La Batalla de Coro fue un enfrentamiento militar ocurrido el 28 de noviembre de 1810 en el contexto de las primeras etapas de la Guerra de Independencia de Venezuela, durante la Campaña de Coro, entre las fuerzas expedicionarias leales a la Junta Suprema de Caracas, dirigidas por el marqués Francisco Rodríguez del Toro, y las tropas realistas fieles a la Regencia de España.
El objetivo de la expedición caraqueña era someter a su autoridad las provincias de Coro y Maracaibo, opuestas al movimiento revolucionario iniciado el 19 de abril de ese año. Aunque las fuerzas revolucionarias consiguieron la victoria, fueron incapaces de retener Coro y la urbe fue nuevamente ocupada por sus enemigos.
Tras el derrocamiento del capitán general Vicente Emparán, las nuevas autoridades de la Junta Suprema de Caracas habían sido reconocidas por todas las provincias, excepto en Coro, Maracaibo y Guayana. Después que el gobernador de la primera, brigadier José Ceballos, amenazara públicamente a la naciente junta de gobierno, arrestara a los comisionados juntistas Vicente Tejera, Diego de Jugo y Andrés Moreno, enviados para negociar el sometimiento de la provincia, y los remita a Maracaibo, la Junta Suprema decidió organizar una expedición contra Coro y Maracaibo dirigida por Francisco Rodríguez del Toro, el marqués de Toro. Además, se sabía que el gobierno marabeño estaba planeando concentrar unos 2.000 combatientes, marchar al centro del país, alzar a los partidarios del rey en Caracas y Valencia y derrocar al gobierno rebelde.
El Cuerpo Expedicionario salió desde su cuartel de Carora el 30 de octubre, llegando a Siquisique dos días después. Ahí se enteran que las localidades de Pedregal y San Luis, por donde debía pasar su ejército, estaban en manos realistas, así que el marqués reorganiza sus tropas en tres cuerpos: Rodríguez del Toro permaneció en Siquisique y envió al coronel Luis Santinelli al Pedregal y al coronel Miguel Ustáriz a San Luis. Este último organizó en el pueblo de Algodones una vanguardia al mando del capitán Manuel de Negrete. El 4 de noviembre el capitán Negrete tomaba Aguanegra, tres días después el Pozo Verde y luego entraba en Danta y Guasaquire. Por su parte, Ustáriz fracasa en tomar San Luis y se retira a Purureche. Entre tanto, Santinelli envía al capitán Adrián Blanco a tomar Cururupare mientras él asalta Pedregal el 11 de noviembre. Ante su avance, los habitantes de la provincia abandonan sus casas y cultivos para refugiarse en Coro.
En la mañana del día 13, el gobernador de Maracaibo, brigadier Fernando Miyares, intento detener su avance con 700 soldados. Santinelli decidió no dejarlo tomar posiciones y rápidamente organizó un ataque simultáneo en tres columnas. Tras una hora de lucha los realistas se retiran a Coro dejando su bagaje. El coronel persigue a sus enemigos y los vuelve a vencer en la jornada siguiente en Aribanaches y Urumaco, causándoles graves bajas. Miyares había sido nombrado capitán general por la Regencia el 19 de abril, siendo reconocido como tal en Maracaibo (23 de julio) y Coro (11 de agosto).
El 15 de noviembre Santinelli llega a Sabaneta y toma posiciones en Mitare, Las Lajas y Agua Clara, pudo atacar Coro sin haber encontrado resistencia organizada pero el marqués de Toro le ordena esperar para concentrar todas las fuerzas republicanas en un ataque final. El 16 llegaba a Pedregal y el 22 a Sabaneta. Ahí concentra sus efectivos en un solo cuerpo. El ejército había recibido refuerzos desde Trujillo hasta reunir el grueso de sus fuerzas.
El Cuerpo Expedicionario se organizó en cuatro cuerpos: la «Descubierta», formada por el Estado Mayor, un destacamento de lanceros a caballo y una partida guerrillera de infantería ligera; la vanguardia al mando del coronel Santinelli; el centro, dirigido por el coronel Ustáriz y formado por infantería; la retaguardia, comandada por el coronel Luis Montilla, era un mixtura de infantes y jinetes; y la artillería, seis piezas de campaña grandes y pequeñas a las órdenes del coronel Diego Jalón. Entre las unidades incluidas en el ejército estaban los batallones de milicias de Aragua y Pardos de Valencia, las milicias disciplinadas de San Felipe, una compañía de caballería del Pao y otra de cazadores. Además, había un tren de bagaje formado por 3.000 animales que llevaban los pertrechos y abastecimientos y 1.000 no combatientes encargados de cuidar el parque y las bestias y realizar trabajos no militares.
Considerando las unidades que ya disponía la Junta Suprema de Caracas,provincia de Caracas pasaron de seis (uno de blancos y otro de pardos en Caracas, Aragua y Valencia) a dieciocho. Al parecer, el gobierno revolucionario tuvo problemas para reunir armas, uniformes, caballos y alimentos para una expedición de más de dos mil hombres, lo que fue un problema permanente durante toda la campaña y una causa de su derrota. El historiador Walter Enrique Márquez cree que hubiera sido mejor organizar un ejército mucho más pequeño, de unos mil quinientos hombres, pero muy superior en calidad que el que finalmente organizaron.
también se pretendió crear la figura de un ciudadano que asumía el rol de miliciano alistado en los batallones disciplinados o en las compañías sueltas. El 24 de mayo de ese año se había ordenado al marqués preparar la creación de una milicia nacional y los batallones de milicias disciplinadas aumentó; por ejemplo, en laLas fuerzas de la Junta de Caracas contaban con una amplia superioridad numérica a su favor. En la obra Recuerdos sobre la rebelión de Caracas de 1829, el periodista venezolano José Domingo Díaz afirmaba sobre el ejército del marqués que «cuando 5000 hombres de tropas partidos de Caracas y los valles de Aragua apenas había llegado á la ciudad de Valencia». El diplomático español Mariano Torrente apoya también la cifra de 5.000 tropas bisoñas en su Historia de la revolución hispano-americana del mismo año. Otro venezolano, un antiguo oficial realista llamado Feliciano Montenegro Colón, le apoyaba en tal estimación en su Geografía general de 1837 escribiendo: «Miéntras tanto el general Francisco del Toro, gefe de la expedicion contra Coro, que organizaba sus tropas en Carora, la dejó á fin del precitado mes y dirigió su marcha acia el pedregal, muy confiado de ocuparla, pues al efecto conducia 5000 hombres». Su compatriota, el historiador Rafael María Baralt en su libro Resumen de la historia de Venezuela de 1841, dijo: «Bien hubiera podido entónces el marques embestir con todas sus fuerzas, ó dejar frente á la plaza una parte de estas y con el resto salir al encuentro de su nuevo enemigo; pues cinco mil hombres que tenia bastaban para una ú otra cosa», aunque reconoce que en dicha estimación se baso en Montenegro Colón. El historiador español José Coroleu e Inglada también acepta este número. Hasta el marqués del Toro afirmó que disponía de «cinco mil bayonetas» en una entrevista que le hicieron jóvenes de la élite coriana en 1840 y que fue transcrita por Camilo Arcaya, publicada en una única versión conocida en 1891 en la revista Armonía Literaria en el artículo "El Marqués del Toro y Jesús Nazareno".
Brevemente discordante es el ayudante primero de milicias de Coro, Manuel Bonalde, quienlos rebaja a 3.000 en su testimonio aunque en otro posterior apoya a los autores ya mencionados.José Manuel Restrepo en su libro de 1858 Historia de la revolución... creía que sólo había 2.500 soldados patriotas, pues eran suficientes porque «sólo había una corta guarnición [en Coro]». Su estimación fue aceptada un siglo después por su colega español Francisco Antonio Encina y el argentino Bartolomé Mitre.
En cambio, el erudito colombianoPedro de Urquinaona y Pardo, un abogado y funcionario neogranadino que volvió a España después de la sublevación de Caracas, escribió una Relación en 1820 donde afirmaba que los juntistas tenía 3.000 «hombres de tropas descalzas, entre mulatos é indios forzados y oficiales visoños», basándose en el informe del comisionario de Castilla en la Regencia, Ignacio Cortabarría, escrito el 12 de noviembre de 1810. José Francisco de Heredia, testigo de la batalla y oidor de la Audiencia caraqueña, quien escribió sus Memorias entre 1817 y 1820, año de su prematura muerte: «Por fin el marqués del Toro, después de haber arrollado en el tránsito a algunas partidas se presentó delante de Coro el 28 de noviembre con más de tres mil hombres bien disciplinados y provistos». Para finalizar con el siglo XIX, el parte oficial del coronel Jalón, subinspector de artillería, fechado el 17 de diciembre de 1810 en el cuartel general de Carona, habla de 1.600 soldados.
En fechas recientes, el historiador venezolano Edgar Esteves González creía que los rebeldes tenían 4.300 soldados como mínimo,
distribuidos en 1.200 para la vanguardia, 1.400 el centro y 1.600 la retaguardia. Debe aclararse que Coro nunca tuvo mucha artillería para su defensa. En 1795, durante la rebelión de José Leonardo Chirino, solo había dos pedreros; once años después, durante la expedición de Francisco de Miranda no había ninguna. Para paliar esa desventaja, Miyares había ordenado la compra de armamento y munición en Curazao. Por ello, según el informe del oficial real de artillería, Jesús María Franco, para la Regencia, fechado el 26 de junio de 1810, la artillería defensora consistía de un cañón de 8 libras y otro de menor calibre, ambos sin cureñas y posiblemente enviados desde Maracaibo por Miyares, más 18 quintales de pólvora. Restrepo da una opinión diferente, tres cañones de 4 libras y uno de 12. Tenían muy poca munición, por lo que debían usar de metralla utensilios de la vida cotidiana.
En sus Memorias, el oidor José de Heredia dice: «en aquella ciudad abierta sólo había seiscientos fusileros, doscientos hombres montados en caballos y mulas, y como mil de flecha y lanza que para nada servían; pero teníamos alguna artillería hasta de á doce, aunque con pocas municiones».caquetíos de Santa Ana y Moruy aportaron con guerreros para la defensa. En cambio, José Restrepo afirma que había apenas 1.000 realistas en la ciudad; algo que Francisco Encina y la profesora venezolana Elina Lovera Reyes apoyan, agregando que se logró tal guarnición gracias a los aportes de Maracaibo y las Antillas, lo que también permitió fortificar la plaza y disciplinar la tropa de una forma superior a la rival. Por su lado y basándose en el informe del oficial Franco, tanto Pedro de Urquinaona como el doctor coriano José Rafael Fortique asumieron que meses antes del combate la guarnición de la villa se componía de sólo 150 milicianos urbanos. En tanto, José Díaz señala que la ciudad pudo movilizar en 1806, cuando la atacó Francisco de Miranda, «mil doscientos hombres indios y españoles» para defenderse. Para justificar su derrota en la inferioridad numérica, el marqués de Toro dijo en su primer informe, escrito en Aribanaches el 19 de noviembre de 1810, que el ejército enemigo se componía de 8.000 corianos, pero en la mencionada entrevista de 1840, reconoce que eran sólo 1.000 a 1.200. En el parte oficial de Jalón, en cambio, se habla de 6.000. El historiador Nicolás González Chávez creía que eran 1.700. Por último, Torrente sostiene que los corianos eran superados tres a uno por los rebeldes. Obviamente, las estimaciones más bajistas parecen ser las más realistas.
Muchos estudios modernos lo respaldan y aclaran que los arqueros y lanceros debían ser milicias de indios con poca utilidad militar, pues se sabe que losVarias décadas después, los historiadores españoles José Coroleu y Francisco Pi consideraban que los defensores eran 2.000 como máximo. En tiempos más recientes, el historiador español José Semprún menciona que después del combate, los monárquicos de Coro, Moruy y Santa Ana apenas contaban con 1.000 milicianos.
A los defensores de Coro se deben sumar los realistas que Mirayes tenía en Maracaibo. Los historiadores Julio Febres Cordero y Caracciolo Parra Pérez creen que eran unos mil. Semprún menciona la existencia de 400 veteranos en la ciudad. El capitán general envió refuerzos a Coro, pero apenas 50 llegaron a tiempo para la batalla. Mirayes envió chasquis, «correos», a Ceballos para informar de la proximidad de su vanguardia, capitaneada por Eusebio Antoñanzas y formada por 160 (según el sacerdote Pedro Gamboa y el fraile Pedro Hernández) o 300 (según Manuel Bonalde) jinetes. No llegaron a tiempo para ayudar a defender la ciudad, aunque después combatieron en Sabaneta. También había enviado 200 a 260 marabeños a Trujillo a las órdenes del coronel Joaquín Mendieta para amenazar al marqués con flanquearlo y atacarlo por la retaguardia, su esperanza había sido que esto lo hiciera detener las operaciones sobre Coro.
Al momento de la batalla, el capitán general y su hueste habían llegado a Pedregal y se conformaba por 600 infantes, 200 jinetes, un cañón y 2
a 4 pedreros. Coro tenía un clima seco y caluroso, un terreno arenoso y sufría una permanente escasez de agua.guajiros. Su puerto, La Vela de Coro, estaba a dos leguas y no ofrecía seguridad alguna; la misma villa no podía fortificarse y era difícil de defender, pues estaba abierta y no poseía cerros ni alturas.
Posiblemente era la zona más árida, despoblada y pobre de Venezuela, siempre expuesta a incursiones de losEn el mercado de Tucacas se vendían la mayoría de los alimentos, que tenían que traerse de Puerto Cabello y las haciendas de Yaracuy.
La falta de riego en su llanura sólo permitía el crecimiento de cactus y nopales en los alrededores, nada de pasto para cualquier ganado bovino, equino o caprino, lo que llevó a la población, especialmente los esclavos, a dedicarse a la minería como base de su economía. En los calurosos cerros de la región pastaban algunas manadas de cabras y unas pocas cabezas de ganado mayor. En la costa había muchas aldeas de caquetíos que se dedicaban principalmente a la caza y la pesca. En muchas haciendas de la comarca se producía cacao, tanto que se podía exportar. La ciudad y los pueblos de sus alrededores tenían unos 10.000 habitantes, destacando un bajo número de esclavos y un alto porcentaje de indígenas.
Los indios de la zona sentían una fuerte animadversión hacia los negros, al contrario de en muchos otros lugares donde ambos grupos solían llevarse bien. Esto fue muy importante en 1797, cuando los aborígenes ayudaron a los blancos a sofocar una revuelta servil. En Casigua, el marqués de Toro reorganiza su ejército y lo divide en vanguardia, retaguardia y reserva. Al amanecer del 28 de noviembre salen para Coro. Había tenido que esperar varios días a que los peones llevaran a hombres la artillería por los difíciles caminos. Entre tanto, los realistas han evacuado a la población civil, enviándola a las sierras orientales. A las 09:00 horas llegan a las afueras de la ciudad, encontrando parapetos y obstáculos preparados por las milicias y la población local. Se temía que llegara a La Vela una escuadrilla con refuerzos realistas, por lo que el marqués decidió atacar inmediatamente; en caso que tales refuerzos ya hubieran llegado, su plan era cercar la ciudad. Sin embargo, Baralt indica otro motivo por el que atacó de inmediato: «Pero desconfiaba de su tropa, bisoña y mal armada: él mismo era nuevo é inesperto soldado: la artillería que tenia no era de batir: moria de sed el ejército y no habia modo de reponer las provisiones».
Los corianos llevaban en sus estandartes figuras de Jesús Nazareno. Según Restrepo: «La guarnición era numerosa; y aunque compuesta en su mayor parte de los habitantes inexpertos de la provincia, que se habían retirado a la Capital al acercarse los Patriotas, se hallaba entusiasmada por sus jefes para combatir para combatir "en defensa de los derechos de su rey y señor natural y de su religión contra los rebeldes e impíos de Caracas"».
Cuando avanzaron una batería de artillería enemiga rompió fuego sobre ellos sorpresivamente. Se decidió formar una batería propia a distancia de fuego de metralla que forzó a la de sus rivales a retirarse hacia unas zanjas cubiertas de maleza. Los realistas enviaron a un millar de infantes y jinetes de las milicias contra los patriotas en un asalto por el frente y los costados, pero el superior armamento juntista les permitió rechazarlos a tiros y forzarlos a retirarse a sus fortificaciones, destacando especialmente su batería de artillería en esa labor.
Posteriormente, el marqués alabaría la valentía demostrada por los corianos. Entonces la columna de Santinelli, integrada por dos unidades de infantería de línea, un cañón de 4 libras y un pedrero, atacó el ala derecha enemiga. Al mismo tiempo, el capitán Mariano Montilla con una unidad de cazadores y algunas partidas de caballería atacó el ala izquierda; en realidad, sólo era una distracción. El centro realista sufrió el embate de una batería de artillería al mando de Jalón, quién tomó la posición de San Nicolás, apagando un incendio que ahí había empezado. El marqués envió al batallón Pardos de Valencia a reforzar a Santinelli, cuyo ataque era el principal. Apoyándose con el fuego de dos cañones pedreros, primero ocupa las alturas de Caujarao antes de lanzarse sobre la ciudad, obligando a los defensores a atrincherarse en las calles. El coronel Santinelli logra forzar las defensas a un alto costo por el fuego de artillería y los obstáculos, sobrepaso el foso, la estacada y toma un recinto fortificado donde había un cañón.
Los realistas se retiran al centro de la ciudad, ya no tienen municiones sino metralla, no pueden seguir respondiendo al fuego de los cañones enemigos y dejan atrás gran número de muertos y heridos.
El coronel entra en la urbe, produciendo una batalla calle por calle. Cuando faltaba un último asalto para tomar la plaza de armas, el marqués ordenó la retirada. Se le había informado que Miyares estaba en Sabaneta de Coro y temió quedar atrapado entre dos fuegos. Durante la noche se retiró silenciosamente hacia Sabaneta, seguido por Ceballos. Las bajas patriotas fueron 23 muertos y 31 heridos. Las enemigas son desconocidas pero posiblemente mayores. Según el Parte de Jalón, los patriotas sufrieron 41 muertos y algunos heridos. Los realistas capturaron un cañón y algunos prisioneros. Al día siguiente, Ceballos decidió no perseguirlo, los patriotas no estaban vencidos y temía un desembarco en La Vela. La retirada fue tan apresurada que el jefe del ejército rebelde abandonó su bagaje.30 de noviembre el marqués se enfrenta a Miyares en Sabaneta. El marqués estaba obligado a ganar antes que llegue Ceballos y quede atrapado, así que ordena a tres columnas atacar los puntos donde el realista dominaba el estrecho camino en disputa. Miyares debe retirarse pero ha capturado algunas mulas y prisioneros (que serán enviados a Maracaibo y después a Puerto Rico). El juntista llega a Cuibita el 1 de diciembre y a Dividive al día siguiente, siempre acosado por guerrillas. El 3 pernoctan en Güedeque y el 4 vencen en San Luis a una columna realista apoyada por dos pedreros gracias a un rápido ataque de Santinelli con bayonetas. El ejército expedicionario pasa la noche en Pozo Largo y al amanecer siguiente llegan a Las Tunilas, el 6 llegan a Siquisique para reorganizarse. El 17 estaban en Carora, no paran hasta llegar a Barquisimeto, abandonando el oeste de Venezuela y refugiándose en el centro por miedo a las supuestamente mejor equipadas y más numerosas fuerzas de Ceballos. El historiador Nicolás González Chávez estimaba que los patriotas habían perdido hasta 1.500 hombres durante la retirada en múltiples causas. El comandante juntista volvía humillado y vencido, siendo relegado de su liderazgo mientras el 10 de diciembre desembarcaba en La Guaira Francisco de Miranda, quien iba en el bergantín inglés Avon.
ElAlgunos políticos y militares revolucionarios llaman a un nuevo ataque contra la ciudad, afirmando el peligro de tener 2.000 soldados enemigos tan cerca, pero historiadores posteriores consideraron tales declaraciones como una exageración. Dicha urbe no podía tener más de 500 defensores, pues carecía de los hombres sanos y medios para levantar y armar un ejército, aún con ayuda de Puerto Rico.
Ciertamente esta ofensiva había conseguido cancelar los planes del gobierno marabeño para una ofensiva en el centro de Venezuelaprovincia de Caracas e impidiera la expansión de ideas contrarias al movimiento revolucionario.
pero no dejaba de ser un fracaso, principalmente porque su comandante carecía de toda experiencia militar y la artillería y el bagaje le restaron movilidad durante el avance. Además, movilizar tal fuerza había sido muy costoso para las finanzas de la Junta Suprema: «Se había querido organizar á la usanza europea y con bastante lujo». También hubo un error a la hora de plantear objetivos. Inicialmente no se esperaba que la expedición tuviera que librar alguna acción bélica, sólo que ayudara al marqués a imponerse a la hora de negociar, vigilara las fronteras de laCuando se formó al Junta Suprema en Caracas, los revolucionarios se encontraron con un tesoro fiscal de dos o tres millones de pesos, sin embargo, mucho se perdió en esta campaña y en la destrucción que causó un terremoto el 26 de marzo de 1812, tanto que ya no hubo dinero ni para el ejército ni para la reconstrucción de las ciudades.
Este relativo éxito permitió que empezaran a llegar refuerzos desde Puerto Rico, el primero enviado el 27 de noviembre y compuesto por seis oficiales y 150 fusiles con rumbo a Coro. También que a Mirayes el ser reconocido en Angostura como legítimo capitán general el 7 de marzo de 1811.
Gracias a refuerzos como estos, Mirayes lentamente empezó a levantar un ejército. Según un informe fechado el 10 de abril de 1811,
los monárquicos concentraron en Maracaibo y Coro 2.000 reclutas, 1.000 veteranos enlistados en milicias, 750 plazas de grupos paramilitares, 200 soldados del ejército regular y 50 artilleros peninsulares, tres cuartos de ellos en la primera ciudad. En cambio, Bonalde habla de 5.000 en total; mucho después, el historiador Febres Cordero consideró que toda estimación es difícil de respaldar. Sin embargo, sus fuerzas se siguieron considerando como poco temibles, como Miranda, quien en una carta para Pedro Gual, fechada en Caracas el 14 de junio de 1812, afirma preferir enfrentarse a 3.000 ó 4.000 corianos que a los enemigos internos dentro de su gobierno.rebelión de Valencia, el periodista realista José Domingo Díaz se lamentaba de la incapacidad del gobierno de Mirayes de poder ayudar a los monárquicos alzados: «Los valientes valencianos se vieron en la lucha abandonados á sí mismos: los de Puerto-Cabello se quedaron pasivos espectadores del acontecimiento; y 2.000 hombres que mandaba el gobierno de Maracaybo, estaban muy distantes para llegar oportunamente á su socorro». Además, durante 1810-1812 los realistas fueron incapaces de avanzar al interior del país. Se desarrolló un equilibrio de fuerzas entre ambos, donde los monárquicos no podían llegar hasta Valencia ni los rebeldes tomar Coro. En el otoño e invierno de 1811-1812, los realistas vivieron una gran actividad al recibir ayuda puertorriqueña y fue la llegada de esos refuerzos regulares lo que cambió la situación.
A mediados de 1811, durante laDesde esta batalla su territorio no volvió a ser invadido hasta 1821. A partir de entonces la guerra se centró en la provincia y entre 1819 y 1825 vio reducirse su población a la mitad. Su costa llana era fácil de atacar, siendo saqueadas sus villas y agotándose el ganado, lo que sumado a una sequía produjo una hambruna, forzando a muchos a buscar refugio en la sierra. Los corianos armaron guerrillas y resistieron al mando de Manuel Carrera y Colina hasta 1823. Sin embargo, la fidelidad al rey siguió siendo fuerte. En una carta a Rafael Urdaneta fechada en Coro el 24 de diciembre de 1826, Bolívar creía que si los españoles desembarcaban en la provincia los habitantes levantarían de inmediato un ejército de «cuatro a cinco mil indios». Obviamente era una exageración, la provincia ya había hecho un enorme esfuerzo por la causa monárquica y estaba agotada. Daniel Florencio O'Leary dice que en 1812 la ciudad aportó 1.000 hombres a la expedición de Domingo de Monteverde, lo que dejó la ciudad prácticamente indefensa. Según el militar Guillermo Miller, hasta 1814 Ceballos reclutó para sus campañas a más de 4.000 jóvenes corianos.
Caso aparte es el destino de los caquetíos. Aportaron grandes contingentes a los ejércitos realistas, especialmente a Juan Manuel Cagigal y Mac Swing. Después de Carabobo en 1821 quedaron muy debilitados y acabaron culpándose y enfrentándose entre sí. El cacique Martín López de la Chica en Moruy murió poco después, y el de Santa Ana, Juan Alberto Núñez, tuvo que huir de patriotas y rivales locales. Muchos indios fueron muertos por los patriotas o se suicidaron y por ella no participaron de la campaña de Occidente. En 1800 eran 8.000 pero en 1821 apenas 1.800 por la guerra, la emigración y el hambre. Poco después desaparecieron como pueblo.
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