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Rabona (personaje)



Rabona es como se conoce en Bolivia y Perú a la mujer que solía acompañar a los soldados de infantería en las marchas y campañas militares del siglo XIX. Su nombre deriva del hecho de que generalmente marchaba en la cola "rabo", de las columnas y aunque también se le conocía como cantinera, el término original era el más extendido.

Al darse el alto, las rabonas preparaban la comida y atendían a sus maridos, parejas o familiares, reparando los uniformes y realizando otras tareas de cuidado, que en esa época podían considerarse de logística. La escritora francesa Flora Tristán en su obra Peregrinaciones de una paria, que narra entre otras cosas los sucesos de la guerra civil peruana de 1835-1835, las llama las vivandières de la América del Sur, término utilizado en la Francia Napoleónica para referirse a las mujeres que acompañaban al ejército francés como cantineras o vendedoras de provisiones, aunque las características propias de las rabonas eran diferentes como refiere sorprendida la misma Flora Tristán.

El origen de la rabona se remonta al ejército realista peruano de la guerra de independencia, donde los oficiales permitían que las mujeres de los reclutas, generalmente indígenas y mestizos de la Sierra, les acompañaran en campaña incluso con sus pequeños hijos a cuestas para de esta manera evitar la desmoralización y deserción de la tropa durante los primeros meses del adiestramiento. Con el tiempo muchas de ellas terminaban formando parte integrante del batallón y no era inusual que caído su hombre en combate le prodigaran los primeros auxilios o asistieran en su agonía llegando a tomar incluso el fusil de aquel para continuar combatiendo. Los hijos nacidos o criados en campaña solían pasar el resto de su vida ligados a la milicia incorporándose como tamborileros desde la niñez o como soldados desde la adolescencia.

El general español Andrés García Camba refiere en sus memorias como durante la batalla de Umachiri el campamento realista fue atacado por un numeroso contingente de rebeldes siendo que la defensa fue obra de los pocos soldados que se encontraban y las mujeres que acompañaban al ejército quienes dirigidos por un capellán lograron rechazar el ataque.[2]​ El mismo oficial señala luego que en 1817 el virrey Pezuela trató infructuosamente de desterrar esta perniciosa costumbre de que un ejército de mujeres siguiera a las tropas en sus expediciones en el Alto Perú las cuales si bien ofrecían la conveniencia de preparar diligentes la comida de sus relacionados... aumentaban desmedidamente el consumo y eran una langosta para los pueblos, haciendas o rancherías por donde pasaban.[3]

Un caso particular se presenta en las memorias del general argentino Gregorio Aráoz de Lamadrid, donde al narrar su última incursión en el Alto Perú en 1817 refiere:

En todas las guerras externas y civiles del Perú y Bolivia del siglo XIX, la rabona fue un personaje cotidiano del medio ligado generalmente al soldado andino de infantería.

De esta manera el geógrafo e investigador británico sir Clements R. Markham referiría sobre el ejército peruano en su obra "La guerra entre el Perú y Chile" publicada en Londres en 1881:

No obstante esta descripción en ocasiones las rabonas recibían un pago de la caja del cuerpo como si formaran parte de él y eran empadronadas en listados elaborados por la inspectoría del ejército donde se consignaba su nombre y el "soldado a que pertenece". En el periódico "El Nacional" del 9 de diciembre de 1876 dice:

Aunque al iniciarse el combate eran generalmente enviadas a retaguardia para colaborar con los servicios de ambulancia, algunas llegaban a tomar parte en las acciones y por sus méritos militares eran promovidas en el mismo campo de batalla e incluso se hacían merecedoras de una pensión militar como cualquier veterano si es que resultaban heridas. Tal fue el caso de María Olinda Reyes —rabona pierolista conocida entre la tropa como Marta, quien participó en la guerra con Chile y la guerra civil de 1895, donde alcanzó el grado de capitana obteniendo perdurable fama en el ejército—, quien es recordada en una marinera: muchachos vamos a Lima que viene la montonera, con Felipe Santiago Oré y Marta la cantinera.[8]

A principios del siglo XX, la figura de la rabona fue desapareciendo paulatinamente debido a las reformas implementadas en el ejército y las variaciones en el servicio, convirtiéndose finalmente en un personaje del recuerdo.

En 2018 se estrenó el cortometraje peruano Rabonas. Las mujeres de la guerra centrado en la vida de Leonor Ordóñez.[9][10]



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