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Reinado de Fernando VII



¿Qué día cumple años Reinado de Fernando VII?

Reinado de Fernando VII cumple los años el 17 de mayo.


¿Qué día nació Reinado de Fernando VII?

Reinado de Fernando VII nació el día 17 de mayo de 873.


¿Cuántos años tiene Reinado de Fernando VII?

La edad actual es 1151 años. Reinado de Fernando VII cumplió 1151 años el 17 de mayo de este año.


¿De qué signo es Reinado de Fernando VII?

Reinado de Fernando VII es del signo de Tauro.


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Flag of Venezuela (1811).svg (1811)
Flag of New Granada (1811-1814).svg (1811)
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Flag of Chile.svg (1818)
Flag of the Gran Colombia (1819-1820).svg (1819)
Flag of Peru (1821-1822).svg (1821)
Flag of Mexico (1821-1823).svg (1821)
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State flag of Bolivia (1825-1826).svg (1825)
Flag of Spain (1785–1873, 1875–1931).svg (1833)


Durante la guerra de la Independencia y después de la partida definitiva de José I de Madrid, el 27 de mayo de 1813, las Cortes se reúnen en la capital en octubre. Poco después, Napoleón reconoce a Fernando VII como rey de España mediante el Tratado de Valençay. Entrando el rey el 22 de marzo de 1814 en Figueras[1]​ con el apoyo general de la población y recibiendo el respaldo de 69 diputados mediante el llamado Manifiesto de los Persas. Que es presentado ante el rey, el 16 de abril en Valencia.

El 4 de mayo Fernando VII decreta ilegales las Cortes de Cádiz, y su obra legislativa, fundamentalmente la Constitución de 1812.

Muy pocas son las personas que manifiestan su hostilidad al monarca tras el decreto de 4 de mayo. Hay que tener en cuenta que la constitución de 1812 no beneficiaba en absoluto a los campesinos, ya que les quitaba la propiedad jurisdiccional de las tierras que les permitía hacer un uso usufructuario de las mismas, sin perjuicio de los impuestos que tenían que pagar al noble. Por esta razón, el campesinado apoyó a Fernando VII y posteriormente a su hermano Carlos que representaba la opción antiliberal. Tras la derogación de la constitución de 1812 (la Pepa), los militares liberales son trasladados y arrestados en África; y los disturbios en Madrid, de poca entidad, son acallados rápidamente por el ejército. Se restablece el Consejo de Castilla, se destituye a los alcaldes, se restablecen las capitanías generales, regresa la Compañía de Jesús el 15 de mayo de 1815, se reinstaura la Inquisición y se persigue a los afrancesados. Sin embargo, los campesinos no obtuvieron las ventajas que pretendían, y la nobleza acaparó la propiedad plena de la tierra, con lo que el campesino se convertía en un asalariado a partir de la promulgación de la constitución del 19 de marzo de 1812 que ya no se derogaría en este sentido. Esta reforma sobre la tierra benefició a la nobleza y sobre todo a la burguesía. Fernando VII nunca la derogó. Por todo ello, los campesinos pusieron al final sus esperanzas en la causa carlista. En España, no existe una revolución burguesa como en el resto de Europa. En España, hay una burguesía temerosa de la revolución y cuya mayor aspiración es adquirir un estatuto nobiliario. La burguesía española se alía con la nobleza y nunca con el campesinado que es el que, en realidad, tenía la fuerza para apoyar una revolución burguesa.

Algunos pronunciamientos liberales se sucedieron a lo largo de estos años contra el absolutismo fernandino, pero sin éxito: Espoz y Mina en 1814, Díaz Porlier en 1815 y el general Lacy en 1817 fueron los más destacados.

Sin embargo, el 1 de enero de 1820, el coronel Rafael de Riego en Las Cabezas de San Juan junto a otros oficiales liberales proclama la Constitución de Cádiz. El movimiento se debilita y en marzo está al borde del fracaso, pero en Galicia se producen varios levantamientos que se unen proclamando también la vigencia de la Constitución gaditana. El efecto es seguido en diferentes puntos de España. El 7 de marzo, los sublevados y el pueblo ocupan los aledaños del Palacio Real de Madrid por lo que el rey se ve obligado a aceptar la Constitución.

A la par que el nuevo gobierno restaura la Constitución de Cádiz, excarcela a los liberales, civiles y militares y regresan del destierro buena parte de los casi 4.000 denominados afrancesados, el rey conspira con sus fieles para dificultar la tarea de gobierno, agrupados en torno al Partido realista que llega a formar la denominada Regencia de Urgel en Cataluña como bastión para la restauración absolutista.

El enfrentamiento con los realistas era uno de los problemas con los que se enfrentaba el gobierno liberal, pero no el único. De todas formas, una parte de los objetivos se vieron cumplidos.

En el orden jurídico se realizó el primer Código penal moderno, se realizó el primer esbozo de división provincial de España y se estableció el servicio militar obligatorio.

En el orden económico se abolieron las aduanas interiores para facilitar el comercio, se eliminaron los privilegios de los gremios favoreciendo la libertad de industria, se desamortizaron bienes de la Iglesia católica y se reformó la hacienda pública siguiendo algunos de los criterios que ya habían sido apuntados por los ilustrados.

En el orden social se volvió a limitar el papel de la Inquisición que había sido reactivada por Fernando VII y se puso en marcha la educación pública gratuita en tres niveles, incluido el universitario.

El Gobierno liberal encontró dos resistencias a su política: la primera de los realistas, bien organizados y dirigidos por el propio monarca, incluyendo a la Iglesia, exaltada sobre todo tras el proceso de desamortización y cierre de las órdenes eclesiásticas militares. Incluso se llegó a establecer la llamada Regencia de Urgel integrada por el marqués de Mataflorida (presidente de la regencia) y dos vocales, Jaime Creus Martí (arzobispo de Tarragona) y el barón de Eroles. La regencia argumentaba que el rey no era libre para gobernar y que se encontraba preso de los "negros" (liberales).

Por otro lado, un amplio sector también denominado liberal, los "exaltados", mucho más radical, contrario al mantenimiento de la monarquía y que controlaba buena parte de la prensa. En este ambiente, y tras las elecciones a Cortes de 1822 que dieron la victoria a Riego y con una Europa sacudida por movimientos democratizadores que cuestionaban el orden interno de los estados, Fernando VII, apoyado en las tesis del Congreso de Viena, se unirá a la Santa Alianza formada por Rusia, Prusia, Austria y Francia para la reinstauración del absolutismo. Tras la caída del gabinete moderado de Francisco Martínez de la Rosa a raíz de la Sublevación de la Guardia Real la situación se radicalizó. En 1822 la Santa Alianza decide intervenir en España, al igual que había hecho en Nápoles y Piamonte y el 22 de enero se firma un tratado secreto que permitirá a Francia invadir España.

La Ilustración en España había llevado a los confines de América las nuevas ideas de progreso. La burguesía de la zona, tomando ejemplo del proceso de descolonización de las posesiones británicas solo necesitó un detonante: la falta de autoridad y legitimidad de José I para plantearse un futuro distinto del que esperaba a la península. El factor fundamental fueron los criollos, españoles nacidos en América con gran poder económico pero que se decían discriminados frente a los peninsulares en el terreno político y judicial, y que terminaron consiguiendo el apoyo del resto de clases sociales populares.

Desde 1808 se suceden declaraciones de independencia en Argentina, Venezuela, Colombia, Ecuador, Chile, México y Perú. Los Libertadores San Martín y Bolívar dirigen las tropas independentistas que combaten a los ejércitos españoles durante los años finales de la guerra. La revolución de Riego y la defección del ejército de ultramar en Cádiz en el año 1820 señala el ocaso del esfuerzo militar de los defensores de la monarquía española. Las luchas de liberales y absolutistas se trasladan a América enfrentando a los Realistas entre sí, cuyos restos se baten finalmente en la batalla de Ayacucho en el año 1824. Una última expedición de reconquista llega a México bajo la dirección de Isidro Barradas en el año 1829 sin encontrar ya ningún apoyo popular.

El 7 de abril de 1823, Francia invadía España con un ejército al que se denominará los Cien Mil Hijos de San Luis y que solo soportará algo de resistencia del ejército liberal en Cataluña, pudiendo entrar en Madrid con comodidad. El gobierno liberal huye a Andalucía y se refugia en Cádiz, manteniendo a Fernando VII como rehén. Sitiados por los franceses, el gobierno legítimo negocia la rendición a cambio de la jura por el rey del respeto a los derechos de los españoles, cosa que hace el monarca.

(...) Sentado ya otra vez en el trono de San Fernando por la mano sabia y justa del Omnipotente, por las generosas resoluciones de mis poderosos aliados y por los denodados esfuerzos de mi primo, el duque de Angulema y su valiente ejército, deseando proveer el remedio a las más urgentes necesidades de mis pueblos, y manifestar a todo el mundo mi verdadera libertad he venido en decretar lo siguiente:
1º. Son nulos y de ningún valor los actos del gobierno llamado constitucional (de cualquier clase y condición que sean) que ha dominado a mis pueblos (...), declarando, como declaro, que en toda esta época he carecido de libertad; obligado a sancionar las leyes y a expedir las órdenes, decretos y reglamentos que contra mi voluntad se meditaban y se expedían en el mismo gobierno.
2.° Apruebo todo cuanto se ha decretado por la Junta Provisional de gobierno y por la Regencia del Reino. (...)

El mismo 1 de octubre de 1823, sintiéndose arropado por las tropas francesas, Fernando VII vuelve de nuevo a suspender la Constitución de Cádiz y declara ilegales y "nulos y de ningún valor" todos los actos de gobierno y normas dispuestas en el Trienio Liberal. Por segunda vez, el rey deja de cumplir su promesa.

Rafael de Riego, Juan Martín Díez «El Empecinado», Mariana Pineda y otros muchos liberales son ejecutados; el exilio es el camino de muchos de los que habían vuelto de Francia convencidos de las bondades del Trienio Liberal (Goya será el más claro exponente) y la represión alcanza todos los rincones de la península. El propósito era regresar a modelos, no ya propios de los tiempos anteriores a la Guerra de la Independencia, sino a modelos en los que el despotismo ilustrado tampoco tenía papel alguno.

La Inquisición se ve superada por los Tribunales de Fe Diocesanos, instrumento creado por el ministro de Gracia y Justicia, Francisco Tadeo Calomarde, para extender la represión a todos los órdenes.

Hacia 1832 la crisis económica y el problema sucesorio se plantean en toda su crudeza. Los intentos por liberar la economía dentro de un régimen absolutista han fracasado. A ello se suma el problema sucesorio. Aunque las mujeres no estaban excluidas de la línea sucesoria, gracias a la derogación de la Ley Sálica en 1789 por Carlos IV, y Fernando VII contaba con dos hijas, la princesa Isabel era la primogénita, había un movimiento por la entronización del hermano del monarca, Carlos María Isidro de Borbón encabezados por los absolutistas más recalcitrantes. La enfermedad del rey había convertido a María Cristina de Borbón en Regente. Con habilidad, buscó la alianza de los liberales a cambio de la promesa de que con su hija Isabel se retomaría un rumbo constitucional moderado de corte liberal. La muerte de Fernando VII en 1833, la auto proclamación de Carlos como rey y el mantenimiento de la princesa Isabel como legítima heredera, abrirá el periodo de las Guerras carlistas por la sucesión de la corona, y el fin del período absolutista.




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