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Teoría del clinamen



El clinamen (en plural clinamina, derivado de clīnāre 'desviar, inclinar') es el nombre en latín que dio Lucrecio a la impredecible desviación que sufren los átomos en la física de Epicuro. Este concepto le sirvió al filósofo griego a modo de solución al problema del libre albedrío prescindiendo de un dios garante de libertad. Esta teoría ha tenido una importantísima influencia a lo largo de todo el desarrollo histórico del mecanicismo por su originalidad y por haber supuesto una solución coherente y muy temprana a uno de los principales problemas de esta corriente filosófica.

Conocemos la doctrina del clinamen a través del poema de Lucrecio De Rerum Natura, debido al excepcionalmente severo trato que la historia ha dispensado a la obra original de Epicuro.

La teoría del clinamen proporciona una solución al viejo problema (planteado por Aristóteles) de la regresión al infinito de las cadenas causales en el movimiento, sin tener que recurrir a la acción de un dios ordenador que funcione como primer motor inmóvil. El razonamiento aristotélico afirmaba:

Aristóteles identificó en este moviente inmóvil a la divinidad. Sin embargo, y dentro de la doctrina epicúrea, los dioses son perfectamente felices, lo cual impide la posibilidad de toda influencia por su parte en los acontecimientos terrenales.

Para solucionarlo, introdujo el clinamen, o desviación espontánea del átomo de su trayectoria, como origen de nuevas cadenas causales. Con ello, eliminaba a los dioses de la cadena de razonamientos a la vez que introducía un factor de indeterminación que solucionaba uno de los principales problemas del atomismo democríteo: el determinismo. Es decir, el clinamen proporcionaba una base ontológica sólida en la que justificar el libre albedrío. Ya que sin libertad las acciones morales dejan de serlo, el clinamen se erigió también en sostén de toda posibilidad de una ética atea.

El término ha sido retomado por Harold Bloom para describir las inclinaciones de los escritores para «virar» de la influencia de sus predecesores; es la primera de sus «Proporciones de revisión» que describió en La ansiedad de la influencia.

En Finnegans Wake, James Joyce alude a este término en el primer párrafo.

En Diferencia y repetición, Gilles Deleuze emplea el término en su descripción de las multiplicidades, haciendo la observación en el núcleo de la teoría del clinamen de que «es ciertamente esencial que el átomo se relacione con otro átomo».[1]​ Si bien los átomos afectados por el clinamen se colapsan respectivamente en una relación de suposición recíproca, Deleuze rechaza esta versión de la multiplicidad, tanto porque los átomos son demasiado independientes como porque la multiplicidad es «espacio-temporal» antes que interna.

Simone de Beauvoir,[2]Jacques Lacan,[3]Jacques Derrida, Jean-Luc Nancy, Alain Badiou[4]​ así como Michel Serres y el polemólogo Gaston Bouthoul han hecho un uso extenso de la idea del clinamen, si bien con muy distintas lecturas.

Estos desvíos que parecen accidentes de recorrido, epifenómenos, relacionan el clinamen de la «ciencia de lo particular, aunque se diga que solo hay ciencia de lo general», es decir, la 'Patafísica.

En las Gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico, biblia de los patafísicos, Alfred Jarry habla precisamente de la eyaculación de «la bestia imprevista Clinamen» (libro VI, capítulo titulado exactamente «Clinamen»). O. Votka, patafísico, escribe que Epicuro

Y el oulipiano Paul Braffort commenta:

Perec define así el clinamen:




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