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Eduardo Ernesto Lonardi



¿Qué día cumple años Eduardo Ernesto Lonardi?

Eduardo Ernesto Lonardi cumple los años el 15 de septiembre.


¿Qué día nació Eduardo Ernesto Lonardi?

Eduardo Ernesto Lonardi nació el día 15 de septiembre de 1896.


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La edad actual es 128 años. Eduardo Ernesto Lonardi cumplió 128 años el 15 de septiembre de este año.


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¿Dónde nació Eduardo Ernesto Lonardi?

Eduardo Ernesto Lonardi nació en Buenos Aires.


Eduardo Ernesto Lonardi (Buenos Aires, 15 de septiembre de 1896-Ib., 22 de marzo de 1956) fue un militar argentino que gobernó brevemente como presidente de la Nación Argentina entre el 23 de septiembre y el 13 de noviembre de 1955, durante los comienzos de la Revolución Libertadora, iniciada tras el golpe de Estado de septiembre del mismo año.

Fue desplazado del poder prematuramente por las propias Fuerzas Armadas argentinas, que encumbraron a Pedro Eugenio Aramburu como presidente. El teniente general Lonardi murió al poco tiempo, en 1956.

Hijo de Eduardo Policarpo Lonardi y Blanca Delia Doucet, Eduardo Ernesto pasó gran parte de su carrera en la ciudad de Córdoba donde estableció fuertes vínculos con sectores altos de la sociedad local al contraer nupcias el 12 de diciembre de 1924 con Mercedes Villada Achával (1903-1988), hija de Clemente Segundo Villada Carranza y Mercedes Achával Ávila. Allí se desempeña como Director de la Escuela de Artillería que años más tarde utilizaría como foco de la sublevación de la Revolución Libertadora.[1]

Sucedió al coronel Juan Domingo Perón como agregado militar en Chile en 1942 donde se vio envuelto en un caso de espionaje que había sido planeado por su antecesor, que lo llevó inclusive a estar detenido en aquel país.[1]

Se negó a participar del golpe de 1943 y se sumó en 1951 al intento de deponer a Perón, tras lo cual fue pasado a retiro ostentando el rango de General de División.[2]

Eduardo Lonardi encabezó el levantamiento contra el gobierno constitucional el 16 de septiembre de 1955, que terminaría en la implantación de la dictadura autotitulada Revolución Libertadora. La consigna de Lonardi con sus cómplices en el interior del comando era «Dios es justo». La V División (leal al Gobierno), cercó a Lonardi, viendo que la situación le era desfavorable pidió que acelerara su levantamiento, entonces la flota bombardeó los depósitos de Mar del Plata, tras lo cual los golpistas llegaron a amenazar con bombardear Buenos Aires si Perón no renunciaba. El golpe se autodenominó Revolución Libertadora. Durante su dictadura fue clausurado el Congreso Nacional, depuso a los miembros de la Corte Suprema y todas las autoridades provinciales, municipales y universitarias y puesto en comisión a todo el Poder Judicial.[3]

Por decreto 415 del 6 de octubre de 1955 se dispuso el cese de todos los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Paralelamente removió al Procurador vía decreto y del mismo modo fue nombrado Procurador General por Decreto n.º 415 del 6 de octubre de 1955 a Sebastián Soler cuyo antiperonismo se puso de manifiesto en varios dictámenes.[4]​ Se produjo la suspensión del Estado de derecho, de las actividades políticas, partidarias y gremiales y el cese de todos los mandatos electivos. En las provincias los gobiernos fueron intervenidos y de modo similar se procedió con los municipios. La CGT fue intervenida y robaron de su sede el cadáver de Eva Duarte.[5]​ Emite el Decreto 1339 del 30 de septiembre de 1955 a la semana de tomar el poder, en el cual se decreta la intervención de la Universidad de Buenos Aires y el resto de las universidades nacionales. Deroga las leyes 13031 y 14297, y confiere al Interventor en la Universidad de Buenos Aires, y a los Delegados Interventores, las facultades del Rector, Decano y respectivos Consejos que quedan suprimidos. El 7 de octubre de 1955, se dicta el Decreto 47812, consecuencia del anterior, por el cual se pone “en comisión” a todo el Claustro de Profesores de la Universidad.

Ocupó de facto la presidencia de Argentina luego del golpe de Estado cívico militar que en 1955 derrocó a Perón, dada la necesidad de la dictadura autodenominada Revolución Libertadora de presentar un nombre de prestigio que unificara a las Fuerzas Armadas.[6]​ Lonardi inició medidas tendentes a lograr la "reconciliación nacional", pero fue obligado a renunciar por los sectores más duros del Ejército y la Armada.[1]

A Lonardi se le atribuye la famosa frase:

Estas palabras pueden haber sido inspiradas en la misma frase pronunciada por el general Justo José de Urquiza después de la batalla de Caseros, en 1852.[7]

Durante su corto gobierno intentó pacificar el país infructuosamente,[6]​ manteniendo ciertos cambios políticos y sociales que se habían gestado durante el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón.[6]​ Designó en los cargos principales a amigos y compañeros de conspiración antiperonistas, independientemente de sus opiniones políticas.[6]

ecia la nota: Su gabinete fue considerado ultracatólico. Cuando Lonardi llegó desde Córdoba para asumir el gobierno, el cardenal Santiago Luis Copello lo aguardó muy ufano en la Casa Rosada, lo abrazó y fue invitado a firm el acta de la ceremonia.

El predominio clerical en el nuevo gabinete era ostensible: su secretario de Prensa fue Juan Carlos Goyeneche, ferviente antiperonista y fuerte simpatizante del nazismo y del fascismo, llegó a reunirse con varias figuras de importancia de la Alemania nazi y de la Italia fascista. Como ministros de Ejército, de Relaciones Exteriores y de Educación asumieron el general Justo León Bengoa, el colaborador del cardenal Antonio Caggiano, Mario Amadeo, y el fundador de los Cursos de Cultura Católica Atilio Dell’Oro Maini; asesores de la presidencia con rango de ministros fueron designados el mayor Juan Francisco Guevara, uno de los organizadores del golpe de 1955 y el responsable de su santo y seña Dios es Justo, y el cuñado de Lonardi, Clemente Villada Achával; como subsecretario de Prensa y Difusión al joven Ricardo Curutchet Oromí, discípulo del sacerdote argentino de origen francés Julio Meinvielle.

El 30 de septiembre, el embajador de Francia escribió a su gobierno que ese núcleo duro estaba formado por «hombres de espíritu retrógrado, nostálgicos de un pasado que algunos remontan hasta la época colonial, partidarios de soluciones de fuerza o, cuanto menos, de autoridad. Están impregnados de concepciones muy próximas a las de un Charles Maurras en Francia y, durante la última guerra, la mayoría de ellos simpatizaron más con las potencias fascistas que con los aliados. Algunos no ocultaron en esa época su admiración por la Alemania nazi».[8]

Las posiciones ideológicas de su gabinete oscilaban en dos extremos: había ministros que adherían a las tradiciones liberal de Argentina, y que se habían opuesto al peronismo desde el primer día y que ahora en el poder, pretendían desmantelar todo el aparato político del peronismo, disminuir el poder de la CGT y reconstruir la vida política sobre la base de partidos políticos sin influencia alguna del peronismo. Sus principales referentes eran el ministro del Interior y Justicia Eduardo Busso, el titular del Ministerio de Marina Teodoro Hartung y hasta el mismo vicepresidente Isaac Rojas.[9]

En el otro extremo había ministros nacionalistas católicos que consideraban a los partidos liberales argentinos como traidores a los valores nacionales. Que en sus orígenes habían simpatizado con las políticas de Juan D. Perón adoptadas en su primer mandato, pero que luego se volvieron adversos al peronismo debido a que consideraban que el segundo mandato del presidente Perón había sido hostil hacia la Iglesia Católica, que realizó un viraje en la política petrolífera y porque se cometieron excesos y actos de corrupción. Los principales referentes de este extremo eran cuatro ministros: el General de Brigada Juan José Uranga —ministro de Transportes—; el General de Brigada Justo León Bengoa —ministro de Ejército—; Luis B. Cerruti Costa —ministro de Trabajo y Bienestar Social— y el Canciller Mario Amadeo.[6][10][9]

Teniendo a los militares y ministros, tanto los liberales como a los nacionalistas católicos, maniobrando para agrandar cada vez más su esfera de influencia dentro del gobierno y acusándose mutuamente de conspiración, una explosión y quiebre dentro del gobierno de facto de Lonardi era sólo cuestión de semanas.[9]​ Lonardi volvió a eximir de impuestos, tasas y contribuciones a templos, conventos, colegios e instituciones religiosas.

Por primera vez desde su organización, la Corte era renovada sin el procedimiento constitucional, desaparecía el respeto por los pasos constitucionales y los gobiernos militares o civiles que se sucederían apelarían a toda clase de violación de tales normas para cambiar los jueces de la Corte e incluso los de instancias inferiores. De esta manera, la independencia y la inamovilidad de los jueces desapareció. Siendo designados vía decreto Alfredo Orgaz, Manuel Argañarás, Enrique Valentín Galli, Carlos Herrera y Jorge Vera Vallejo.[11]

Los interventores, nombrados para reemplazar a los gobernador electos depuestos recibieron una ampliación de facultades que les permitió actuar sin consulta previa en cuestiones vinculadas con los fines revolucionarios, el régimen constitucional, municipal, impositivo y legislativo, y acumulando en sus personas los poderes legislativo, judicial y ejecutivo.[12]​ Este constructor entre la legalidad avasallada —la Constitución Nacional— y la ilegalidad imperante —la proclama revolucionaria— constituye un rasgo peculiar del gobierno de facto.[13]

Las posiciones irreductibles dentro del bando «liberal» del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea y los partidos de la oposición aunados en la Junta Consultiva Nacional hicieron insostenible la situación de Lonardi y se produjo la posterior caída de este.[2]​Durante su breve régimen dictatorial la dirigencia gremial comprometida con el gobierno depuesto fue perseguida, el Congreso Nacional disuelto; las provincias fueron intervenidas, desplazando a los gobernadores electos por interventores adictos; a los miembros de la Corte Suprema de Justicia se los dejó cesantes; se intervinieron las unviersidades y se desplazaron a decenas de profesores.[14]​ La política de Lonardi, respaldada por ultracatólicos y algunos sectores nacionalistas, despertó la oposición de quienes reclamaban medidas más duras contra el peronismo. Un golpe interno en las Fuerzas Armadas, determinó el día 13 de noviembre su reemplazo por Pedro Eugenio Aramburu.

Conformó una «Junta Consultiva» con la Unión Cívica Radical y otros partidos de la oposición al peronismo, que tuvo continuidad con el presidente Pedro Eugenio Aramburu.[15]

Pasadas las primeras semanas se delinearon en las filas del gobierno dos líneas políticas, una de los autodenominados «demócratas»[16]​ o liberales, que eran entre moderados y conservadores en sus concepciones socioeconómicas, y tenían al ministro de Interior y Justicia Eduardo Busso como su expresión más fuerte en el gabinete. La otra, católica y nacionalista, era opuesta tanto al liberalismo argentino como a los partidos políticos tradicionales,[16]​ de la que participaban el ministro de Relaciones Exteriores y Culto Mario Amadeo, el ministro de Trabajo Luis B. Cerruti Costa, Juan Carlos Goyeneche, que ocupaba el cargo que otrora tenía el odiado Raúl Apold en la Secretaría de Prensa y Actividades Culturales, el general Justo León Bengoa, ministro de Ejército, el general Juan José Uranga, ministro de Transporte y, fundamentalmente, Clemente Villada Achával, cuñado de Lonardi al que se le atribuía influencia sobre el mismo desde su cargo de Secretario general de la Presidencia. Los partidos políticos apoyaban la línea de Busso con la sola excepción de la Unión Federal Demócrata Cristiana, un partido que había sido creado apresuradamente para reunir a simpatizantes nacionalistas, que respaldaba a Villada Achával. La frágil salud de Lonardi era un factor que tornaba inestable el equilibrio entre las dos tendencias.

El ministro de Ejército Justo León Bengoa era objeto de críticas por parte de los militares simpatizantes del sector liberal, quienes le imputaban lentitud en la depuración que llevaba a cabo en las filas del ejército. Simultáneamente circulaban rumores de que el sector nacionalista tenía planes para imponer un régimen neofascista en el gobierno.

El coronel Bernardino Labayru, un antiguo amigo de Lonardi, quien lo nombró jefe de la Casa Militar, que era otro de los opositores al grupo nacionalista, con apoyo de muchos militares retirados que habían vuelto a la actividad y tenían mando en unidades del Gran Buenos Aires, encabezó contra Bengoa una embestida que tenía el beneplácito de la Marina y logró que el 9 de noviembre el ministro renunciara.

Juan Carlos Goyeneche, era el otro funcionario fuertemente cuestionado. Profesor de Literatura Española, se conocía que había visitado la Alemania de Hitler y expresado simpatías por el régimen franquista. Al ser nombrado para el cargo pidió que se le juzgara por su actos del presente y no por las notaciones de un «archivo arcaico».[17]​A poco de asumir como Secretario de Prensa y Actividades Culturales comenzaron las críticas, que incluyeron pegatina de carteles en la ciudad pidiendo su destitución.[18]​El sector autodenominado liberal optó por una vía indirecta: consiguió que se aprobara la disolución de la Secretaría de Prensa lo que obligó a Goyeneche a renunciar el 9 de noviembre.

Durante el período peronista el diario Clarín había obtenido, entre otros beneficios, un crédito del IAPI y un convenio mediante el cual imprimía el periódico a bajo costo en los talleres del diario Crítica, controlado por el gobierno. Este último beneficio había sido mantenido por el interventor designado luego de la deposición de Perón que al asumir Busso quedó bajo la autoridad de este. Villada preparó un decreto devolviendo Crítica a sus anteriores dueños, los Botana, como estaba haciendo el gobierno con otros medios que habían integrado la excadena oficialista,[cita requerida] pero Busso lo venía demorando. Villada lo atribuía al propósito de beneficiar a Clarín, cuyo director y propietario Roberto Noble era cuñado del ministro.

Por su parte, la línea liberal imputaba a Villada de dilatar la devolución de los diarios La Prensa y La Vanguardia a sus legítimos dueños.

Otro tema de desacuerdo era la resistencia de Villada a que se interviniera la CGT y se disolviera el Partido Peronista, dos medidas reclamadas por el sector liberal que Villada consideraba incompatibles con el propósito de recrear una convivencia armónica.

Villada preparó un decreto creando una nueva Secretaría de Asesoramiento, que Lonardi desechó luego de escuchar las objeciones de Busso; sin embargo, esto originó una ola de rumores conforme los cuales Villada planeaba promoverse a Primer ministro para sustituir al Presidente en caso de ausencia y, en síntesis, asumir facultades para controlar el curso de la revolución. Lo cierto es que tanto Busso como Muñiz tenían relaciones fluidas con los dirigentes de los partidos políticos en tanto Villada se alejaba de ellos desconfiando de la «política tradicional».

El 10 de noviembre Lonardi aprobó un decreto preparado por Villada que desdoblaba las carteras de Interior y Justicia, dejando a Busso a cargo de la última y designando en Interior a De Pablo Pardo. Lonardi pensaba que este –un reconocido antiperonista que incluso había participado del complot para derrocar a Perón– era una figura aceptable para la Marina pero cuando le llevaron el decreto a firmar a Teodoro Hartung, el Ministerio de Marina lo hizo a regañadientes y advirtió a Lonardi que se produciría un conflicto. Los antecedentes nacionalistas de De Pablo Pardo así como publicaciones de ideología fascista que había hecho en la década de 1940, sumado a la circunstancia de que estaba reemplazando a un ministro con prestigio consolidado y amplio apoyo civil lo hacían inaceptable para la Marina y el sector liberal del gobierno. Busso no aceptó la modificación, presentó su renuncia y Lonardi designó a en su lugar a Bernardo Velar de Irigoyen, a quien tomó juramento el 12 de noviembre.

En la noche entre el 12 y el 13 de noviembre hubo sucesivas reuniones del Presidente en la Residencia presidencial de Olivos de los tres ministros militares y de grupos de oficiales superiores de las tres armas, quienes solicitaron que se disolviera el Partido Peronista, se interviniera a la CGT, se creara una Junta Militar Revolucionaria que controlara los nombramientos y los pronunciamientos, y se removiera algunos funcionarios, punto este que era, en realidad, secundario. Los jefes militares no deseaban el alejamiento de Lonardi y consideraban posible llegar a un acuerdo con este.[19]

Lonardi solo aceptó el alejamiento de Luis María de Pablo Pardo y de Villada Achaval pero rechazó desprenderse del mayor Juan Guevara, su edecán, otro de los objetados, y tampoco aceptó compartir su poder con una Junta ni tomar las demás medidas de gobierno solicitadas.

Apenas amaneció el 13 de noviembre, se presentaron en la residencia oficial los tres ministros militares: de Guerra, Arturo Ossorio Arana, de Marina, Hartung, y de Aeronáutica, Ramón Abrahín, quienes le manifestaron que había perdido la confianza de las Fuerzas Armadas por lo que le requerían su renuncia. Luego de algunas consultas, Lonardi anunció que no presentaría su renuncia por escrito porque consideraba que lo estaban echando. No obstante ello aceptó finalmente no hacer declaraciones públicas sobre su alejamiento, que en la prensa fue explicado como consecuencia de sus problemas de salud. El 13 de noviembre asumió como nuevo presidente Pedro Eugenio Aramburu, cuya elección había sido consensuada en las conversaciones que los mandos habían sostenido desde 4 o 5 días antes.

Falleció poco después de dejar la presidencia, tras un breve período de trabajo como agregado militar en la embajada argentina en Washington DC. Sus restos descansan en el Cementerio de La Recoleta.[1]

Calles en distintas localidades de la Argentina, como San Isidro (Buenos Aires), Florencio Varela y Cañada Rica (Provincia de Santa Fe) llevan el nombre de «Teniente General Eduardo Lonardi».[20][21][22][23][24][25]



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