Sobre los cuentos de hadas es un ensayo del escritor británico J. R. R. Tolkien que trata sobre los cuentos de hadas como género literario. Fue escrito en un principio para su presentación por Tolkien como la «lección Andrew Lang» de 1939 en la Universidad de St. Andrews, en Escocia.
Apareció impreso por primera vez, con algunas mejoras, en 1947, en un Festschrift titulado Ensayos presentados a Charles Williams, recopilados por C. S. Lewis. Charles Williams, un amigo de Lewis, había sido trasladado con el resto del personal de Oxford University Press desde Londres a Oxford durante los bombardeos sobre Londres de la Segunda Guerra Mundial. Esto le permitió participar en las reuniones de los Inklings con Lewis y Tolkien. Se pretendía presentar a Wiliams el volumen de ensayos al regreso del personal de Oxford University Press a Londres al final de la Guerra. Sin embargo, Williams murió de manera repentina el 15 de mayo de 1945, y el libro fue publicado como memorial. Sobre los cuentos de hadas fue publicado posteriormente junto con el relato Hoja, de Niggle en el volumen titulado Árbol y Hoja, así como en la recopilación publicada en 1966 con el título The Tolkien Reader.
El ensayo, tal y como aparece en Árbol y Hoja, tiene una longitud de 60 páginas, incluyendo unas diez de notas. Sobre los cuentos de hadas es relevante porque contiene la explicación de Tolkien de su filosofía sobre el género fantástico y sus pensamientos sobre la creación de los mitos («mitopoiesis»). Lo que es más, el ensayo es un análisis temprano de la ficción especulativa de mano de uno de los autores más importantes del género.
Tolkien estuvo entre los pioneros del género que hoy llamaríamos «género fantástico». En particular, sus historias, junto con las de C. S. Lewis, fueron de las primeras en establecer la convención de un mundo o universo alternativo como recurso fundamental de la ficción especulativa. La primera literatura moderna en compartir elementos con el estilo de Tolkien, como la ciencia ficción de H. G. Wells o la novela gótica de Mary Shelley, se desarrolla en un mundo plenamente reconocible, en el que el autor introduce un único elemento fantástico. Tolkien derivó desde ese estilo hasta regresar al mito y al reino folclórico de las hadas para crear mundos caracterizados por su consistente integridad de diseño y elaborado detalle. Señaló en varias ocasiones en sus escritos privados que consideraba sus historias sobre la Tierra Media una parte de la antigua historia de nuestro planeta.
El ensayo Sobre los cuentos de hadas es un intento de explicar y defender el género de los «cuentos de hadas» (“fairy stories” en el original inglés) para lo que empieza por distinguirlos con cuidado de los «cuentos de viajes» (“traveller's tales”, como Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift); la «ciencia ficción» (“science fiction”, como La máquina del tiempo de H. G. Wells); las «fábulas» (“beast tales”, como las de Esopo o El cuento de Perico, el conejo travieso, de Beatrix Potter); o las «historias oníricas» (“dream stories”, como Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll). Una piedra de toque del auténtico cuento de hadas es que se presenta de manera totalmente creíble:
Remarca que mediante el uso de la fantasía, que iguala a fabulación e imaginación, el autor puede llevar al lector a experimentar un mundo consistente y racional, aunque también completamente extraño. Tolkien llama a esto «un raro logro del Arte», y señala que había sido importante para él como lector: «Fue en los cuentos de hadas donde por vez primera descubrí la potencia de las palabras, y la maravilla de las cosas, como piedra, y madera, y hierro; árbol y césped; casa y fuego; pan y vino».
Tolkien sugiere que los cuentos de hadas permiten al lector revisar su propio mundo desde «la perspectiva» de un mundo diferente. A este concepto, que tiene mucho en común con la fenomenología, Tolkien lo llama «renovación», en el sentido de que las propias asunciones no cuestionadas pueden ser recuperadas y cambiadas por una perspectiva exterior. En segundo lugar, defiende que los cuentos de hadas ofrecen al lector el placer de la evasión. Y en tercero, Tolkien sugiere que los cuentos de hadas pueden proporcionar consuelo moral o emocional, mediante su final feliz, que él llama una «eucatástrofe».
Como conclusión, Tolkien asevera que un cuento de hadas realmente bueno y representativo está marcado por la alegría:
Y como argumento de un epílogo, Tolkien ve el cristianismo participando y satisfaciendo la naturaleza mitológica que se extiende sobre el cosmos:
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