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Reinaldo de Antioquía



Reinaldo I de Châtillon o Reinaldo I de Antioquía (c.1125 - 4 de julio de 1187) fue un caballero francés que participó en la Segunda Cruzada y permaneció en Tierra Santa tras el fracaso de la misma. Fue príncipe de Antioquía de 1153 a 1160, gracias a su matrimonio con Constanza de Antioquía, la heredera del principado.

Era un hijo segundón de Enrique, señor de Châtillon, descendiente de una familia de la nobleza media de Champaña, a la que también pertenecía Eudes de Châtillon, papa Urbano II. Se unió a la Segunda Cruzada en 1147 para buscar fortuna. Entró al servicio de Constanza de Antioquía, cuyo primer marido había muerto en 1149, y se casó con ella en secreto en 1153, sin consultar al señor feudal de Constanza, el rey Balduino III de Jerusalén. Ni Balduino ni Américo de Limoges, Patriarca Latino de Antioquía, vieron con buenos ojos el matrimonio de Constanza con un hombre de linaje inferior. Gracias a este matrimonio, Reinaldo se convirtió en príncipe de Antioquía.

En 1156 Reinaldo, arguyendo que el emperador bizantino Manuel I Comneno no había cumplido su promesa de pagarle cierta cantidad de dinero, decidió como represalia atacar la isla de Chipre. El Patriarca Latino de Antioquía se negó a sufragar los gastos de la expedición. Reinaldo lo hizo torturar y después ordenó que se le desnudase, se le cubriesen las heridas de miel y se le dejase al descubierto. Después de un día de sufrir este tormento, el Patriarca aceptó financiar la expedición a Chipre. Las fuerzas de Reinaldo devastaron la isla, saqueando y violando.

Como consecuencia, el emperador Manuel I Comneno emprendió la marcha hacia el principado de Antioquía. Enfrentado a una fuerza muy superior, Reinaldo optó por humillarse: descalzo y andrajoso, suplicó públicamente el perdón del rey, postrándose ante él. En 1159 se le obligó a pagar tributo al emperador como castigo por su ataque, y se comprometió a aceptar un Patriarca griego de Antioquía. Cuando Manuel visitó Antioquía al año siguiente para encontrarse con Balduino III de Jerusalén, Reinaldo entró en la ciudad conduciendo de la brida el caballo de Manuel, expresando así su sumisión al emperador.

Poco después, en 1160, Reinaldo fue capturado por los musulmanes durante una expedición de saqueo contra los campesinos sirios y armenios de Marash. Estuvo confinado en Alepo durante diecisiete años y sólo fue liberado cuando se pagó en 1176 la extraordinaria suma de 120.000 dinares de oro. Reinaldo regresó de su cautividad más ambicioso y sediento de sangre que nunca. Puesto que su esposa, Constanza, había muerto en 1163 y su hijastro había heredado el principado, contrajo matrimonio con otra viuda rica, Estefanía de Milly, viuda de Hunfredo III de Torón y de Miles de Plancy, y heredera del señorío de Transjordania, incluyendo los castillos de Kerak y Montreal, al sudeste del mar Muerto. Estas fortalezas controlaban la ruta de las caravanas entre Egipto y Damasco, y permitían el acceso al mar Rojo. Se hizo famoso por su crueldad, pues a menudo despeñaba a sus enemigos desde lo alto del castillo para que se hicieran pedazos con las rocas que había al pie de la fortaleza.

En noviembre de 1177, a la cabeza del ejército del Reino de Jerusalén, Balduino IV derrotó a Saladino en la batalla de Montgisard. El propio sultán solo se salvó gracias a su guardia personal, compuesta por mamelucos. En 1181, violando la tregua que se había firmado entre cristianos y musulmanes, Châtillon se dedicó a asaltar las caravanas árabes que pasaban por las cercanías de Kerak. Aunque Saladino exigió al rey de Jerusalén que castigase a Reinaldo, Balduino IV se confesó impotente para controlar a su vasallo. El resultado fue el reinicio de las hostilidades entre cruzados y musulmanes.

En 1182 Reinaldo puso en práctica un proyecto que había acariciado desde hacía tiempo: lanzar una escuadra por el mar Rojo para atacar las ricas caravanas marítimas que iban a La Meca e incluso atacar la misma Ciudad Santa del islam. Hacia fines del año se dirigió hasta Aila, en la cabecera del golfo de Aqaba, llevando galeras que había construido con maderas procedentes de los bosques del Moab y que había probado en las aguas del mar Muerto. Aila, que había estado en poder de los musulmanes desde 1170, fue ocupada por él, pero resistió la fortaleza de la isla próxima, la isla de Graye de los cronistas francos, y Reinaldo se quedó con dos de sus barcos para bloquearla. El resto de su flota zarpó alegremente, con piratas indígenas como pilotos. Navegaron por la costa africana del mar Rojo, atacando las pequeñas ciudades costeras por donde pasaban, y finalmente atacaron y saquearon Aidib, el gran puerto nubio frente a La Meca. Allí capturaron varios mercantes cargados con riquezas que procedían de Adén y de la India. Un grupo desembarcó y saqueó una enorme caravana indefensa que había pasado por el desierto procedente del valle del Nilo. Desde Aidib los corsarios cruzaron a la costa de Arabia.

Incendiaron las embarcaciones en al-Hawra y Yambo, los puertos de Medina, y penetraron hasta ar-Raghib, uno de los puertos de la misma Meca. Acto seguido hundieron un barco de peregrinos que iba a Jedda.

Todo el mundo musulmán fue presa del horror. Incluso los príncipes de Alepo y Mosul, que habían solicitado ayuda franca, estaban avergonzados de tener aliados que hacían semejantes ultrajes a la fe. El hermano de Saladino, Malik al-Adil, gobernador de Egipto tomó medidas. Envió al almirante egipcio Husan ed-Din Lulu con una flota tripulada por marineros marroquíes en persecución de los francos. Lulu corrió primero al castillo de Graye y reconquistó Aila, de donde Reinaldo se había retirado, y después se enfrentó con la flota corsaria en aguas de al-Hawra, destruyéndola y haciendo prisioneros a casi todos los hombres que había a bordo. Algunos de ellos fueron enviados a La Meca, para ser ceremoniosamente ejecutados en el lugar del sacrificio, en Mina, durante la próxima peregrinación. Los prisioneros restantes se los llevaron a El Cairo, donde todos fueron decapitados. Saladino juró solemnemente que Reinaldo no sería perdonado nunca por el ultraje cometido y, de ser necesario, le mataría con sus propias manos.

Ese mismo año, 1182, el sultán atacó Kerak mientras se estaba celebrando en el castillo el matrimonio del hijastro de Reinaldo, Hunfredo IV de Torón, con Isabel de Jerusalén. El sitio fue levantado gracias a la intervención de Raimundo III de Trípoli, y Reinaldo pudo volver a estar tranquilo hasta 1186.

Dicho año se alió con Sibila y Guido de Lusignan contra Raimundo III de Trípoli, y su influencia contribuyó a lograr el reconocimiento de Guido como nuevo rey de Jerusalén en detrimento del conde Raimundo. También en 1186 Reinaldo atacó una caravana en la que viajaba la hermana de Saladino, rompiendo así la tregua que se había establecido entre el sultán y los Estados cruzados. Aunque Guido le reprendió por su acción, intentando así apaciguar a Saladino, Reinaldo replicó que era señor de sus propias tierras y que él no había firmado la paz con los musulmanes.

En 1187, Saladino invadió el reino de Jerusalén y derrotó a los cruzados en la batalla de Hattin. Tanto Reinaldo como el rey Guido fueron hechos prisioneros en la batalla. El cronista Imad al-Din refiere lo que ocurrió a continuación (en las crónicas árabes Reinaldo es llamado Arnat):

Al rey Guido se le perdonó la vida. Estuvo prisionero en Damasco durante un tiempo, y luego se le dejó en libertad.

Reinaldo y Constanza tuvieron dos hijas:

Reinaldo y Estefanía tuvieron un hijo y una hija:

En la película de 2005 Kingdom of Heaven, el personaje de Reinaldo de Châtillon fue interpretado por el actor Brendan Gleeson.



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