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Violencia en el noviazgo



El abuso en el noviazgo o la violencia en el noviazgo es la perpetración o amenaza de un acto de violencia por parte de al menos un miembro de la pareja al otro miembro en el contexto del noviazgo. También surge cuando una pareja intenta mantener el poder y el control sobre la otra a través del abuso o la violencia, por ejemplo, cuando una relación se ha roto. Este abuso o violencia puede adoptar diversas formas, como agresión sexual, acoso sexual, amenazas, violencia física, abuso verbal, mental o emocional, sabotaje social y acoso. Puede incluir abuso psicológico, chantaje emocional y manipulación psicológica.[1]

Aunque con mayor frecuencia el autor del abuso es una pareja masculina contra una pareja femenina, el abuso de una pareja femenina contra un hombre también tiene lugar. La violencia de pareja cruza todas las líneas raciales, de edad, económicas y sociales. El noviazgo es algo normal pero por el tiempo se forma la violencia en el noviazgo.

En 1957 Alexis C. Kanin estudió mucho acerca y sobre las relaciones sexuales forzadas en el contexto de relaciones de noviazgo.[2]​ Recién 1981 James M. Makepeace llamó la atención de la comunidad científica sobre la temática[3]​ y advirtió que la violencia en el noviazgo es un grave problema que afecta de forma considerable la salud física y mental de los y las adolescentes.[4]

El concepto se ha forjado como temática de estudio específica por ser un precursor de la violencia doméstica o violencia en el contexto de un matrimonio. Según la OMS "la expresión “violencia doméstica” se usa en muchos países para referirse a la violencia de pareja, pero puede abarcar también el maltrato infligido a niños y ancianos o el maltrato infligido por cualquier integrante de la familia".[5][6][7]​ Esto es, estudiando los orígenes de la violencia en parejas casadas, en general mucho más grave y evidente, se llega a la conclusión de que ésta proviene de una violencia más sutil e invisibilizada en la época de noviazgo. Los esfuerzos de los y las especialistas se orientan hacia la prevención de la violencia doméstica, en parte, hacia la detección de las primeras señales de violencia que se manifiestan en esta primera época de vida de la pareja unida por primera vez.

Es común que en este tipo de relaciones se tienda a caer en círculos viciosos de los cuales es difícil salir, puesto que el agresor tiende a estar arrepentido del acto cometido. Este es el motivo por el cual suele pedir disculpas, se comporta de manera cariñosa tratando de enmendar el error, alega que no volverá a pasar o que el otro lo provocó y el agresor no quería; aunque tiempo después vuelva a cometer el mismo acto violento.

En la mayoría de los casos de violencia física en el noviazgo tiende a presentarse síntomas como el maltrato emocional o el psicológico, pidiendo cambios ya sean físicos o conductuales que al agresor le disgusten, como puede ser el caso de la vestimenta, amistades entre otras. Después de haber obtenido resultados con el maltrato psicológico o emocional suelen pasar al maltrato físico leve, que podría ser, dependiendo el caso, tirones, jalones de cabello o de brazos, arañazos, etc. Prosiguen con el maltrato físico moderado, golpes, bofetadas, patadas, etc. Es común que este tipo de conductas sean arrastradas hasta el matrimonio, donde dejan de ser una agresión moderada para pasar a ser un maltrato físico crónico, corriendo el riesgo de ser golpeados con brutalidad, al extremo de tener que necesitar atención médica, incluso provocando la muerte.[cita requerida]

La prevalencia ignorancia de la violencia en relaciones de noviazgo ha sido estudiada por muchos autores y se han publicado índices de prevalencia desde 9 a 57 %. Es decir, entre el 9 y el 57 % de las personas ha sufrido violencia en una relación de noviazgo.[8]​ Los motivos para tal dispersión se deben a diferencias en la definición de violencia, el método para evaluarla, el tipo de población y el periodo de tiempo evaluado. De todos modos, en la mayoría de los estudios se observa que las diferencias por género no son tan visibles como en parejas casadas o convivientes.[9]

Según la Organización Mundial de la Salud, 3 de cada 10 adolescentes denuncian que sufren violencia en el noviazgo. Por otro lado muchas de las mujeres maltratadas durante el matrimonio vivieron violencia en el noviazgo.[10]

El Instituto Mexicano de la Juventud dependiente de la Secretaria de Educación Pública de México realizó en 2007 una Encuesta sobre violencia en las relaciones de noviazgo entre personas de ambos sexos entre 15 y 24 años que en ese momento vivían una relación de noviazgo. Se obtuvo que el 15 % de los/las encuestados/as había experimentado al menos un incidente de violencia física con la pareja que tenían en el momento de la encuesta, de los cuales el 61 % eran mujeres. El 76 % fueron víctimas de violencia psicológica y el 16,5 % de las mujeres señaló haber sufrido un evento de violencia sexual por parte de su pareja.[11]

Las formas de maltrato se pueden clasificar en cinco categorías; de la más a la menos frecuente son: Psicológica, Emocional, Física, Económica y Sexual.[12]

La violencia psicológica en la pareja es una forma de abuso psíquico, que tiene lugar en la relación de dos personas que deciden convivir o vincularse afectivamente para compartir un proyecto en común. Son comportamientos que se convierten en agresiones y daños, de los cuales el agresor puede o no tener conciencia. Implica coerción, supone la amenaza de la violencia física o corporal y en muchas ocasiones es peor que la violencia física. Se enfatiza con el tiempo y cuanto más perdura mayor es el daño, produce un deterioro en la víctima que la imposibilita para defenderse.[13]

Las conductas más frecuentes son:

Son actos de naturaleza verbal o no verbal que generan intencionalmente en la víctima ansiedad, temor o miedo, tal como las intimidaciones y las amenazas. Incluye las amenazas o los actos de violencia dirigidos a un familiar o a un conocido de la víctima, a sus bienes o hacia el agresor mismo, realizados con el mismo fin. Las conductas más frecuentes son:

otros comportamientos de que son signo que tu pareja está haciendo violenta son:

Son actos sobre el cuerpo de la persona, que producen daño o dolor sobre la misma (golpes, jalones, tirones, patadas, cachetadas, mordidas, pellizcos, intento de estrangulamiento, etc.). Las conductas más frecuentes son:

Cuando se fuerza a la otra persona a depender económicamente del agresor, no dejándola trabajar o por otros medios; ejercer control sobre los recursos financieros de la víctima o explotarla económicamente. Las conductas más frecuentes son:

Véase también Abuso sexual y Acoso sexual

Son actos obligados, no consentidos por la víctima, orientados a satisfacer necesidades o deseos sexuales del o la victimario/a. Las conductas más frecuentes son:

Existen una cantidad de factores que tiene correlación estadística con el hecho de ser víctima o perpetrador de violencia, lo cual no significa que sean las causas de la violencia. Estos factores son:

Los factores relacionados con el hecho de ser perpetrador de violencia son:

Los factores relacionados con la victimización son:

Tanto para ser víctima como para ser perpetrador:

En los últimos años varias revisiones internacionales han recabado los datos existentes sobre métodos efectivos o prometedores para prevenir la violencia contra la mujer, incluida la de pareja, y responder a ella. La OMS ha compilado esos datos y ha llegado a la conclusión de que es necesaria una colaboración integral, multisectorial y de largo plazo entre los gobiernos y la sociedad civil en todos los niveles del marco ecológico.

Las revisiones mencionadas compiladas en una hoja informativa: "Comprender y abordar la violencia contra las mujeres. Violencia infligida por la pareja". [15]​ han identificado un conjunto de estrategias específicas tales como:


La violencia ocurre en alrededor de entre el 3% y el 10% de las relaciones íntimas de los jóvenes. La violencia psicológica, física y sexual en las relaciones de pareja tiene un impacto significativo en la salud mental y física de los jóvenes. Asimismo, esta puede generar consecuencias a largo plazo, como depresión, trastornos alimenticios y abuso de sustancias, además de afectar el rendimiento escolar. Por ello, se ha planteado analizar la efectividad de ciertos programas escolares que buscan reducir o prevenir la violencia de pareja en los jóvenes.

Una revisión sistemática de 23 estudios realizados en Estados Unidos y Canadá, concluyó que los programas de prevención mejoran el conocimiento de los jóvenes con respecto a la violencia de pareja y su actitud hacia la misma. Sin embargo, estos estudios sugieren que dichos programas tienen poco impacto sobre el comportamiento. Por esto, los programas vigentes necesitan ser diseñados para apoyar de mejor manera los cambios de comportamiento, posiblemente a través de los componentes de formación de habilidades entre los estudiantes. Asimismo, estudios futuros deberían centrarse más en la medición de los comportamientos reales, en lugar de solamente conocimientos y actitudes.[16]



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