La conquista de Sevilla tuvo lugar entre agosto de 1247 y el 23 de noviembre de 1248 por parte de las tropas cristianas de Fernando III de Castilla. La ciudad se encontraba bajo el dominio musulmán del caíd Axataf.
En el al-Ándalus del siglo XIII las dos ciudades principales eran Córdoba y Sevilla. Fernando III había tomado Córdoba en 1236 y Jaén en 1246. En ambas ciudades procedió a la expulsión de los musulmanes, cosa que también haría en Sevilla.
Fernando reunió en un Consejo a sus capitanes y a los maestres de las órdenes militares y decidieron dirigir sus esfuerzos hacia la ciudad de Sevilla, que tenía más de siete kilómetros de murallas. Para tomarla tuvieron que ponerse de acuerdo con el rey de Aragón, Jaime I, y con el rey de Granada, Alhamar, reino que había acordado ser feudo de Castilla tras la toma de Jaén, y se decidieron las fronteras con los reinos de Valencia y Murcia. Fernando pasó el invierno de 1246 en Jaén, habiendo dejado en Alcalá de Guadaíra a Rodrigo Álvarez y en el Aljarafe al maestre de la Orden de Santiago. Todo el verano lo dedicó a hacer planes de guerra. Organizó un poderoso ejército, incomparable con cualquier otro de la Edad Media. Un centenar de generales y varios centenares de famosos caudillos. Entre los miembros de este ejército destacan: Pelay Correa, maestre de la Orden de Santiago, Fernando Ordóñez, maestre de la Orden de Calatrava, Pedro Yáñez, maestre de la Orden de Alcántara, Pedro Álvarez Avito, maestre de la Orden del Temple, Fernán Royz, maestre de la Orden de San Juan, López de Haro, el almirante Ramón de Bonifaz, Alfonso Téllez, el infante Fadrique, el príncipe Alfonso y, junto a ellos, gran cantidad de nobles de Castilla y León y los concejos de ambos reinos. En 1246 el obispo Jiménez de Rada realizó gestiones en Roma, obteniendo una bula de cruzada del papa Inocencio IV del 15 de marzo de 1247, según la cual Fernando podía tomar las tercias de fábrica para financiar los gastos de los que se desplazasen a la Reconquista de Sevilla por motivos cristianos. España tuvo apoyo económico y militar de franceses, alemanes e italianos.
Al ser Sevilla una ciudad con río navegable, Fernando hizo venir a Jaén a Ramón Bonifaz, para ayudarse de una flota en la toma de la ciudad, al igual que había hecho eficazmente en la ciudad de Cartagena. Fernando III encargó esta flota al almirante Ramón de Bonifaz, que armó los barcos y consiguió tripulación en Cantabria, en los puertos de Castro Urdiales, Laredo, San Vicente de la Barquera y en Santander. La flota también contó con los marinos vascos al mando de Diego López de Haro y gallegos al mando de Paio Gómez Charino. Reunió trece naves, movidas a vela, y cinco galeras, movidas a remo. Bonifaz dispuso las dos naves más robustas para embestir el puente. Una era la Carceña, comandada por el propio Bonifaz, y estaba construida en Santander. La otra era la Rosa de Castro, estaba construida en Castro Urdiales y estaba comandada por Ruy González.
En la primavera de 1247 un contingente de distintas partes de la península y de más allá de los Pirineos se fue concentrando en Córdoba. Bonifaz bordeó Portugal y el Algarve camino de Sevilla. El contingente, capitaneado por Fernando, partió de Córdoba, yendo en vanguardia las órdenes militares, que se fueron apoderando de Lora del Río, Alcolea del Río, Reina, Constantina, Setefilla, Tocina, Guillena, Gerena, Cantillana y La Algaba. El monarca sufrió tifus y se recuperó algo en Guillena y la campaña continuó poniendo sitio a la fortaleza de Alcalá del Río, amurallada por el propio Axataf, que al saber perdida la plaza decidió abandonarla a su suerte dejando a su lugarteniente, Abul-Hasan, para que resistiera, cayendo ese mismo agosto en manos de los cristianos. Abul Hasan logró escapar con un grueso grupo de caballeros moros y se dirigió a Sevilla. El consejo de notables de Sevilla nombró al joven Abu Nasan, hijo del príncipe almohade Abu Alí, como "jefe de los creyentes", y por tanto jefe de las fuerzas civiles moras de ciudad. Este tomó la decisión de guarecer con soldados las torres y murallas y dirigir también contingentes al castillo de Triana y al del Aznalfarache. Fernando continuó su serie de conquistas y tomó Alcalá de Guadaíra y destruyó todo lo que había fuera de las murallas de Carmona para facilitar la rendición de la villa, lo que favoreció que capitularan rápidamente. En otoño de 1247 el control cristiano de la ribera norte del río Guadalquivir era ya un hecho.
La flota del almirante fue hasta Sanlúcar de Barrameda. El emir Abu Zakariyya dispuso una flota en Tánger, comandada por Abu-l-Rabi ibn al-Guarygir al-Timnali, a quien ordenó dirigirse a Ceuta para que se unieran a su flota, dirigiéndose juntos, con treinta naves, hasta el Guadalquivir. La flota del almirante Bonifaz venció a las naves musulmanas. En esos combates la flota cristiana ganó tres galeras, ya que el resto o las hundieron o se dieron a la fuga. La flota remontó el río Guadalquivir haciendo escala en Coria del Río a mediados de agosto de 1247, al tiempo que los soldados de Fernando III tomaban el castillo de Alcalá del Río. El 17 de agosto Fernando fue en busca del almirante y ambos se reunieron el 15 de agosto en el Vado de las Estacas, a dos kilómetros de Alcalá del Río. Al día siguiente la flota debió ser anclada, por orden de Fernando, a la altura de San Juan de Aznalfarache.
Antes de iniciar la toma de Sevilla era preciso tomar la cercana fortaleza de San Juan de Aznalfarache, cosa que el rey encargó al caballero de la Orden de Santiago Pelay Pérez Correa. Los santiaguistas, con el apoyo de las huestes del Rey de Granada y con el apoyo de la flota, lograron tomar la fortaleza, que además servía para proteger la curva del río a la altura de Tablada y, sin este enclave musulmán, los barcos cristianos eran ya libres de entrar hasta la propia ciudad de Sevilla que, de otro lado, también estaba debidamente fortificada y protegida, incluso en la parte del cauce de su río con la enorme Torre del Oro en una de sus orillas.
El asedio de Sevilla por parte de las tropas cristianas comenzó el 24 de agosto de 1247, momento en el que se cortó el suministro de agua a la ciudad a través de los Caños de Carmona. Los castellanos levantaron campamentos alrededor de la ciudad: en Tablada (Fernando), en el Aznalfarache (maestre Santiago Pelay Correa), frente a la Puerta de la Macarena (Diego López de Haro), en el Prado de San Sebastián (Lorenzo de Figueroa y Garci Pérez de Vargas), cerca del Tagarete (el arzobispo de Santiago Juan Arias) y en el Aljarafe (Aben Alhamar, rey de Granada).
Para terminar con la flota de Bonifaz los musulmanes lanzaron un brulote cargado con fuego griego, pero la flota cristiana logró soportar el ataque y entró en el puerto de Sevilla, encontrándose con una flota musulmana de menor envergadura a la que también pudo derrotar.
Después de sucedido esto es cuando llegó la noticia de la toma de Carmona. Había frecuentes salidas de la caballería musulmana de Sevilla que provocaban el aprovisionamiento de los sitiados y, además, vigilar las 24 horas del día una ciudad tan grande era muy complicado. La ciudad amurallada tenía más de 300 hectáreas, 7 400 metros de murallas, doce puertas y tres postigos. Era la ciudad más grande que había cercado jamás un contingente cristiano, mucho más grande que grandes villas de la época como Toledo, Córdoba o Valencia. Por esto, pidió que se hicieran expediciones de castigo a la Orden de Santiago por el Aljarafe y las haciendas de la ribera del Guadalquivir, que aún no habían sido sometidas y abastecían a Sevilla con gran ayuda del puente de barcas. Además, desde ese puente podrían entrar suministros desde el Reino de Niebla.
El puente de barcas se encontraba en el barrio de Triana (At-Troyana) de la ciudad. Las barcas que formaban el puente se encontraban amarradas con una fuerte cadena. Este puente estaba donde hoy está el puente de Triana, y que se encontraba junto al castillo de Gabir, una gran fortaleza, que fue reconstruida por los cristianos tras la toma de la ciudad y rebautizada como castillo de san Jorge. Los cristianos trataron de tomar sin éxito el castillo de San Jorge utilizando maquinaria de asedio.
La llegada a primeros de 1248 de Alfonso X el Sabio con Diego López de Haro, que venían de la reconquista de Murcia, con muchos hombres, caballos y milicias permitió a Fernando III estrechar el cerco y evitar el suministro de agua por los Caños de Carmona. En la Macarena se establecieron las tropas del infante Enrique y las huestes de las órdenes de Calatrava y Alcántara, los caballeros Diego López V de Haro de Vizcaya y Rodríguez Bobes de Galicia. Fernando III avanzó por el sur hasta la puerta de Jerez y la flota de Bonifaz avanzó también río arriba. La Orden de Santiago puso su campamento al oeste del Guadalquivir para continuar acechando al Aljarafe. Sin embargo, la zona del puente de barcas, al oeste, y la zona noreste de la ciudad seguían sin un bloqueo efectivo.
Diversos historiadores que han escrito la biografía de Fernando hacen referencia a este hecho con ligeras diferencias entre sí. El historiador Javier A. Richard menciona que existía una cadena que unía la Torre del Oro con la orilla opuesta y que esto impedía el acceso a la ciudad por río, argumento bastante difundido.
Más al norte de la Torre del Oro se encontraba el puente de barcas, por el que se enviaban los suministros a la ciudad. El puente de barcas, a su vez, tenía las barcas atadas entre sí con una fuerte cadena. Richard también narra que reunidos el Consejo y a sugerencia de Rui Pérez, un famoso marino de Avilés, Fernando ordenó al almirante Bonifaz que las dos naves más poderosas que tuviera fueran pertrechadas de piedras y tierra para darles mayor peso y que se colocaran cuchillas de hierro en sus proas y que fueran lanzadas desde el actual barrio de San Jerónimo (más al norte) corriente abajo para que se dirigieran hacia el puente de barcas, para romper la cadena que unía las barcas y cortar así el suministro a Sevilla. Estos serían barcos de vela con una cruz roja en sus velas.Sin embargo, esto plantea un problema, ya que para colocar los barcos en San Jerónimo hay que remontar el río hasta ese punto, y la supuesta cadena de la Torre del Oro y el puente de barcas lo impiden. Por ello, el historiador experto en temas hispalenses José María de Mena, académico de la Real Academia de la Historia, dice que se sacaron las dos naves del río y se remontaron por tierra sobre troncos de árboles.
Los barcos serían lanzados río abajo aprovechando, además, vientos del noreste para darles más impulso. Aunque también cabe decir que De Mena expone otra teoría. Esta consiste en que los buques entraron en el puerto de la ciudad aprovechando un fuerte viento de poniente rompiendo la cadena que unía la Torre del Oro con la orilla opuesta y, posteriormente, remontaron el río hasta el puente de barcas rompiéndolo también.
Entraran por el sur o por el norte, en lo que hay consenso es en que el 3 de mayo partieron los buques para la operación soportando en esta batalla el ataque con flechas de los moros. Un buque iba dirigido por Ruí Pérez y el otro por el almirante Bonifaz, que mandaba la flota. El primer buque impactó contra el puente sin resultado, pero el segundo, dirigido por el propio Bonifaz, logró partir la cadena y "fue a dar de frente un tal golpe que se pasó clara de la otra parte". Con la ruptura del puente de barcas se logró aislar Sevilla del Aljarafe.
El historiador del siglo XVII Diego Ortiz de Zúñiga dice, en su obra Anales de Sevilla, que el puente de barcas se encontraba donde se encuentra «en la actualidad», es decir, junto al castillo de San Jorge, y que junto a la Torre del Oro, más al sur, había "una gran cadena de maderos eslabonados con argollas de hierro" que iban de la Torre del Oro a un "murallón" que había en la orilla opuesta del que "todavía se conservan cimientos". Y que, aunque de esa gran cadena no se habla en la Primera crónica general, "es menester creerlo de antiguas memorias en que se refiere".
Como premio por la hazaña Fernando III entregó a Rui Pérez un escudo personal y municipal, que es el que hoy tienen los descendientes de ese marino y que también es usado por el Ayuntamiento. A Ramón de Bonifaz le entregó en el Repartimento de Sevilla unas casas que se encuentran en la actual calle Placentines en su desembocadura con la calle Alemanes, casas que son parte del palacio arzobispal.
Un fragmento de las cadenas se conserva en la iglesia de parroquial de Santa María de la Asunción, en Laredo. Esta acción se rememora en los actuales escudos de Cantabria, Santander, Laredo, Santoña, Comillas y Avilés. La heráldica muestra que las cadenas fueron rotas frente a la Torre del Oro, aunque eso no se puede demostrar.
En un texto medieval a Rui Pérez, que algunos textos medievales llaman Rui González, se le dedicó la siguiente poesía:
Perdida toda esperanza de recibir ayuda de los almohades, Axataf y la conferencia de notables de la ciudad empezaron a plantearse la capitulación. Por ello, en octubre, plantearon una capitulación a Fernando III, que no aceptó y dijo que no aceptaría otra cosa salvo la rendición incondicional de la ciudad. El alfaquí Orías, que se encontraba en el Castillo de San Jorge, y los alcaldes de Triana piden permiso a Fernando para acceder a Sevilla y tratar la capitulación en la asamblea sevillana. Luego, se envió una comitiva a los castellanos para proponerles la entrega del Alcázar y las rentas de la ciudad, cosa que también Fernando negó. Unos días después vuelve la embajada mora y dicen que cederán, además del Alcázar, un tercio de la ciudad como señorío, y Fernando también se niega.
Luego, vino una tercera propuesta, dividirían la ciudad con un muro y una mitad quedaría para los cristianos y la otra para los musulmanes, y aunque esta idea empezó a gustar a algunos del séquito de Fernando este se negó y dijo que la ciudad debía de quedar "libre et quita".Finalmente los musulmanes tuvieron que aceptar las condiciones de Fernando, que eran:
La ciudad se rindió en noviembre de 1248. El 23 de noviembre se produjo la entrega de las llaves de la ciudad y se hizo marchar a los moros. La ciudad quedó vacía y fue llenada con emigraciones castellanas y las tierras fueron repartidas entre diversas órdenes militares.
Axataf embarcó para Ceuta. El responsable de seguridad de la gran marcha de moros a Jerez fue el maestre de la Orden de Calatrava. El 23 de diciembre se produjo la entrada de Fernando III por la Puerta de los Goles, después llamada Puerta Real. Tras la conquista el rey nombró diez nobles para sentenciar los pleitos. Estos fueron la base del Cabildo o regimiento de Sevilla, que se compuso de 36 regidores; 18 del estamento noble y 18 del estamento popular, 72 jurados, 4 alcaldes mayores y 1 alguacil mayor. Los 72 jurados no tenían voto en el concejo y tenían a su cargo la vigilancia de la ciudad y el orden público, mandaban a los alamines, que eran los encargados de tasar los comestibles, y a los almotacenes, que velaban por la exactitud de pesas y medidas, y también a los alarifes, que atendían a los edificios.
Tras la Reconquista de Sevilla fue nombrado obispo el hijo de Fernando III, Felipe de Castilla, que abandonó pronto el cargo y contrajo matrimonio con la princesa Cristina de Noruega. Le sustituyó en ese puesto Remondo.
Durante los combates del asedio, se dieron diversas capitulaciones. Entre ellas los musulmanes querían destruir la mezquita, que habían finalizado recientemente, para que no cayera en manos cristianas. Alfonso X, que veía desde la distancia el minarete de la mezquita y conocía del valor arquitectónico y cultural de esas construcciones, se negó en rotundo y amenazó con matar a todos los habitantes de la ciudad si tocaban una sola teja de la mezquita. Entonces los musulmanes, asustados, dijeron que se habían expresado mal, que lo que ellos realmente querían era destruir el minarete, que era la parte que ellos más valoraban del conjunto. Entonces Alfonso respondió que si tocaban un solo ladrillo de la torre pasaría a cuchillo a todos los moros de la ciudad. Dicho minarete, con su remate renacentista, es la actual Giralda de Sevilla.
Encontrándose el rey en una escaramuza en un lugar cercano a Tablada, en el cerro de Cuartos, cuenta la leyenda que pidió el rey ayuda a la Virgen usando las palabras "Santa María, Valme" (Santa María, váleme, ayúdame...). Como salió el rey con bien de dicha batalla, mandó edificar en aquel lugar una ermita en honor a la Virgen de Valme, hoy día, "Celestial Protectora" de la cercana localidad de Dos Hermanas.
En cierta ocasión, desde las murallas de la Macarena, una flecha rasgó el manto en el que iba envuelta una imagen de la Virgen que portaba en el arzón de su caballo el rey. El mismo monarca, tomó hilo y aguja para zurcirlo, a lo que uno de sus caballeros sugirió llamar a un sastre; el monarca respondió, que para los asuntos de la Virgen, bien podía hacer de sastre un rey, motivo por el cual, los sastres del campamento lo nombraron hermano mayor de la hermandad gremial de San Crispín.
Otras de las leyendas, cuenta que el mismo monarca, se disfrazó de moro para adentrarse en la ciudad, y poder explorar así las defensas, entrando por la puerta de Córdoba, y saliendo por la puerta de Jerez, lo que supone cruzar la ciudad de noreste a sur.
Varias son las leyendas a cerca de este caballero, maestre de la Orden de San Juan -según otras fuentes, caballero templario-:
En una de ellas que cristianos del linaje de los Mariños le criticaba porque su escudo estaba deteriorado. En esto, un caballero Mariño le retó a salir a pelear contra los moros, y al ver el infanzón Mariño cuánta braveza tenía Vargas en su combate, se disculpó y le dijo que la razón por la que su escudo estaba tan deteriorado era de tanto pelear por el rey Fernando.
La segunda anécdota cuenta que él y otro caballero iban a incorporarse a la escolta de los forrajeadores en la dehesa de Tablada cuando se encontraron con siete caballeros moros. El otro caballero sintió miedo y se marchó, abandonando a Garci Pérez, que pidió las armas y armadura a su escudero, se las colocó, y pasó a través de los moros que, conociéndole, no se atrevieron a tocarle. Tras esto, recordó que al ponerse el yelmo se le había caído la cofia que él solía llevar en la cabeza, ya que era calvo, y, en contra de los ruegos de su escudero, decidió dar la vuelta para recoger la cofia, volviendo a pasar frente a los moros. Viendo el rey san Fernando todo este episodio desde un cerro cercano, el de San Juan de Aznalfarache, fue a preguntarle a Garci Pérez quién era el caballero que le había abandonado y él no quiso decirlo.
Una tercera leyenda, cuenta que se lanzó contra la puerta de la muralla situada frente a la calle Guadalquivir bajo una lluvia de flechas, y golpeándola con la espada, le gritó a la puerta "De San Juan te has de llamar", nombre que tuvo la puerta desde la toma de la ciudad, hasta su derribo a mitad del siglo XIX.
Debido a la trascendencia de la reconquista de Sevilla numerosas localidades del norte de España de las que salieron la mayoría de los soldados y barcos que participaron en la batalla, incorporaron posteriormente imágenes alusivas a la reconquista, apareciendo así motivos de barcos, cadenas (aludiendo al puente de barcas que cerraba el Guadalquivir) o incluso la torre del oro.
El escudo de la comunidad autónoma de Cantabria, de donde eran muchos de los marinos, incorpora también esta iconografía.
Escudo de Cantabria, mostrando la ruptura de las cadenas de la Torre del Oro, representada como un torreón
Escudo de Santander, mostrando la ruptura de las cadenas de la Torre del Oro
Escudo de Laredo.
Escudo de Comillas.
Escudo de Santoña.
Escudo de Avilés
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