La diócesis de Alife-Caiazzo (en latín: Dioecesis Aliphana-Caiacensis o Caiatina) es una sede de la Iglesia católica sufragánea de la arquidiócesis de Nápoles, perteneciente a la región eclesiástica Campania. En 2015 contaba con 68.500 bautizados, sobre unos 70.800 habitantes. La diócesis está unida In persona episcopi a la Diócesis de Teano-Calvi desde el 26 de febrero de 2021. El actual obispo es Giacomo Cirulli.
La diócesis comprende 24 municipios de la Campania en provincia de Caserta, con una población de alrededor setenta mil habitantes: Alife, Caiazzo, Piedimonte Matese, Formicola, Ruviano, Liberi, Dragoni, Castel di Sasso, San Potito Sannitico, Castello del Matese, Raviscanina, Letino, Ailano, Baia e Latina, Castel Campagnano, Pontelatone, Sant'Angelo d'Alife, Prata Sannita, San Gregorio Matese, Piana di Monte Verna, Pratella, Valle Agrícola, Alvignano, y las fracciones de Calvisi y de Carattano del municipio de Gioia Sannitica (la restante parte pertenece a la diócesis de Cerreto Sannita-Telese-Sant'Agata de' Goti).
La sede episcopal es la ciudad de Alife, donde se encuentra la catedral de la Asunción de la Virgen María. En Caiazzo se alza la concatedral de la Asunción y San Esteban Obispo. La residencia de los obispos y la sede de las oficinas de la curia diocesana están en Piedimonte Matese.
El territorio se extiende sobre una superficie de 580 km² y se divide en 44 parroquias.
La actual diócesis es fruto de la pena unión, establecida en 1986, de dos antiguas sedes episcopales: Alife, documentada a finales del siglo V; y Caiazzo, erigida en el siglo X.
Inciertos son los orígenes de la diócesis. Según la tradición, esta remontaría a la época apostólica, habiendo sido fundada de san Pedro, el primero a anunciar el Evangelio en Alife; para otros autores, en cambio, la institución de la diócesis es de época constantiniana. Al estado actual de las investigaciones arqueológicas, son pocos los elementos ciertos sobre los cuales basar una reconstrucción atendible del proceso de cristianización del territorio.
La primera mención de la diócesis es la presencia del obispo Claro en el concilio romano convocado por el papa Símaco en 499, donde fueron establecidas las normas para la elección del obispo de Roma, luego de la doble elección de Símaco y de Lorenzo, en el otoño precedente. Se propone además, identificar a este Claro con el obispo homónimo, pero sin indicación de la sede de pertenencia, que tomó parte en el concilio celebrado por el papa Gelasio I, el 13 de mayo de 495. Un antiguo epígrafe funerario reporta el nombre del obispo Severo; incierta es la datación de la manufactura, para el cual ha sido propuesto un periodo comprendido entre finales del siglo IV o finales del siglo V.
Después de estos dos obispos no se tienen noticias de otros obispos de Alife por casi cinco siglos. En 876, una incursión sarracena destruyó la entera ciudad, comprendida la antigua catedral de Santa María, situada cerca de los Muros Romanos (en la esquina entre las actuales Puerta Romana y Puerta Piedimonte) y de la cual eran visibles las ruinas hasta las primeras décadas del siglo XX.
La diócesis de Alife se encuentra nuevamente documentada a partir de la segunda mitad del siglo X. Con la bula Cum certum sit, del papa Juan XIII, del 26 de mayo de 969, el pontífice elevó Benevento a sede metropolitana y concedió al arzobispo Landolfo I, la facultad de consagrar sus obispos sufragáneos, entre los cuales estaba el de Alife.
El primer obispo conocido de esta segunda fase de la vida de la diócesis es Paulo, documentado de 982 a 985. En la cripta de la nueva catedral, en diversos epígrafes y, sustraídos probablemente de la precedente iglesia, están acordados los nombres de los obispos a partir de inicios del siglo XI.
En la segunda mitad del siglo XI, la familia normanda Drengot Quarrel conquistó el territorio alifano y el episcopado adquirió notable importancia. En 1131 según Rainulfo, conde de Alife, Caiazzo y Sant'Agata de' Goti, pidió y obtuvo del antipapa Anacleto II, las reliquias de San Sixto, papa y mártir, que se convirtió en el protector de la ciudad y de la diócesis. A él fue dedicada la catedral, que en el curso de los siglos ha sufrido numerosas transformaciones y reconstrucciones. Actualmente la catedral está dedicada a la Asunción.
Los obispos del siglo XII conocidos por la historiografía son Roberto, Pietro, Baldovino y Landolfo. Otras figuras de obispos que emergieron durante el medioevo fueron: Alferio de Alferis, elegido obispo en 1252 y transferido en 1254 a la diócesis de Viterbo; y (de la misma familia) Giovanni de Alferis, gracias al cual fue salvado el precioso manuscrito Gli arcani historici, de su tío Niccolò Alunno, gran consejero del rey Ladislao.
En febrero de 1417, el obispo Angelo Sanfelice emanó decretos para la disciplina del clero y señaló la gravedad de la condición del clero local, dedicado al juego y al vino, simoniaco, concubinario y sacrílego.
A partir del siglo XVI, la ciudad de Alife vivió un periodo de declino, primero, a causa del terremoto del 1456, luego por la destrucción de la ciudad de parte de las tropas españolas de Felipe II, en 1561; por estos motivos los obispos empezaron a residir más establemente en Piedimonte d'Alife, a partir de Diego Gilberto Nogueras (1561-1566).
Después del concilio de Trento, los obispos buscaron la manera de aplicar en la diócesis los decretos de reforma, pero sus tentativas chocaron con los privilegios adquiridos del clero alifano y los intereses de los señores locales. Los enfrentamientos fueron siempre frecuentes y en algunos momentos dramáticos, como el caso del obispo Domenico Caracciolo, asesinado la noche del 14 y al 15 de octubre de 1675.
Notable fue la figura de Pietro Paolo de' Médici (1639- 1656), empeñado en la formación del clero y en la catequesis de los fieles. Además se dio a las obras de construcción de templos y de asistencia social. El 10 de junio de 1651, fundó el seminario diocesano en Castillo d'Alife, gracias a la herencia de un benefactor.
El 27 de junio de 1818, el papa Pío VII, suprimió la diócesis de Alife, mediante bula De utiliori, incorporando su territorio a la diócesis de Telese; la diócesis alifana, en cambio fue restablecida, el 14 de diciembre de 1820, mediante bula Adorandi, del mismo papa, que la unió aeque principaliter a la diócesis de Telese; la unión tuvo efecto sólo a la muerte del obispo Emilio Gentile, acaecida el 24 de febrero de 1822.
El 6 de julio de 1852, con la bula Compertum nobis, del papa Pío IX, finalizó la unión con Telese, y Gennaro De Giacomo, ya obispo de las sedes unidas, optó por Alife, poniendo su sede, como habían hecho sus predecesores, en Piedimonte.
La figura del obispo Gennaro De Giacomo resalta en los años de la unificación italiana, cuyas operaciones militares tocaron directamente la diócesis de Alife. De Giacomo ofreció directa colaboración al nuevo Reino de Italia, tanto, que fue primer obispo del Meridione en ser recibido por el rey Víctor Manuel II, que en 1863, lo nombró senador del reino. Sus intervenciones parlamentarias y sus posiciones nacionalistas provocaron la solicitud de renuncia de parte de la Santa Sede y la prohibición a residir en la diócesis.
Durante el siglo XX, se distingue la figura del obispo Luigi Novel, en la época de la ocupación alemana; seguido de Virginio Dondeo, que se empeñó en la reconstrucción espiritual y moral de la diócesis, luego obispo de Orvieto, y Raffaele Pellecchia, quien más tarde fue nombrado arzobispo coadjutor de Sorrento, y que participó en el concilio Vaticano II.
Al momento de la unión con Caiazzo, la diócesis de Alife comprendía los municipios de Alife, Piedimonte Matese, San Potito Sannitico, Castillo del Matese, Raviscanina, Letino, Ailano, Sant'Angelo d'Alife, Prata Sannita, San Gregorio Matese, Pratella, Valle Agricola, y las fracciones de Calvisi y de Carattano, en el municipio de Gioia Sannitica.
Según una antigua leyenda popular, la evangelización de la ciudad de Caiazzo habría sido obra del apóstol Pedro o de san Prisco, uno de los setenta discípulos, que habría sido también el primer obispo. La leyenda se colega al viaje que hizo san Pedro desde Nápoles a Roma, y se apoya sobre los restos de un antiguo templo subterráneo, encontrado bajo la iglesia parroquial de San Pedro del Franco. Según otras tradiciones el primer obispo caiatino habría sido Arigisio, quien vivió en época incierta.
El primer obispo históricamente documentado es Orso, mencionado en un diploma de Giovanni de Capua alrededor de 966, en el que el metropolita capuano delimitó los confines de la diócesis de Caiazzo. A su muerte, el arzobispo Gerberto y el príncipe de Capua Pandolfo Testadiferro eligieron Stefano Minicillo, rector de la iglesia del Santísimo Salvador Mayor en Capua. Fue el mismo arzobispo metropolitano a consagrarlo obispo: el 1 de noviembre de 979, con acta pública y solemne, Gerberto confirmó los límites de la diócesis de Caiazzo, confiada al electo y consagrado obispo Stefano, al cual daba particulares indicaciones al respecto de su misión episcopal en aquella tierra. La bula del 1 de noviembre fue una verdadera acta de constitución oficial de la diócesis de Caiazzo per apostolicam istitutionem suo archepiscopatui subiecta.
Luego de Stefano Minicillo se pueden recordar: Fernando de Aragón, de origen español, que fue obispo del 1070 al 1082; Costantino, documentado a finales del siglo XI, en ocasión de la traslación de las reliquias de san Menna, cuya lectura da las primeras informaciones sobre la catedral caiatina; Stazio, que en 1133 recibió de Inocencio II una bula que confirma sus privilegios y derechos sobre la diócesis; Guglielmo I, que en 1166 fue depuesto por el papa Alejandro III por simonía; Guglielmo II, que tomó parte en el concilio lateranense de 1179; Doferio, transferido en 1189 a la cátedra arzobispal de Bari.
En el siglo XV, en sincronía con el apogeo del feudo de Caiazzo, la diócesis conoció un periodo caracterizado por tener varios obispos de gran relieve. Pero a la caída de la importancia feudal de Caiazzo los obispos dejan de pertenecer a las grandes familias. Oratio Acquaviva de Aragón y Paolo Filomarino fueron los últimos obispos de gran estirpe.
En el siglo XVI se distinguieron, en particular, Fabio Mirto Frangipane (1537-1572), presentado por Carlos Borromeo, que fue secretario del concilio de Trento y fundó el seminario diocesano en 1564; y Ottavio Mirto Frangipani (1572-1592), que después ser estado obispo de Caiazzo hizo una discreta carrera eclesiástica, abad de San Benito de Capua, gobernador de Bolonia, nuncio apostólico en Colonia y finalmente arzobispo de Taranto.
Durante el siglo XVII, destaca el obispo Filippo Benedetto (1623-1641), sea por sus dotes de pastor como por haber hecho construir a sus expensas los muros de la ciudad; a él se debe también la restauración y ampliación del seminario.
Entre los siglos XVIII y XIX, la diócesis vivió más de treinta años de sede vacante. Finalmente fue suprimida por el papa Pío VII, mediante bula De utiliori, del 27 de junio de 1818. El territorio caiatino fue agregado al de la diócesis de Caserta.
El arzobispo de Capua, Francesco Serra-Cassano, buscó de restablecer la antigua sede; en agosto de 1831, de hecho, los fieles de Caiazzo recurrieron al rey de Nápoles, Fernando II, para la recuperación de la diócesis. El soberano les envió al arzobispo metropolitano de Capua, único competente para solucionar la delicada cuestión. Francesco Serra-Cassano, luego de haber sido creado cardenal, trató del tema con la Sede Apostólica por casi 18 años. El 16 de diciembre de 1849, con la bula Se semper optandum, del papa Pío IX, se restableció la diócesis de Caiazzo, declarándola sufragánea de la arquidiócesis de Capua. Con la misma bula, el pontífice nombró administrador apostólico de la diócesis al arzobispo capuano, quien tomó posesión canónica el 13 de enero de 1850.
El 15 de marzo de 1852, fue nombrado el primer obispo de la diócesis restaurada, Gabriele Ventriglia, entonces obispo de Crotone y originario de Curti, el cual había sido consagrado obispo por el mismo cardenal Sierra-Cassano, en la catedral de Capua, el 24 de junio de 1849.
En tiempos recientes, la figura de Nicola Maria Di Girolamo, obispo de 1922 a 1963, tuvo un gran impacto en la diócesis de Caiazzo, su episcopado cubrió el difícil periodo de la Segunda guerra mundial; hizo celebrar dos sínodos y dos congresos eucarísticos, el último de los cuales en 1935, coincidió con el milenario del nacimiento de San Esteban. Antes de morir Di Girolamo, participó también en las primeras sesiones del concilio Vaticano II. Después de su muerte, en 1963, por quince años, la diócesis fue confiada en administración apostólica, al arzobispo de Capua, Tommaso Leonetti.
De momento de la unión con Alife, la diócesis de Caiazzo comprendía los comunes de Caiazzo, Formicola, Ruviano, Liberi, Dragoni, Castel di Sasso, Baia y Latina, Castel Campagnano, Pontelatone, Piana di Monte Verna y Alvignano.
Entre los años 1960 y 1970, las dos diócesis quedaron por largo tiempo vacantes, hasta el 8 de abril de 1978, cuando Angelo Campaña fue nombrado, con dos bulas distintas, obispo de ambas sedes, que fueron tan unidas In persona episcopi.
El 13 de abril de 1979, las dos diócesis entraron a formar parte de la provincia eclesiástica de la arquidiócesis de Nápoles.
El 30 de septiembre de 1986, mediante decreto Instantibus votis, de la Congregación para los obispos, las dos sedes de Alife y Caiazzo fueron unidas con la fórmula de plena unión, y la circunscripción eclesiástica asumió el nombre actual.
En el mes de octubre de 2016 se dio inicio al primer sínodo diocesano de este siglo y el primero desde que las dos diócesis han sido unidas.
El 27 de febrero de 2021, el papa Francisco nombró obispo de la diócesis a Giacomo Cirulli, obispo de Teano-Calvi, uniendo In persona episcopi las diócesis de Alife-Caiazzo y Teano-Calvi.
La diócesis, al término del año 2015, sobre una población de 70.800 personas, contaba con unos 68.500 bautizados, correspondientes al 96,8% del total.
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