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Roverandom



Roverandom es un cuento infantil del escritor británico J. R. R. Tolkien. El relato fue concebido en 1925, como un cuento narrado por Tolkien a sus propios hijos John (ocho años) y Michael (cinco) durante unas vacaciones.[2]​ Tolkien hizo un primer intento de publicarlo en 1936, tras el éxito de El hobbit; pero finalmente no vio la luz hasta 1998, de forma póstuma. La edición publicada del cuento está prologada y anotada por Christina Scull y Wayne G. Hammond, e ilustrada con cinco dibujos para la historia originales del propio Tolkien.

Narra la historia de un perrito llamado Rover que muerde a un brujo, por lo que éste le castiga convirtiéndole en juguete. Un niño compra ese juguete, pero lo pierde en la playa. Entonces, el hechicero de la arena le hace vivir aventuras desde la Luna hasta el fondo del mar.

En contra de lo que pudiera parecer por el argumento y enfoque infantiles de Roverandom, se trata de una literatura con diversos estratos de lectura: puede ser disfrutada desde por niños espabilados de ocho o diez años (que leerán una historia divertida y aprenderán más vocabulario que con un libro infantil actual al uso) hasta por estudiosos de Filología o Mitología, que descubrirán un texto entretejido de frecuentes alusiones veladas a la propia vida familiar de Tolkien y de sus hijos, a los que el relato iba originariamente dirigido; a otros cuentos infantiles, como los de Edith Nesbit; a hechos reales de los precisos días en que el cuento fue escrito, como un «fallido» eclipse de Luna; a los idiomas y su fonología, que era el campo de estudio predilecto de Tolkien; y, por supuesto, a las distintas mitologías: griega, celta, nórdica, o, incluso, la propia de Tolkien.[3]

Roverandom, además de su relevancia propia como relato infantil, es importante para conocer los antecedentes de la obra mayor de Tolkien, por su creación casi inmediatamente anterior en el tiempo a la de El hobbit, una de sus obras más conocidas e interesantes.

Rover es un pequeño cachorrito juguetón pero un poco malhumorado, que juega con una pelota en el jardín de su casa, en Inglaterra. Un hombre de aspecto desaliñado le coge la pelota, con intención de bromear con él, pero Rover reacciona de forma un tanto agresiva, mordiendo al visitante los pantalones. El visitante, que en realidad es un brujo llamado Artajerjes, se enfada por la reacción de Rover, y le castiga transformándolo en juguete. Rover ve el mundo crecer a su alrededor, pues ahora es muy pequeño, y además no puede moverse apenas. Siente miedo al pensar, entre otras cosas en Tinker, el gato de la casa.

Alguien recoge a Rover y le lleva al escaparate de una tienda de juguetes, de donde es comprado por una señora para regalárselo a su hijo mediano (mencionado como «Dos»), al que le gustan mucho los perritos. Rover descubre que por la noche sí se puede mover, como los juguetes de cuento que cobran vida al anochecer,[4]​ aunque lo hace con dificultad por su pequeño tamaño. Recorre la casa con intención de escaparse, pero no logra encontrar por donde, porque todas las puertas están cerradas.

Al día siguiente, los hermanos van, antes de desayunar, a jugar a la playa, y Dos se lleva a Rover en el bolsillo. Rover se desliza fuera y cae a la arena. Al principio se alegra de haber escapado, pero pronto le atemoriza la soledad y la marea que sube hacia donde se encuentra sin poder moverse ni ladrar.

El pequeño Rover viaja en el lomo de la gaviota Mew, un ave que se lleva a Rover a la luna. mientras van viajando por encima del inmenso mar, observan la isla de los perros lugar donde van todos los perros a comer y roer huesos que crecen en el árbol de los huesos. Llegan al final del mar, al fin del mundo y viajan directo a la luna lugar donde encuentran al Hombre de la Luna, un brujo que habita la luna en compañía de su pequeño perro de la luna, rover. Ambos se conocen y empiezan a tener aventuras juntos y el Hombre de la Luna les dice que no se alejen porque en el lado claro de la luna hay todo tipo de criaturas peligrosas, el Hombre de la Luna les da un par de alas a ambos perros y como ambos se llamaban rover, el Hombre de la Luna bautiza al Rover de la tierra como Roverandom.

Tolkien acostumbraba desde siempre a narrar historias a sus propios hijos, por los motivos más diversos. Por ejemplo, cada año desde 1920 redactaba por Navidad una «carta de Santa Claus» (recopiladas póstumamente en el libro The Father Christmas Letters). En otras ocasiones entretenía a los niños con las aventuras de un canalla llamado «Bill Stickers» (‘Guille Pegatinas’) y de su adversario «Major Road Ahead» (‘carretera principal adelante’ o ‘Mayor Carretera Adelante’, un juego de palabras); o les contaba historias de un muñeco de trapo llamado Tom Bombadil, que mucho más tarde reaparecería en El Señor de los Anillos como uno de los personajes más misteriosos del libro. Todas estas piezas eran narradas o escritas en un estilo muy sencillo y sin mayor intención literaria que el puro entretenimiento de sus hijos.[5]

El origen de Roverandom se remonta a septiembre de 1925, cuando la familia Tolkien (compuesta en aquellos momentos por Ronald, su esposa Edith; y sus hijos John, de ocho años; Michael, de cinco; y el pequeño Christopher, de menos de un año de edad) estaba de vacaciones en Filey, un pequeño pueblecito de Yorkshire (actualmente Yorkshire del Norte), al noreste de Inglaterra. Estaban celebrando el puesto conseguido por Ronald en la cátedra de anglosajón Rawlinson y Bosworth de la Universidad de Oxford, y descansando para el duro curso que se avecinaba: Tolkien tendría que compatibilizar durante dos semestres este nuevo puesto con el anterior en la Universidad de Leeds, lo que implicaba sacar adelante dos empleos simultáneamente.

Michael estaba muy encariñado aquel verano de uno de sus juguetes: un perrito en miniatura, de plomo pintado de blanco y negro. Desafortunadamente, un día paseando por la playa con su padre, lo dejó en el suelo para jugar y lo perdió. Aunque Ronald y sus dos hijos mayores pasaron horas buscándolo, no fue posible recuperarlo, por lo que Tolkien imaginó la historia que hoy conocemos como Roverandom para consolar al pequeño Michael.[2]

Dos sucesos guardados en su recuerdo por John asociados a la narración certifican que la historia existía como cuento oral ya en Filey: en primer lugar, una hermosa salida de la Luna con un rastro plateado rielando sobre el mar de Filey que fácilmente puede identificarse con el viaje de Rover a la Luna montado sobre él; y en segundo lugar, más identificable aún, un duro temporal que azotó la costa durante el cual su padre les contaba historias para tranquilizarles. Ese temporal puede ser datado con exactitud el 5 de septiembre de 1925 por los informes meteorológicos, lo que puede valer para dar una fecha a la aparición de la historia.[6]

En algún momento del tiempo posterior al verano de 1925, Tolkien fue trasladando esta historia infantil imaginada y narrada al papel. No existe ningún original fechado que permita saber en que momento Roverandom existe ya como obra literaria. Sí existen, sin embargo, cinco dibujos del propio Tolkien que ilustran la historia; y el primero de ellos tiene fecha del mismo 1925, posiblemente en Filey.[6]​ La referencia escrita más temprana sobre la historia es del propio Tolkien en su diario: en 1926 escribió que la historia iba creciendo según la narraba, pero debía referirse a una versión oral, que habría presentado a sus hijos en las navidades de ese año.

Los otros cuatro dibujos ilustran inequívocamente el cuento, y están fechados en 1927, año en el que la familia Tolkien volvió a irse de vacaciones a la playa, y a un lugar parecido: Lyme Regis, en Dorset. Es plausible pensar que Tolkien dibujó las ilustraciones a la vez que ponía en papel la historia imaginada un par de años atrás en un ambiente similar.[6]​ Otra razón que debe hacer pensar en 1927 como el año de redacción definitiva de Roverandom[6]​ es que Tolkien menciona al personaje conocido como el Hombre de la Luna en la carta de Papá Noel de ese año, como invitado de Santa Claus al Polo Norte, y que en ella se narra un episodio de eclipse lunar provocado por dragones, por fuerza mentalmente relacionado con el que se narra en esta historia.[7]​ Esas mismas navidades debió acabar Tolkien el primero de los cuatro originales de la historia que se conservan en la Biblioteca Bodleiana: un manuscrito incompleto («versión 1»), compuesto de veintidós páginas apresuradamente escritas, hasta el punto de tener pasajes difícilmente legibles, y al que le falta el primer capítulo y medio.[2]​ Un evento más permite confirmar la datación: la referencia en el texto a «un eclipse de luna fracasado», que fue como The Times calificó al que se produjo el 8 de diciembre de 1927, pero no pudo observarse por las nubes.[2]

Los otros tres originales del texto, más tardíos, son mecanográficos, y contienen mejoras y ampliaciones numerosas, pero ninguna modificación radical del argumento. El título Roverandom aparece por primera vez en la «versión 2», a mano sobre el título mecanografiado previamente: The Adventures of Rover (‘las aventuras de Rover’).[2]​ Esta versión, completa en treina y nueve páginas, a pesar de ser mecanográfica, se percibe apresurada: numerosas correcciones y enmiendas a mano, falta de formato y signos de puntuación... claramente un documento de trabajo. La principal variación respecto a la «versión 1» se encuentra en la ampliación del final del cuento, cuando Rover recupera su tamaño original.[2]

La «versión 3», el segundo texto mecanografiado, consta únicamente de nueve hojas, que corresponden al primer capítulo y parte del segundo, interrumpiéndose abruptamente al empezar la luna a mostrar su «senda sobre el agua». Incorpora las correcciones que en la «versión 2» están a mano, y otras adicionales. En comparación con la versión anterior, su factura es muy pulcra, lo que parece indicar que Tolkien preparaba ya un texto final para presentarlo a George Allen & Unwin, su editorial, posiblemente en 1936.[2]

La «versión 4», el tercer texto mecanográfico, completo en sesenta hojas cuidadosamente presentadas, ya incorpora la división del cuento en capítulos y otros detalles menores; y fue, seguramente, la versión enviada a la editorial, junto con otros borradores (El señor Bliss y Egidio, el granjero de Ham, probablemente), para su evaluación, en respuesta a la invitación que Stanley Unwin remitió a Tolkien para que presentara otras historias infantiles para su publicación, pues El hobbit ya estaba en imprenta con muy buenas perspectivas, y deseaba continuar ese éxito.[5]Rayner Unwin, el jovencísimo (11 años) hijo del editor, evaluó positivamente la historia el 7 de enero de 1937 («bien escrita y divertida»), pero a pesar de ello no se publicó, pues el inmediato éxito de El hobbit la eclipsó completamente, y llevó a Unwin a pedir a Tolkien «una continuación, con más cosas sobre hobbits y todo lo demás».[2]​ Esa secuela se tituló El Señor de los Anillos, y le ocupó a Tolkien casi veinte años de trabajo.[8][6]

Tolkien daba gran importancia al dibujo y la pintura, a los que era aficionado desde la niñez y practicó con intensidad en su época de estudiante. Nunca abandonó esa afición, aunque la guerra y otras tareas la habían interrumpido. Sin embargo, hacia 1925 volvió a dibujar con regularidad, y uno de los primeros resultados fueron las cinco ilustraciones para Roverandom mencionadas en el apartado anterior,[5]​ que son:

Los originales de estos cinco dibujos se encuentran en la Biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford, y fueron publicados por primera vez en el libro J. R. R. Tolkien: artista e ilustrador (1995), de los mismos estudiosos más tarde responsables de la edición de Roverandom, Christina Scull y Wayne G. Hammond.

Tolkien demuestra en estos dibujos su técnica con las acuarelas, la tinta de color y el lápiz; y su estilo influido por los grabados japoneses, aunque con una visión particular de la línea y el color.[5]​ Sin embargo, como estos dibujos y pinturas no fueron concebidos como ilustraciones para un cuento, adolecen de deficiencias en este sentido: tienen problemas de formato y son irregulares en cuanto a técnicas y calidad. Además no acompañan de manera acompasada al argumento de la historia, lo que implica que no estén distribuidas uniformemente a lo largo de las páginas del libro.

En enero de 1998, la editorial HarperCollins decidió publicar el cuento, incluyendo también las cinco ilustraciones de Tolkien para la historia, en una edición a cargo de Christina Scull y Wayne G. Hammond, que incluye una estudiada introducción de estos autores. Esta edición aparece dedicada a la memoria de Michael Tolkien, el hijo del autor que inspiró la historia, fallecido en 1984. La portada y la contraportada de la sobrecubierta (se trata de una edición en tapa dura) están ilustradas respectivamente con las acuarelas «Jardines del Palacio de Merking» y «Casa donde “Rover” empezó sus aventuras como “juguete”».

HarperCollins ha tirado también dos ediciones en rústica de esta historia: la primera de agosto de 1998, con los «Jardines del Palacio de Merking» en la portada, y la segunda de septiembre de 2002, con una cubierta negra con un dragón y una luna esquemáticos en ella.[9]​ Existe también una versión narrada en audiolibro a cargo de Sir Derek Jacobi, con una duración de dos horas y media y publicada también por HarperCollins en dos cintas de casete en octubre de 1998, y en dos CD el 3 de noviembre de 2003.[10]

La editorial Minotauro publicó la misma primera edición de la obra en abril de ese primer año 1998 traducida al español.[1]​ La primera reimpresión de esta edición se produjo en octubre de 2002.[1]​ Esta edición española respeta la original hasta en formato y cubierta.

Roverandom es, como el resto de las historias infantiles de Tolkien de la misma época, una narración bastante rudimentaria en estructura: consta de tres episodios desarrollados cada uno en un escenario diferente (en Inglaterra, en la Luna y bajo el mar), y marcados cada uno de ellos por la presencia de un mago distinto (Psámatos, el Hombre de la Luna y Artajerjes). Los tres episodios tienen pesos similares y el único hilo conductor a través de ellos es la presencia de Rover, el perrito protagonista.

Resulta llamativa, por contraposición a la trayectoria posterior del autor, la presencia de numerosos elementos que se podrían adjudicar al cuento de hadas clásico de los hermanos Grimm, Perrault o Andersen: gnomos lunares que montan conejos y preparan buñuelos con copos de nieve, o hadas marinas que conducen coches de caracolas tirados por pequeños peces. Esto señala que Tolkien no había formado la resuelta antipatía hacia el cuento de hadas que demostró una década más tarde en su conferencia de 1939 en la Universidad de St. Andrews titulada Sobre los cuentos de hadas.[2]

La impresión anterior se refuerza por la utilización en el texto de vocablos infantiles, como tummy por stomach («estómago») o uncomfy por uncomfortable («incómodo»). Sin embargo, también podemos encontrar a lo largo del cuento palabras poco habituales en el vocabulario infantil, como paraphernalia («parafernalia») o phosphorescent («fosforescente»), utilizadas por Tolkien con la idea de que los niños no debían ser resguardados de las expresiones «de adultos», ya que es más probable ampliar el vocabulario en contacto con uno rico y complejo que si limitamos a los niños a uno plano e infantilizado.[11]

Otras características lingüísticas del cuento son el uso frecuente de onomatopeyas y aliteraciones, como yaps and yelps («ladridos y aullidos»), yammers and yowls («lamentos y alaridos»), growling and grizzling («gruñendo y gimoteando»), whickering and whining («bufando y aullando»), snickering and snarling («riéndose por lo bajo y gruñendo»), mumping and moaning («mascullando y quejándose»)... y también homónimos, como Persia y Pershore o sucesiones de tonterías con sonido impresionante, como Psamatos Psamátides, el psamatista: con la raíz griega psammos («arena»), algo así como «Arenoso, hijo de Arenoso, el experto en arena».[12]

Además de los sucesos íntimos que motivaron la historia, como la pérdida del perrito de juguete de Michael, a lo largo del cuento se pueden identificar varios sucesos reales del momento de la redacción, como una fuerte tempestad en Filey, que acabó con toda esperanza de encontrar el juguete en la playa (justificada en el cuento como provocada por el despertar de la gran serpiente marina); un eclipse de Luna «fallido» por las malas condiciones de visibilidad meteorológica (asociado a la actividad del Gran Dragón Blanco interrumpida por el Hombre de la Luna); o una explosión volcánica submarina ocurrida en la isla de Santorini (mencionada como uno de los quebraderos de cabeza de Artajerjes en el fondo del mar).

Sin embargo, a pesar de ser un texto evidentemente ligero por su carácter infantil, Roverandom contiene, además de esas referencias comunes, numerosas sutiles referencias cultas, como las tomadas de fuentes mitológicas o literarias, e incluso de su propia y futura mitología literaria:

Es indudable que Tolkien recurre para Roverandom a tradiciones mitológicas muy diversas:[2]

En Roverandom se pueden identificar también diversas fuentes o referencias literarias, empezando por El sueño de una noche de verano de William Shakespeare, comedia teatral en la que aparece un «hombre de la Luna», incluso con su propio perro.[2]

También merecen mención aparte los cuentos infantiles de Edith Nesbit, de los que Tolkien tomó un elemento fundamental: el hechicero de la arena («psamatista») está tomado directamente del hada de la arena («psammead») que aparece en Cinco niños y esto (1902) y en La historia del amuleto (1906). Incluso en las primeras versiones mecanografiadas del cuento Psámatos recibe el nombre de psammead en vez de psamatista, y tiene cuernos de caracol como el personaje de Nesbit.[12]

Otras obras que es posible visionar a través del texto son las novelas A través del espejo y lo que Alicia encontró allí y Silvia y Bruno de Lewis Carroll (por la absurda flora y fauna de la Luna),[13]​ e incluso la ópera cómica Juicio por jurado de Gilbert y Sullivan.[2]

Son especialmente interesantes las alusiones deslizadas en el relato al resto de obras de Tolkien, referencias que el autor fue tomando prestadas para el cuento del legendarium que él mismo tenía ya en avanzado estado de elaboración.

Las dos obras más conectadas con esta son, evidentemente, los dos poemas que protagoniza el Hombre de la Luna: «Al Hombre de la Luna se le hizo un rato tarde» («The Man in the Moon Stayed Up Too Late») y «El Hombre de la Luna descendió con premura» («The Man in the Moon Came Down Too Soon»), publicados ambos en Las aventuras de Tom Bombadil y otros poemas de El Libro Rojo, libro de poemas incluido en ocasiones en el «canon» de la Tierra Media. El segundo de ellos estaba ya escrito en 1915. Se trata, claramente, del mismo Hombre de la Luna: vive en una torre blanca sobre la superficie lunar y recibe las visitas de los niños durante el sueño.

Las coincidencias y paralelismos con El hobbit, escrito a partir de 1927, posterior pero próximo en el tiempo a Roverandom, son también notables: las arañas de la Luna que visita Rover son totalmente análogas a las arañas que habitan el Bosque Negro de El hobbit; y, del mismo modo, el Gran Dragón Blanco podría llamarse Smaug: tanto las arañas como el dragón son similares en ambos relatos hasta compartir incluso el mismo dibujo. Con un poco más de imaginación, es posible entrever la figura de Gandalf en los tres magos de Roverandom (Artaxerxes, Psámatos y el Hombre de la Luna). En este cuento infantil resulta aún difusa la presencia de los elementos de la mitología «seria» de Tolkien, elementos que ya están claramente descritos en El hobbit, obra de transición entre un relato infantil y una novela adulta.

Hay otras coincidencias menores, como una de las peculiaridades de la indumentaria de Artajerjes, que llama la atención por coincidir con un adorno en la vestimenta de Tom Bombadil, descrita en el Capítulo 6 de La Comunidad del Anillo:[14]​ ambos llevan una pluma azul en el sombrero;[5][12]​ o el hecho de que el Gran Dragón Blanco llegase a la Luna tras huir de la Tierra porque «las colas de los dragones eran consideradas un manjar delicado por los reyes sajones», una idea que aparece también (y los borradores de los dos textos son aproximadamente de la misma época) en Egidio, el granjero de Ham;[12]​ pero la referencia al mito tolkieniano más sorprendente es la que se produce durante una de las incursiones marítimas de Rover a lomos de la ballena Úin, momento en el que el cuento describe el avistamiento de una tierra de la siguiente manera:

Lo que parece hacer referencia a la costa este de Aman. La «Gran Bahía del País Hermoso» sería la bahía de Eldamar, separada del Belegaer por una cortina de islas mágicas. La ciudad del los elfos sobre la colina sería Tirion sobre la colina de Túna. Esto prueba que aunque Tolkien no publicó el primer libro del «canon» de su legendarium (El hobbit) hasta una década después, su universo ficticio iba ya tomando forma en su imaginación.[6]

Las críticas profesionales publicadas tras la edición del cuento tuvieron, en general, un tono positivo. Así, por ejemplo:[10]

La edición de Roverandom deparó a Hammond y Scull uno de los varios Mythopoeic Scholarship Awards que tienen en su haber, concretamente el de 2000 en su subcategoría de estudios sobre los Inklings.[15]



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