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Realismo indirecto



El realismo indirecto o representativo surge en la filosofía de la percepción y de la mente y sostiene que el mundo que vemos a nuestro alrededor es una copia perceptiva interna de otro mundo externo real generado por procesos neuronales en nuestro cerebro.[1][2]​ Se opone al realismo directo o inmediato, que sostiene que percibimos el mundo exterior directamente tal y como es. En contraste a estas dos ideas, algunas formas de idealismo afirman que no existe un mundo exterior aparte de las ideas dependientes de la mente.[3][4][5]

En términos generales, el realismo indirecto es equivalente a la visión difundida de la percepción en las ciencias naturales que establece que no podemos percibir el mundo externo como realmente es, sino que solo conocemos nuestras ideas e interpretaciones de cómo es el mundo. Similarmente al dualismo epistemológico de la alegoría de la caverna de Platón, el realismo indirecto es una teoría de tres partes: perceptor (sujeto), percepción y el objeto.

El marco dialéctico para toda la discusión se presenta como una tríada inconsistente, las cuales las tres siguientes proposiciones no pueden ser verdaderas al mismo tiempo:[6]

El origen del realismo indirecto surge con el racionalista Rene Descartes y el empirista John Locke al rechazar la afirmación de que los objetos físicos son los objetos directos de percepción.[7][8][9]​ Descartes argumentó que porque podría tener la misma experiencia perceptiva en un sueño vívido como en la vida, las apariencias perceptivas deben ser enteramente mentales e internas, más que relacionales.[9]​ El cartesiano Nicolás Malebranche sugirió que todas las maneras de conocer entrañan cierta unión entre el cognoscente y lo conocido. Esta unión unas veces se produce directamente, y otras indirectamente, que es el caso del conocimiento del mundo exterior los cuerpos y de los demás[10]​ al ser modificadas por nuestras sensaciones. Las ideas representan solo las propiedades geométricas o mecánicas de los cuerpos (tamaño, forma, movimiento), mientras que la sensación consistirá en color o alguna otra cualidad sensible. Lo último limitará la comprensión de la mente de lo primero de tal manera que para una mente diferente, con una sensación diferente, la misma idea podría representar otra a un individuo diferente.[11]

Locke clasificó las perfecciones sensoriales en dos cualidades de la siguiente manera:[12][13]

Todo esto sugiere un "velo de percepción" entre nosotros y los objetos externos. Citando a David Hume: nada está directamente presente en la mente en la percepción, excepto las apariencias perceptivas.[9]

Los racionalistas dudan de la idea de que el conocimiento solo puede provenir de los sentidos. Son conscientes de que los sentidos pueden inducir a error por ilusión y engaño. Descartes creía que podía dar un argumento para pensar que algunas experiencias perceptivas eran verídicas, al construir un argumento a priori para la fiabilidad de la percepción mediante la existencia y la perfección de Dios. Immanuel Kant usó el término Noúmeno para describir el conocimiento de un objeto sin el uso de los sentidos.[16]

En la filosofía contemporánea, el realismo indirecto ha sido defendido por Edmund Husserl y Bertrand Russell.[17]​ En sus Los problemas de la filosofía (1912), Bertrand Russell propuso que nuestra experiencia no nos dice nada acerca de la naturaleza del mundo físico sino de su estructura, porque nuestras experiencias están sistemáticamente conectadas al mundo de acuerdo con las leyes específico. Por lo tanto, es posible conocer el objeto físico que causa mis datos sensoriales visuales, aunque no es posible tener la representación. Russell pasó a aplicar el método del análisis lógico al dominio de las ciencias empíricas y de los objetos físicos y publicó los resultados ese Our Knowledge of the External World (Nuestro conocimiento del mundo exterior). De lo que se trata es de hallar la manera de definir los objetos físicos observables y teóricos como estructuras complejas de datos sensibles, de tal modo que los enunciados físicos puedan ser interpretados como abreviaturas de otros enunciados más largos en los que sólo se habla de datos sensibles. Cuando hablamos de los objetos físicos, estaríamos de lo dado en la percepción sensible. Esto no implica que los objetos físicos sean meros manojos de datos sensibles, sino únicamente que los datos sensibles proporcionan una base suficiente para la interpretación y justificación de nuestras afirmaciones físicas, que nuestro conocimiento por descripción es reducible a nuestro conocimiento directo.[18]

El realismo directo ha sido defendido por Hilary Putnam,[19]John McDowell,[20][21]Galen Strawson,[22]​ y John R. Searle.[23]

Las críticas al realismo indirecto se centran en la ausencia de pruebas para demostrar el mundo físico quedando solo como una hipótesis y la idea poco intuitiva de que las perfecciones no nos pone en contacto con el mundo físico.[24]

El problema más importante del realismo indirecto es que parece estar vinculado a la tesis de la existencia de datos sensoriales, entidades que no se encuentran su lugar en el mundo físico. Además, el realismo indirecto postularía la existencia de un "velo de percepción", una cortina que se interpone entre nuestra conciencia y el mundo, con consecuencias metafísicas, epistemológicas y semánticas inaceptables para los defensores del realismo directo.[25]​ La consecuencia epistemológica sería el escepticismo, la imposibilidad de conocer el mundo mismo. La consecuencia metafísica sería el dualismo, el retorno a la idea de que hay entidades no físicas. La consecuencia semántica sería imposible hacer referencia a la física real de algo.

Berkeley sostuvo que el idealismo era una cura para el escepticismo. El idealismo trascendental de Kant tiene como objetivo dividir la diferencia con el escéptico al distinguir los objetos fenomenales de percepción de los objetos noúmenales, que son cosas en sí mismas.[9]​ Un teórico que niega que estemos conscientes de los objetos independientes de la mente, directa o indirectamente, pero solo de los datos sensoriales interpretados como entidades mentales, es conocido como fenomenalista o idealista sobre la percepción.[26]

Verneaux, Roger, Epistemología general o crítica del conocimiento, trad. Luisa Medrano, Herder, 1999.



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