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Provincia de Almería



Almería es una provincia española de la comunidad autónoma de Andalucía; situada en el sureste de la península ibérica. Limita con las provincias de Granada al oeste y noroeste; y con Murcia al norte y al noreste; así como con el mar Mediterráneo al este y sur (parte conocida como mar de Alborán). La capital de la provincia es la ciudad de Almería, situada en el sur de la provincia y en el centro de la bahía homónima. El gobierno y administración de los intereses provinciales está encomendado a la Diputación Provincial de Almería.

Abarca 8774 km². Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2020 su población era de 727 945 habitantes.[2]​ La densidad de población es de 80,54 hab./km², cifra sensiblemente inferior a la media española. Cuenta con una diócesis, 8 partidos judiciales y 103 municipios, entre los cuales figura Níjar, uno de los términos municipales más extensos de España con 601 km².

La bandera de La Provincia de Almería se basa en el escudo provincial sobre La Cruz de San Jorge. Esta enseña fue propuesta para su adopción por el equipo de Gobierno de la Diputación de Almería en el Pleno de la Diputación Provincial de Almería el día 29 de abril de 2016 y aprobada el mismo día.[3][4][5]

La anterior bandera se basaba en el escudo provincial sobre un fondo verde.

Escudo cuartelado de nueve: 1.º de gules, un castillo de plata (Berja); 2.º de azur, unas gavillas de trigo de oro (Canjáyar); 3.º tres montes en su color cimados de matas de ortigas, sobre ondas de mar de azur y plata (Cuevas de Almanzora,del Marquesado de los Vélez); 4.º losanjado de gules y plata, y brochante sobre todo una torre albarrana (desmochada) de oro (Gérgal); 5.º de azur, un castillo de oro surmontado de una llave de plata (Huércal-Overa); 6.º de azur, el castillo de oro, siniestrado de una llave de plata (Purchena); 7.º de plata, un león de gules (Sorbas); 8.º de gules, una llave de plata colocada en palo y acostada de dos castillos del mismo metal (Vera); 9.º tres montes en su color cimados de matas de ortigas, sobre ondas de mar de azur y plata (Vélez-Rubio, del Marquesado de los Vélez). Sobre el todo escusón formado por el escudo de la capital (en campo de plata la Cruz de Génova de gules, y bordura componada de León, Castilla, las antiguas armas del Reino de Navarra (águila pasmada de sable sobre oro) y Granada). Timbre: Corona mural. Aprobado por la Diputación Provincial en sesión plenaria de 29 de julio de 1925.

El indalo es un símbolo muy popular en toda la provincia. Su origen se remonta al Neolítico, apareciendo en diversas cuevas y abrigos del norte de la provincia, como la Cueva de los Letreros (Vélez Blanco). Se trata pues de una pintura rupestre de tipo levantino que podría interpretarse de varios modos: del más mundano (un arquero apuntando al cielo o a un ave que lo sobrevuela) al más místico (un ídolo o dios). Este símbolo pervivió a lo largo de los siglos en el levante almeriense y a mediados del siglo XX todavía se encontraba pintado sobre las paredes de cal de pueblos como Mojácar, donde se creía que protegía del rayo y ahuyentaba a las brujas y el mal de ojo. Su popularidad creció cuando se convirtió en símbolo turístico del pueblo y actualmente es representativo de toda la provincia.

El Real Decreto de 30 de noviembre de 1833 creó la provincia de Almería, que se formó agrupando localidades del Reino de Granada. Actualmente la provincia está compuesta por los municipios que pueden verse en el anexo Municipios de la provincia de Almería.

El Paleolítico en Almería se caracteriza por reducidos grupos nómadas, cazadores y recolectores. No son demasiado abundantes los yacimientos paleolíticos en la provincia, siendo al más antiguo de ellos el de Cueva de Zájara I, en Cuevas del Almanzora y el Monumento natural Cueva de Ambrosio, de gran importancia para la datación del arte rupestre paleolítico.

Ya en el Neolítico, y aún antes en el Paleolítico superior, aparecen las primeras aldeas y los primeros espacios dedicados exclusivamente a enterramientos. De esta época datan las pinturas rupestres de la Cueva de los Letreros y otra veintena de cuevas y abrigos de la Comarca de los Vélez considerados por la Unesco, en 1989, como parte del Patrimonio de la Humanidad.

En uno de esos refugios de los primeros pobladores del levante peninsular, el Abrigo de las Colmenas, todavía se conserva una figura humana con los brazos en cruz que sostiene un supuesto arco iris sobre su cabeza. Dice alguna leyenda que esta pintura rupestre representa un pacto del hombre prehistórico con los dioses para evitar futuros diluvios. Es la primera representación del indalo almeriense, cuyo origen etimológico podría venir del indal eccius, el mensajero de los dioses de los íberos. De indal eccius viene también el nombre de San Indalecio, uno de los siete varones apostólicos y santo patrón de Almería junto a la Virgen del Mar.

El indalo se ha convertido, con los años, en el símbolo más conocido de Almería y de lo almeriense. Aunque algunos lo han visto como un hombre sosteniendo un arcoíris, no es más que un arquero buscando su presa en el cielo. El indalo dio su nombre al un movimiento pictórico, artístico e intelectual de los indalianos quienes, con Jesús de Perceval y Eugenio d'Ors a la cabeza, sentían una atávica atracción por la población de Mojácar y sus habitantes. Los mojaqueros pintaban indalos con cal en las paredes de sus casas para protegerse contra las tormentas y el mal de ojo. Entonces se le llamaba el «muñequillo mojaquero».

Fue el arqueólogo belga Luis Siret y Cels quien descubrió la riqueza prehistórica de Almería, particularmente la de la Edad de los Metales. Dijo Siret de Almería que era «un museo a cielo abierto». En efecto, Almería es cuna de dos de las culturas más importantes de la Edad de los Metales en la península: la cultura de Los Millares y la cultura de El Argar.

Es en la Edad del Cobre o Calcolítico (3000-2150 a. C.), cuando surge la primera ciudad de la que tenemos noticia: el poblado de Los Millares, situado estratégicamente en un espolón de roca entre el río Andarax y la rambla de Huéchar, al sur de la provincia. Se trata de un poblado de más de mil habitantes, protegido por tres líneas de murallas y torreones, y cuya economía se basaba en la metalurgia del cobre y en la agricultura, ganadería y caza a mediana escala. Además construyen grandes necrópolis y exportan sus modelos metalúrgicos y alfareros a gran parte de la península.

Más adelante, en la Edad del Bronce (1700-1400 a. C.), nace una cultura igualmente influyente, la de El Argar. Allí desarrollan un modelo alfarero característico, el vaso campaniforme, cuyo uso se extenderá por todo el levante español. Sus necrópolis evolucionan con respecto a la cultura de Los Millares y diversifican la producción agrícola y ganadera.

Las culturas de la Edad de los Metales mantuvieron contacto con civilizaciones de todo el Mediterráneo, prueba de ello son las colonias que pueblos como los fenicios fundaron años más tarde, en el siglo VIII a. C. Abdera (Adra) y Baria (Villaricos) fueron las más importantes, centros eminentemente comerciales y pesqueros que mantenían a su vez contactos con navegantes griegos. El control fenicio se convirtió en cartaginés cuando la civilización púnica se extendió por el SE peninsular, control que se extinguiría el año 209 a. C. con la II Guerra Púnica. De la época fenicia y cartaginesa se conservan numerosos restos, en Vera, Los Vélez y Dalías.

Almería cayó en las manos de Roma durante la campaña de Escipión el Africano contra los cartagineses. Los romanos la llamaron Portus Magnus, quedando la ciudad enclavada en la Hispania Ulterior. Plinio el Viejo la menciona en su obra; no en vano se convirtió en uno de los puertos más importantes del Sur de Hispania. Roma trajo la organización territorial, las vías de comunicación y los impuestos, y explotó sistemáticamente los recursos mineros del territorio, entre ellos el mármol de Macael. Se fortaleció el comercio, especialmente el del garum, sabrosa salsa de pescado y especias muy apreciada en la época y cuya fórmula exacta se desconoce aún hoy. En Adra y Torregarcía y en la capital, en el mismo Parque Nicolás Salmerón, se conservan salinas y factorías de salazón de esta época. Otros restos de gran importancia son el Dionisio de Chirivel, el sarcófago de Berja, el Daymún (templo funerario de época tardorromana) de El Ejido y el puente y restos de vía romana de Bayanna, a las afueras de la capital.

Almería fue ocupada más tarde por vándalos y visigodos. Tras un breve periodo de ocupación bizantina (el SE español fue el único territorio peninsular en su poder durante varios años), Suintila integra definitivamente a Almería en el reino visigodo el año 621 y expulsa a las fuerzas de Bizancio. En esos años, mantuvieron su importancia las antiguas poblaciones de Abdera, Urci y Baria.

Quedan pocos siglos para que Almería alcance su primer cenit histórico, político y socioeconómico. La gran historia de Almería comienza en efecto con la ocupación musulmana, iniciada el año 713 a manos fundamentalmente de poblaciones de origen bereber y yemení, cuya más pronta aportación fue la remodelación sustancial del paisaje y método agrícola.

El periodo musulmán se divide en dos fases, separadas por un breve periodo de ocupación cristiana, el decenio entre 1147 a 1157, en que los ejércitos de Alfonso VII de León ocuparon la ciudad y la provincia. No obstante, aunque breves, estos diez años supusieron una ruptura insalvable en el crecimiento de la Almería musulmana. La primera fase destacable va así pues desde la fundación oficial de la ciudad en 955 hasta 1147, y la segunda desde 1157 a 1489.

Los antecedentes del periodo 955-1147 se encuentran en la fundación a principios del siglo VIII de un asentamiento en lo que entonces eran los aledaños de la desembocadura del río Andarax, que en aquella época tenía su boca a la altura de lo que hoy es La Juaida. Se trataba de Bayyana, la actual Pechina. Su estratégica posición le permitió convertirse en un próspero centro de comercio que dio origen a la que se denominó República Marítima de Pechina. Y no solo en lo material se enriqueció el bajo Andarax, también en lo espiritual. En efecto, Pechina fue cuna del más importante sufismo ibérico. Aquí emigraron los últimos discípulos del sufí cordobés Ibn Massarra: el almeriense Ibn Al Arif fundó la Escuela de Almería por la que discurrieron Ismail Al Rouayni de Córdoba (cuyo nombre, sorprendentemente, bautizó a la actual pedanía de El Ruini posiblemente porque vivió en ella), Abu Madyan y probablemente el más grande místico sufí de al-Ándalus, el murciano Ibn Arabi. Demasiadas veces pasa desapercibida la importancia del movimiento sufí en Almería, que tanta importancia tuvo no solo por su profundidad, sino por haber aportado muchas de las claves del misticismo cristiano posterior de, entre otros, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.

El origen último de Almería capital está en efecto en Pechina, pues poco después de su fundación se crearía un asentamiento costero y una atalaya, dependientes de aquella, que recibirían el nombre de Al Mariyyat Bayyana.

Se ha escrito mucho sobre el origen del nombre de la ciudad y provincia. El movimiento indaliano, siempre tan idealista, pensaba que Al Mariyyat querría decir en árabe «Espejo del Mar», pero es mucho más probable que el topónimo provenga de la palabra «al miraya», «torre vigía». En efecto, Al Mariyyat funcionó como puerto y defensa de una Bayyana próspera y enriquecida, que se convertiría en uno de los centros comerciales más importantes de al-Ándalus como ya dejó reflejado en sus crónicas Al Himyari.

Llegamos así a la fundación oficial de la ciudad en 955, año en que Abderramán III (o Abd-er-Rahman) ordenó iniciar las obras de una fortaleza, la Alcazaba, cuyo objetivo era defender el área de la amenaza que suponía el califato fatimí, oriundo de Túnez. La Alcazaba se convierte así en la fortaleza musulmana más grande de España y de Europa, con 43 000 metros cuadrados que le permitían albergar todo un destacamento militar de 20 000 hombres, los palacios de los sucesivos reyes e incluso lugares de resguardo para la población en caso de ataque. Más adelante será objeto de remodelaciones y ampliaciones por parte de reyes musulmanes y de los Reyes Católicos.

La desintegración del califato de Córdoba en el siglo XI da lugar a los reinos de taifas, entre ellos el de Almería, que tendría su primer rey en Jairán (o Hayran), remodelador de la Alcazaba.

Almería ya es mucho más importante que Bayyana y se convierte en una ciudad de nueva planta califal, dotada de una mezquita mayor (la actual iglesia de San Juan, en ella se conservan hoy la qibla y el mihrab originales) y un activo puerto, que con los años sería el más importante puerto comercial de todo al-Ándalus. En efecto, este siglo constituye el primer cenit histórico de Almería. Era entonces una ciudad amurallada, con un trazado urbanístico árabe clásico y tres barrios bien diferenciados: el barrio de Al Hawd (o el Aljibe), el de la Musalla y el principal, la Medina (por donde corre hoy la actual calle de la Almedina).

Reinó durante la segunda mitad del siglo Almotacén (o Al Mutasim) (1052-1091), el rey poeta, que enriqueció la corte con literatos y científicos. Se introdujeron avances en los sistemas de regadío; en la ciudad florecían los baños y las mezquitas y efervescía en el puerto el comercio de la seda, el aceite y la uva. Buena prueba de todo ello nos deja la obra de Al Idrisi.

La taifa almeriense terminó con la invasión almorávide, pero la ciudad continuará siendo un auténtico emporio comercial muy codiciado por los cristianos. Es entonces cuando Alfonso VII el Emperador, decide tomar la ciudad con ayuda de catalanes, francos, pisanos y genoveses (estos dieron su gentilicio a la playa en que desembarcaron, en Cabo de Gata); los ejércitos entraron en la ciudad el 17 de octubre de 1147. Como ya dijimos antes, fue un periodo efímero de ocupación, que sin embargo truncó totalmente el desarrollo de la capital y su territorio.

Almería volverá a ser musulmana con la toma de los almohades, pero jamás recobrará su antiguo esplendor. En el siglo XIII pasa a formar parte del reino nazarí de Granada, siendo gobernador Abbu-i-Abbas, quien intentó reconstruir la ciudad sin demasiado éxito. Fue en parte responsable de ello una sequía que comenzó el año 1227 y desestabilizó gravemente la agricultura y el comercio de toda la región.

De la época musulmana se conservan innumerables restos. A la Alcazaba y los restos de la mezquita mayor hay que sumar los aljibes de Jairán, que en una época abastecieron a la ciudad, y las murallas construidas por el mismo rey. También se conservan lienzos de la muralla del puerto y restos de la puerta de Purchena, en el subsuelo de la Rambla Obispo Orberá. No solo ciudades florecieron en la Almería musulmana: se pueden encontrar diseminados por los Filabres, las Alpujarras y el valle del Almanzora numerosos baños, mezquitas y castillos.

En 1489 los Reyes Católicos conquistaron Almería, cuyas poblaciones en la mayoría de los casos capitularon pacíficamente, con la excepción de contadas rebeliones mudéjares.

El siglo XVI es el siglo del retroceso y abandono de la ciudad y la provincia. Fueron varios los factores que influyeron en esto; en primer lugar, Almería estaba apartada de cualquier ruta comercial americana, y vio pasar de largo todas las riquezas provenientes del Nuevo Continente y la actividad que trajeron consigo. Por otro lado, se prodigaron en estos cien años tanto los terremotos como los ataques de los piratas berberiscos y turcos, como Barbarroja (en el siglo siguiente, les sucederían los de la armada inglesa). Los primeros mermaron la población y los segundos la aterrorizaron y obligaron a desplazarse hacia el interior.

Especialmente funesto fue el seísmo de 1522, que destruyó la ciudad casi completamente y redujo la población a tan solo 700 habitantes, que se asentaron en torno a la catedral, de nueva construcción.

La Catedral de Almería es un gran ejemplo de edificio defensivo de la época. Fue levantado el primer templo catedralicio en 1496 bajo las órdenes del cardenal arzobispo de Toledo Pedro González de Mendoza, sobre la antigua mezquita. El terremoto de 1522 la destruyó completamente y fue entonces cuando Fray Diego Fernández de Villalán, obispo de Almería, mandó construir el actual, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Encarnación. Su aspecto exterior le da clara apariencia militar; en efecto, se trata de una de las únicas catedrales-fortaleza de su clase en España: sólidos contrafuertes, torres albarranas, gruesos muros, escasez de vidrieras... Las tres naves son de igual altura, lo que proporciona una amplia azotea que sirvió para la instalación de cañones y la vigilancia militar. Solo la embellecen dos austeras portadas renacentistas de Juan de Orea, y en el muro que da a la calle del Cubo, el Sol de Portocarrero (otro de los símbolos de la ciudad, que aunque se cree que hace referencia al obispo Portocarrero, del s. XVII, ya estaba esculpido desde los primeros tiempos de la catedral) No obstante, las bóvedas y la sacristía son espléndidas, góticas las primeras y renacentista la segunda. Contiene el templo obras de Alonso Cano, Murillo y Ribera, y un San Indalecio de Salzillo.

El santoral en Almería es rico en leyendas. El antedicho San Indalecio es el patrón de la ciudad y sus restos vinieron a descansar a Almería después de siglos en la abadía de San Juan de la Peña, en Huesca. San Indalecio fue uno de los Siete Varones Apostólicos, evangelizadores del sur de España, quienes, según viejas tradiciones recogidas en escritos mozárabes, acompañaron a Santiago el Mayor en la evangelización de esta zona del país a mediados del siglo I d. C. Entre ellos estaban también Tesifonte, Torcuato, Segundo, Hesiquio, Cecilio y Eufrasio; todos ellos fueron obispos de poblaciones del sur y sureste español (entre ellas Berja y Abla) antes de la ocupación musulmana. Pero quizá lo más interesante fueron las afirmaciones que sobre ellos se encontraron inscritas en los famosos plomos del Sacromonte, documentos inscritos en ese metal y descubiertos en la abadía granadina en el siglo XVI. En ellos se afirma, en un intento sincrético por parte de pensadores moriscos de unir islam y cristiandad, que todos ellos eran de origen árabe. Así, Indalecio se habría llamado, antes de su latinización, Ibn Al Mugira. Otro santo presente en Almería es San Valentín, cuyos restos se creen ocultos en algún lugar de la catedral, si bien este honor le es disputado por la iglesia de San Antón, en Madrid y la abadía de Terni, en Italia.

La segunda mitad del siglo XVI estuvo marcada en toda la provincia por el levantamiento y posterior expulsión de la población morisca. Los moriscos, extensa comunidad de religión y cultura musulmanas a la que se había permitido permanecer en la península previa conversión, veía sin embargo sus derechos y su dignidad continuamente negados desde la firma de las Capitulaciones. La población morisca era, a pesar de la incipiente repoblación cristiana, mayoritaria en amplias regiones de la provincia, como las Alpujarras y el alto Almanzora. Fue precisamente en la Alpujarra Almeriense donde en 1568 se rebela el laujareño Abén Humeya (nacido Fernando de Válor y convertido al islam); la insurrección se propaga a toda la provincia y pronto Vera es conquistada y Cuevas de Almanzora atacada. En su retirada, Abén Humeya fundó en Purchena una competición para celebrar el nombramiento de la ciudad como cabeza del valle del Almanzora. Se trataba de unos juegos deportivos y culturales de innegable analogía con el olimpismo, que incluían la lucha, las carreras a pie y a caballo, el tiro y la poesía y que han sido recuperados hoy día, recibiendo el elogio de, entre otros, Juan Antonio Samaranch y el Comité Olímpico Internacional. Vuelve más adelante Abén Humeya a Laujar donde crea una casa real con vocación dinástica (ya había sido Laujar de Andarax asiento real con Boabdil a principios del siglo XVI), pero es asesinado, víctima de sus propios colaboradores en una oscura intriga palaciega. Poco a poco la resistencia morisca se desvanece. Prueba de que había sido enormemente dura es que Felipe II decidiera enviar al mejor y más temido de sus militares, Juan de Austria, quien pronto acaba con el breve reino morisco. Se reemprende así la expulsión de la población musulmana, que culminará con Felipe III.

Uno de los episodios más sangrientos de la represión contra los moriscos tuvo lugar en Níjar, y constituyó lo que se convino en llamar el «negocio de Inox». En las revueltas de la Navidad de 1569, cientos de familias moriscas acudieron a refugiarse al castillo morisco del peñón de Inox, cercano a Níjar. Informados los cristianos, reunieron un improvisado ejército de mercenarios que se adueñó fácilmente de la fortaleza, haciéndose de una vez con más de 3000 esclavos, mujeres y niños e incontables botines. A este «negocio» se debe el nombre de la cortijada actual cercana, La Matanza, en cuyos aledaños pueden encontrarse aún semiderruidos entre la maleza los muros de la antigua mezquita de Inox.

La matanza y expulsión de los moriscos fueron un duro golpe que sumió a la provincia en lo que sería la época más oscura de la historia de Almería, el siglo XVII. En efecto, se marcharon los que habían enseñado a los cristianos el cultivo del moral, el tejido de la seda, las técnicas de regadío y la carpintería. Quedó la provincia desierta de Níjar a Mojácar y la población de la capital se redujo a 7000 habitantes. Los intentos de repoblación cristiana fueron inútiles y los terremotos y los ataques piratas berberiscos e ingleses mantuvieron a la provincia ensombrecida durante los siguientes 100 años.

Los siglos XVII y XVIII son quizá los más desconocidos de la historia almeriense.

El siglo XVII se inicia con una despoblación galopante, a la que hay que sumar terremotos, sequías y una costa bajo constante amenaza pirata, como en el asalto a Adra de 1620. La repoblación cristiana, proveniente sobre todo de Levante (60 %: un 50 % de murcianos y un 10 % de valencianos), Jaén (20 %), Castilla-La Mancha y Aragón (el restante porcentaje) es insuficiente y no logra repuntar la demografía de la ciudad ni de la provincia. Las malas comunicaciones y el aislamiento siguen siendo los mismos de siglos.

A pesar de todo ello, la actividad minera es impulsada con las explotaciones de hierro en los Filabres, plomo en Gádor y mármol de Macael. La contrapartida son las consiguientes talas masivas en las sierras de Gádor y Almagrera, que iría agravándose durante los siglos siguientes y contribuiría de manera importante a deforestación que sufre hoy todo el territorio (a esto se deben las talas y la sequedad atávica de la provincia, y no a la necesidad de madera para construir la Armada Invencible, como se suele contar en Almería).

Este aislamiento y las penosas condiciones contrastan no obstante con una actividad cultural y etnológica que nace para ir desarrollándose poco a poco durante este siglo y el siguiente, el XVIII. En 1640 se edita el primer libro en Almería, a instancias del obispo José de la Cerda, lo que lentamente va abriendo el camino a nuevas iniciativas que vendrán con los ecos de la Ilustración. En el siglo XVIII, los gobernantes de la ciudad comienzan a preocuparse de recabar información veraz sobre demografía, trabajo y emigración y se crean agrupaciones culturales y sociales como la Sociedad Económica de Amigos del País de Vera.

En lo artístico cabe destacar la construcción en este siglo de dos templos de gran importancia en la provincia, la iglesia de la Encarnación en Vélez-Rubio y el Santuario del Saliente en Albox, a lo que se deberán sumar las numerosas imágenes religiosas del murciano Francisco Salzillo que hoy día se veneran en Semana Santa. En efecto, el norte de la provincia goza quizá de mejor condición que el resto, debido a la exitosa repoblación y urbanización llevada a cabo por el marqués de Los Vélez.

El siglo XIX rubricó la lenta recuperación iniciada los dos siglos anteriores. Almería fue testigo de una segunda edad de plata, sobre todo a finales de la centuria, que tuvo su origen en la apertura comercial y la consolidación de la minería y la agricultura desde las primeras décadas de siglo.

La Guerra de la Independencia Española no pasó de largo por Almería. Aunque su amenaza se veía lejana, los franceses la llegaron a ocupar, comandados por Goudinot, quien entró en la ciudad el 15 de marzo de 1810. Le ofrecieron resistencia los famosos guerrilleros Mena, Villalobos y Arostegui. En 1812, los franceses se retiran de Almería tras ser vencidos en Arapiles.

En 1814 vuelve Fernando VII al poder y con él el absolutismo y la derogación de las Cortes de Cádiz de 1812. En este contexto se dio otro de los más conocidos episodios históricos de la capital, la matanza de los «coloraos». Tuvo lugar en 1824, cuando un grupo de soldados provenientes de Gibraltar, a los que se les apodó los «coloraos» por el tono de sus casacas, desembarcó en Almería con ánimo de proclamar la Libertad y restituir la Constitución de 1812. Como anécdota, decir que estaban estos relacionados con una sociedad secreta, la Santa Hermandad, de inspiración comunera. Al fracasar en su intento, veintidós de ellos fueron fusilados por los absolutistas en la Rambla de Belén a la altura de la calle Granada. Años más tarde, se levantó en su honor un monumento en la Plaza Vieja al que se le llama cariñosamente el «pingurucho», que fue también objeto de controversia: destruido en 1943 con motivo de la primera visita de Franco a Almería, no se restituyó hasta 1987, a instancias de los grupos más progresistas de la ciudad, quienes también resucitaron el homenaje anual a los «coloraos» celebrado cada 24 de agosto.

Fue el día 27 de enero de 1822 cuando las Cortes aprobaron por decreto la creación de la provincia, con el mismo territorio con el que se le conoce hoy en día, pero con las revueltas del año siguiente volvió a ser parte del antiguo reino de Granada.

Es también el siglo XIX el siglo de los avances geopolíticos, urbanísticos y de infraestructuras. Los liberales, una vez se hicieron con el gobierno de Madrid, promovieron una reestructuración administrativa del país de la que nacieron las actuales provincias. Fue gracias a las gestiones del Conde de Ofalia, desterrado a Almería, que nació de facto la provincia y adquirió por decreto de 1834 personalidad administrativa propia, quedando desvinculada del viejo Reino de Granada.

Desde el punto de vista económico, es el siglo de plata de la minería en la provincia, con los yacimientos de plomo, plata y oro, en la sierra de los Filabres, sierra Almagrera y Rodalquilar, entre otros lugares. Minería enormemente productiva en otro tiempo que ha dejado insólitos parajes como las instalaciones turísticas y los poblados mineros de Las Menas y Rodalquilar, en permanente rehabilitación como servicios turísticos y culturales, o casas palaciegas como el Palacio de Almanzora. Testigo mudo de esta época pasada es la máquina de vapor encontrada en 2002 en el barranco del Chaparral, en Los Lobos (Sierra Almagrera), que data de 1873 y es considerada BIC y la más antigua máquina de vapor dedicada a la minería de España.

La fisonomía de la ciudad sufrirá un cambio drástico en lo que se ha venido a llamar la evolución de ciudad conventual a ciudad burguesa. En efecto, Almería se derrama fuera de sus murallas, que terminan siendo derruidas casi completamente en 1855. Se urbanizan los amplios perímetros monásticos (huertas, campos), recién desamortizados, dando lugar a plazas como la de San Francisco (actual de San Pedro), se dota a la ciudad de un sistema de alcantarillado y agua potable, y se trazan nuevas calles. Se abre la nueva Puerta de Purchena, es encauzada la Rambla de Belén y el eje de la ciudad se desplaza de la calle Real al novísimo bulevar, de clara inspiración francesa, que tantos otros nombres recibiría antes de convertirse en el actual Paseo de Almería.

La provincia de Almería (ubicada entre las latitudes 37º52' y 36º40', y las longitudes 1º37' y 3º07') está situada en el sureste de la península ibérica. Tiene una superficie de 8774 km² y un perímetro de 532 km, de los cuales 219 son de costa mediterránea —al sur y levante—. Limita al norte con la provincia de Murcia y al oeste con la de Granada.

Su situación geográfica y la disposición de Sierra Nevada y las Alpujarras como barreras ante los vientos húmedos del Atlántico condicionan fuertemente su climatología, si bien, su posición estratégica en el Mediterráneo y su riqueza minera, ligada a procesos geológicos como el vulcanismo, han hecho que sea una región poblada desde muy antiguo y cuna de civilizaciones, como la Cultura de Almería o la de El Argar.

El clima de Almería, para algunos subdesértico, mediterráneo, cálido y seco[cita requerida], es sin embargo muy variado:

En ciertos sectores de Sierra Nevada, en años lluviosos, se han llegado a superar los 1000 mm.[8]

Solo falta, como se puede comprobar, el crioromediterráneo de las nieves perpetuas que no se da en la región de Almería. Su característica más destacable es su cielo despejado y luminoso. En la costa sur es característico el fuerte viento de poniente. Por su parte, el levante es famoso en la capital ya que suele hacer subir la temperatura varios grados.

También la pluviometría es escasa, siendo el cabo de Gata el lugar donde menos llueve de la península ibérica. Asimismo, el desierto de Tabernas es, técnicamente, el único desierto árido del continente europeo, lo que le confiere características naturales únicas que le valieron convertirse en escenario del rodaje de multitud de películas, especialmente westerns, durante los años 60 y 70. En la actualidad se siguen rodando algunas películas, así como spots televisivos y vídeos musicales. La precipitación media en la provincia es de 355 mm.[8]

Almería es una de las provincias más montañosas de España. No en vano, el 46 % de las poblaciones están ubicadas en montañas, el 34 % en colinas y el 19 % en llanuras. Está atravesada de oeste a este por diversos macizos montañosos de origen alpino, integrados en la cordillera Penibética. Esta singular disposición orográfica es en gran parte responsable del histórico aislamiento tanto de la provincia en relación con el resto de España como de las distintas comarcas almerienses entre sí.

La provincia alcanza su máxima altura en el Chullo, de 2609 m, que se enclava en la Sierra Nevada almeriense y vigila el Puerto de la Ragua, límite con la provincia de Granada. Otros picos de importancia son el Almirez (2518 m), el Morrón de la Launilla (2249 m), en la sierra de Gádor, el Calar Alto (2168 m), en la sierra de los Filabres, la Tetica de Bacares (2080 m), en esta misma sierra y el pico de María (2045 m), en la sierra homónima, por lo tanto, Almería consta de cuatro sierras que superan los dos mil metros de cumbre.

Sus 219 kilómetros de costa incluyen diversos accidentes geográficos, siendo los más prominentes el Golfo de Almería, el cabo de Gata, Punta Entinas y Punta Sabinar.

No se deben olvidar los islotes de Terreros y San Andrés y la isla de Alborán, importante enclave natural, pesquero y estratégico cuyo nombre se debe al pirata berberisco Al Borán, quien la utilizaba como base, y está incluida en el término municipal de Almería.

El clima subdesértico de la provincia (ver apartado siguiente) reduce los accidentes hidrográficos a las características ramblas, que surcan la provincia por doquier, especialmente en las zonas cercanas al mar.

Los riachuelos suelen perder su caudal bajo tierra antes de llegar a su desembocadura, pero llevan agua en buena parte de su curso. El río Adra es el único de la provincia cuyo curso tiene un caudal permanente a lo largo del año.

Los ríos más importantes son el Almanzora, el Andarax, el Nacimiento (afluente del anterior), el Grande de Adra, el Alias y el Aguas. Este último es el responsable del sistema cárstico de Sorbas. El norte de la provincia pertenece a la cuenca del Segura a través de la Rambla de Chirivel, tributaria del río Guadalentín.

Existen asimismo tres embalses, el del Almanzora (sede de deportes acuáticos de los XV Juegos Mediterráneos), el de Benínar, en cuyo lecho descansa el pueblo del mismo nombre, y el de Isabel II, que es uno de los más antiguos de España: se inauguró cerca de Níjar en 1850 y actualmente se encuentra colmatado y en desuso.

La característica más acusada del paisaje natural almeriense, es la de su aridez características de los espacios mediterráneos aumentada en Almería por su posicionamiento geográfico en el levante y por la disposición del relieve que impide que penetren las masas de aire húmedas del Atlántico.

La vegetación depende de muchos factores, entre los que destacan la pluviosidad —fuertemente correlacionada con la altitud— y el tipo de suelo. De esta forma, en las cumbres de Sierra Nevada y los Filabres -por encima de los 1800 m s. n. m.- la vegetación predominante es el piornal y el enebral, adaptados a las condiciones físicas de la alta montaña. Mientras, en las zonas de media montaña predomina el encinar, si bien, bastante degradado en el caso de los Filabres. El encinar también es la vegetación dominante en las zonas secas con suelos básicos, con una mayor extensión en la sierra de Gádor; en Sierra Alhamilla se encuentra uno de los encinares más extensos y mejor conservados de la provincia. Las zonas semiáridas del interior son pobladas principalmente por lentiscos, que rodean en forma de orla las principales zonas montañosas. Esta vegetación está muy degradada y con mucha frecuencia deriva a espartales. Al acercarnos a la costa y bajar la altitud aumenta el carácter árido de la vegetación. En las depresiones del Campo de Níjar y en el valle del Almanzora predominan los espinares -de azufaifos en su mayoría-, que dan al paisaje un claro carácter desértico acrecentado por la fuerte acción antrópica. En esta zona es muy reseñable la gran riqueza florística en muchos casos de carácter endémico. En el Campo de Dalías y el Andarax, con suelos similares pero no tan áridos, en los espinares predomina el arto, si bien la acción antrópica -cultivos en invernaderos- apenas deja ver restos de vegetación natural. En las sierras de cabo de Gata y Cabrera, la altitud hace que se intensifique la acción marina y se desarrolle una vegetación menos rala que en los espacios limítrofes. Por último, también son destacables las formaciones edafoxerófilas -Campo de Tabernas, donde destacan las formaciones adaptadas a los yesos- o edafohigrófilas en las zonas de las desembocaduras de los ríos.

Al igual que ocurre con la vegetación, la fauna de la provincia de Almería presenta una gran biodiversidad y riqueza. En el Cabo de Gata y Níjar destacan el zorro, el erizo moruno, el lagarto ocelado (subespecie nevadensis) y la víbora hocicuda.[11]​ En la Sierra de los Vélez son características las aves rapaces, la cogujada, la calandria y la bisbita común; también abundan las culebras y las mariposas -destaca la Parnassius por su condición de endémica-. En Sierra Nevada y en la Sierra de los Filabres son también abundantes las aves rapaces y diversos mamíferos protegidos, como la cabra montés, el gato montés o el jabalí, entre otros.

La riqueza natural del territorio queda reflejada en varios espacios naturales protegidos.

La provincia de Almería es una de las provincias de España con mayor concentración de polución por radón, principalmente en la comarca de Filabres-Tabernas.[13]

En la organización territorial de la provincia se distingue el nivel comarcal, el municipal y las entidades locales y singulares.

No existe una regionalización oficial en Almería con carácter administrativo. En las distintas políticas sectoriales se ha realizado una comarcalización ad hoc. De esta forma, existen unas comarcas judiciales (partidos judiciales), turísticas, agrícolas, sanitarias, entre otras, utilizadas para la planificación y ordenación de los equipamientos públicos. Entre ellas, la de mayor tradición histórica es la comarcalización judicial, que divide la provincia en ocho partidos judiciales, cuyas cabezas son: Almería, Berja, Huércal-Overa, El Ejido, Purchena, Roquetas de Mar, Vélez Rubio y Vera, creados tras la Ley 38/1988, de 28 de diciembre.[15][16][14]​ Cuando en 1834 se crearon los partidos judiciales la división era diferente y entonces había 10 Partidos judiciales: Almería, Berja, Canjáyar, Cuevas del Almanzora, Gérgal, Huércal-Overa, Purchena, Sorbas, Vélez Rubio y Vera.[17]​ Todavía están representados en el escudo provincial.[18]​ El único organismo oficial con prerrogativas administrativas son las mancomunidades de municipios. La provincia dispone de 8 mancomunidades que gestionan aspectos de interés mutuo como el turismo, el abastecimiento de aguas, vertederos, entre otras.

En cuanto al nivel local, la provincia se divide en 103 municipios,[19]​ organizados políticamente en torno al ayuntamiento. Los municipios pueden estar compuestos por varias entidades de población. Estos núcleos pueden instituirse como Entidad de Ámbito Territorial Inferior al Municipio (EATIM).[20]Fuente Victoria (en Fondón) está constituido como EATIM y se organiza en torno a una junta vecinal.

Las comarcas no tienen definidas ninguna competencia administrativa, a menos que se trate de la organización supramunicipal de algunos servicios básicos a la manera de mancomunidades (considerando no obstante que los límites de las mancomunidades no tienen por qué coincidir con las de las comarcas). A expensas de otras comarcalizaciones o límites comarcales, y teniendo en cuenta la no oficialidad de estas hasta que se desarrolle una legislación sobre sus competencias, la comarcalización mostrada sigue el catálogo elaborado por la Consejería de Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía,[22]​ según el cual la comarca es «un espacio geográfico con unas características naturales homogéneas, donde se producen unas relaciones sociales de inmediatez y cercanía, y que presentan unas características naturales, económicas y sociales comunes y unos mismos intereses». De acuerdo con el catálogo elaborado por la Consejería de Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía (27 de marzo de 2003), en la provincia de Almería existen siete comarcas: Valle del Almanzora, Comarca Metropolitana de Almería, Alpujarra Almeriense, Los Filabres-Tabernas, Levante Almeriense, Poniente Almeriense y la Comarca de Los Vélez.[23]

Las provincias son entidades administrativas regionales, inferiores a la comunidad autónoma, determinadas por la agrupación de municipios, con personalidad jurídica propia y plena capacidad para el cumplimiento de la garantía de los principios de solidaridad y equilibrio intermunicipales, en el marco de la política económica y social.

El Gobierno y la administración autónoma de la provincia corresponden a la Diputación Provincial de Almería.

La provincia Almería según su población ocupa el 6º lugar entre las 8 provincias de Andalucía más pobladas aportando el 8,24 % de peso sobre el total de la comunidad autónoma,[26]​ aunque en cuanto a densidad ocupa el 4º lugar con sus 80,85 hab/km2 los que contrastan con los 94,95 hab/km² de la comunidad autónoma andaluza y los 92'46 hab/km² de España. La mayor parte de esta población se concentra en la línea de costa, sobre todo en la Comarca metropolitana de Almería y el Poniente Almeriense[27]​ y las zona menos densamente poblada se sitúan en el interior de la provincia (sobre todo en Los Filabres-Tabernas y La Alpujarra Almeriense).

La provincia tiene una extensión de 8774 km2, con una población de 710.808 habitantes en 2019.[25]

     Población de derecho (1900-1991) o población residente (2001) según los censos de población del INE.[29]      Población según el padrón municipal de 2018 del INE.

Los principales municipios de la provincia en cuanto a población en 2020 son: la capital, Almería, con 201 322 habitantes, Roquetas de Mar (98 433 hab.), El Ejido (83 758 hab.), Níjar (31 666 hab.), Vícar (26 899 hab.), Adra (25 412 hab.), Huércal-Overa (19 432 hab.), Huércal de Almería (17 917 hab.), Vera (16 996 hab.), Cuevas del Almanzora (14 455 hab.), Berja (12 563 hab.) y Albox (12 083 hab.). El municipio menos poblado es el de Benitagla, con tan solo 58 habitantes.

Dentro de los municipios citados, las localidades más pobladas son:

Los principales núcleos de población se concentran en el sur y en el suroeste, especialmente en la comarca del Poniente Almeriense, tradicionalmente llamada Campo de Dalías. La provincia se organiza asimismo en otras comarcas tradicionales, además de la mencionada: Campo de Níjar, Bajo Andarax, Alpujarra, Desierto de Tabernas, Cabo de Gata, Valle del Almanzora y Marquesado de los Vélez, entre otras.


La provincia de Almería es la 32.ª de España en que existe un mayor porcentaje de habitantes concentrados en su capital (27,78 %, frente a 31,96 % del conjunto de España).

La provincia de Almería entre 1857 y 1981 había sido una provincia netamente emigradora, tanto a las zonas más industrializadas de España como de Europa. La provincia perdió casi la mitad de su peso relativo en la demografía nacional (pasado de representar el 2,04 % de la población española a tan solo el 1,07 %). Sin embargo, entre 1991 y el 2005 su población aumentó en un 31,49 %, siendo la tercera provincia de España que más creció en este periodo. Esta fuerte expansión demográfica ha seguido a un potente crecimiento económico paralelo que ha traído a la provincia a un alto contingente de inmigrantes: Almería era, según el censo INE 2005, la tercera provincia española con mayor porcentaje de extranjeros en su censo (un 15,20 %). Los colectivos foráneos más importantes eran, según este censo, el marroquí (29,87 % del total de extranjeros registrados), el rumano (el 11,63 %), el británico (el 10,59 %) y el ecuatoriano (el 9,45 %).

Hasta el año 1985 existía una conexión directa con Murcia y el arco mediterráneo desde Guadix hacia Almendricos, el llamado ferrocarril del Almanzora. Existen planes por la administración para volver a poner en funcionamiento la línea con transporte de viajeros y mercancías para facilitar el transporte de mármol de Macael con el puerto de Almería. Se prevé la llegada de la Alta Velocidad desde Murcia. En el transporte aéreo existe el Aeropuerto de Almería

Entre los diarios impresos y digitales se encuentran:

Existen más de cien emisoras de radio emitiendo en la provincia.[30]

La provincia de Almería es una de las demarcaciones andaluzas con mayor número de bienes inmuebles inscritos en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz.

Desde los mismos albores de los asentamientos humanos existen vestigios de su presencia en estas tierras así como del legado cultural y artístico ligado a todas las culturas humanas.

Algunos de los bienes arqueológicos de mayor interés histórico y artístico son:

El legado histórico-artístico de la provincia está repleto de construcciones militares representativas de las distintas culturas y civilizaciones que han poblado el sureste español.

Los elementos arquitectónicos más notables corresponden a la Edad Media. Musulmanes y cristianos dejaron su huella en toda la geografía provincial. En muchas de las ocasiones se aprovecharon las ruinas de los edificios conquistados, siendo patentes vestigios de edificios anteriores.

Entre el siglo XVI y el siglo XVIII también se levantaron algunos de los edificios más significativos de la arquitectura militar almeriense, especialmente aquellas que servían para la defensa de las costas ante los ataques de los piratas.

Algunos de estos bienes históricos son el conjunto monumental de la Alcazaba y las Murallas del Cerro de San Cristóbal en Almería, el castillo de los Fajardo en Vélez-Blanco, el castillo del Marqués de los Vélez de Cuevas del Almanzora, el de Gérgal, el de San Juan de los Terreros, la alcazaba de Tabernas, o las torres costeras de defensa de Macenas en Mojácar o Villaricos.

Destaca el santuario del Saliente en Albox, donde se sitúa la Virgen del Saliente. Es del siglo XVIII.

En la provincia de Almería se han rodado innumerables películas, series de televisión, cortometrajes, vídeos musicales y spots de televisión. Los años 60 y 70 fueron el momento cumbre de la industria del cine, sobre todo con los spaghetti westerns, destacando los del director italiano Sergio Leone.

No solo el desierto de Tabernas y el municipio de Níjar han sido escenario de películas y no solo westerns se han rodado en Almería. Muchas películas conocidas por el gran público se han filmado en otros parajes o municipios de Almería, como, por ejemplo, en el parque natural Cabo de Gata-Nijar o en las calles de la capital. Estas, concretamente, han servido para representar Mesina en Patton, Alejandría en Cleopatra o Iskenderun para Indiana Jones y la última cruzada, así como otra larga lista de películas.



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