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Viudedad



Viudez es el estado de haber perdido al cónyuge por fallecimiento; si es un varón se le llama viudo, y si es mujer, viuda. En términos generales, a la persona que está en este estado se denomina "cónyuge superviviente" o "cónyuge supérstite". Actualmente se ocupa también de manera coloquial y a veces incluso legal, a la persona superviviente de una pareja, aunque nunca hayan contraído matrimonio legalmente, esto por el declive del matrimonio en Occidente y el concepto de familia más amplio, estas personas, enfrentan los mismos problemas que los viudos legales. Teniendo en ciertos países como Brasil, los mismos derechos que los que fueron casados.

La viudez ha sido una importante problemática social, particularmente en el pasado. En las familias en que el marido era el único proveedor, la viudez podía hundir a los parientes en la pobreza, y muchas obras benéficas tenían como objetivo el ayudar a viudas y huérfanos. Esto se empeoraba por la larga vida de las mujeres, ya que los varones generalmente contraían matrimonio con féminas más jóvenes que ellos.

Sin embargo, en algunas sociedades patriarcales, las viudas se hallaban entre las mujeres más independientes. Una viuda a veces continuaba los negocios de su marido y consecuentemente se le concedían ciertos derechos, tales como la admisión a cooperativas.

Adicionalmente existían implicaciones de libertad sexual; a pesar de que algunos testamentos incluían cláusulas de castidad (que requerían que las viudas quedasen célibes para poder recibir la herencia), en sociedades donde se vedaba el divorcio, la viudez le permitía a las mujeres volverse a casar. La "Esposa de Bath" en los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer, se refiere a que quedó viuda cinco veces, permitiéndose grandiosas experiencias sexuales. Enviudar puede tener un impacto emocional negativo ( e.g. ansiedad, depresión) y también puede ayudar a experimentar un crecimiento personal[1]​.

En otras culturas, las viudas eran tratadas de diferente manera. Verbigracia, en la India se hacía una elaborada ceremonia durante el funeral del marido de la viuda, que incluía el romper los brazaletes, remoción de las decoraciones hechas con bindi, así como también cualquier atavío colorido, haciendo que la mujer vistiera de blanco.

El estado de viudez ha merecido el máximo respeto en todos los tiempos tanto así que Marcial en sus epigramas llega a decir que es adúltera la mujer que casa muchas veces. Los Padres de la Iglesia, sin condenar las segundas nupcias, aconsejaban abstenerse de ellas.

Entre los hebreos, la viuda que no había tenido hijos de su esposo debía casarse con el hermano de su marido (levirato). Tenía por objeto esta ley:

No se contraía la ley a que la viuda se casara con su cuñado sino que, a falta de este entraban los parientes más cercanos con tal de que fuesen de la misma línea. Este matrimonio se hacía sin solemnidad y solo en virtud de la ley. Sin embargo, la costumbre era que se verificase la unión en presencia de al menos dos testigos y que el esposo diese una moneda a la esposa. Después se añadió la bendición nupcial y un escrito para asegurar la dote de la mujer.

Parece que los judíos después de la cautividad de Babilonia o según otros después de la destrucción del segundo templo, no practicaron más esta ley.[2]



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