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Trece cielos



Los trece cielos (en náhuatl ilhuicatl iohtlatoquiliz) es «el recorrido por los caminos del cielo», en la mitología mexica se concreta en la cosmovisión de las creencias nahuas referentes al espacio y al tiempo en un universo estructurado mediante la parcelación que determinan fuerzas vivas después de que la pareja primigenia Omecíhuatl y Ometecuhtli, quienes tuvieron 4 hijos varones, los Tezcatlipocas (Xipetótec, Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y Huitzilopochtli), de los cuales heredaron el arte de la creación de sus padres a partir de la sustancia, por lo que tras 600 años de inactividad, Tezcatlipoca y Quetzalcóatl organizaron el universo vertical y horizontal, donde el universo horizontal estaba comprendido por puntos cardinales o direcciones hemisféricas, mientras que el universo vertical comprendía en dos partes, la superior y la inferior, donde la parte superior estaría soportada por 4 gigantescos árboles de cada esquina del Tlalocán, la parte central del universo, impidiendo que el supramundo (superior) y el inframundo (inferior) se junten al Tlaltícpac (la tierra), una tierra formada a partir del cuerpo del Cipactli, una tierra sólida y viva generadora del sustento para el hombre, nuestra madre naturaleza, pues de ella se creó la superficie, Tlaltícpac, de sus cabellos surgieron árboles, flores y plantas, de su piel surgieron planicies, llanuras y sedimentos fluviales, de sus ojos surgieron pozos, cuevas y fuentes, de su boca surgieron ríos, lagos y manantiales, de su nariz surgieron valles, cordilleras y mesetas, y de sus hombros surgieron sierras, volcanes y montañas. Al organizar el universo en horizontal y vertical, los Tezcatlipocas forjaron a las parejas de dioses que controlarían las aguas (Tláloc y Chalchiuhtlicue), la tierra (Tlaltecuhtli y Tlalcíhuatl), el fuego (Xiuhtecuhtli) y Xantico.

El supramundo (trece cielos) y el inframundo (nueve regiones) representan el universo vertical, cuyas las fuerzas superiores e inferiores convergen desde la tierra, influenciándola, asimismo, diariamente cuerpos celestes descienden al inframundo y ascienden de él, entrelazados por el universo horizontal, las direcciones hemisféricas o puntos cardinales que son regidos por los Dioses Creadores. Al Norte (Mictlampa), Tezcatlipoca, al Oeste/Occidente (Cihuatlampa), Quetzalcóatl, al Este/Oriente (Tlahuiztlampa), Xipetótec, y al Sur (Huitztlampa), Huitzilopochtli, cuyas fuerzas que emanan de las direcciones hemisféricas se convergen y se sostienen por un eje central, el Calpulli, que era resguardado por Xiuhtecuhtli, dios del fuego, señor del tiempo.

Es la residencia de Tlahuizcalpantecuhtli y Xólotl, es el camino por donde el dios Sol Tonatiuh recorría la bóveda celeste todos los días y noches, pero en una ocasión durante su recorrido habitual, el señor de la aurora, Tlahuizcalpantecuhtli, cegado por los celos de que Tonatiuh había adquirido la personificación del Sol después de la creación de la última raza del hombre, conspiró con Xólotl para atacar a Tonatiuh, y así fue como Tlahuizcalpantecuhtli atacó primeramente a Tonatiuh, pero el dios Sol le lanzó una flecha directo a la cabeza hasta perforarla, dejando al señor de la aurora totalmente ciego, y como castigo, los Dioses Creadores enviaron a los custodios al inframundo, convirtiendo a Tlahuizcalpantecuhtli en Itztlacoliuhqui, el dios de la obsidiana, señor del castigo, regente del tercer infierno, Itztépetl, región de cerros cubiertos de pedernales que desgarraban a los muertos cuando tenían que atravesarlo para cumplir su trayectoria, mientras que a Xólotl lo enviaron para ser regente del primer infierno, Itzcuintlán, y poder conciliar perros domésticos con los muertos, para que estos encontrarán a los muertos dignos para permitirles cruzar o no a través del río infernal. De ahí la consagración del perro doméstico, itzcuintle, con el dios Xólotl, dando como resultado a los perros Xoloitzcuintle.

A partir de entonces, Quetzalcóatl ratificó la estrella de la mañana, Venus, y a Itztlacoliuhqui se le comenzó a representar con los ojos vendados y una flecha atravesada en su cabeza.

Es la residencia de Xiuhtecuhtli y Xantico, con rayos de calor que expresan el fuego de la creación.



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