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Pureza (concepto moral)



La pureza (del latín puritia, derivado de purus, "puro") como concepto moral, indica la cualidad interior de estar libre de culpa o pecado.[1]

La pureza suele definirse como contrapuesto a algo, impureza, contaminación, suciedad, tanto física como espiritualmente. Refiriéndose con este concepto a aspectos morales de la mente o el espíritu como contraposición al pecado, maldad o desviación moral.

La utopía, muchas veces está ensoñada con la búsqueda de una supuesta pureza original, tanto de los seres humanos como de sus culturas, pueblos y antepasados, más o menos lejanos. Aldous Huxley, en Un mundo feliz, llega hasta el sueño de la pureza infantil, concediendo a la madre una pureza virginal. Con la utopía se marca el advenimiento de la mujer idealizada, a la vez virgen y madre.[2]

Los conceptos de pureza e impureza, muestran importantes marcadores sociales, reglas y motivaciones que determinan, por ejemplo, con reglas variables según el contexto, con quién se puede comer, qué comer (tabú alimentario) o con quién casarse (castas), por lo que contribuyen notablemente al orden moral. La pureza se asocia frecuentemente a las ideas religiosas, mezcladas con lugares y estados sacros que necesitan una demarcación y protección donde fluyen la pureza y poder espiritual.[3]

En la terminología cristiana, pureza indica, en sentido general, integridad moral, honestidad, ausencia de malicia. Aplicada al campo de la castidad, expresa el dominio de los impulsos del cuerpo, con especial referencia a los deseos sensuales.[4]

Uno de los títulos que los cristianos atribuyen a María, madre de Jesús es el de Panagia, que significa "Toda pura".[5]

La "pureza del corazón" es indicada por Jesús, en el Sermón de la Montaña, como una cualidad que nos permite "ver" a Dios.[6]

Para el teólogo Raimon Panikkar, la purificación del corazón consiste en “no tener miedo ni de uno mismo ni de los demás. En esto radica la nueva inocencia.”[7]

Los conceptos morales de pureza y pureza de corazón también se encuentran en el judaísmo, islam y sufismo, así como en el budismo, taoísmo y tantrismo.

En el ámbito hinduista, Mahatma Gandhi consideraba la pureza como una condición por la que luchar, mediante un constante ejercicio de auto-purificación de pensamientos, palabras y acciones, para emanciparse del propio ego, ver a Dios cara a cara y así identificarse con todo lo que vive, para que se ame a cada criatura, incluso la más modesta, como a sí mismo.[8]

El término purificación designa un acto o ritual utilizado por diferentes religiones para eliminar un estado de impureza o producir un estado de mayor pureza al cuerpo. Estos ritos se han encontrado, desde las religiones clásicas al judaísmo y, desde el hinduismo y el cristianismo, al islamismo. Uno de los elementos más utilizado es el agua, con métodos como aspersiones, abluciones, inmersiones en ríos sagrados o baños, pero también por el fuego o aspersiones con la sangre de una víctima sacrificada.

En la antigüedad grecorromana, se realizaban ceremonias de purificación denominadas lustratio que estaban conectada con sacrificios y otros ritos religiosos como las procesiones.



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