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Sínodo extraordinario de obispos sobre la familia



¿Dónde nació Sínodo extraordinario de obispos sobre la familia?

Sínodo extraordinario de obispos sobre la familia nació en papa.


La III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de Obispos, convocada por el papa Francisco bajo el lema «Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización», se desarrolló en la Ciudad del Vaticano entre el 5 y el 19 de octubre de 2014.[1]​ Se le conoce como Sínodo extraordinario de obispos sobre la familia, y en su tiempo algunos analistas lo consideraron como uno de los hechos más significativos del pontificado de Francisco,[2]​ y un momento decisivo en su papado.[3][4]​ Probablemente se trató de una de las reuniones de obispos que suscitó mayor interés mediático previo y polémicas más encendidas desde el Concilio Vaticano II;[4]​ distintos participantes lo compararon con aquel histórico Concilio convocado 50 años antes y el arzobispo de Manila, cardenal Luis Antonio Tagle señaló que varios prelados «sintieron el espíritu del Vaticano II en este sínodo».[5]

En la audiencia general del 10 de diciembre de 2014,[6]​ el papa hizo un resumen del sínodo y señaló cuáles fueron los tres únicos documentos oficiales que de él surgieron: el breve mensaje final,[7]​ la relación,[8]​ y el último discurso[9]​ del propio pontífice.[10]

Además de la no utilización del latín como idioma oficial, sustituido por primera vez por el italiano, este sínodo se caracterizó por constituir la preparación de otro posterior, más largo y más extenso: la XIV Asamblea General Ordinaria del sínodo de obispos (2015), que trató un tema similar («Jesucristo revela el misterio y la vocación de la familia»). Recién al finalizar ese otro sínodo el papa presentó una exhortación apostólica postsinodal conclusiva sobre el tema: Amoris laetitia. Desde los contenidos, los dos sínodos conformaron una unidad en dos etapas, con un período en medio de casi un año. El teólogo y arzobispo de Chieti-Vasto, Bruno Forte, secretario especial del sínodo, señaló que ese período intermedio podría resultar determinante: «La gran novedad de la metodología del sínodo, que antes aparecía encorsetado, es este período entre los dos sínodos, porque va a involucrar a la base de la Iglesia, a los demás obispos y a los fieles».[11]

En el cierre del sínodo, el papa Francisco beatificó a su predecesor Pablo VI en una multitudinaria ceremonia en la plaza de San Pedro.

Si bien existen dos antecedentes de sínodos extraordinarios de obispos,[12][Nota 2]​ la convocatoria a la III Asamblea General Extraordinaria de 2014 resultó en más de un sentido única:

El sínodo forma parte de una ruta de trabajo que consta de dos etapas. La primera etapa se constituye con la III Asamblea General Extraordinaria en sí cuyo propósito, en palabras de Lorenzo Baldisseri, es «precisar el status quaestionis y recoger testimonios y propuestas de los obispos para anunciar y vivir el Evangelio con credibilidad para la familia»; la segunda etapa se integra con la Asamblea General Ordinaria prevista para 2015, cuyo objetivo consiste en «dar las líneas operativas para la pastoral de la persona humana y de la familia».[17]

El nivel de importancia fue señalado por el propio director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede:

Bruno Forte, arzobispo de Chieti-Vasto (Italia) y secretario especial de la asamblea, trazó una relación entre este sínodo extraordinario y el Concilio Vaticano II, por cuanto el enfoque para abordar los desafíos de la vida familiar en la actualidad sería el mismo que Juan XXIII anotaba en su diario poco antes de la apertura del concilio: «Mirar todo a la luz del ministerio pastoral, es decir: almas que salvar y que reconstruir».[18]

Este tercer sínodo extraordinario fue el resultado de la primera ronda de reuniones del papa Francisco con el Consejo de Cardenales, conocido como el «grupo de los 8», realizada en la Ciudad del Vaticano del 1 al 3 de octubre de 2013.[19]​ Cuando aún no se conocía si sería un sínodo ordinario o extraordinario, fue Francisco el que sugirió el tema:

La secretaría del Sínodo de Obispos, encabezada por Lorenzo Baldisseri, envió un cuestionario a las conferencias episcopales de todo el mundo a mediados de octubre de 2013.[16]​ La finalidad de este cuestionario fue preparar un documento que sirviera de introducción al debate de los obispos. Así lo presentó la Agencia Informativa Católica Argentina:

El propio arzobispo Baldisseri señaló que no se trataba de un «sondeo», ni de un «referéndum», sino de «la voluntad de conocer directamente cuál es la experiencia de las personas, no solo individual sino también de grupo, para reunir datos estadísticos, reflexiones, elaboraciones».[21]

El cuestionario preparatorio completo se difundió rápidamente a través del sitio web de la Santa Sede (en alemán, árabe, español, francés, inglés, italiano y portugués),[22]​ y de diferentes medios y redes de comunicación.[23]

Tras el anuncio del sínodo extraordinario, y como respuesta a presuntas «intervenciones diversas, en particular acerca de la cuestión de los fieles divorciados vueltos a casar» y su acceso a los sacramentos, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, arzobispo Gerhard Ludwig Müller publicó en la edición del 23 de octubre de 2013 de L'Osservatore Romano un artículo titulado La fuerza de la gracia sobre la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio, presentado por la editorial «para profundizar con serenidad en el tema, que es cada vez más urgente, del acompañamiento pastoral de estos fieles en coherencia con la doctrina católica».[24]​ Entre diversos puntos, el texto cancelaba de forma drástica la práctica vigente en las Iglesias ortodoxas sobre la posibilidad de una bendición de las segundas nupcias tras un recorrido penitencial para el cónyuge que fue abandonado.

En respuesta, el cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Múnich y Frisinga y miembro del Consejo de Cardenales conocido como «grupo de los ocho», señaló en el marco de la Conferencia Episcopal de Frisinga que reunió a los obispos bávaros de Múnich, Ratisbona, Passau, Augusra, Bamberg, Würzburg, Eichstätt y Speyer: «el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe no puede acabar con la discusión».[25]​ Explicó también que un enorme número de fieles no puede comprender por qué «una segunda unión no sea aceptada por la Iglesia». Consideró que era inadecuado hablar sobre el divorcio simplemente como un «fracaso moral» y recordó la voluntad de Roma de que se realice una discusión amplia en toda la Iglesia en vista de la preparación del Sínodo.[25]

La publicación de la carta apostólica Evangelii gaudium revitalizó la cuestión ya que, en uno de sus pasajes, pareció sugerir la posibilidad de estudiar que los divorciados casados en segundas nupcias pudieran recibir la comunión bajo ciertas circunstancias.[26]

El teólogo heterodoxo Hans Küng (amonestado por la Santa Cede en 1979), interpretó la cuestión como contrapunto entre el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y la figura del papa mismo.

La difusión de la exhortación apostólica papal fue ocasión para que Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo de Obispos, señalara la importancia de otorgar un nuevo enfoque al tema del acceso a los sacramentos por parte de los divorciados vueltos a casar:[21]

A pedido del papa Francisco, el 20 de febrero de 2014 el cardenal Walter Kasper tuvo a su cargo una introducción al consistorio de cardenales en la que trató temas del sínodo.[29]​ Su alocución sugirió la necesidad de una solución para los divorciados vueltos a casar, que se sienten excluidos al no poder comulgar. Sin poner en duda la indisolubilidad del matrimonio, Kasper llamó a reflexionar sobre la posibilidad de volver a analizar las nulidades matrimoniales y sobre la readmisión en la eucaristía de los divorciados vueltos a casar por civil luego de un período «penitencial». En su disertación analizó el estado de la familia y concluyó con dos propuestas específicas relativas a los divorciados y vueltos a casar para considerarse en el sínodo. Su discurso fue publicado en italiano,[30]​ y luego, con formato de libro breve (con un prefacio y reflexiones adicionales) en inglés,[31]​ y en alemán.[32]

Luego de su visita pastoral a Tierra Santa, el papa Francisco señaló que el tema de la comunión de los divorciados en nueva unión no se reduce a una cuestión de casuística.

Presidido por el papa Francisco, el Consejo Ordinario del Sínodo de Obispos se reunió el 13 y 14 de mayo de 2014 a fin de «analizar el primer borrador del Instrumentum laboris en vista de la III Asamblea General Extraordinaria».[34][35]​ El Instrumentum laboris es un documento base cuya redacción se abonó con las respuestas al cuestionario que la secretaría del Sínodo remitió a todas las diócesis. Federico Lombardi comentó que estaría en manos de los obispos de todo el mundo «antes del verano» del Hemisferio norte.[34]​ Junto con el estudio del borrador, se presentó una metodología sinodal nueva, a adoptar durante la Asamblea General Extraordinaria.[34][35]

Además de los miembros del Consejo Ordinario propiamente dicho —entre quienes se contaban el relator general, cardenal Péter Erdő, y el secretario especial, arzobispo Bruno Forte—, participaron en las reuniones los cardenales André Vingt-Trois, arzobispo de París (Francia), y Raymundo Damasceno Assis, arzobispo de Aparecida (Brasil) y presidente de la Conferencia Episcopal del Brasil, invitados a participar en cuanto presidentes delegados junto con el cardenal Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila (Filipinas) en la III Asamblea General Extraordinaria.[34][35]

En junio de 2014 se dio a conocer un documento, que incluyó el análisis de los resultados del cuestionario que permitía conocer las opiniones de los católicos. Una de las respuestas más llamativas fue que los fieles se resistían a la doctrina de la Iglesia sobre «el control de la natalidad, el divorcio y las nuevas nupcias, la homosexualidad, las relaciones prematrimoniales o la fecundación in vitro».[36]​ Otra de las conclusiones fue que los fieles católicos estaban de acuerdo con el papa Bergoglio cuando expresó respecto de los homosexuales: «¿Quién soy para juzgar?», con lo que los católicos encuestados abogaban para que los homosexuales fueran tratados con respeto y delicadeza, evitando «todo signo de discriminación injusta».[36]

El Secretariado General del Sínodo de Obispos publicó el Instrumentum laboris en su sitio web.[37]​ Algunos de los puntos incluidos fueron los siguientes:[38]

Pocas semanas antes del sínodo, se conoció la publicación del libro titulado Remaining in the Truth of Christ: Marriage and Communion in the Catholic Church (Permaneciendo en la verdad de Cristo: el matrimonio y la comunión en la Iglesia católica), editado por Robert Dodaro y disponible a la venta el 1 de octubre, que reunía capítulos escritos por cinco miembros del colegio de cardenales y otros cuatro teólogos.[39]​ Los cinco cardenales eran Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe; Raymond Leo Burke, prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica; Walter Brandmüller, presidente emérito del Comité Pontificio de Ciencias Históricas; Carlo Caffarra, arzobispo de Bolonia y uno de los teólogos más cercanos a Juan Pablo II en cuestiones de moralidad y familia; y Velasio De Paolis, presidente emérito de la Prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede.[39][40][41]

Los autores del libro y la editorial decían que el libro abordaba «[...] los argumentos bíblicos que sostienen la actual doctrina de la Iglesia así como las enseñanzas y prácticas de la Iglesia primitiva [...]»; que recorría «[...] la historia de siglos de resistencia católica a la recepción de la comunión por parte de católicos divorciados en nueva unión [...]»; que revelaba las «[...] serias dificultades teológicas y canónicas inherentes en las prácticas del pasado y presente de la Iglesia ortodoxa [...]»; y que «[...] la fidelidad de muchos años de la Iglesia a la verdad del matrimonio constituye el fundamento irrevocable de su respuesta misericordiosa y amorosa a la persona que está civilmente divorciada y vuelta a casar [...]».[39]

Lo anterior se publicó además en concordancia con el pensamiento sostenido por la Iglesia católica en diversos documentos generados por la Curia romana durante el pontificado de Juan Pablo II.[42][43][44][45]

Los medios nacionales e internacionales interpretaron la publicación del libro a las puertas de la celebración del sínodo como una actitud provocativa,[46]​ opositora a la «postura aperturista» del papa Francisco y del cardenal Walter Kasper.[47][48][49][50][51]​ Los medios presentaron el sínodo en términos de dos grandes bloques, conformados en torno a los cardenales Gerhard Müller (tildado de conservador o de contrario a la apertura) y Walter Kasper (tildado de progresista, aperturista o probabilista).[52][53]​ El cardenal Raymond Leo Burke criticó a los medios por presentar al papa Francisco como favorable a permitir que la comunión fuera entregada a los divorciados en nueva unión, y otras propuestas semejantes, aunque según él no era así; además, acusó a los medios de comunicación de haber creado una situación en la que la gente esperaba que hubiera cambios mayores que involucraran un cambio en la enseñanza de la Iglesia, lo que era imposible.[54]

El cardenal Walter Kasper también se manifestó sorprendido por la aparición de ese libro.[56]

Por su parte, el papa Francisco no manifestó preocupación por el tema:

En la misma entrevista, replicada en los medios de comunicación, el cardenal Walter Kasper respondió a los coautores del libro publicado.[57]

El arzobispo de Westminster Vincent Nichols, el cardenal inglés de más edad, señaló que la Iglesia católica ha olvidado de manera efectiva cómo perdonar y debe enfrentar el hecho de que la vida privada de las personas no siempre se encuentra a la altura de su «visión idealizada» de la vida familiar. Agregó que la compasión ante las dificultades que enfrentan las personas en su vida personal no había sido el «punto fuerte» de la Iglesia en los últimos años, y que se debería crear una «cultura de la misericordia».[2]

Otros prelados expresaron sus puntos de vista. Para el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, coordinador del Consejo de Cardenales, «en vista del Sínodo sobre la familia se discute mucho sobre comunión a los divorciados vueltos a casar, pero este debate es superficial. El verdadero problema es la pobreza que hoy sufren las familias en el mundo y que amenaza esta institución».[56]

El comentarista vaticano John L. Allen señaló la posibilidad de que el sínodo encontrara una solución de compromiso que pase por dinamizar el procedimiento para la anulación de los matrimonios, un procedimiento que no es contrario a las enseñanzas teológicas católicas.[51]

En referencia al tema del control de la natalidad, Kasper dijo que son los padres quienes tienen que decidir cuántos hijos son posibles: «Esto no puede ser decidido por la Iglesia o por un obispo, es responsabilidad de los padres».[59]​ Respecto de los métodos anticonceptivos señaló, en alusión a la diferencia que tradicionalmente sostiene la Iglesia católica entre los denominados métodos naturales y los demás, que también los métodos naturales tienen un «aspecto artificial».[59]

El sínodo extraordinario tuvo por presidente al papa Francisco. El total de participantes fue de 253. De ellos, 192 tuvieron derecho a voto. En aquel sínodo participaron:[60]

En cambio, la XIV Asamblea General Ordinaria del sínodo de obispos de 2015 —que constituyó su continuación— tuvo una integración mucho más plena ya que participaron varios obispos elegidos en representación de cada país.[61]

Elizabeth Dias, corresponsal de la revista Time para el sínodo, señaló que si bien se podría establecer la idea de que el Sínodo extraordinario sobre la familia trataba sobre temas relativos a las políticas de la Iglesia católica, sucedía «algo mucho más silencioso, profundo y menos evidente en lo inmediato»: la renovación espiritual que el papa Francisco esperaba fomentar entre los líderes de la Iglesia y su gente.[62]​ El sábado 4 de octubre por la noche, antes de que el sínodo comenzara oficialmente, el papa Francisco llamó a la gente a reunirse en la plaza de San Pedro para orar por las siguientes dos semanas de conversaciones sinodales. Al caer la noche, cada persona encendió una vela y la plaza se llenó con miles de luces al tiempo que se cantaba el himno: Ven Espíritu Santo, ven. Luego, Francisco dijo a la multitud:

En el concepto de Elizabeth Dias, ese servicio de oración fue un testimonio de la convicción de que cualquier cambio real en la Iglesia debía comenzar con la oración, y un recordatorio de la gente misma.[62]

En la misa del domingo 5 de octubre, el papa predicó en su homilía:

Comentando en su homilía la parábola de los viñadores homicidas que desean apropiarse de una viña y llegan a matar al hijo del propietario (Mateo 21:33-43), Francisco alertó sobre un peligro grave: «La codicia del dinero y del poder. Para saciar esa codicia, los malos pastores cargan sobre las hombros de la gente pesos insoportables».[65]

El Sínodo trabajó conformando diez grupos (llamados círculos menores) de unas 20 personas aproximadamente cada uno, dispuestos según lenguas (3 en inglés e italiano, 2 en francés y español),[67]​ que eligieron sus responsables. El portavoz de la Santa Sede Federico Lombardi explicó que por la dinámica del sínodo eran más importantes estos círculos menores que el debate general porque permitían a las personas «expresar más en un diálogo interactivo».[68]​ En la rueda de prensa cotidiana se ofrecía un panorama genérico del día, indicando los temas, pero no se identificaba la autoría de cada una de las intervenciones, por lo cual no podían ser citadas. El cardenal Gerhard Ludwig Müller lamentó que no se publicaran las intervenciones íntegras de los participantes identificadas con los nombres y apellidos de los autores, y que fuera la Oficina de Prensa de la Santa Sede quien elaborara los resúmenes de las congregaciones,[68]​ y dijo: «Todos los cristianos tienen derecho a la información».[69]

Por su parte, Bruno Forte señaló que en el Sínodo estaba impreso el «estilo de Francisco», de una Iglesia que madura, y "de búsqueda y de escucha». Se informó que esa dinámica permitiría a los participantes hablar con más libertad y sin temor. El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, destacó el clima de «fraternidad y libertad» que se vivía durante el Sínodo de los Obispos.[70]

En su saludo del 6 de octubre, Francisco enunció una condición general que debía tener el sínodo:[11]

Tomando un tono decididamente diferente del de muchas declaraciones de la Iglesia católica en los últimos años, el sínodo extraordinario sobre la familia dio a conocer un documento preliminar titulado Relatio post disceptationem (Relación después de la discusión),[72]​ pidiendo a la Iglesia escuchar más, respetar a las personas en sus diversas luchas, y aplicar la misericordia mucho más ampliamente. Resumiendo los trabajos de la reunión permanente, el documento reconoció sin rodeos que se requiere una dimensión nueva de la Pastoral familiar.

El cardenal húngaro Péter Erdő, relator del Sínodo, leyó el documento el 13 de octubre por la mañana a los cerca de los 190 prelados participantes del sínodo. Definió a la Iglesia como verdadera «casa paterna», «antorcha en medio de la gente» que debe acompañar «con paciencia y delicadeza», «con atención y cuidado a sus hijos más frágiles, aquellos marcados por el amor herido y perdido», dándoles «confianza y esperanza».[73]

El documento se presentó como un resumen de los debates celebrados en el sínodo hasta ese momento, es decir, se trata de un documento preliminar sujeto a posterior discusión por parte de los distintos círculos menores de padres sinodales. La relación dictó principalmente tres directrices: escuchar al contexto socio-cultural en el que las familias viven hoy en día; discutir las perspectivas pastorales que deben adoptarse y sobre todo mirar a Cristo, a su Evangelio de la familia.[74]

Entre los puntos que más suscitaron la atención de los medios de comunicación y de los analistas, no destacan cuestiones doctrinales sino netamente pastorales:[5][Nota 4]

A poco de iniciado el sínodo el cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Múnich, señaló que los obispos alemanes compartían mayormente la posición de búsqueda de un mayor discernimiento por parte de la Iglesia frente a los distintos casos de divorciados en nueva unión.[75]​ Más allá de la existencia de diferentes líneas en el sínodo, según Federico Lombardi pareció clara la disposición de los padres sinodales a favor de la necesidad de una simplificación y agilización del proceso de nulidad matrimonial.[76]​ El documento señaló:

Algunos purpurados señalaron la necesidad de una Iglesia que expresara su comprensión hacia los nuevos tipos de familia. El cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, no sólo habló de la necesidad de apoyar a los divorciados en términos muy personales, al comentar sus sufrimientos como hijo de padres divorciados, sino que mencionó su admiración hacia el ejemplo de amor y cuidado mostrado por una pareja homosexual a la que conoció en Viena.[67]​ «[...] convivían desde hace tiempo y firmaron un pacto civil. Vi cómo uno ayudaba al otro cuando uno de ellos cayó enfermo. Fue algo maravilloso, humana y cristianamente, ver cómo uno se ocupaba del otro y estaba siempre a su lado».[77]

En el documento preliminar se señaló:

Como ya habían señalado varios Padres sinodales tales como Reinhard Marx, el documento final no sería un conjunto de «conclusiones», sino «un paso adelante» hacia el siguiente Sínodo sobre el mismo tema, en octubre de 2015. Por lo tanto, el último documento o Relatio Synodi se parecería más a un instrumento para continuar el trabajo que a proposiciones.[79]

En la tarde del 18 de octubre, los padres sinodales votaron y aprobaron el último documento, Relatio Synodi. La votación se realizó punto por punto y a pedido del papa Francisco se adjuntó al documento un cuadro con el número de votos a favor y en contra.[80][81]

Todos los puntos del documento alcanzaron la mayoría (más de 50% de votos a favor),[82]​ pero tres puntos no alcanzaron la mayoría calificada (dos tercios de los votos a favor) requerida. Se trataba de párrafos referidos al tema de la comunión de los divorciados vueltos a casar, al tema de la pregunta planteada por algunos obispos de por qué los divorciados pueden realizar una comunión espiritual pero no sacramental, y al tema del cuidado pastoral de las personas homosexuales.

Sin embargo, el papa Francisco asumió la decisión de publicar de todas maneras aquellos párrafos que no alcanzaron la mayoría calificada de votos a favor, siendo que se incluía la tabla aclaratoria con los votos obtenidos por cada párrafo.[84]​ Fue la primera vez en la historia de los sínodos en que se dio a conocer los resultados del sufragio, y se lo consideró una estrategia de Francisco para poner en claro el panorama real,[85]​ en el que la mayoría de los prelados votantes estuvo a favor de continuar el tratamiento de estas cuestiones. Así, el papa dejó abierto el debate en la Iglesia sobre esos temas, permitiendo que todas las diócesis del mundo analicen en los próximos meses el contenido completo de la Relatio Synodi.[86]

El diario La Repubblica publicó que Benedicto XVI pudo tener un papel de importancia creciente desde la fase preparatoria del sínodo, rol que habría alcanzado su punto de mayor importancia ante el intento de algunos cardenales conservadores de incorporar a las discusiones la figura y opinión del papa emérito para respaldar sus posiciones, a lo cual Ratzinger se habría negado: «Yo no soy el papa, no se dirijan a mí».[87]​ Adicionalmente, Benedicto XVI habría enviado en privado una nota al papa Francisco poco después.[87]

Luego de señalar las diferencias entre la mayor parte de las 25 reuniones sinodales realizadas entre 1965 y 2014 y el sínodo extraordinario convocado por Francisco, para el que se encargó una encuesta previa amplia a los fieles y en el que el papa recibió a los padres sinodales instándolos a una participación abierta, «sin respeto humano, sin timidez», un canonista señaló en Los Angeles Times:

En sentido similar se expresó Sandro Magister:

En el cierre del sínodo, el papa Francisco beatificó a su predecesor Pablo VI en una multitudinaria ceremonia en la plaza de San Pedro, donde se destacó su gran labor evangelizadora y su papel como timonel de la Iglesia, especialmente durante el Concilio Vaticano II y los años siguientes.[90][91]

A la ceremonia también asistieron Benedicto XVI,[92]​ y los cardenales Paulo Evaristo Arns y William Wakefield Baum: los tres fueron creados cardenales por Pablo VI.[93]



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