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Ramón de Bonifaz



¿Qué día cumple años Ramón de Bonifaz?

Ramón de Bonifaz cumple los años el 11 de junio.


¿Qué día nació Ramón de Bonifaz?

Ramón de Bonifaz nació el día 11 de junio de 252.


¿Cuántos años tiene Ramón de Bonifaz?

La edad actual es 1771 años. Ramón de Bonifaz cumplirá 1772 años el 11 de junio de este año.


¿De qué signo es Ramón de Bonifaz?

Ramón de Bonifaz es del signo de Geminis.


Ramón de Bonifaz y Camargo (1196-Burgos, 1252 o 1256) fue un noble, marino y militar castellano, «rico hombre de Castilla», «sabidor de las cosas de mar», primer almirante de Castilla y creador de la Marina Real de Castilla. En el año 1247, Fernando III el Santo le encargó la organización y dirección de una flota que contribuyó de manera decisiva a la reconquista de Sevilla.

No hay unanimidad entre los historiadores sobre el origen de Ramón de Bonifaz, al que algunos consideran francés, otros laredano y otros nacido en Burgos, de donde llegó a ser alcalde en diversos momentos. La Crónica General de Alfonso X dice de él que era «Omne de Burgos». Sin embargo, en aquella época era habitual incorporar al apellido el topónimo del lugar de origen, de modo que hay quien cree que Camargo sería su zona de procedencia, donde aprendería el oficio de la mar. Parece ser que la «Armada de Castilla» se formaba en la costa cántabra y para facilitar las comunicaciones con el interior de la península y la Corona, se situó su administración en Burgos.

Fue presentado al rey Fernando III el Santo cuando estuvo en Burgos en 1245. Enterado el monarca de sus grandes conocimientos marineros, le encargó, a principios de 1247, el apresto en los puertos de Vizcaya y Guipúzcoa de una flota que había de operar en coordinación con su ejército para la reconquista de Sevilla.

Bonifaz entregó las reales cartas a los consejeros de las provincias del norte y ellas tuvieron de estimular la emulación entre navieros y navegantes, especialmente en las Cuatro Villas de la Costa (Laredo, Castro Urdiales, Santander y San Vicente de la Barquera). Una vez constituida su armada se puso rumbo al sur, reforzándola a su paso por Galicia con nuevos buques y tripulantes.

Llegó a reunir una flota de trece naves de vela, además de cinco galeras que se habían construido ex profeso a expensas de la Corona en los astilleros de Santander a lo largo del año de 1247.

Se presentó Bonifaz con su armada en la desembocadura del Guadalquivir a principios de agosto de 1247, después de una navegación con temporales fuertes que acreditaron su pericia marinera. Allí derrotó a la flota de saetías y zabras moras que mandaba Abu Qabl, que trataron de impedirle el paso, así como la que conducía a Sevilla refuerzos desde el norte de África.

Remontó el río en cooperación con la caballería cristiana, apoyado desde la margen izquierda por el rey, a la sazón en Alcalá del Río, envió a tomar contacto con la flota para evitar el apoyo que de otro modo se hubiese dado a las naves musulmanas desde dicha ribera, hostigando a los cristianos.

Dominado el curso del Guadalquivir, en su parte cercana a Sevilla por el sur, ello permitió el paso de las fuerzas a la margen derecha y por tanto el ataque al importante arrabal fortificado de Triana y el destacar el necesario guarda flanco para evitar que acudiesen los socorros enviados por el rey moro de Niebla, Su'ayb ibn Muhammad ibn Mahfuz.

La acción decisiva de la flota fue la rotura del puente-barrera que unía a Sevilla con Triana, que era el principal obstáculo que se presentaba a los buques cristianos para remontar el río hasta la ciudad. La crónica expresa la dificultad que representaba el puente-barrera, que era de barcas amarradas con gruesas cadenas, al esfuerzo del rey Fernando, cuyas tropas no bastaban para completar el cerco de Sevilla-Triana, no obstante los refuerzos enviados por el rey de Aragón, Jaime I, a pesar de estar empeñado en su propia guerra con el moro en el sur de Valencia, en la frontera con Murcia. Dice la crónica: «Con todo estado lo hecho (la ayuda de Jaime) se tenía por poco estar en pie la puente que había sobre barcos, entre la ciudad y el arrabal de Triana».

Se proyectó que la operación de ruptura del puente-barrera se efectuara un día de viento y marea favorable y este fue el 3 de mayo de 1248, en que se conmemoraba la Invención de la Santa Cruz en la flota y en el real de los cristianos. Bonifaz preparó sus dos naves más gruesas, probablemente dos carracas de carga, reforzando sus proas con gruesas tablas sujetas con pernos.

Empezó la acción al subir la marea y con el viento a favor, pues ya previamente se habían reforzado los palos, para que aguantasen la embestida. Las naves se lanzaron a toda vela contra el puente, que retembló al choque de la primera y se rompió al de la segunda, que era precisamente en la que iba Bonifaz.

Se dio un asalto general a Sevilla y a Triana que fue rechazado, pero la resistencia de los moros estaba herida de muerte, al no poder recibir más refuerzos. Las fuerzas cristianas pudieron perfeccionar el cerco y anular la navegación de las naves moras, llegándose así a la rendición de la ciudad de Sevilla. Dice la crónica que en la rotura del puente «consistió toda la victoria, porque los moros desde aquella hora conocieron ser vencidos». En efecto, el rey musulmán Axataf, al verse cercado y sin esperanzas de socorro, rindió la ciudad a los cristianos el 23 de noviembre de 1248.

Este hecho quedó reflejado en el escudo de Santander (que con el Estatuto de Autonomía pasaría a integrar también el de Cantabria), donde se pueden apreciar la Torre del Oro y una nave rompiendo las cadenas en el Guadalquivir. Motivos parecidos aparecen en los escudos de Comillas, Santoña, Laredo y Avilés.

Era palpable, después de esta experiencia, la necesidad de una fuerza naval propia de la Corona, y así el rey Fernando encargó a Bonifaz la construcción de unas atarazanas o astilleros donde se construyeran las naves necesarias. Las estableció a orillas del Guadalquivir, en Sevilla, en el Arenal, siendo estas las Atarazanas Reales de Sevilla, a instancias de Alfonso X en 1254, y su alcaide fue Fernán Martínez Badana. Bonifaz consiguió con las fuerzas a su mando limpiar el río de obstáculos de tal modo que poco después las naves mercantes genovesas, pisanas, florentinas y aragonesas, pudieron entrar en el puerto de Sevilla.

Esta escuadra de Bonifaz es la primera de todas las de la península ibérica que se regía por ordenanzas realmente militares, ya que los códigos anteriores, como las Ordinationes Ripariae, estaban dirigidas a las naves mercantes.

En el año de 1250, el rey Fernando III, como recompensa a toda su labor, preocupación, saber y éxito que de sus servicios se obtuvieron, vino en nombrarle almirante de Castilla.

El código de las Siete Partidas publicado en tiempos del rey Alfonso X el Sabio, hijo de Fernando III, no hizo más que recoger todo lo anteriormente legislado en tiempos de su padre en cuanto a lo que la mar se refiere, empezando a ponerse en práctica bajo su mandato.

Bonifaz, viéndose abatido físicamente y casi agotado por sus grandes esfuerzos en la tarea de organizar la primera marina de guerra, solicitó del rey ser retirado a su tierra burgalesa, donde fundó el monasterio de San Francisco. Ramón dejó como alcalde de Burgos a su hijo Diego Bonifaz y él se ocupó de cargos de carácter fiscal, llegando a ser veedor de las rentas reales de los puertos de Castilla.

Falleció en la ciudad de Burgos en el año 1256, aunque algunas fuentes señalan que fue en 1252.

Su cadáver recibió sepultura en el desaparecido monasterio de San Francisco de Burgos, que fue destruido durante la Guerra de la Independencia por las tropas francesas, y posteriormente demolido en 1837. En el sepulcro que contenía sus restos mortales fue esculpida la siguiente inscripción:

Durante una visita de la reina Isabel la Católica al monasterio de San Francisco de Burgos, ordenó que la parte final de dicho epitafio, que hacía referencia a Fernando III de Castilla, fuera suprimida, y ordenó que se le añadiera la frase: «que fue en ganar a Sevilla con el rey Don Fernando». El sepulcro del primer almirante de Castilla, de piedra, era de elevadas proporciones, y sobre su cubierta se hallaba una estatua yacente que representaba al difunto portando su espada, mientras que a sus pies aparecía colocado un perro acostado, símbolo de fidelidad, que portaba el escudo con las armas del Almirante.[1]



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