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Argumento ontológico



El argumento ontológico es un argumento filosófico deductivo a priori a favor de la existencia de Dios. Se llama ontológico, porque su prueba se basa en la definición o concepto de "lo que es" (ontos) de Dios: está en el ser o esencia de Dios existir. Muchos argumentos entran en la categoría de lo ontológico, y tienden a involucrar a los argumentos sobre el estado de ser o existir. Más específicamente, los argumentos ontológicos tienden a comenzar con una teoría a priori sobre la organización del universo. Si esa estructura organizacional es verdadera, el argumento proveerá las razones por las cuales Dios debe existir.[1]

El primer argumento ontológico en la tradición cristiana occidental fue propuesto por Anselmo de Canterbury en su obra de 1078, Proslogion. Anselmo definió a Dios como «aquel del que nada más grande [que él] puede ser pensado», y argumentó que este ser debe existir en la mente, incluso en la mente de la persona que niega la existencia de Dios. Sugirió que, si el mayor ser posible existe en la mente, también debe existir en la realidad. Si solo existe en la mente, entonces un ser aún mayor debe ser posible: uno que existe tanto en la mente como en la realidad. Por lo tanto, este ser más grande posible debe existir en la realidad. El filósofo francés del siglo XVII, René Descartes, describió un argumento similar. Descartes publicó varias variaciones de su argumento, cada una de las cuales se centraba en la idea de que la existencia de Dios es inmediatamente deducible de una idea «clara y distinta» de un ser supremamente perfecto. A principios del siglo XVIII, Gottfried Leibniz aumentó las ideas de Descartes en un intento de probar que un ser «supremamente perfecto» es un concepto coherente. Un argumento ontológico más reciente vino de Kurt Gödel, quien propuso un argumento formal para la existencia de Dios. Norman Malcolm revivió el argumento ontológico en 1960 cuando encontró un segundo argumento ontológico más fuerte en la obra de Anselmo; Alvin Plantinga desafió este argumento y propuso una alternativa, basada en la lógica modal. También se han realizado intentos para validar la prueba de Anselmo utilizando una demostración automática de teoremas. Otros argumentos han sido categorizados como ontológicos, incluyendo los argüidos por el filósofo islámico Mulla Sadra.

Desde su propuesta, pocas ideas filosóficas han generado tanto interés y discusión como el argumento ontológico. Casi todas las grandes mentes de la filosofía occidental han encontrado al argumento digno de su atención, y se han desarrollado una serie de críticas y objeciones. El primer crítico del argumento ontológico fue un contemporáneo de Anselmo, Gaunilo de Marmoutiers. Utilizó la analogía de una isla perfecta, sugiriendo que el argumento ontológico podría ser usado para probar la existencia de cualquier cosa. Esta fue la primera de muchas parodias, todas las cuales intentaron demostrar que el argumento tiene consecuencias absurdas. Luego, Tomás de Aquino rechazó el argumento sobre la base de que los seres humanos no pueden conocer la naturaleza de Dios. Posteriormente, David Hume ofreció una objeción empírica, criticando su falta de razonamiento probatorio y rechazando la idea de que cualquier cosa puede existir necesariamente. La crítica de Immanuel Kant (quien le dio dicho nombre al argumento) se basaba en lo que él veía como la falsa premisa de que la existencia es un predicado. Argumentó que «existir» no añade nada (incluyendo la perfección) a la esencia de un ser, y así un ser «supremamente perfecto» puede ser concebido para no existir. Finalmente, filósofos, incluyendo a C. D. Broad, descartaron la coherencia de un ser máximamente grande, proponiendo que algunos atributos de grandeza son incompatibles con otros, haciendo que el «ser máximamente grande» sea incoherente. Aunque la mayoría de filósofos actuales lo rechazan, ha sido y es defendido por notables filósofos y trata cuestiones importantes acerca de la ontología, metafísica y el lenguaje.[2][3]

La definición tradicional de un argumento ontológico fue dada por Immanuel Kant. Contrastó el argumento ontológico (literalmente cualquier argumento «relacionado con el ser») con los argumentos cosmológicos y fisio-teóricos. Según el punto de vista kantiano, los argumentos ontológicos son aquellos basados en un razonamiento a priori.

Graham Oppy, que en otras partes expresó la opinión de que «no ve ninguna razón urgente» para apartarse de la definición tradicional, definió los argumentos ontológicos como aquellos que comienzan con «nada más que premisas analíticas, a priori y necesarias» y concluyen que Dios existe. Oppy admitió, sin embargo, que no todas las «características tradicionales» de un argumento ontológico (analiticidad, necesidad y prioridad) se encuentran en todos los argumentos ontológicos y, en su obra de 2007, Ontological Arguments and Belief in God, la definición de un argumento ontológico solo emplearía consideraciones «enteramente internas a la cosmovisión teísta».

Oppy subclasificó los argumentos ontológicos en categorías definitorias, conceptuales (o hiperintensionales), modales, meinongianos, experimentales, merológicos, de orden superior o hegelianos, basadas en las cualidades de sus premisas. Definió estas cualidades de la siguiente manera: los argumentos definitorios invocan definiciones; los argumentos conceptuales invocan «la posesión de ciertos tipos de ideas o conceptos»; los argumentos modales consideran posibilidades; los argumentos meinongianos afirman «una distinción entre diferentes categorías de existencia»; los argumentos experimentales emplean la idea de que Dios existe únicamente para aquellos que han tenido experiencia de él; y los argumentos hegelianos son de Hegel. Posteriormente, él categorizó los merológicos como argumentos que «se basan en [...] la teoría de la relación todo-parte».

William Lane Craig criticó el estudio de Oppy como demasiado vago para una útil clasificación.[4]​ Craig señaló que un argumento puede ser clasificado como ontológico si intenta deducir la existencia de Dios, junto con otras verdades necesarias, a partir de su definición. Sugirió que los defensores de los argumentos ontológicos afirmarían que, si entendiéramos completamente el concepto de Dios, deberíamos aceptar su existencia. William L. Rowe definió los argumentos ontológicos como aquellos que parten de la definición de Dios y, usando solo principios a priori, concluyen con la existencia de Dios.

Daniel Dombrowski marcó tres etapas principales en el desarrollo del argumento: la formulación explícita inicial de Anselmo; las críticas del siglo XVIII de Kant y Hume; y la identificación de un segundo argumento ontológico en el Proslogion de Anselmo por los filósofos del siglo XX. Si bien a menudo se ha acreditado a Anselmo como el primero en entender a Dios como el máximo ser posible, esta percepción fue ampliamente descrita entre los filósofos griegos antiguos y los primeros escritores cristianos.[5][6]

El argumento ontológico pudo haber tenido sus raíces en las obras de filósofos griegos como Platón y los neoplatónicos o en la teología estoica, ya que los estoicos fueron los primeros en usar el concepto de máxima perfección. Algunos de sus precursores aparecen en el segundo libro de De Natura Deorum de Cicerón, donde declaró que el universo es máxima perfección. Y, consistentemente, los estoicos usaron el término "Dios" para referirse al universo.[7]

La opinión dominante es que el argumento ontológico fue expresado y desarrollado claramente primero por Anselmo de Canterbury. Algunos estudiosos argumentaron que el filósofo islámico Avicena (Ibn Sina) desarrolló un tipo especial de argumento ontológico antes de Anselmo, pero otros estudiosos han dudado de esta posición. Anselmo estaba influido por Agustín de Hipona y Boecio cuando tomó como idea universal de Dios de «aquello mayor que lo cual nada puede ser concebido».[8][9]

En la sección de metafísica de El libro de la curación de Avicena (980–1037), que ha venido a conocerse como el argumento de la contingencia y de la necesidad (Imakan wa Wujub). Este fue el primer intento de emplear un método apriorístico para demostrar, con el mero empleo de la intuición y de la razón, la existencia de Dios. Aunque aún el argumento se discute si debe ser clasificado como ontológico o cosmológico (mediante observaciones a posteriori). Algunos lo clasifican como ambos.

En dicha sección, Avicena inicia un profundo análisis de la cuestión del ser, en el que distingue entre la esencia (mahiat) y la existencia (wujud). Propone que el hecho de la existencia no puede ser inferido de (o ser tenido en cuenta por) la esencia de las cosas existentes, y que la forma y la materia no pueden, por sí mismas, interactuar y originar el movimiento del universo o la progresiva renovación de las cosas existentes. Por el contrario, la existencia ha de deberse a alguna Causa o Agente que hace necesaria, imparte, confiere y añade la existencia a la esencia. Para poder hacer esto, la Causa debe ser algo existente y coexistir con sus efectos. Dicha causa va a ser identificada con Dios en la segunda parte del argumento.

De acuerdo con Avicena, el universo consiste en una sucesión de seres contingentes, y cada uno es responsable de la existencia del resto de seres por debajo de él. Dado que rechaza la infinitud de dicha concatenación, afirma que dicha sucesión ha de tener un principio, en el que sitúa a un único ser cuya esencia es su propia existencia, y que por tanto es autosuficiente y no necesita de ningún otro ser anterior que le confiera existencia. Dado que tal ser, al que llama Dios, no es contingente, sino necesario y eterno por sí mismo, satisface la condición de ser la causa necesaria de toda la concatenación de entidades.

El argumento podría formularse de la siguiente manera:

El teólogo y filósofo Anselmo de Canterbury (1033-1109) propuso un argumento ontológico en el segundo y tercer capítulos de su Proslogion.[10]​ El argumento de Anselmo no fue presentado para probar la existencia de Dios; más bien, Proslogion fue una obra de meditación en la que documentó cómo la idea de Dios se hizo evidente para él.[11]​ La prueba de Anselmo está basada en el realismo platónico, en donde la idea universal de Dios se haya su existencia.[12]

En el capítulo 2 del Proslogion, Anselmo definió a Dios como un «ser tal, que nada mayor puede ser concebido». Sugirió que incluso «el necio» puede entender este concepto, y este entendimiento mismo significa que el ser debe existir en la mente. El concepto debe existir solo en nuestra mente, o en nuestra mente y en la realidad. Si tal ser existe solo en nuestra mente, entonces un ser mayor (que exista en la mente y en la realidad) puede ser concebido (este argumento es generalmente considerado como una reductio ad absurdum, porque se demuestra que la opinión del necio es inconsistente). Por lo tanto, si podemos concebir un ser del que nada más grande puede ser concebido, debe existir en la realidad. Por lo tanto, un ser tal que no podía concebirse algo mayor (que Anselmo definió como Dios) debe existir en la realidad.

El argumento de Anselmo en el capítulo 2 puede resumirse como sigue:[14]

En el capítulo 3, Anselmo presentó otro argumento en la misma línea:[14]

Esto contiene la noción de un ser que no puede concebirse para no existir. Argumentó que si algo puede concebirse para no existir, entonces algo más grande puede ser concebido. En consecuencia, un ser del que nada mayor puede ser concebido no puede ser concebido para no existir y, por lo tanto, debe existir. Esto puede leerse como una reafirmación del argumento en el capítulo 2, aunque Norman Malcolm sostuvo que era un argumento diferente y más fuerte.[15]

La prueba anselmiana sobre la existencia de Dios fue bastante defendida por gran parte de los filósofos de la escolástica. Entre sus defensores estaban: Alberto Magno, Alejandro de Hales, Enrique de Gante y entre otros, las formulaciones más destacadas son las de Buenaventura de Fidanza y la de Duns Escoto.[16]

Juan de Fidanza (San Buenaventura) leyó el Proslogio de Anselmo a través de la visión aristotélica. Se basó en el principio de identidad al afirmar que la expresión “Dios existe” es sinónima de “Dios es Dios” y no se puede dudar de la verdad de esta proposición.[17][18]

La proposición “Dios existe” es comparable con la proposición “lo mejor es mejor”. Estas proposiciones tautológicas son tan evidentes, que nunca podrían ser falsas. Como Dios se identifica con su existencia, por lo tanto, Dios existe.[18]

Duns Escoto retomó el argumento de San Anselmo en las Cuestiones sobre las Sentencias (Opus oxoniense) en donde, según él, “reforzó” el razonamiento al poner de relieve la importancia de la pensabilidad del concepto de Dios, es decir, su posibilidad. Si el concepto de algo es contradictorio, no es pensable. Pero el concepto de Dios es pensable, ya que hasta el ateo, quien niega que Dios existe en la realidad, lo acoge en su entendimiento.

La doctrina de la univocidad del ser de Escoto implica la negación de toda distinción real entre esencia y existencia. Tomás de Aquino había argumentado que en todo ser finito (es decir, todos excepto Dios) la esencia de una cosa es distinta de su existencia. Escoto rechazó la distinción y argumentó que no podemos concebir qué es ser algo sin concebirlo como existente. No debemos hacer ninguna distinción entre si una cosa existe (si est) y qué es (quid est), porque nunca sabemos si algo existe, a menos que tengamos algún concepto de lo que sabemos que existe.

Por lo tanto, si el concepto de Dios es pensable y no contradictorio, es posible. Escoto dice que podemos llegar a un concepto relativamente simple de Dios, el concepto de "ser infinito". Pero en el caso de Dios, la posibilidad de su existencia implica la necesidad de su existencia, porque Dios es infinito. Este concepto puede parecer tan compuesto como "el bien más elevado" o la "primera causa", un ser que es infinito (ilimitado) como su forma intrínseca de existir. Por lo tanto, si es posible que exista, Dios existe necesariamente.[19][20]

Aunque Escoto utilizó el argumento anselmiano, no lo aceptó como una prueba definitiva para la existencia de Dios, ya que los únicos argumentos demostrativos son a posteriori.[21]

El argumento de San Anselmo ha sido discutido durante la Edad Moderna por las corrientes filosóficas modernas del racionalismo y el empirismo. En el racionalismo, el argumento fue acogido en un ambiente favorable para su desarrollo, debido a la habitual construcción de sistemas filosóficos mediante solo la razón (a priori). En el empirismo, no se le ha considerado como un argumento sólido a causa de que admite la existencia de algo sin ser verificable mediante la experiencia.

René Descartes (1596-1650) compuso una serie de argumentos ontológicos, que difieren de la formulación de Anselmo. En términos generales, son argumentos menos formales que la intuición natural. Escribió en su Quinta Meditación:

Descartes argumentó que la existencia de Dios puede deducirse de su naturaleza, del mismo modo que las ideas geométricas pueden deducirse de la naturaleza de las figuras (utilizó la deducción de los tamaños de los ángulos en un triángulo como ejemplo). Sugirió que el concepto de Dios es el de un ser supremamente perfecto, que posee todas las perfecciones. Parece haber asumido que la existencia es un predicado de una perfección. Así, si la noción de Dios no incluía la existencia, no sería supremamente perfecta, ya que carecería de una perfección. En consecuencia, la noción de un Dios supremamente perfecto que no existe, Descartes argumenta, es ininteligible. Por lo tanto, según su naturaleza, Dios debe existir. Podría expresarse dos versiones de los argumentos ontológicos de Descartes:[23]

En la filosofía cartesiana de Nicolás Malebranche, Dios desempeña un papel exclusivo, no sólo el creador, de todo lo existente, sino el que lleva implícito en sí todo lo existente. Dios es la única causa de todos los cambios (ocasionalismo). El conocimiento humano estriba en la contemplación de las ideas de cuanto existe, y la fuente de estas ideas es Dios (ontologismo). Todas las maneras de conocer entrañan cierta unión entre el cognoscente y lo conocido. Esta unión unas veces se produce directamente, y otras indirectamente. Cuando el objeto está dentro del alma, la unión cognoscitiva es directa. No se conoce por otro, sino por sí mismo, que es lo que ocurre con Dios.[24][25]

Parece que Malebranche defendió un argumento ontológico. Malebranche sostiene que si conocemos a Dios, entonces Dios existe, ya que el Ser infinito no puede ser conocido a través de una idea sino sólo en sí mismo. Al saber su existencia, la infinitud es el atributo esencial de la divinidad, pues Dios no es sino la expresión del ser infinitamente perfecto. De ahí se determina sus demás atributos.[16]

La proposición 11 de la primera parte de la Ética de Baruch Spinoza pretende probar la existencia de Dios, afirmando que: «Dios, o, en otras palabras, aquella sustancia constituida por un número infinito de atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita, existe necesariamente».[26]​ El argumento ontológico de Spinoza se considera como parte de los argumentos mereológicos.[1]

Para demostrar esta proposición, Spinoza ofrece tres pruebas:

El argumento ontológico de Spinoza difiere de los argumentos ofrecidos por Anselmo y Descartes porque Spinoza no deduce la existencia de Dios de la afirmación de que nuestra idea de Dios involucra la existencia y no asume que la existencia es una perfección.[27]

Vendría a afirmar que: «Lo que carece de razón o causa que impida su existencia necesariamente existe. No hay razón o causa alguna capaz de impedir la existencia de Dios, luego Dios existe».

Nosotros existimos y somos seres finitos. Por tanto, si Dios, siendo infinito, no existiera, los seres finitos serían más poderosos que Él, infinito, lo que es absurdo.

Gottfried Wilhelm Leibniz sostuvo que el concepto de Dios es posible[4]​ y escribió decenas de formulaciones distintas del argumento en sus obras y cartas. Algunos son variaciones de las versiones de Anselmo y Descartes, otras son argumentos a priori, y otras son de dudosa clasificación pero cumple con los requisitos. En su Monadología escribió:

(44) “Pues si alguna realidad hay en las Esencias o posibilidades o bien en las verdades eternas, es preciso que dicha realidad esté fundada en algo existente y Actual, y, por consiguiente, en la Existencia del Ser necesario, en el cual la Esencia encierra la Existencia, o en el cual ser posible basta para ser Actual.

El texto habitualmente se considera una formulación del argumento ontológico; sin embargo, dado su carácter sintético, podría ser interpretado ya como ontológico, ya como modal. Ambos pueden expresarse con la sentencia: “basta que sea posible para que exista”.[29]Leibniz vio un problema con el argumento ontológico de Descartes: que Descartes no había afirmado la coherencia de un ser «supremamente perfecto». Propuso que, a menos que se pudiera demostrar la coherencia de un ser supremamente perfecto, el argumento ontológico falla.

«No podemos inferir con seguridad de las definiciones hasta que sepamos que son reales o que no implican ninguna contradicción. La razón de esto es que a partir de conceptos que implican una contradicción, se pueden sacar conclusiones contradictorias simultáneamente, y esto es absurdo.»[30]

Él dio su propia contribución al argumento ontológico al proporcionar una prueba de que Dios es posible. La prueba de Leibniz para demostrar que Dios es posible es mostrar que el concepto de Dios es consistente (que no es contradictoria). Leibniz veía la perfección como imposible de analizar; por lo tanto, sería imposible demostrar que todas las perfecciones son incompatibles.

«Llamo a cada cualidad simple que es positiva y absoluta, o expresa lo que expresa sin límites, una perfección. Pero una cualidad de este tipo, porque es simple, es, por lo tanto, irresoluble o indefinible, ya que de lo contrario no será una cualidad simple sino un agregado de muchas, o si es una, estará circunscrita por límites y así será conocido a través de negaciones de un progreso adicional contrario a la hipótesis, ya que se asumió una calidad puramente positiva. A partir de estas consideraciones, no es difícil mostrar que todas las perfecciones son compatibles entre sí o pueden existir en el mismo sujeto.»[31]

Afirma que el argumento anterior demuestra todas las perfecciones pueden existir juntas en una sola entidad, y por consiguiente, que es posible que exista un ser perfecto. Dado que la existencia necesaria es, según Leibniz, una perfección, el argumento de Descartes es todavía válido.[32]​ Leibniz cambió la definición de Dios como «ser perfecto» a la de «ser necesario», en donde si Dios no existiese o no es posible, nada existiría o ningún ser sería posible. Frente a este argumento, filósofos como Rescher, Iwanicki, Blumenfeld, Lomaski, Dumoncel y Auletta piensan que este argumento presenta una nueva formulación distinta del argumento ontológico, que se denomina "argumento modal".[33]

Mulla Sadra (c. 1571/2-1640) fue un filósofo islámico iraní chiita que fue influenciado por filósofos musulmanes anteriores como Avicena y Suhrawardi, así como el metafísico sufí Ibn Arabi. Sadra discutió los argumentos de Avicena para la existencia de Dios, afirmando que no eran a priori. Él rechazó el argumento sobre la base de que la existencia precede a la esencia, o que la existencia de los seres humanos es más fundamental que su esencia.[34][35]

Sadra presentó un nuevo argumento, conocido como Argumento Seddiqin o Argumento de los Justos. El argumento intenta probar la existencia de Dios a través de la realidad de la existencia, y concluir con la necesidad pre-eterna de Dios.En este argumento, una cosa se demuestra a través de sí misma, y un camino es idéntica a la meta. En otros argumentos, la verdad se alcanza desde una fuente externa, tal como desde lo posible a lo necesario, desde el originado al origen eterno, o desde el movimiento al motor inmóvil. En el argumento de los justos, no hay término medio que no sea la verdad.[36]​ Su versión del argumento ontológico puede resumirse de la siguiente manera:[35]

Mulla Sadra describe este argumento en su obra principal Al-asfar Al-arba'a (Cuatro viajes) de la siguiente manera:[37]

El idealismo alemán representó la vuelta a la metafísica después de la crítica de Kant a esta. Ahora, esta no se refiere a la cosa en sí misma, pues implicaría un retroceso hacia el dogmatismo, sino sobre las representaciones mentales, al punto tal de identificar el pensamiento con la realidad. Los filósofos más importantes de este período son Fichte, Schelling y Hegel. Los tres han desarrollado un sistema filosófico muy similar, comúnmente llamado “panteísmo idealista” construido totalmente a priori.[16]

Georg Wilhelm Friedrich Hegel consideraba, no obstante, que entender la existencia como la posición del concepto ya exhaustivamente determinado no implica una verdadera superación de la particular noción de ser que está a la base del argumento ontológico en su formulación clásica. Sobre dicha noción se constituyen para Hegel una concepción de la realidad y una concepción de lo Absoluto, una ontología y una teología, que le son correlativas.[38]

En su Ciencia de la lógica sostiene que en las cosas finitas su esencia se distingue claramente de su existencia. Por ello, estas pueden pensarse como existentes o como no existentes ya que, de hecho, pueden existir o no existir.

“Pero con respecto a Dios, el pensamiento y la existencia, el ser y la noción son idénticos; y es precisamente aquella unidad de la noción y del ser por la cual Dios está constituido (…) Esta observación vulgar de la crítica kantiana de que el pensamiento y el ser son dos cosas distintas podrá turbar el espíritu, pero no conseguirá detener el movimiento por el que el espíritu va del pensamiento de Dios a la afirmación de su existencia” [39]

De esta manera, Hegel se basa en que el pensamiento y realidad son idénticos, característica de su idealismo extremo. Por esta razón, la prueba cambia radicalmente de sentido ya que no pretende probar que lo que existe en el pensamiento existe también en la realidad como si pensamiento y realidad fueran dos planos diferentes. Según Hegel "lo racional es real". Entonces, si la existencia de Dios es necesaria en el pensamiento también lo es en la realidad.[40]

Los argumentos mereológicos son argumentos ontológicos que se basan en los recursos de la mereología, es decir, la teoría de la relación partes con el todo.[41]

Una instancia de argumentos de este tipo es la siguiente:

Estos son los argumentos que dependen de las teorías sobre los objetos de Alexius Meinong, basándose en la cuantificación sobre (o referencia a) objetos inexistentes. Una forma de representarlo sería así:[42]

Los meinongianos supondrían que si B se ejemplifica con cualquier propiedad, entonces el resultado es verdadero (y muy probablemente, necesario, analítico y a priori). Por ejemplo, el cuadrado redondo es redondo; el rey calvo de Francia es calvo. Este es el principio de caracterización, que postula que cualquier objeto tiene esas propiedades que se caracteriza por tener ("El AB es A y B, respectivamente").[1]​ Lo único que se ha hecho es cambiar A por Ser Perfecto y B por existente.

Sin embargo, los meinongianos más sofisticados insistirán en que debe haber alguna restricción en las instancias de sustitución para B, para permitir a uno extraer la obvia e importante distinción ontológica entre los dos grupos siguientes: {el Sol, la Torre Eiffel, etc} y {Santa Claus, Mickey Mouse, el cuadrado redondo, etc}.

La elección del vocabulario aquí es controvertido: se supones que las cosas anteriores existen y las últimas no. Bajo esta suposición, 'existente' no será una instancia de sustitución adecuada para B, ya que aún no se puede incluir a Dios en el primer grupo de objetos con seguridad. Los expertos reconocerán que el punto crucial es que los argumentos ontológicos meinongianos no respetan la distinción entre propiedades nucleares (propiedades que caracterizan la naturaleza de un objeto presentado) y no nucleares (no asumibles, propiedades que no son constitutivas ni una parte consecutiva de su naturaleza).

Se debe tener en cuenta que ni Meinong, ni ninguno de sus partidarios modernos bien conocidos como Terence Parsons o Richard Sylvan respaldan el argumento ontológico meinongiano, y también deben señalarse que la mayoría motiva la distinción entre propiedades nucleares y no nucleares en parte por la necesidad de evitar argumentos ontológicos meinongianos.[43]

La lógica modal se ocupa de la lógica de la posibilidad, así como de la necesidad. Paul Oppenheimer y Edward N. Zalta señalan que "muchos autores recientes han interpretado este argumento como modal". En la frase "aquello de lo que ninguno más grande puede ser concebido", la palabra "puede" podría interpretarse como una posibilidad metafísica. Sin embargo, los autores escriben que "la lógica del argumento ontológico en sí no incluye inferencias basadas en esta modalidad".[44]

No obstante, ha habido versiones lógicas más actuales y modales del argumento ontológico que intentan evitar la parte del argumento de Anselmo que trata la existencia como un predicado.[45]

El matemático Kurt Gödel proporcionó un argumento formal para la existencia de Dios. El argumento fue construido por él, pero no publicado hasta mucho después de su muerte. Proporcionó un argumento lógicamente válido basado en la lógica modal; utilizó la concepción de las propiedades, concluyendo finalmente con la existencia de Dios.

Definición 1: x es como Dios si y sólo si x tiene como propiedades esenciales aquellas y solo aquellas propiedades que son positivas.

Definición 2: A es una esencia de x si y solo si para cada propiedad B, x tiene B necesariamente si y solo si A implica B.

Definición 3: x necesariamente existe si y solo si cada esencia de x es necesariamente ejemplificada.

Axioma 1: Si una propiedad es positiva, entonces su negación no es positiva.

Axioma 2: Cualquier propiedad implicada por, es decir, estrictamente implícita por una propiedad positiva es positiva.

Axioma 3: La propiedad de ser semejante a Dios es positiva.

Axioma 4: Si una propiedad es positiva, entonces es necesariamente positiva.

Axioma 5: La existencia necesaria es positiva.

Axioma 6: Para cualquier propiedad P, si P es positivo, entonces necesariamente P es positivo.

Teorema 1: Si una propiedad es positiva, entonces es consistente, es decir, posiblemente ejemplificada.

Corolario 1: La propiedad de ser semejante a Dios es consistente.

Teorema 2: Si algo es semejante a Dios, entonces la propiedad de ser semejante a Dios es una esencia de esa cosa.

Teorema 3: Necesariamente, la propiedad de ser semejante a Dios se ejemplifica.

Gödel definió ser «semejante a Dios» como teniendo cada característica positiva. Dejó el término «positivo» indefinido. Gödel propuso que se entienda en un sentido estético y moral, o alternativamente como lo opuesto a la privación (la ausencia de cualidades necesarias en el universo). Advirtió contra la interpretación de «positivo» como moral o estéticamente «bueno» (la más grande ventaja y la menor desventaja), ya que esto incluye características negativas. En su lugar, sugirió que el «positivo» debe interpretarse como perfecto, o «puramente bueno», sin características negativas.

Los teoremas de Gödel se enumeran a partir de los axiomas, por lo que la mayoría de las críticas de la teoría se centran en los axiomas o las suposiciones hechas. Oppy argumentó que Gödel no da una definición de «propiedades positivas». Sugirió que si estas propiedades positivas forman un conjunto, no hay razón para creer que existe tal conjunto que sea teológicamente interesante, o que haya solo un conjunto de propiedades positivas que sea teológicamente interesante.

Charles Hartshorne y Norman Malcolm son los principales responsables de la introducción de versiones modales del argumento en el debate contemporáneo. Ambos afirmaron que Anselmo tenía dos versiones del argumento ontológico, el segundo de los cuales era una versión lógica modal.[48]​ La versión del argumento ontológico modal de Hartshorne se basa en la proposición “La existencia de Dios es necesaria o imposible”, ya que la posibilidad o la contingencia no pueden aplicarse a Dios. Esta versión del argumento fue formalizada por O´Hear con un modus tollendo tollens:[16]

Esta versión está representada por Malcolm de la siguiente manera:[49]

Malcolm ahora agrega dos premisas adicionales para completar la forma de argumento ontológico que encuentra en el capítulo 3 del Proslogion de San Anselmo:

Refiriéndose a los dos argumentos ontológicos propuestos por Anselmo en los capítulos 2 y 3 de su Proslogion, Malcolm apoyó la crítica de Kant al argumento de Anselm en el capítulo 2: que la existencia no puede ser la perfección de algo. Sin embargo, identificó lo que él ve como el segundo argumento ontológico en el Capítulo 3 que no es susceptible a tal crítica. Al rechazar la idea de que la existencia en sí misma es una perfección, Malcolm argumentó que la existencia necesaria es una perfección. Malcolm apoyó la definición que Dios es "un ser del que nada más grande puede ser imaginado" y sugirió que hace de la proposición de la existencia de Dios una afirmación lógicamente necesariamente verdadera (como "un cuadrado tiene cuatro lados" es lógicamente necesariamente cierto).[50]

El filósofo cristiano Alvin Plantinga defendió el esencialismo en su trabajo The Nature of Necessity, donde da un estudio completo al concepto de necesidad. En él dedica varios capítulos defendiendo que llama la necesidad de re (de una cosa), la idea que los objetos puedan tener propiedades modales como atributos esenciales. Para ello, Plantinga usó la noción de mundos posibles, realidades abstractas conceptuales inmensamente complejas que definen "cómo prodrían haber sido las cosas".[52]​ Plantinga criticó los argumentos de Malcolm y Hartshorne, y ofreció una alternativa.[53]​ Sostuvo que, si Malcolm demuestra la existencia necesaria del ser más grande posible, se deduce que hay un ser que existe en todos los mundos cuya grandeza en algunos mundos no es superada. Argumenta, no demuestra que ese ser tenga una grandeza insuperable en este mundo.

En un intento de resolver este problema, Plantinga diferenció entre "grandeza" y "excelencia". La excelencia de un ser en un mundo posible depende solo de sus propiedades en ese mundo; la grandeza de un ser depende de sus propiedades en todos los mundos. Por lo tanto, el ser más grande posible debe tener excelencia máxima en cada mundo posible. Plantinga luego reformuló el argumento de Malcolm, usando el concepto de "grandeza máxima".

Una versión de su argumento es la siguiente:[1]

Según el apologista William Lane Craig, considera que este argumento tiene más posibilidades de ser convincente que sus predecesores.[4][55]​ Craig caracteriza el argumento de Plantinga de una manera ligeramente diferente:[56]

Plantinga admite que cualquiera que haya comprendido el argumento podría rechazarlo si duda de la primera premisa, permaneciendo agnóstico o incluso aceptar la posibilidad de inexistencia de un gran ser máximo. Aun así, Alvin cree que no es irracional aceptar la primera premisa. Por ejemplo, tomando el argumento:[51]

por lo tanto,

Sin embargo, Plantiga argumentó que aunque la primera premisa no está establecida racionalmente, no es contraria a la razón:

Plantiga cree que el argumento ontológico provee una buena base para la existencia de Dios.[56]​ No obstante, Richard M. Gale afirma que muchos ateos rechazarían que hay un mundo posible donde exista necesariamente un ser máximo y que al basarse en el axioma S5 sería una petición de principio.[57]

Un enfoque para apoyar la premisa de posibilidad en la versión del argumento de Plantinga fue intentado por Alexander R. Pruss. Comenzó con el aforismo del filósofo indio Sankara de los siglos VIII y IX d.C. de que si algo es imposible, no podemos tener una percepción de que es el caso. De esto se sigue que si tenemos una percepción de p, entonces aunque no sea el caso de p exista, al menos es posible que p. Si los místicos de hecho perciben la existencia de un ser máximo máximo, se deduce que la existencia de un ser máximo es al menos posible.[58]​ Gale y Pruss formularon además conjuntamente un versión modal del argumento cosmológico.[57]​ Otra defensa es demostrar que Dios es un ser necesario comparándolo con objetos abstractos como números, figuras geométricas o proposiciones.[59][60]​ Por ejemplo, el número 2 no puede no existir, así que necesariamente tiene que existir en todos los mundos posibles.[61]

Carl Robert Kordig presentó un argumento deóntico-ontológico basado en la lógica deóntica (de las ideas normativas).[62]​ Lo que es deontológicamente perfecto deberiá existir y según Kordig, Dios es el ser más perfecto, y por consiguiente, debería de existir. Pero Kordig argumenta que lo que debería existir, puede existir, derivado de la ética deontológica de Immanuel Kant "deber implica poder".

Por modus ponens se demuestra que Dios es posible, y como Dios al no ser contingente, solo puede existir necesariamente, y por modus ponens se concluye su existencia.[63][64]​ Críticos como Michael Martin y Patrick Grim usaron este argumento para demostrar la existencia de la "isla más perfecta" y el "super ser más malvado".[63]​ Grim y Oppy argumentan que esta formulación falla ya que un ser deontológicamente perfecto no posee existencia necesaria, lo cual el argumento modal requiere.[64]

Los autores Paul Oppenheimer y Edward Zalta en 2011 investigaron el argumento ontológico computacionalmente. Utilizaron un motor de razonamiento automático de teoremas automatizado, Prover9, para validar la tesis ontológica de Anselmo. Las premisas y la conclusión del argumento se representan en la sintaxis entendida por el Prover9. Usando la lógica de las descripciones definidas, los autores desarrollaron una representación válida del argumento que requería tres premisas no lógicas. Sin embargo, descubrió un argumento válido más simple para la existencia de Dios desde una única premisa no lógica.[65]

Los investigadores Christoph Benzmülle y Bruno Woltzenlogel publicaron en 2013 un artículo donde prueban el argumento ontológico sobre la existencia de Dios del matemático Kurt Gödel con una demostración con los motores de razonamiento automático de teoremas LEO-II y Satallax.[66]​ Sin embargo “el artículo no pretende haber demostrado la existencia de Dios ni nada parecido”, aclara Joan Bagaria, profesor de Lógica y Filosofía de la ciencia de la Universidad de Barcelona. “Consiste en una formalización y verificación del argumento ontológico dado por Gödel, y la gracia del asunto es que esto se ha conseguido usando sistemas computacionales”. El matemático Jorge López Abad, del ICMAT, coincide:[67]

Una de las primeras refutaciones del argumento de Anselmo fue planteada por uno de sus contemporáneos, Gaunilo de Marmoutiers, quien invitó a sus lectores a concebir la mayor y más perfecta isla. Dicha isla, según Gaunilo, es muy probable que no exista. Sin embargo, de acuerdo con el argumento de Anselmo, en tal caso no estaríamos concibiendo la mayor y más perfecta isla concebible, ya que la mayor isla existiría en la realidad, y además debería tener todos los demás atributos de perfección y grandeza que se puedan concebir. Aun así, el Universo insiste en no albergar tal isla. Y aunque, según Gaunilo, este argumento pueda parecer absurdo y contrario a la realidad, no lo es más que el de Anselmo.

Este argumento se engloba en las llamadas objeciones por saturación: no pretenden mostrar dónde o cómo falla el argumento, sino que simplemente razonan que si se acepta como válida la forma de razonar del argumento ontológico, entonces se habrán de aceptar las conclusiones de todos aquellos razonamientos que siendo formalmente análogos a aquel llevan a conclusiones absurdas e incluso contrarias a la más directa experiencia; tales argumentos, en efecto, saturarían al universo con un número indefinidamente grande de islas perfectas necesariamente existentes, lagartijas perfectas, lapiceros perfectos, etcétera. Además, el contraarguumento de Gaunilo viene a señalar la que se ha visto como principal debilidad del argumento ontológico, el que algo sea más perfecto existiendo que no existiendo, lo cual se ha señalado como escurridizo y carente de sentido, ya que supone comparar algo que existe con algo que no es.

Tomás de Aquino, en su Summa Theologica, acepta que Dios es a lo que se denomina como el fundamento de lo que es, luego la proposición "Dios existe" es necesariamente verdadera, porque en ella el sujeto y el predicado son lo mismo (como se lee en el Éxodo, capítulo 3, versículo 14, Dios le dice a Moisés: "Yo soy el que soy".​ Esto es a lo que el filósofo Brian Davies llama "el argumento de la existencia".[68]

No obstante, se opuso al argumento de Anselmo. Sugirió que las personas no pueden conocer la naturaleza de Dios y, por lo tanto, no pueden concebir a Dios de la manera que Anselmo propuso.

La prueba de Anselmo parte de que Dios es concebible. Santo Tomás razonó que Dios es evidente en sí (quoad se), pero no para nosotros (quoad nos). Solo se puede conocer a Dios mediante su esencia, y como solo Dios puede conocer completamente su esencia, solo Él podría usar el argumento.[69]​ Hasta el mismo Albert Einstein explica esta situación sobre la incomprensión de los atributos de Dios:[70]

Según Tomás, se deduce que la existencia de Dios, aun cuando en sí misma no se nos presenta como evidente (a priori), es demostrable por los efectos (a posteriori) con que nos encontramos. Tomás concluye que aun si la palabra Dios se entiende como el ser más perfecto, no se sigue que este se dé en la realidad, sino tan solo en la comprensión del entendimiento. Tampoco se puede deducir que exista en la realidad sin que se presuponga que en la realidad exista tal ser. Su rechazo del argumento ontológico causó que otros teólogos católicos también rechazaran el argumento.[72]​ No obstante, la posición de Tomás ha sido vista como contradictoria porque si el argumento ontológico se rechaza, partiendo de la idea de Dios como un ser posible no se podría concluir que es un ser necesario, cosa que afirma desde su tercera vía, volviendo absurdo la identificación de la esencia de Dios con su existencia. Leibniz sostendrá la armonía del argumento ontológico con la tercera vía.[73]

Guillermo de Ockham rechazó tanto la prueba ontológica de Anselmo y la cosmológica de Aquino, cada una con sus versiones diferentes. Ockham cree que cada uno se reduce a un argumento acerca de la imposibilidad de una regresión infinita. Es decir, si la inexistencia de Dios implica una regresión infinita, entonces se aceptaría la conclusión de su existencia. Sin embargo, Ockham niega que la inexistencia de Dios implica algo así según la distinción aristotélica entre infinito extensivo e intensivo:

La respuesta de Ockham al argumento es que no prueba que haya una sola entidad más grande. Ockham adopta la doctrina medieval Gran Cadena del Ser, en la que la naturaleza puede clasificarse en una jerarquía de seres en la que implica que la grandeza es una cualidad objetivamente existente. Teniendo en cuenta la Gran Cadena del Ser si Dios y los ángeles no existen, los seres humanos serían las entidades más grandes, y si hubiera un solo mejor ente entre los seres humanos, él o ella sería un "dios".[74]

Uno de los primeros filósofos modernos en criticar el argumento ontológico es el fundador del empirismo, John Locke. Luego de refutar la teoría de las ideas innatas de Descartes en su Ensayo sobre el entendimiento humano, donde afirma que todas las ideas derivan de la experiencia. Locke considera que:[75]

En un opúsculo posterior, Locke analiza la versión cartesiana del argumento, centrándose en la idea de existencia necesaria. Esta idea, según Locke, favorece tanto a quien quiera probar la existencia de un Dios inmaterial y creador (que llama el Dios teísta) como a la de una materia primigenia y sin conocimiento (que llama la materia de los ateos), ya que si se puede agregar la idea de existencia necesaria a Dios, también se la puede agregar a la materia de los ateos.[16]

Hacia el final del opúsculo, Locke concluye que no se puede pasar del plano de las ideas al de la existencia en una argumentación que pretenda ser válida:[76]

Uno de los principales ataques contra el argumento ontológico es su apriorismo: al contrario de, por ejemplo, las cinco vías de Santo Tomás, el argumento ontológico parte de la existencia de Dios a priori para demostrarla. El filósofo escocés David Hume produjo, en ese sentido, una refutación del argumento bajo un empirismo extremo de Locke, en virtud de la cual trataba de demostrar que nada puede probarse como existente a partir de un argumento racional a priori. En sus Dialogues concerning Natural Religion (Diálogos sobre la religión natural) escribió:[78]

Este razonamiento podría resumirse en:

Existe un cierto consenso en que fue Immanuel Kant el que vino a clarificar la polémica que rodea al argumento ontológico. A lo largo de su Crítica de la razón pura, distinguió tres tipos de argumentos para la existencia de Dios: ontológico, cosmológico y teleológico. Kant intentó demostrar la inconsistencia de una prueba ontológica, tratándola en la dialéctica trascendental.

Ofreció una serie de argumentos separados pero interconectados en contra del argumento ontológico, apoyándose en los conceptos de juicios sintéticos y analíticos. En un juicio analítico, el predicado expresa de un concepto algo que ya está contenido en el concepto, y por tanto es una tautología (ej: un triángulo tiene tres lados); en un juicio sintético, el predicado liga el concepto con algo externo a él que no se colegía lógicamente del mismo (ej: la Tierra es un esferoide): el conocimiento nuevo se construye a partir de juicios sintéticos.

Lo que distingue el objeto del concepto es que los experimentamos: tendrá, por ejemplo, una forma, una situación determinada, y una duración. Como ejemplo de esto, propone: la razón por la que decimos que los caballos existen y los unicornios no, no es que el concepto de caballo tenga la propiedad de la existencia y el de unicornio no; no hay diferencia entre ambos conceptos en este sentido, y tampoco la hay entre el concepto de un caballo y de un caballo realmente existente: ambos conceptos son iguales. La razón por la que decimos que los caballos existen es que tenemos una experiencia espacio-temporal de los mismos: son objetos que se corresponden al concepto. Así, cualquier demostración de la existencia de algo, incluyendo a Dios, que se base en afirmar (predicar) una propiedad (en este caso la existencia) de ese algo es falaz: la definición de algo no implica su existencia.

Charles Hartshorne dijo que, para Anselmo, "la existencia necesaria es una forma de existencia superior a la existencia ordinaria y contingente, y que la existencia ordinaria y contingente es un defecto". Para Hartshorne, tanto Hume como Kant se centraron solo en si lo que existe es mayor que lo que no existe. Sin embargo, "el punto de Anselmo es que lo que existe y no puede no existir es mayor que lo que existe y no puede existir". Esto evitaría la pregunta de si la existencia es o no un predicado.[48]

El filósofo alemán Arthur Schopenhauer, muy influenciado por la filosofía kantiana, criticó paródicamente el argumento ontológico.

Según él, este argumento es comparable a un truco de magia. Similarmente cuando un mago oculta en lugar conveniente de su sombrero un conejo, San Anselmo y Descartes ocultan dentro de las premisas la conclusión del argumento (que Dios existe), volviéndolo en una falacia de petición de principio. Schopenhauer dice lo mismo diciendo que el argumento ontológico hace lo mismo que "el pollo dentro del huevo que ha sido largamente empollado". Al salir el pollo del cascarón, no surge milagrosamente de un huevo vacío, sino que ya estaba dentro desde el principio.[82]

Para Schopenhauer, la respuesta más simple a tal demostración ontológica (de que un objeto correspondiente al concepto debe existir en la realidad, independiente del concepto mismo) es la siguiente:

Schopenhauer cita a Aristóteles en el capítulo 7 del libro II de Analytica Posteriora. En este fragmento Schopenhauer señala que la definición de una cosa y la prueba de su existencia son dos materias distintas y que nunca deben confundirse, pues por la primera de ellas sabemos lo que se menciona, y por la otra que esta cosa existe. Es decir, "la existencia no forma parte de la esencia: el existir de las cosas no pertenece a su quididad[81]

Con esto, Schopenhauer se burla y critica duramente a los filósofos Schelling y Hegel por defender tal argumento.

Bertrand Russell, durante su primera fase hegeliana, aceptó el argumento; confiesa en su autobiografía que una vez exclamó: «¡Cáspita, el argumento ontológico es sólido!». Sin embargo, más tarde criticó el argumento, afirmando que "el argumento, para una mente moderna, no parece muy convincente, pero es más fácil sentirse convencido de que debe ser falaz que descubrir precisamente dónde está la falacia."

Russell hizo una distinción entre la existencia y la esencia, argumentando que la esencia de una persona puede describirse y su existencia aún permanece en cuestión.

Russell rechaza el argumento ontológico, siguiendo la misma crítica propuesta por Kant, argumentando que la existencia no es un predicado. Russell lo resume diciendo que todos los argumentos ontológicos son " casos de mala gramática ". Si la existencia se considerase como una propiedad, el siguiente silogismo sería válido.[84]

Al ser padre de la filosofía del lenguaje, Russell en su teoría descriptiva distingue dos tipos de declaración:[85]

Es posible usar declaraciones predicativas para describir algo, pero ese algo no tiene que ser una declaración existencial. Russell argumentó que el uso cotidiano del lenguaje hace posible hablar de cosas inexistentes con un significado aparente. Por ejemplo, al hablar de unicornios, se habla de la misma manera que con vacas. En silogismo anterior, Papá Noel pertenece a un grupo distinto al del hombre de la primera premisa.

Russell distingue lo que es o esencia (transmitido por lo que "hay") y la existencia (transmitida por "existe"). En otras palabra, Russell piensa que: Algunas cosas son y existen (un hombre); y otras son y no existen (Papá Noel). Él lo ejemplifica con la frase "el actual rey de Francia es calvo", ya que Francia es una república y no tiene rey. Las descripción puede ser comprensible, pero no corresponden a un estado real de las cosas. Por lo tanto, no tienen un significado real. Russell era un realista respecto al lenguaje, y este debe corresponder a estados reales para ser verdadero o falso. El lenguaje que no corresponde a la realidad es un sin sentido. El argumento ontológico cae en esta categoría.

Él está de acuerdo con Anselmo al definir Dios como "un ser tal que no se puede imaginar algo más grande", sin embargo no está de acuerdo que esto prueba su existencia en la realidad. Por supuesto, en la vista de Russell en su Principia, no hay una propiedad de existencia y de no existencia, pero aún si lo son, el argumento también fallaría.[86]​ Russell fue más lejos al sugerir que la "existencia", en lugar de ser un predicado, indica que algo está instanciado si hay ejemplos de este en el espacio y tiempo.[87]​ Otra forma de expresarlo es que la existencia es la extensión de la intención (concepto de un término) buscando dentro de las cosas reales pragmáticamente. La intención de "un ser tal que no se puede imaginar algo más grande" posee una extensión en cuanto a una idea, pero no físicamente.[84]​ El punto de vista de Russell se refleja en el tratamiento lógico moderno estándar de la existencia. Según Mario Bunge, la concepción actualmente aceptada es que la existencia no es un predicado sino un cuantificador llamado "cuantificador existencial" en lugar de un predicado.[23][88]

También Russell propuso una refutación del argumento ontológico[89]​. Muestra que la existencia de Dios se supone implícitamente como una premisa inicial del argumento. En su libro "Sobre la denotación", Russel reformula la primera premisa del argumento ontológico con: "Hay una y única entidad x que es la más perfecta, esa tiene todas las perfecciones", pero esto es exactamente lo que se intenta probar y el argumento no prueba nada.[90]​ Si se reformulase el argumento usando la forma "Si el Ser más perfecto existe, entonces ese Ser tiene todas las perfecciones, la existencia es una perfección, por lo tanto ...". A partir de aquí, la única conclusión que podemos extraer es: Si existe el Ser más perfecto, entonces existe el Ser más perfecto.[91]

Además, Russell considera el concepto de un "Ser Necesario" como un sin sentido en su debate de radio con Frederick Copleston. Reconoce que las definiciones y las pruebas lógicas pueden ser necesariamente ciertas, pero no que existan necesariamente.

Para él, una propuesta necesaria debe ser analítica (verdaderas por definición) pero según él, un "ser necesario" es una noción contradictoria, como un "cuadrado redondo". Este contra-argumento lo usó contra la teoría de los objetos de Alexius Meinong, y por consiguiente, contra los argumento ontológicos meinongianos.[87]

Desde los tiempos de Gaunilón, se han presentado varias parodias del argumento basadas en la reducción al absurdo de Gaunilón que ejemplificó con su Gran Isla. Michael Martin propuso parodias del argumento, sugiriendo que la existencia de cualquier cosa se puede demostrar con el argumento de Plantinga o Kordig, siempre que se defina como perfecto o especial en todos los mundos posibles.[92][93]​ El objetivo es construir argumentos con la misma estructura lógica que los no teístas puedan razonablemente negar y por consiguiente afirmar que estos argumentos no tienen más razones para ser aceptados que los argumentos ontológicos originales. La principal defensa de los teístas es sostener que los argumentos originales son sólidos y las parodias no.

Una parodia popular del argumento ontológico es la de Richard Dawkins, en su best-seller "The God Delusion". Su parodia es una versión del argumento que intenta demostrar que Dios no existe. Es similar en el enfoque de Gaunilo, ya que también requiere un Dios que puede hacer lo lógicamente imposible, llegando a conclusiones absurdas. En la versión de Dawkins, tomada del filósofo australiano Douglas Gasking, la grandeza de Dios queda demostrada por su creación del mundo. Un ser que de alguna manera supera la gran desventaja de no existir y continúa creando el mundo sin duda será más grande que un ser que existe y crea el mundo. Por lo tanto, Dios, quien por definición es "aquello de lo que nada más grande puede ser concebido", no debe existir.

Gasking afirmó que la creación del mundo es el logro más maravilloso que se pueda imaginar. El mérito de tal logro es el producto de su calidad y la discapacidad del creador: cuanto mayor sea la discapacidad del creador, más impresionante es el logro. La inexistencia, afirma Gasking, sería la mayor desventaja. Por lo tanto, si el universo es el producto de un creador existente, podríamos concebir un ser mayor, uno que no existe. Un creador inexistente es mayor que uno que existe, entonces Dios no existe. La proposición de Gasking de que la mayor discapacidad sería la no existencia es una respuesta a la suposición de Anselmo de que la existencia es un predicado y la perfección. Gasking usa esta lógica para suponer que la no existencia debe ser una discapacidad.[94]

Oppy criticó el argumento, viéndolo como una parodia débil. Afirmó que, aunque puede aceptarse que sería un mayor logro para un creador inexistente crear algo que un creador que existe, no hay ninguna razón para suponer que un creador inexistente sea un ser superior, que no hay razón para ver la creación del mundo "el logro más maravilloso que se pueda imaginar" y que puede ser inconcebible que un ser inexistente cree algo en absoluto.[44]

J. L. Mackie argumentó que si Dios tiene una necesidad metafísica, la existencia de Dios es lógicamente contingente. Es decir, si Dios existe necesariamente en el sentido de que si existe, entonces existe en todos los mundos posibles, lógicamente sigue siendo posible que Dios no exista en alguno de los mundos posibles (y por consiguiente, en todos).[95]​ Varias parodias han intentado usar el mismo argumento invirtiendo las premisas para demostrar la inexistencia de Dios.[1][96][96]​ Ejemplificado en el argumento modal:

La principal objeción es la negación de la primera premisa, argumentando que es más probable la solidez del argumento original apelando a otros argumentos a posteriori de la existencia de Dios. William Lane Craig señala que el argumento ontológico puede servir para un caso acumulativo para la existencia de Dios. No obstante, basarse en evidencia a posteriori es admitir que el argumento ontológico no es en sí suficiente a priori, es decir, no se puede inferir a Dios solo mediante la razón o su concepto, por lo que Craig dice que Anselmo se equivocó al pensar que encontró un argumento que pudo demostrar a Dios por si solo.[97]​ Por otro lado, también se puede defender el argumento invertido apelando a argumentos en contra de la existencia de Dios (ver Problemas con el concepto de Dios).

La parodia clásica de la Gran Isla se podría objetar apelando que las cosas materiales no pueden ser "necesarias". Luego la parodia se ha cambiado por la de un "gran demonio" de necesaria maldad:[98]

Unas parodias intentan mostrar que es absurdo otorgar la posibilidad de algo que es metafísicamente necesario bajo la lógica modal S5. Por ejemplo, el plantonismo matemático y realismo modal sostenie que las objetos matemáticos (números, figuras geométricas, funciones, etc.) son metafísicamente necesarias. Por ejemplo, si 2+2=4 es posible en este mundo actual, tiene que serlo en todos los mundos posibles necesariamente.

La "Conjetura de Goldbach" en matemáticas es un problema no resuelto en la teoría de números que indica que "Cada entero par mayor que 2 se puede expresar como la suma de dos números primos". Entonces:

Esto convertiría cualquier área "no probada" de las matemáticas que "podría ser verdad" en algo que "debe ser verdad". Este argumento no solo no prueba la conjetura de Goldbach, sino que no proporciona ninguna demostración para pensar que la conjetura sea necesariamente cierta, ya que no hay razón para pensar que la conjetura de Goldbach sea posiblemente cierta desde el principio, a no ser que ya se presuponga que lo es.[99][100][101]​ El filósofo Timothy O'Connor está de acuerdo con el áxioma S5, pero niega que esto invoque el argumento ontológico, ya que "no da ninguna razón para pensar que la naturaleza de este ser en cuestión es realmente posible y no aparentemente lógico".[95]

Muchos filósofos intentaron demostrar la coherencia de un ser supremamente perfecto bajo la definición de Dios pretendida por el teísmo clásico: Dios es omnipotente, omnisciente y moralmente perfecto, sin embargo, uno de los principales contra-argumentos, es demostrar que la existencia de Dios implique una contradicción y por consiguiente sea lógicamente imposible (como un soltero casado o un círculo cuadrado). Michael Martin argumentó que, si ciertos componentes de la perfección son contradictorios, como la omnipotencia y la omnisciencia, entonces la primera premisa del argumento no es razonable.[92]

Esta definición trae varios problemas como planteados desde hace siglos como: El problema del mal, atribuido a Epicuro, que establece que una deidad omnipotente y omnibelevolente no puede existir en un mundo con mal, y la paradoja de la omnipotencia, atribuida a Averroes, planteando si un ser omnipotente podría realizar una acción que limitara su propia habilidad para realizar acciones.

C.D. Broad lo expresa diciendo con el ejemplo que si solo hubiese tres propiedades positivas X, Y y Z, pero dos de ellas son compatibles entre las dos, y la presencia de las dos excluye a la restante. Entonces habría tres seres posibles:

El único tipo de ser superior a cualquiera de estos sería uno que tuviera las tres propiedades, X, Y y Z; y, por hipótesis, esta combinación es lógicamente imposible volviendo a la frase "un ser que no puede ser imaginado ninguno más grande" es simplemente un sin sentido, como la frase "el mayor número posible".[14]​ El problema del mal serviría como argumento un "ontológico contra la existencia de Dios", ya que si Dios existe necesariamente, la mera posibilidad de un mundo incompatible con las cualidades esenciales de Dios hace que Dios sea imposible.[102]

Kenneth Einar Himma afirmó que la omnisciencia y la omnipotencia son incompatibles con el concepto del libre albedrío:[14]

Esto cae en contradicción. La omnipotencia implica el poder de crear seres libres, pero la omnisciencia excluye la posibilidad de que tales seres existan. Por lo tanto, un ser que es omnisciente carece de la capacidad de crear seres libres y, por lo tanto, no es omnipotente. Por el contrario, un ser que es omnipotente tiene el poder de crear seres libres y, por lo tanto, no sabe lo que esos seres harían si existieran.[14]​ Esta paradoja, llamada argumento del libre albedrío, haría que el argumento ontológico fuera incoherente, ya que las características requeridas de un ser máximo no pueden coexistir en un solo ser, y por lo que tal ser no podría existir.

El filósofo John Niemeyer Findlay, después de que Gödel defendiera el argumento ontológico, publicó en 1948 en la revista Mind un artículo llamado Can God´s existence be disproved? (¿Puede la existencia de Dios ser demostrada?). Findlay sostiene que Dios debe poseer sus perfecciones y su existencia necesariamente, pero como a partir de la crítica kantiana, la existencia no es un predicado de la esencia, la idea de Dios es en sí misma contradictoria ya que pretende implicar a la existencia como una característica más de su esencia. Dado que la noción de Dios es contradictoria, su existencia es imposible.[103]​ Esta crítica se le llama la "refutación ontológica", la cual argumenta que Dios debe existir necesariamente y la existencia necesaria es imposible.[102]​ Findlay declaró:

Findman desarrolló lo que Hartshorne llamaría más tarde "la paradoja de Findlay":

Charles Hartshorne criticó a Findlay por si tiene sentido hablar de inexistencia necesaria, tiene sentido hablar de existencia necesaria; y que todas las proposiciones existenciales son contingentes no es una suposición universalmente aceptada.

El controversial artículo puso de relieve nuevamente la cuestión de la existencia de Dios sepultada por la crítica kantiana. Entre las primeras reacciones se encuentra Faith and Logic de 1958, y Faith and Philosophers de 1966 que contó con la participación de los más importantes exponentes del teísmo norteamericanos: Hartshorne, Malcolm y Plantinga, todos defensores del argumento ontológico.[16]

El filósofo y político teórico Robert Nozick llamó al argumento ontológico como "el más famoso de todos los argumentos filosóficos sospechosos ". Nozick jugó con la idea de que Dios lo necesitaría para probar su propia existencia a sí mismo en su libro Invariances: The Structure of the Objective World y también usó la idea de un meta-argumento ontológico para mostrar la existencia de tal argumento.[104]

El filósofo de la religión Theodore Drange fue más crítico declarando que:[105]

Peter Millican ofreció una objeción nueva y elaborada al argumento ontológico de Anselmo. Millican, piensa que su objeción es más poderosa que cualquier otra porque no disputa las "profundas teorías filosóficas" contenciosas que subyacen al argumento. Peter Millican escribe sobre la doctrina kantiana que "la existencia es no es un predicado'':[107]

En cambio, trata de revelar el "defecto fatal" del argumento al considerar sus "detalles lógicos poco profundos". La objeción de Millican se basa en su interpretación del argumento, según el cual Anselmo se basa en lo que llamó el “principio de la superioridad de la existencia”.[108]​ En resumen, según Millican, el argumento ontológico no establece la existencia de Dios, pero en la versión de Anselmo, al menos, sigue siendo un enigma lógico fascinante.[109]

El empirista del siglo XVII Pierre Gassendi confrontó a Descartes con esta crítica en un conjunto de objeciones (y merece crédito por ser el primero en enunciarlo): “la existencia no es una perfección ni en Dios ni en ninguna otra cosa; es aquello sin lo cual no puede haber perfecciones”.[23]

En cuanto a la afirmación que incluso si concediéramos que la existencia necesaria es inseparable de la idea de Dios (en los términos de Kant, incluso si la existencia necesaria fuera analítica del concepto "Dios"), nada se deduce de esto sobre lo que existe o no existe. Johannes Caterus, el autor del primer conjunto de objeciones a las meditaciones, expresa el siguiente punto:[23]

En Sobre la existencia de Dios y la existencia de los unicornios, el filósofo y científico informático Gilles Dowek objetó al argumento ontológico utilizando el teorema de corrección (recíproco del Teorema de completitud de Gödel). Expresó que "Definir a Dios como existente no es suficiente para demostrar que Él existe. Por otro lado, definir unicornios como imaginarios es suficiente para mostrar que no existen".[110]

Richard Swinburne, siguiendo a J. L. Mackie, señala que Dios es un ser lógicamente contingente, por lo que podría no haber existido y la necesidad de Dios no es lógica, no habiendo así contradicción en negar que tal ser existe.[95]​ Swinburne cree que los argumentos ontológicos no dan ninguna razón para creer en Dios, ya que los argumentos deductivos si bien sus premisas pueden ser verdaderas, no se sabe que estas premisas sean ciertas por quienes discuten sobre ellas, y por consiguiente, son rechazadas. Sin embargo, para Swinburne, la existencia de Dios si es metafísicamente necesaria[111][112]

El filósofo Brian Davies criticó el argumento ontológico de Anselmo señalando que la comparación de "un ser tal que no se puede imaginar algo más grande" existiendo en la mente y en la realidad no es válida, porque no hay nada con lo que comparar. Preguntar si es algo que existe es más perfecto con algo que no existe es un sinsentido. “Si algo está en la mente (en intelecto) pero no en la realidad (en Re), ¿se puede pensar en algo más grande? "[113]

Posteriormente también objetó al de Malcolm por su uso de la palabra "is" en inglés ("es" en español). Él indica que hay dos usos de la palabra:

Según Davies, el uso de esta palabra por parte de Malcolm se puede usar para definir el concepto de Dios, pero no para demostralo, ya que presupone su existencia sin ninguna razón lógica, es decir, Malcom no le dice al lector absolutamente nada sobre el tema y se basa en gran medida en la suposición de los lectores de la existencia de Dios. Davies dice que Malcolm está haciendo lo mismo con la "existencia necesaria". Además, Davies criticó argumento modal de Plantiga al señalar que simplemente que un Dios existiendo es posible y no implica que una que exista realidad física como algo probable.[114]

Gottlob Frege, padre de la lógica matemática y de la filosofía analítica, critica al argumento con sus teorías del lenguaje, al igual que Russell. Él no se refiere a las propiedades que se afirman en un concepto como las características que lo constituyen. Frege define la existencia como la negación del número cero. La propiedad "rectangular" no es una propiedad del concepto "triángulo rectangular"; pero la proposición de que no existe un "triángulo rectangular" establece una propiedad ese concepto; se le asigna el número 0.

En este sentido, la existencia es análoga al número. Decir que x existe, es decir que hay un número distinto de cero de x. Debido a que la existencia es una propiedad de los conceptos, el argumento ontológico de la existencia de Dios se rompe. La unidad no es un componente característico del concepto "Dios" más de lo que lo es la existencia.[115]

Frege diferencia predicados de primer y segundo orden. Argumentó que al hacer afirmaciones sobre la existencia, atribuimos (o negamos) la propiedad de segundo nivel, "no estar vacío", a un concepto de primer nivel. De esto se deduce que la existencia es una propiedad de segundo nivel, la propiedad "no está vacía". Por lo tanto, rechazó la prueba ontológica de la existencia de Dios porque depende de la suposición de que la existencia es una propiedad de primer nivel, y no de segundo nivel.[116]

La mayor parte de la críticas al trabajo de Leibniz, incluso entre los defensores del argumento ontológico, fue su incapacidad de probar la compatibilidad de todos los atributos posibles de Dios. Por un lado, se rechaza la suposición de que tiene algunas cualidades son esencialmente "positiva" y otras "negativas", ya que puede ser el caso de que algunas sean de una forma en un contexto y de otra manera en otro. La segunda objeción rechaza la noción de que algunas cualidades son intrínsecamente simple, el cual fue demostrado por Ludwig Wittgenstein como siendo falso: lo simple en un sistema conceptual puede ser complejo en otro.[117]

Se acaba de afirmar que la demostración lo es siempre de la existencia de algo (en algún sentido). Ahora bien, la «demostración-definición» es contradictoria en sí misma, pues «demuestra» el qué es sin demostrar que es: luego «demuestra» sin ser demostración.



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