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Rebelión de Santa Marta



La Rebelión de Santa Marta (1822-1823) fue una insurrección indígena y monárquica ocurrida durante las postrimerías de la guerra de independencia de Colombia, como parte de la campaña de Occidente y fue el intento final de recuperar la región de la corona española.

Como indica Jorge Elías, cuando el orden virreinal colapsó la situación pronto se polarizó hasta dividir a las ciudades neogranadinas en patriotas o realistas.[1]​ Durante la Patria Boba los patricios urbanos intentaron desembarazarse de los centros tradicionales de poder, llevando a la fragmentación del territorio.[2]

En diciembre de 1810, primero Pasto y después Santa Marta, Riohacha, Tolú y Panamá reconocen al Consejo de Regencia de Sevilla y más tarde a las Cortes de Cádiz: «Las guerras entre las múltiples unidades políticas erigidas en 1810 se estabilizan en 1812 en torno a cuatro polos geográficos». Dos eran realistas, los del sur (Pasto y Patía) y los del norte (desde orillas del río Magdalena hasta las costas de toda la Guajira); los patriotas se dividían en federalistas, que dominaban la mayor parte de la región central, y centralistas, dueños de Bogotá y el curso medio del Magdalena.[1]

En el caso caribeño, el Magdalena, frontera natural entre las provincias de Cartagena y Santa Marta, se convirtió en el frente de combate entre los realistas samarios y los patriotas cartageneros, quedando estos últimos rodeados cuando el valle de Sinú se pronunció por el rey. Los monárquicos caribeños tenían la ventaja de recibir armas, dinero y refuerzos desde Maracaibo y Cuba.[1]Cartagena era dominada por el gremio de comerciantes y hacendados dueños de plantaciones de azúcar y tabaco o criadores de ganado.[3]

En cambio, Santa Marta tenía muy pocos habitantes y su escasa élite criolla, partidaria de la independencia, no pudo doblegar a la burocracia y militares que allí vivían.[3]​ Esa aristocracia diminuta la formaban funcionarios o familias encumbradas de origen español y poco influenciadas por la Ilustración,[4]​ a diferencia de sus pares de Bogotá o Cartagena.[5]​ El historiador estadounidense Charles Tilly sostuvo que para el surgimiento de una «insurgencia contrarrevolucionaria» eran clave que en el lugar las tradiciones y estructuras sociales fueran vitales para la población, lo que sucedía en Santa Marta como en la famosa Vandea francesa. En cambio, para que apareciera una «insurgencia revolucionaria» en sitios donde hay mayor dinámica social, mayores ritmos de cambio y poco peso de la estructura social previa.[6]

Su población era de apenas 5.000[7]​ a 8.000[8]​ personas, la cartagenera 20.000.[n 1]​ Además, los poblados vecinos apoyaron ferozmente la causa realista por tradicional respeto a la figura del rey y a la Iglesia católica,[3]​ destacando los taironas de Ciénaga y Gaira y los caribes de Bonda y Mamatoco.[9]​ A pesar de ello, en varias ocasiones los patricios locales y gobernadores españoles entregaron a gente de castas tierras de los indios a fin de ganar su favor.[10]​ Solo los nativos de Malambo fueron partidarios de los patriotas.[11]

El 2 de enero de 1813[12]​ el mercenario francés al servicio de los patriotas cartageneros, Pierre Labatut, tomó Santa Marta, sometiéndola a saqueo, lo que solo provocó una rebelión de los pobladores[2]​ el día 8[12]​ con apoyo de los indios de Mamatoco y Bonda,[13]​ que se hicieron aún más partidarios de la causa realista pues no deseaban quedar como súbditos de Cartagena, proclamando su independencia de esa ciudad (no de España) el 11 de febrero.[14]​ La guerra contra esa ciudad solo hizo más fuerte la «esencia "monárquica-fidelista"» de los samarios hasta volverlos junto a los pastusos «ciudades "mecas del realismo" o "fidelismo absolutista"».[15]​ Sin embargo, su condición de «plaza fuerte de los partidarios de la Corona durante gran parte del período revolucionario» le trajo gran dolor a su gente;[8]​ por ejemplo, en 1813 3.000 de sus habitantes por monárquicos huyeron a Cuba, Riohacha, Jamaica y Panamá abandonando sus bienes, y la flota compuesta por las goletas Constitución, El Príncipe, Fernando VII, El Consejo de Regencia, Los Remedios, Santa Ana (que naufragó en la costa de San Blas, siendo sus pasajeros recogidos por la goleta mercante Catalina) y Fénix, los bergantines El Alerta y El Águila, y el corsario particular La Luz zarpó para Portobelo.[12]​ En 1823[8]​ a la ciudad le quedaban 2.000 habitantes,[16]​ y los visitantes extranjeros describen un sofocante calor, ruinas, calles desiertas y llenas de polvo o barro y pobreza pero con casas blancas y limpias y hospitalarios habitantes.[8][16]

El conflicto entre ambas ciudades puede dividirse en dos etapas: 1810-1815 y 1816-1821, siendo el punto de inflexión la llegada de la expedición de Pablo Morillo.[10]

Algo similar sucedió en Riohacha, donde tanto indios como funcionarios fueron monárquicos.[11]​ Pero estos, al contrario de los indios samarios, jamás se enlistaron en las milicias.[17]​ En 1813 la villa permaneció fiel al rey a pesar del levantamiento de vecinos e indios, llegando a enviar tropas al Valle de César, donde los pueblerinos se opusieron a la declaración de independencia de Valledupar.[18]​ El 5 de octubre de 1819 Gregor McGregor tomó la ciudad pero seis días después los indios guajiros mandados por los capitanes de milicias Clemente Iguarán y Miguel Gómez lo expulsaron.[19]​ Tras la caída definitiva de Riohacha un año después surgieron numerosas guerrillas en la región.[20]

Fueron los guajiros (wayúu) los que encabezaron la causa en esa zona.[11][9]​ No estaban sometidos plenamente a las autoridades españolas y se contactaban a través de misioneros capuchinos. Se sublevaron en 1701, 1727, 1741, 1757, 1761, 1768 y 1769.[21]​ Los que vivían en la zona entre el istmo y la orilla norte del río Ranchería[22]​ estaban más mestizados e involucrados en la política criolla que sus parientes del norte de la Guajira.[23]​ El control de la península era vital porque permitía movilizar guerreros indios y daba acceso a puertos naturales desde donde introducir armas a la región.[18]​ Contaban con arcos, flechas,[24]​ caballos y armas de fuego compradas a contrabandistas ingleses, holandeses y ocasionalmente españoles en la costa.[21]

Durante esta rebelión los dirigió Miguel Gómez, teniente coronel de una compañía de milicianos de color.[n 2]​ Su hijo había sido arrestado y fusilado en Fonseca por los patriotas cuando intentaba buscar aliados para su guerrilla. Su base de operaciones era la zona de Guíncua, desde donde hacía alianzas con los rancheros (o el alcalde de Fonseca, José Vicente de Frías, hasta su captura y condena a 10 años de prisión en el castillo San Felipe de Barajas), espiaba a los patriotas y tomaba rehenes. Otro importante jefe guerrillero era Andrés Medina de la zona de Fonseca, quien casi tomó Valledupar y pudo ser nieto de Gómez.[20]​ Miguel Gómez, al igual que su padre antes que él, fue una figura intermedia en las relaciones entre indios y riohacheros, con familiares en ambos grupos, lo que le daba una gran influencia.[25]​ Estos vínculos de sangre fueron claves en su éxito, pues al ser agraviado contribuir a su venganza era un deber de sus numerosos parientes y sus pueblos.[26]

Entre tanto, el cacique Canopán de los cariachiles, posiblemente una parcialidad de los yukos, ayudó a los patriotas a defender Maracaibo y Valledupar de las incursiones de chimilas y guajiros, sus enemigos tradicionales.[27]

Debe mencionarse que la presencia estatal era débil en la zona. Según distintas estimaciones, la mitad de los 200.000 habitantes de las provincias del litoral caribeño de la Nueva Granada vivían[28]​ «dispersos, todavía sin Dios ni ley del occidente sobre sus cabezas o recientemente integradas a la vida institucional».[29]​ En el caso de la provincia de Santa Marta hasta dos tercios tercios de su territorio fueron escenario de enfrentamientos entre «"indios bravos"» (especialmente chimilas) y autoridades coloniales en toda esa centuria.[28][n 3]​ Se estima que para 1800 los indios «salvajes» de las zonas, entre motilones, chimilas, guajiros, archuacos, tupes y cocinas, sumaban 10.000 almas[30]​ pero otros autores afirman que en realidad eran cuádruple.[31]

Santa Marta siempre fue una provincia fuertemente monárquica, aunque estaba bajo poder republicano tras la victoria de los republicanos en el resguardo indígena de San Juan Bautista de la Ciénaga, en noviembre de 1820, aún subsistían guerrillas en las zonas del Bajo Magdalena, la costa caribeña y los alrededores de Santa Marta, Ocaña y Valledupar continuaron operativas hasta finales de 1821.[32]​ Estas partidas guerrilleras fueron muy exitosas; en vísperas de la batalla de Carabobo los guajiros lograron cortar las líneas de suministros de los colombianos y aislar las ciudades de Riohacha y Maracaibo.[33]​ Sería su fracasado asalto a Ocaña en noviembre lo que llevaría a su fin inmediato.[34]

En 1822 Francisco Tomás Morales (1781-1845) llegó con una expedición a Maracaibo y revivió la actividad monárquica en la zona entre Santa Marta y Riohacha. El gobernador de Santa Marta, coronel Juan Salvador Anselmo Daza (c.1760-1834) había sido capturado, siendo su amigo personal, Buenaventura de la Sierra, quien asumió el mando de las guerrillas. En octubre salió del valle de César y sitió Valledupar.[34]​ Al mismo tiempo, los indios de los resguardos de Ciénaga, Gaira, Bonda y Mamatoco con algunos españoles se alzaron al mando del cacique Jacinto Bustamante preparaban su alzamiento.[35]​ El padre de Buenaventura, Agustín de la Sierra, a fines del siglo anterior, había pacificado mediante alianzas[36]​ a los chimilas.[n 4]​ Una intentona en Valledupar fue descubierta y suprimida rápidamente con el arresto de los cabecillas. En Santa Marta los principales conspiradores eran los peninsulares Vicente Puyals o Puyáles, Juan Fejidó o Tejido, Francisco Lezama y Francisco Antonio Linero. Estos tenían relaciones con descontentos en Ocaña y las sabanas del Corozal, cerca de Cartagena.[37]

La causa inmediata de la resistencia era la exigencia del régimen[n 5]​ de Bogotá de dos mil reclutas de esa región, esto llevó a muchos hombres a huir a las montañas selváticas.[38]

En esos momentos, Morales estaba en Maracaibo con unos 3.000 hombres,[39]​ lo que no incluye a las guerrillas de Carora, Bailadores, Cúcuta, Valledupar, Ocaña y la provincia de Santa Marta, la guarnición de Puerto Cabello y la tripulación de la flotilla en el Lago de Maracaibo.[40]​ A su vez, el general Mariano Montilla (1782-1851) tenía su cuartel general en Riohacha y tenía igual número de tropas, aunque la mitad eran reclutas. Para empeorar su situación, su segundo, el general Francisco Esteban Gómez (1783-1853) era valiente pero de escaso talento militar.[41]

El general Montilla debía tener 4.000 infantes y 300 jinetes sobre el papel pero las campañas, enfermedades y deserciones los habían reducido a tres millares, incluidos el veterano batallón Carabobo y el escuadrón Dragones de Venezuela, transportados por mar desde La Guaira, pero cerca de la mitad de la tropa eran reclutas bisoños.[42]

La mayoría de las fuentes estiman el número de rebeldes entre 400[43]​ y 500[44]​ indios. Pedro Fermín Cevallos eleva la cifra a tres y cuatro millares.[45]

Los datos de Cevallos son bastante improbables si se tiene en cuenta el tamaño de las bajas realistas en el combate de Ciénaga de 1820: 600[46]​ a 800[47]​ muertos y otros 625 capturados.[48]​ Más del 90% eran indios.[3]​ Además, las fuerzas que podían congregar los realistas de la región jamás alcanzaron las magnitudes que relata Cevallos. Antes de la guerra, los indígenas de Santa Marta aportaban 2.000 milicianos pero más de la mitad habían muerto en combate antes de 1820.[49]​ De hecho, la hueste indiana que expulsó de Santa Marta al francés Labatut en 1813 sumaba dos millares.[50]​ Como coincidencia, en 1727 2.000 fueron los guerreros que reunieron los rebeldes guajiros.[21]​ En 1812 se afirma que 1.500 salvajes estaban atacando los pueblos criollos en la Guajira.[31]​ En 1815 apenas mil samarios e indios acompañaron a Pablo Morillo en el sitio de Cartagena de Indias.[51]​ A comienzos de 1820, los realistas habían congregado en Ciénaga 2.000 hombres, incluyendo caballería y tropas de línea, pero fueron insuficientes para tomar Riohacha.[n 6]

Corría el 24 de diciembre de 1822 cuando se envió al teniente Manuel Vergara a perseguir a cuatro desertores en los retiros de Río Frío y Sevilla, pero fue emboscado y muerto. Un excapitán realista, el catalán Francisco Labarcés, era vecino de Ciénaga y le pidió al gobernador de Santa Marta el envío de un destacamento al pueblo para perseguir a los facciosos. Lo que se desconocía era que él lideraba a los realistas.[37]​ Una tropa al mando del capitán José Simeón Martínez y el oficial Agapito Labarcés (hijo del catalán) salió y en la noche del 31 de diciembre, los indios realistas de Ciénaga atacaron el cuartel de San Juan, mataron a los oficiales y capturaron a cien republicanos con sus armas. Rápidamente se les sumaron hombres de Pueblo Viejo y Gaira, avanzando el 2 de enero de 1823 con rumbo a Santa Marta.[52]​ Al enterarse, el gobernador republicano de la ciudad, coronel Luis Francisco de Rieux y Sabaires (1755-1840), en lugar de salirles al paso como aconsejaban sus lugartenientes, abandonó el fuerte de Dulcino, dispersó sus tropas en diversos puntos, permitió la huida de algunos oficiales y pidió ayuda al general Montilla, quien interrumpía el camino entre Santa Marta y Riohacha para impedir que Morales se comunicara con los zambos e indios ocultos en la selva.[45]​ El Dulcino y Gaira fueron ocupados sin luchar por indios mal armados, algunos a caballo, al mando de Bustamante y Labarcés.[53]

Morales envió mil hombres por la Guajira a apoyar a los rebeldes de Santa Marta pero Montilla dio caza a esta unidad.[54]​ Eran dos columnas al mando de los coroneles Narciso López y Antonio López de Mendoza hacia Perijá y Riohacha respectivamente.[55]​ López de Mendoza y Gómez separaron sus fuerzas y así el republicano consiguió acabar con los indios cuando volvían a sus escondites; a un mes de la victoria de Garabulla plan de llegar a Riohacha queda cancelado.[56]​ Así, menos de un mes después de iniciar la expedición, los coroneles realistas volvían a su lugar de partida con sus tropas mermadas.[55]

En la mañana del 3 de enero asaltaron la capital provincial.[52]​ La urbe tenía apenas algunos artilleros, 160 milicianos de Mariquita y Cartagena, una partida de 50 jinetes al mando del coronel Francisco Carmona y las milicias de la ciudad. El coronel consiguió resistir en el fuerte Salina.[57]​ Los patriotas se atrincheraron en el fortín de Santa Bárbara pero con una culebrina fueron obligados a huir por mar al fuerte de Betín y después al pueblo Tabanga bajo constante acoso desde la costa.[52]​ Finalmente, en el fortín de El Morro se rindió el capitán miliciano Martínez Guerra y el sargento Francisco González, quienes se amotinaron contra el comandante Ramón Elías, quedando la ciudad totalmente en manos realistas.[58]​ El 4 de enero toda resistencia había acabado. Rieux y Carmona fueron hechos prisioneros.[59]

En los precisos momentos en que estallaba la rebelión, Morales estaba ocupado atacando Mérida y Trujillo; además, otros movimientos surgían en los llanos de Apure y Calabozo.[60]

La mayoría de los patriotas logró embarcarse, lo que no impidió que los hogares de patriotas reconocidos y edificios públicos fueran saqueados por indios, negros y mulatos y se alzara la bandera real. Para detener el caos, los vecinos nombraron al catalán Vicente Puyals gobernador. Éste impuso orden, hizo fortificar la ciudad, respetar la vida de los prisioneros (Rieux fue embarcado a Jamaica) y pidió ayuda a Maracaibo y Cuba.[58][61][62]​ El general Montilla reaccionó de inmediato. El mismo día 4, en la noche, embarcó en Riohacha 350 hombres y dos días después estaba frente a El Morro, donde verificaba la caída de la ciudad. Decidió continuar a Barranquilla y Soledad para defender el río Magdalena y recuperar Santa Marta. Sabía que la sublevación se expandiría si no se sofocaba pronto.[61]​ El almirante José Prudencio Padilla (1784-1828), con la corbeta Constitución y los bergantines Hércules y Manuel, embarcó el resto del batallón Tiradores, dos compañías de Cartagena, 80 jinetes y 20 artilleros al puerto de Sabanilla mientras el queche de guerra El Terror bloqueaba Santa Marta.[63]

Montilla permaneció en la villa de Soledad para planificar su ofensiva. En cuatro días reunieron 250 caballos, ocho bongos armados y tripulados y más de 50 bogas.[64]​ Dividió sus fuerzas en dos: el batallón Cartagena iría contra Ciénaga y el Antioquia contra Santa Marta vía Sabanilla.[58]​ Así, 400 infantes y 180 jinetes al mando del comandante Reimboldt salieron el 12 de enero a Río Frío y Ciénaga, el 16 unos 500 hombres dirigidos por el teniente coronel Aldercreutz asaltaron la batería del Carmen y el 18 siete bongos de guerra salieron del Magdalena bajo las órdenes del teniente coronel Arismendi para desembarcar en la rada de la Laguna. El 20 de enero se produjo el asalto general sobre Ciénaga y Pueblo Viejo. Los realistas de Bustamante fueron dispersados con fuertes bajas, los republicanos tuvieron solo 9 muertos y 47 heridos.[64]​ Tras esto, Puyals y Tejido liberaron al coronel Carmona y le pidieron negociar la capitulación. El 21 la ciudad se rindió y el 22 Montilla entraba en ella, pero 160 indios de Mamatoco y Bonda intentaron asaltarla. Los patriotas les rechazaron y causaron grandes bajas.[65]​ Todo español y criollo de Santa Marta desafecto con la causa republicana fue arrestado[66]​ y varios acabaron en Chagres o enviados a combatir forzadamente en Perú.[65]

Las tropas de Padilla permanecieron tres meses limpiando la zona de partidas guerrilleras.[67]

Montilla se enteró que Morales había enviado el 10 de febrero dos columnas al mando del coronel Narciso López por el camino de Perijá con 600 tropas y el teniente coronel Antonio López de Mendoza por el camino de la Guajira con 400 soldados a ayudar a los alzados samarios con rumbo a Riohacha sin saber de su derrota.[68][69]​ El coronel Carmina interceptó a Mendoza y Montilla guarnecía Riohacha con la flota del almirante Padilla.[68]​ A su paso, los realistas capturaron los pueblos de Tablazo, Villanueva, Uramita y San Juan, donde se les sumaron 300 reclutas.[69]​ Los monárquicos estaban cerca de Riohacha, cuando se enteraron que Santa Marta fue sometida y Montilla se aproximaba.[68]​ También supieron que el coronel Carmona pretendía envolverlos y cortar su retirada con 600 soldados.[70]​ Decidieron retirarse pero fueron permanentemente acosados por el coronel José Sardá (1782-1834) hasta Agua del Monte.[68]​ Las acciones de Miguel Gómez permitieron que la retirada no fuera un desastre total.[71]​ El 24 de marzo los realistas son expulsados por Sardá de Volardorcito, los guajiros del capitán Gabriel Gómez se separan de la columna principal y resultaron aniquilados. Más de 200 monárquicos fueron capturados.[72]​ Los reclutas que se habían sumado a la tropa realista en el camino fueron duramente castigados.[73]

El 23 de enero 400 soldados comandados por Carmona salieron con rumbo al pueblo de San Juan para perseguir a Bustamante, quien aún tenía 300 seguidores. Carmona venció a los facciosos, pero no pudo acabarlos porque conocían mucho mejor el territorio y se ocultaron.[74]​ Entre tanto, un oficial español que vivía oculto, Pedro Fiallo, organizó una partida de 200[65]​ a 800[62]​ hombres y puso a Valledupar bajo asedio pero sus fuerzas fueron expulsadas por los comandantes Camilo Mendoza y Eustaquio Valle. Poco después el jefe guerrillero de Moreno, Rafael Rodríguez, era capturado por Sardá y también estuvo a punto de atrapar a Miguel Gómez, pero este se salvó lanzándose por un precipicio.[65][66]​ Bolívar dio instrucciones de convencerlo de cambiar de bando o batirlo.[75]​ Las actividades guerrilleras continuaron, y para marzo los realistas controlaban casi todas las localidades rurales entre Riohacha y Valledupar gracias al apoyo de los guajiros de Gómez.[76]​ Todos los pueblos contaban con sus propios realistas, siempre dispuestos a sublevarse.[77]​ Los patriotas mataron algunos y a otros los llevaron a Panamá y Perú, donde sufrieron muchas fatigas.[65]​ La rápida y contundente actuación de Montilla impidieron que el alzamiento de Santa Marta se generalizara por otras regiones, impidiendo que pasara algo similar a lo de Pasto.[78]​ Clave para la derrota del movimiento insurgente fue que sus cabecillas siempre esperaron auxilios de Morales, pero Montilla siempre los impidió.[79]​ Tras esto, los patriotas deciden acabar de una vez por todas con el ejército de Morales en Maracaibo.[68]

Después de la guerra, al cacique Canopán le fueron restituidas sus tierras para cultivar y el derecho a comerciar el palo de tinta.[80]​ En 1829 Santa Marta se había recuperado bastante y su población había alcanzado los 7.000.[8]



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