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Batalla de Umachiri



La batalla de Umachiri, o batalla de Humachiri,[20]​ fue el enfrentamiento bélico que constituyó el punto culminante de la revolución independentista del brigadier Mateo Pumacahua, la victoria realista significó el fin de la rebelión y el apresamiento y ejecución de sus principales líderes.

A mediados de 1814, el ejército monárquico estaba debilitado por su fracasada invasión de Salta y Jujuy, debiendo retirarse a Suipacha ante las guerrillas de gauchos. A esto se sumaba la capitulación de Montevideo y los fracasos recientes en Santa Cruz de la Sierra y Vallegrande. Entre tanto, el virrey José Fernando de Abascal estaba preocupado por la reconquista de Chile y había dejado a Lima sin guarnición y con sus almacenes carentes de armas.[21]​ El general Pezuela, jefe del ejército en el Alto Perú, había solicitado ocho a diez mil fusiles pero el virrey apenas pudo enviarle algún equipo y esa debilidad era conocida por sus opositores.[22]

El 3 de agosto de 1814 se había iniciado en Cuzco la revolución del hasta entonces brigadier realista Mateo Pumacahua. Pronto el gobierno provisional se hizo con el sur de Perú, poniendo de esta manera en serio peligro al virreinato.[23]​ El plan era tener otros dos amotinamientos, uno en Lima y otro en Suipacha (donde el coronel Saturnino Castro debía levantar a las tropas), y así el virreinato quedaría sin cabeza, sin embargo, fueron descubiertos antes de producirse.[24]​ En Arequipa, Pumacahua derrotó a las fuerzas realistas en la Batalla de la Apacheta y tomó prisioneros al intendente Moscoso y al mariscal de campo Francisco Picoaga, oficial destacado en las campañas en el Alto Perú.

La reacción monárquica no se hizo esperar y en septiembre el brigadier Juan Ramírez Orozco fue enviado por el general Joaquín de la Pezuela a aplastar la insurrección. Se aproximó a La Paz, ciudad que era víctima de los saqueos cometidos por turbas de cuzqueños y locales descontrolados que mataron a 70 criollos y españoles. Los rebeldes establecieron una línea defensiva en las alturas de Achocalla, pero el brigadier desalojo a los desmoralizados cusqueños de Juan Manuel Pinelo y los chaqueños del cura Ildefonso de las Muñecas el 2 de noviembre. Los sobrevivientes huyeron a Puno donde establecieron una guerrilla.[25]​ Las criollas Vicenta Juaristi de Eguino y Simona Manzaneda intentaron organizar una nueva defensa en la urbe ante las avanzadillas de Ramírez, pero les fue imposible. El 3 de noviembre los realistas entraban en La Paz, iniciándose fusilamientos, encarcelamientos, crueles vejaciones y un impuesto de 100.000 pesos que debieron pagar los vecinos.[26]​ Un historiador dice que un regimiento fusiló a 108 paceños en esos días,[27]​ sin embargo, no hay documentos que avalen tal número.[1]

El brigadier prosiguió a Arequipa, ciudad que ocupó sin dificultad el 9 de diciembre. Mientras, los rebeldes en retirada fusilaron a Moscoso y Picoaga, acusándolos de conspirar contra el gobierno revolucionario el 19 de enero de 1815.[1]​ El 10 de marzo ambas fuerzas quedaron frente a frente, encontrándose separadas por el río Ayaviri, que se encontraba crecido por las recientes lluvias y que constituía el flanco de los tres campamentos que las tropas de Pumacahua habían levantado en las laderas de las quebradas. En vísperas de la batalla, ambas fuerzas intercambiaron algunos tiros de artillería tomando posiciones de combate, pero sería Ramírez quien mediante una hábil estratagema decidiría las acciones.

El ejército rebelde estaba compuesto, en su casi totalidad, por una masa entusiasta y numerosa de campesinos indígenas movilizados por su comunidad o convocados únicamente para este combate.[28]​ Por otra parte, todas las fuentes coinciden en que los cuzqueños presentaron más de diez mil hombres en el campo de batalla.[29]​ El escritor peruano José Casimiro Ulloa en La revolución de 1814 (1879) alcanzaban los 12.000 efectivos[2][3]​ pero apenas tenían 600 fusiles.[30]​ La cifra de Ulloa se inspira del parte de la batalla escrito por Ramírez.[n 2]​ Posteriormente, en otro parte el mismo brigadier afirma haberse equivocado y habla de 30.000 indios vencidos.[31]​ Ulloa acepta tal cifra en otro de sus artículos.[9]

Andrés García Camba en 1916 eleva el número de indígenas a 20.000,[32]​ y reduce sus fusiles a 500.[5]​ En cambio, el regente de la Audiencia del Cuzco, Manuel Pardo Ribadeneira, en su Memoria (1816)[33]​ habla de 25.000 indios.[34][35]​ El número más alto procede de Luis Antonio Eguiguren (1914) con 30.000 rebeldes.[4]​ Mientras, el propio Pumacahua dice que solo eran 14.000 cuando fue interrogado después de su captura.[36]​ Según el Diario de Ramírez (1815),[37]​ el poeta Mariano Melgar declaró que eran 30.000, pero solo 800 con fusiles.[38]

Unos pocos tenían pistolas y sables, pero para la mayoría sus armas[28][38]​ eran lanzas, hondas y macanas.[39]​ Su artillería se componía de 37[5]​ a 40[4][30]​ piezas de diverso calibre y numerosa caballería,[3][4]​ quizás hasta 2.000 monturas[30]​ procedentes de los campos de Arequipa.[3][2]​ Casi todos los que tenían fusiles o manejaban la artillería eran desertores de los ejércitos realistas y los únicos con conocimientos del arte militar.[28]

La división del Ejército Real del Perú al mando de Ramírez se componía de un batallón[11]​ del regimiento 1° de Infantería de Línea del Cuzco y el batallón del General,[40][n 3]​ dos escuadrones de caballería y la artillería.[11][14]

Eran menos de 2.000 hombres,[11]​ como mucho 1.500,[29]​ la mayoría cuzqueños,[10]​ posiblemente miembros de clases o etnias enfrentadas a las involucradas en la rebelión,[11]​ fuerzas disciplinadas con años de experiencia en combate en el Alto Perú.[28]​ El primero de ellos había combatido al mando del finado mariscal Francisco Picoaga, por lo que sus oficiales y soldados se encontraban ansiosos de vengar a su antiguo jefe. Aunque ampliamente superado en número, el general Ramírez confiaba en la disciplina, preparación y táctica de sus tropas americanas.

A las 15:00 horas del 11 de marzo, el brigadier Ramírez condujo personalmente a sus soldados, con los fusiles y cartucheras sobre la nuca y el agua hasta las axilas, a través del río Llalli, pequeño pero crecido y pedregoso; a costa de seis de ellos, que perecieron ahogados, las tropas reales lograron alcanzar la otra orilla. Tomando de flanco a los rebeldes, los granaderos realistas les dispersaron mediante algunas descargas cerradas.

Mientras tanto, un grupo de 500 hombres montados asaltó el campamento realista por retaguardia; la defensa fue organizada por el capellán del ejército, quien con los soldados que habían quedado, arrieros e incluso rabonas, logró instalar un cañón en un morro, rechazando a los atacantes.

El resto del ejército real pasó el río al borde del atardecer, cayendo a degüello sobre los desorganizados rebeldes y causando una gran mortandad.

La batalla significó la destrucción del núcleo del ejército cuzqueño, dejando condenada a una rebelión[28]​ que pudo independizar al Perú diez años antes cuando finalmente sucedió.[23]​ Quedaron en el campo más de 1.000 rebeldes muertos y otros 150 prisioneros. Se capturaron 37 cañones, 43 fusiles y numerosos pertrechos.[41]​ Al día siguiente, fueron fusilados en el mismo campo de batalla el poeta y Auditor de Guerra Melgar y dos coroneles.[1]​ Pumacahua fue capturado cuando intentaba huir a Cuzco y llevado al pueblo de Sicuani. Fue ahorcado el 17 de marzo y su cabeza fue exhibida clavada en una pica cuando Ramírez entró triunfante en Cuzco el día 23. Los hermanos Angulo fueron fusilados el 29 de mayo en esa ciudad.[1]

Gracias a la capacidad del general Ramírez se restablecieron las comunicaciones entre Lima y el ejército real acantonado en Oruro, pacificándose un enorme territorio.[1]​ El general volvió para unirse a su superior, Pezuela, y tomar rumbo a Cochabamba para detener el avance de los rioplatenses, dándose otra batalla decisiva en Viluma.[42]



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