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Salamandra (mitología)



La salamandra es un anfibio urodelo común en el continente europeo. Como en el caso de otros animales existentes en la vida real, a lo largo de los siglos se le han atribuido diversas cualidades fantásticas (véanse las descripciones alegóricas que se hacen de los animales en los bestiarios medievales).

Desde la época de la Ilustración en adelante, se ha llegado a diferenciar al animal real y la criatura legendaria como dos conceptos distintos, especialmente en el mundo del ocultismo. La criatura mitológica suele representarse con un aspecto muy similar al de la salamandra real, pero con una particular afinidad hacia el fuego (a veces, en concreto, al fuego como elemento).

La salamandra ha sido ampliamente utilizada en el ámbito de la heráldica. En las representaciones más antiguas, la salamandra aparecía como una especie de perro paticorto rodeado de fuego. En las más modernas, tenía el aspecto del anfibio real, pero también envuelto en llamas.

La salamandra aparece a menudo en la literatura. Por ejemplo, era el símbolo de los bomberos quemadores de libros en la obra de Ray Bradbury "Fahrenheit 451". Más recientemente, ha sido utilizada en la literatura fantástica, juegos de rol, videojuegos y dibujos animados, asociándola casi siempre al fuego.

Las primeras alusiones conocidas acerca de este animal se atribuyen a Aristóteles, quien asociaba a la salamandra con el fuego, y aseguraba que lo apagaba al pasar sobre él. Esta creencia fue refrendada por conocidos tratadistas, como Nicandro de Colofón y Antígono de Caristo —en el ámbito griego—, o Plinio el Viejo en el romano.

Por su parte Isidoro de Sevilla, no solo se hizo eco de los asertos de aquellos tratadistas, sino que los amplificó, aseverando que una salamandra es capaz "de emponzoñar y secar un árbol frutal, y envenenar los pozos de agua potable". Algunos escritores, como el obispo alemán Rabano Mauro, a mediados del siglo IX, reproducirán con bastante fidelidad las afirmaciones del obispo hispalense, que serán inspiradoras de las primeras representaciones gráficas del animal.

El propio San Agustín (siglos IV-V) recurrirá también a la salamandra, como símbolo del condenado que sufrirá las llamas eternas del Infierno, sin consumirse.

Al compás de las cada vez más exóticas descripciones que van surgiendo, los bestiarios jugarán un papel decisivo en esta diversificación, además de adjudicarle las más sorprendentes morfologías, representándola con apariencia, ya canina, ya porcina, o incluso con rasgos humanos.

Pierre de Beauvais y Guillermo de Normandía la conciben con un cuerpo multicolor; en el Bestiario toscano se la llega a identificar con un pájaro, mientras que en un manuscrito del Bestiaire divin, será representada alternativamente como un ave entre llamas y como un perro alado, representaciones influenciadas, mayormente, por las descripciones, probablemente apócrifas, que el llamado Preste Juan hace del animal.

Escudo de Masoteras.

Le Havre: Escudo de la villa.

Vitry-le-François.



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