grandes de la playa, al no tener barra que la proteja, por lo que es utilizada para la inicialización en la práctica del surf. Finalmente, en El Confital se crea un tubo que es utilizado por los más experimentados por su rapidez y fuertes contrastes.

En Las Canteras existen escuelas de surf que imparten cursos de iniciación y de perfeccionamiento y periódicamente se organizan pruebas y campeonatos que puntúan a escala mundial;[34]​ no en vano, las de El Lloret y las de El Confital se encuentran entre las mejores olas de Europa para la práctica de este deporte.[13]

La Cícer, antiguamente conocido por su topónimo original Punta Brava, fue el primer lugar que acogió a los pioneros del surf, cuando su práctica se introdujo en Gran Canaria de la mano de extranjeros y peninsulares en el año 1970.[35]​ Se trataba de una zona marginal, con agentes de la guardia urbana y carteles prohibiendo el baño debido a la peligrosidad de las corrientes, que popularmente quedaba fuera de la playa de Las Canteras. De hecho, en aquellos años se encontraba físicamente separada del resto de la playa por las instalaciones de la central eléctrica de la Compañía Insular Colonial Electricidad y Riegos (CICER) que interrumpía la continuidad del paseo en esa zona. La central, cuando se instaló en 1928, lo hizo en un descampado de 16.000 m² alejado de la ciudad; décadas más tarde, conforme se fue urbanizando la zona, quedó justo en primera línea de playa, lo que fue aprovechado por los técnicos en los años 60 para construir un canal y dique en escollera, que aún existe, con el que tomar y aliviar el agua que se utilizaba para refrigerar las turbinas de la central. Con el paso de los años, este dique provocó un aumento de la arena en la zona y el sepultado progresivo de las piedras y la arena volcánica que conformaban esa parte de la playa. Desde hace algunas décadas, la central de la CICER (que ha pasado a depender de Unelco-Endesa) está paralizada y desmantelada en parte, entrando en servicio en contadas ocasiones.[13]​ Sobre su solar, el ayuntamiento de la ciudad ha planeado la construcción de equipamientos socio-deportivos y plaza pública.[36]​ Sin embargo, el recuerdo de la central de la CICER pervive en el imaginario colectivo que ha terminado dando su nombre a esta zona de la playa.

Bajo las aguas de la playa de Las Canteras se esconde un espacio que rebosa de vida, en el que muchos animales encuentran un hogar seguro en el que vivir.

El buceo con gafas y tubo, o con equipo ligero, está al alcance de todas aquellas personas que sepan nadar. Los paisajes, la vida marina y la seguridad que las aguas de la playa ofrecen, la convierten en un lugar donde los aficionados se inician en los paseos submarinos y disfrutan en pleno contacto con la naturaleza. En Las Canteras es habitual realizar esta actividad en compañía de amigos o en familia y es practicada tanto por mayores como los más pequeños que, desde chicos, ya margullan en la orilla. También existen varios centros y clubes de submarinismo profesional que tienen en la playa su mejor escuela, ofreciendo cursos de iniciación o paseos submarinos guiados para descubrir sus fondos. También facilitan el alquiler del equipo autónomo de buceo necesario para los más experimentados.

La playa de Las Canteras cuenta con dos zonas habilitadas para el buceo, una en la denominada Playa Chica y otra, más extensa, en la Playa Grande. Debido a que se encuentran dentro del espacio litoral interior de la dársena (entre la orilla y La Barra), la profundidad máxima que puede alcanzarse en la bajamar es de 5 metros, siendo la profundidad media de unos 2 metros. Se trata de inmersiones de escasa dificultad y con corrientes ocasionales (más frecuentes en la zona de Playa Chica), aptas para niños y jóvenes, en las que no es necesario el uso de equipamiento sofisticado. Profesionales y aficionados experimentados pueden probar a recorrer el exterior de La Barra y Baja Fernando en los días en los que las corrientes y la marea lo permitan, o sumergirse en el cercano Roque Matavinos, en la zona de La Puntilla, una gran formación de roca volcánica con un fondo muy accidentado plagado de cuevas y túneles en los que tienen refugio diversas especies de fauna de la penumbra y donde se alcanzan profundidades cercanas a los quince metros.[38]

La pesca y la gastronomía marinera dan un toque auténtico a la playa. En las múltiples terrazas y restaurantes de su paseo se pueden degustar las delicias del lugar: chocos, vieja a la espalda, o sancocho canario; todos ellos platos elaborados con productos frescos del mar que salen a buscar los pescadores que aún quedan en la zona de La Puntilla y La Isleta.

Las barquillas que se varan diariamente en La Puntilla resisten el paso del tiempo en plena era tecnológica. Constituyen el recuerdo de una época no muy lejana, a mediados del siglo XX, en la que los hombres del mar salían a faenar en sus pequeños botes luchando contra los elementos y navegando a vela o con remos. Entonces había pesca abundante pero el dinero que se pagaba por las capturas era poco y las condiciones de trabajo exigían un gran sacrificio. Hoy en día, los motores y las artes de pesca permiten que la práctica del oficio resulte más llevadera, pero ahora la pesca es tan escasa que no da para vivir. Tal vez sea esta la última generación de pescadores artesanales de Las Canteras.

En torno a los años 50, en el otro extremo de la playa, donde hoy se levanta el Auditorio Alfredo Kraus, se emplazaban algunas de las factorías de pescado más importantes de Canarias, en las que el enlatado y la salazón del atún y la sardina eran sus manufacturas principales. El auge de la industria conservera era tal que acaparaba todo el atún que se pescaba en aguas del archipiélago y en parte de las del banco pesquero canario-sahariano. Cuando, años más tarde, los frigoríficos viniesen a revolucionar la conservación de los alimentos, las conserveras canarias se vieron forzadas a desaparecer.




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