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Revolución de los Claveles



La Revolución de los Claveles (en portugués: Revolução dos Cravos o, mucho más frecuentemente, O 25 de Abril) es el nombre dado a un levantamiento militar ocurrido el 25 de abril de 1974 en Portugal, que provocó la caída del régimen de ese país, que no convocaba elecciones democráticas desde 1925. El fin de este Gobierno, conocido como Estado Nuevo, restauró la democracia en Portugal casi cincuenta años después, y permitió que todas las provincias portuguesas no europeas (excepto Madeira y Macao) lograran su independencia antes de concluir 1975. Tras una larga guerra en lo que hoy son Angola y Mozambique, Portugal se convirtió en un Estado democrático y de derecho.

A inicios de la década de 1970, el régimen autoritario del Estado Nuevo seguía pesando como una losa sobre Portugal. En 1968, su fundador, António de Oliveira Salazar, quedó impedido por un accidente doméstico, que le provocó un hematoma cerebral, por lo que fue apartado del gobierno y falleció en 1970. Le sustituyó Marcelo Caetano en la dirección del régimen. Cualquier intento de reforma política fue abortado, debido a la propia inercia del régimen y al poder de su policía política, la Policía Internacional y de Defensa del Estado (PIDE).

A finales de la década de 1960 el régimen se aislaba, con líderes envejecidos y anquilosados, en un mundo occidental en plena efervescencia social e intelectual. Mientras tanto, las colonias africanas de Mozambique y Angola, arrastradas por los movimientos de descolonización de la época, habían estallado en revueltas desde principios de la década y obligaban a la dictadura portuguesa a mantener por la fuerza de las armas el Imperio colonial portugués, instalado en el imaginario de los ideólogos del régimen como un "elemento de la identidad nacional" que debía conservarse a toda costa. El país se vio abocado a invertir grandes recursos humanos y materiales en una guerra colonial de pacificación costosa y difícil de sostener para Portugal, actitud que contrastaba con el resto de potencias coloniales de Europa, que, pese a contar con más recursos que Portugal, preferían asegurarse la salida del continente africano de la forma más conveniente y menos costosa.

La guerra colonial había generado conflictos entre la sociedad civil y la élite militar. Todo esto mientras el modelo económico propugnado por el régimen, basado en la autarquía y en la exportación de materias primas, acompañado por un débil desarrollo industrial y un fuerte mercantilismo en todos los sectores de la economía, hacía que Portugal permaneciera como el país más pobre de Europa Occidental y generara una fuerte emigración, principalmente hacia Estados Unidos, Canadá, Francia, Venezuela y Alemania Occidental.

En febrero de 1974, Caetano fue obligado por la vieja guardia del régimen a destituir al general António de Spínola y a sus apoyos cuando trataba de modificar el curso de la política colonial portuguesa, que había llegado a ser demasiado costosa para el país. De hecho, Spínola había ganado fama entre los oficiales del ejército opuestos al régimen cuando en ese mismo mes publicó Portugal e o futuro, texto con casi 50 000 reproducciones,[1]​ donde Spínola declaraba que el país no debía proseguir la guerra colonial en África sino buscar una «solución política» a ese conflicto.

Desde ese momento en que se hicieron visibles las divisiones existentes en el seno de la élite del régimen, un misterioso Movimento das Forças Armadas (MFA) llevó adelante una revolución. El movimiento nació secretamente en 1973 de la conspiración de algunos oficiales del ejército, primero preocupados por cuestiones profesionales, pero que se politizaron por el empantanamiento de la guerra colonial.

A finales de 1973, el MFA alcanzó mayores niveles de crecimiento y se convirtió en una preocupación para la policía secreta del Estado Novo, precisamente cuando gran parte de los apoyos de Oliveira Salazar procedían de la élite militar, a la cual el salazarismo había confiado un importante rol político con motivo de la guerra colonial. El 16 de marzo de 1974, un grupo de oficiales del MFA intentó un golpe de Estado sublevando un regimiento de infantería en la localidad de Caldas da Rainha con el fin de marchar sobre Lisboa. El llamado Levantamiento de las Caldas fracasó ese mismo día y este hecho motivó al régimen de Marcelo Caetano a lanzar una agresiva campaña de espionaje dentro del Ejército, ordenando detenciones y traslados de guarniciones. Los jefes del MFA reflexionaron entonces que necesitaban recurrir a un golpe de Estado para derrocar al régimen, siendo inviable una salida pacífica. Pero para asegurar el éxito inmediato y evitar una guerra civil, debían ampliar su círculo de contactos y, sobre todo, acelerar los planes de la revuelta cubriendo todos los detalles precisos para no dar tiempo a la reacción gubernamental.

La revolución comenzó a las 22:55 horas del 24 de abril, con la conocida canción E depois do Adeus de Paulo de Carvalho, que había representado a Portugal en el Festival de Eurovisión unos días atrás, transmitida por el periodista João Paulo Diniz de la Rádio Emissores Associados de Lisboa, que era el primer aviso para que las tropas se prepararan en sus puestos y sincronizaran relojes. A las 00:25 horas del 25 de abril, la Rádio Renascença transmitió «Grândola, Vila Morena», una canción revolucionaria de José Afonso, prohibida por el régimen.[1]​ Era la segunda señal pactada por el MFA para ocupar los puntos estratégicos del país, mediante una serie de coordinaciones fijadas por un puesto de mando establecido por el mayor Otelo Saraiva de Carvalho en el cuartel de la Pontinha en Lisboa.

En las horas siguientes, el régimen dictatorial se derrumbó. A partir de las 01:00 horas del 25 de abril, las guarniciones de las principales ciudades (Oporto, Santarém, Faro, Braga, Viana do Castelo) decidieron seguir las órdenes del MFA, ocuparon aeropuertos y aeródromos, y tomaron las instalaciones del gobierno civil. De hecho, fuera de Lisboa la situación discurrió con sorprendente calma, y a lo largo de la madrugada las autoridades del Estado Novo perdieron el control del país sin resistencia.

Pese a que desde las 03:00 horas se emitieron continuos llamamientos radiofónicos de los «capitanes de abril» (los oficiales jefes del MFA) a la población, para que permaneciera en sus hogares, y a la policía, para no oponerse a las actividades de las tropas,[2]​ al amanecer de ese mismo día miles de civiles portugueses ganaron las calles en varias localidades, mezclándose con los militares sublevados. En el transcurso de la madrugada, los militares rebeldes salieron de sus cuarteles y ocuparon los aeropuertos internacionales de Lisboa y Oporto, ordenando el cese de los vuelos en todo el espacio aéreo portugués. Unidades de la marina de guerra se adhirieron a la revuelta y tomaron el control de los puertos del Atlántico, de Madeira y de las Azores.

Si bien al inicio las tropas de la aviación se mantuvieron indecisas, aceptaron seguir al MFA debido a la decidida actuación de las tropas del ejército. A las 04:00 horas el gobierno de Caetano tomó conocimiento de la revuelta y se perdió el factor sorpresa, pero las órdenes del gobierno (dictadas durante las tres horas siguientes) para detener a los rebeldes por la fuerza no fueron obedecidas[2]​ y pronto las fuerzas del MFA controlaron puntos claves del país a las 09:00 horas.

Uno de los hitos de aquellas concentraciones fue la marcha de las flores en Lisboa, caracterizada por una multitud pertrechada de claveles, la flor de temporada. Una camarera, Celeste Caeiro, que regresaba a casa cargada de las flores retiradas de los adornos de un banquete suspendido por la situación, no pudo dar el cigarrillo que un aterido soldado le pedía desde un tanque en la plaza del Rossio, justo al inicio del Largo do Carmo, donde los tanques de los sublevados aguardaban nuevas órdenes en una tensa espera desde la madrugada. Como la joven solo llevaba los manojos de claveles, le dio uno. El soldado lo puso en su cañón y los compañeros repitieron el gesto colocándolos en sus fusiles, como símbolo de que no deseaban disparar sus armas, extendiéndose la acción por toda la ciudad [3]​ y generando el nombre con que la revuelta pasaría a la historia.

Las acciones militares fueron protagonizadas también por el capitán Salgueiro Maia que, al frente de las fuerzas de la Escola Prática de Cavalaria, salió de Santarém para marchar sobre Lisboa con una columna de tropas. En la capital logró la adhesión de más tropas y con ellas ocupó el Terreiro do Paço a primeras horas de la mañana del día 25, luchando por mantener el orden, evitar desmanes de civiles y convencer a las fuerzas militares de la capital que aún se hallaban en duda ante los sucesos.

El profesor Marcelo Caetano se refugió con sus ministros en el cuartel del bairro del Carmo, en Lisboa, que fue cercado por el MFA a las 10:00 horas del 25 de abril apoyado por una multitud de manifestantes. La intervención de un buque de la Armada en la desembocadura del Tajo para liberar a Caetano y sus ministros fracasa a las 12:00 horas[2]​ mientras los comunicados del MFA declaran tener bajo control todo el país y que "se acerca la hora de la liberación"; Caetano discutió la situación con el capitán Salgueiro Maia, quien dirigía a las tropas sublevadas del Carmo, y que le presentó un ultimátum a las 14:30 horas para abandonar el gobierno.

Tras vencer a las 16:00 horas el ultimátum para la rendición del gobierno, y siendo imposible contar con apoyos significativos en las fuerzas armadas para defender al régimen, Marcelo Caetano pidió a Salgueiro Maia rendirse ante un oficial de alta graduación,[4]​ a lo cual accedió Salgueiro.

Para ese fin se dio aviso al general Antonio de Spínola, uno de los jefes del MFA en el cuerpo de caballería, quien acudió al Cuartel do Carmo para recibir la rendición de Caetano a las 17:45 horas. Caetano indicó a Spínola que capitulaba con todo su gabinete ante un general «para evitar que el poder caiga en la calle» y fue sacado con sus ministros en un transporte de tropas Bravia Chaimite a las 19.00 horas,[4]​ en medio de la multitud en las calles, para ser mantenido bajo arresto. Horas después Caetano y sus ministros partieron al exilio en Brasil.

A las 20.00 horas las tropas del MFA ocuparon el cuartel general de la aviación en Lisboa y arrestaron a líderes del gobierno Caetano que se habían refugiado allí, sin resistencia; en paralelo los hombres del MFA tomaron los últimos cuarteles de Lisboa donde resistían oficiales leales a Caetano,[2]​ que se rindieron sin lucha en tanto la gran mayoría de reclutas y suboficiales se habían pasado horas antes a las filas del MFA.

Pese a que los jefes del MFA insistieron en que deseaban evitar violencias, la revuelta provocó cuatro muertos y decenas de heridos ocasionados por los disparos de algunos agentes de la PIDE, la policía política, desde su cuartel general lisboeta contra manifestantes civiles a las 20:30 horas en un esfuerzo por resistir al golpe de Estado; los agentes policiales quedarían cercados por tropas afectas al MFA y se rendirían a las 09.46 horas del día siguiente.[2]​ La ausencia de apoyo al régimen entre las Fuerzas Armadas causó que la policía política se rindiera poco después,[1]​ al ser inviable oponerse por la fuerza a una revuelta militar masiva.

A las 01:00 horas del 26 de abril, la televisión y la radio estatales presentaron a los miembros del MFA encabezados por el general Spínola, que ya habían asumido el control de todo el país y que estarían encargados del gobierno a partir de entonces.[5]​ Se constituyó la Junta de Salvación Nacional.

Posteriormente al día 25, fueron liberados los presos políticos de la Prisión de Caxias. Se produjo también el retorno desde el exilio de los líderes políticos de la oposición: el socialista Mário Soares regresó a suelo portugués el 29 de abril y el comunista Álvaro Cunhal, el 30.[1]​ Al año siguiente se convocaron unas elecciones constituyentes y se estableció una democracia parlamentaria similar a las de Europa Occidental. Con todo, la Revolución precipitó el fin del imperio colonial portugués en África, aunque de modo desordenado pues las guarniciones africanas recibieron la simple orden de volver a la metrópoli y dejar el poder a los movimientos de liberación, sin coordinar previamente el traspaso de poder estos, a pesar de que los grupos independentistas africanos carecían de cuadros políticos y técnicos suficientes para asumir funciones gubernamentales. Para colmo, el temor a represalias de las nuevas autoridades motivó una emigración «a la inversa» de casi 500 000 civiles portugueses residentes en África, los «retornados», desde terratenientes hasta obreros y tenderos, que debieron abandonar trabajos y bienes en suelo africano en cuestión de semanas.

Duró dos años el periodo turbulento que siguió a la Revolución de los Claveles, caracterizado por luchas entre la izquierda y la derecha. Ese período pasó a la historia como el Proceso Revolucionario en Curso o PREC, una designación ambigua usada por los gobernantes que da cuenta de la falta de definición del rumbo de los acontecimientos. Se sucedieron cinco gobiernos provisionales, cada vez más radicales.[6]​ Hubo varios intentos de golpe militar derechista para paralizar el proceso: el 28 de septiembre de 1974 y el 11 de marzo de 1975, episodios derrotados tras los cuales se aceleró la radicalización política del régimen.

Fue nacionalizada toda la banca y la mayor parte de la gran industria. En marzo de 1975 el ala de oficiales comunistas del Movimiento de las Fuerzas Armadas anunció que se había iniciado la «transición al socialismo». Sin embargo, las elecciones constituyentes de abril de 1975 dieron la victoria a fuerzas socialistas moderadas, más cercanas a la socialdemocracia de partidos como el SPD alemán o el PS francés, que lucharon por suprimir la influencia política de militares pro-comunistas, siendo apoyados por un fuerte núcleo derechista concentrado en las provincias al norte del Tajo.[7]​ En el otoño de 1975, el país estuvo cerca de una guerra civil, pero un fallido intento de golpe de estado de militares pro-comunistas el 25 de noviembre estabilizó la situación. El régimen socialista desarmó y licenció a los oficiales revolucionarios y restauró la disciplina jerárquica entre las tropas, cuidando que los puestos claves del poder queden en manos de los partidos políticos más votados. En esa situación más tranquila se aprobó la constitución de 1976 y se inició la consolidación de la democracia.

En la vecina España franquista la situación de Portugal fue vista con preocupación. Franco había roto con la política colonial portuguesa en 1964, de modo que no ofreció otra ayuda que el voto negativo a las condenas en las instituciones internacionales, actitud que generó resentimiento en los sectores gubernamentales lusos.[8]​. Desde inicios 1974 la prensa española, incluso la más oficialista, recogió con detalle el deterioro de la sitación militar y política tanto en ultramar como en la metrópoli. Por primera vez aparecieron críticas veladas por no afrontar la descolonización como habían hecho el resto de países europeos. Pocos días antes, el general Spínola, citó al sobrino del dictador, Nicolás Franco y Pascual de Pobil, y le anunció que era inminente el golpe militar que cambiaría el Gobierno, trasladando personalmente ese mismo día la información a su tío, que crípticamente informó en el Consejo de Ministros de que iba a pasar algo en el país vecino, pero no avisó a su homólogo de Lisboa.[9]

Sin embargo facilidad con que fuera derrocada la dictadura salazarista (considerada incluso «más sólida» que el propio franquismo), el entusiasmo desbordante de la población y sorprendido por la serie de profundas transformaciones políticas sucedidas en cuestión de meses, generaron inquietud en los círculos gubernamentales españoles. A pesar de que en todo momento el nuevo gobierno revolucionario portugués manifestó su absoluto respeto por el sistema político interno de España, y su voluntad de mantener buenas relaciones con el vecino peninsular, la amenaza de caída del franquismo era latente. Por ello, el gobierno español apoyó activamente a la derecha portuguesa opuesta al MFA y en paralelo fortaleció la represión política dentro de España para evitar que el ejemplo portugués alimentara a los grupos opositores. Estos, como se esperaba, redoblaron sus actividades de propaganda por los mismos motivos, ayudados por la evidencia que el golpe de estado de Portugal había sido muy poco violento pese a un contexto más difícil que el español y por tanto la caída del franquismo podría suceder también de modo pacífico, disipando los temores de la población española ante un cambio de régimen.

Por su parte la OTAN no mostró inicial preocupación ante la «Revolución de Abril» en tanto Portugal siguiera cumpliendo sus deberes como miembro de la «Alianza Atlántica» pero la postura de la OTAN (y especialmente de Estados Unidos) se tornó pronto en temor a que los comunistas portugueses controlaran el MFA e impusieran una dictadura prosoviética[10]​en un país con gran potencial geopolítico en los años de la Guerra Fría, al poseer bases estratégicas en el Atlántico Norte (islas Azores y Madeira) y un amplísimo litoral oceánico. No obstante, el curso de los acontecimientos en 1974 y 1975 con el debilitamiento interno de los comunistas, el ascenso de los socialistas y la subsistencia de una fuerte corriente de derechas al norte del Tajo, más las informaciones de diplomáticos anglosajones en Lisboa y Madrid,[11]​ desaconsejaron al presidente estadounidense Gerald Ford una intervención militar en Portugal, considerándose suficientes las actividades secretas desarrolladas en el país.

El día 25 de abril es festividad nacional en Portugal y suele acoger conmemoraciones y celebraciones cívicas. En 2014, Portugal emitió una moneda celebrando el 40.º aniversario de la Revolución.



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