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Eugenio Frutos



Eugenio Frutos Cortés (Guareña, Badajoz, 8 de septiembre de 1903-Zaragoza, 16 de octubre de 1979) fue un filósofo, profesor y poeta español, cristiano y de ideología falangista.[1]​ Fue uno de los principales difusores del existencialismo en este país, pese a mantener una relación crítica con esta corriente.

Su aportación filosófica, edificada sobre un profundo conocimiento de la escolástica, y del vitalismo y existencialismo del siglo XX, se centró en la antropología; el ser humano está, según Frutos, caracterizado por su capacidad para crear y para relacionarse, siendo esta última un nuevo trascendental. Este enfoque constituye una de las primeras contribuciones extensas a la Antropología Filosófica en España.[cita requerida]

Como poeta, sus comienzos están inmersos en la estética de las vanguardias (creacionismo fundamentalmente) y el neopopularismo que caracterizó a la generación del 27; muchos de los poetas de este grupo fueron compañeros o amigos, como Dámaso Alonso, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Gerardo Diego, Jorge Guillén o Federico García Lorca. Posteriormente se decantó hacia una poesía más clasicista de raigambre simbolista, de tono más humanista, enfoque filosófico y una constante preocupación por el paso del tiempo.

De niño vivió en su localidad natal. Entre los doce y los dieciocho años cursó el bachillerato en el Colegio de San José de la localidad de Don Benito, donde reveló su vocación intelectual y literaria estimulado por su mentor y amigo el crítico pacense Francisco Valdés.

En 1921 se trasladó a Madrid para estudiar Filosofía y Letras. Fue alumno de Miguel Asín Palacios, Manuel García Morente y Ortega y Gasset, que influyeron notablemente en su orientación filosófica. En 1925 se licenció con Premio Extraordinario y comenzó a estudiar el Doctorado y a desarrollar su actividad docente como profesor de la Residencia de Estudiantes impartiendo cursos para extranjeros, entre quienes se encontraba Edward M. Wilson.

En estos años tuvo como maestros a Américo Castro, Julián Ribera o Ramón Menéndez Pidal; y estudió junto con Amado Alonso, Dámaso Alonso, Emilio García Gómez o Joaquín Casalduero; conoció en el Ateneo y la Residencia de Estudiantes a destacados poetas de la Generación del 27. En suma, la intelectualidad de la Edad de Plata influyó permanentemente en su obra literaria y filosófica.

Pese a que Américo Castro le recomendó dedicarse a la filología en el seno de la Junta para Ampliación de Estudios, Eugenio Frutos se decidió por la filosofía y en 1928 aprobó la oposición a Catedrático Numerario de Enseñanza Media y ocupó la de Psicología, Ética y Deberes Éticos y Cívicos del Instituto de Manresa, donde permaneció hasta fines de 1929.

De salud delicada, tras una corta estancia en Pontevedra se estableció el primero de marzo de 1930 en Cáceres como catedrático de Filosofía del Instituto de Segunda Enseñanza de la ciudad. Allí inició su obra filosófica, asentada en una profunda formación escolástica y un sólido conocimiento de Ortega, Heidegger o Sartre; y su creación poética. En lo personal, se casó en 1933 con Lola Mejías, con quien tendría cinco hijos —aunque el segundo vástago, una niña, murió al poco de nacer y fueron supérstites María Eugenia, Luisa María, Berta y Eugenio—.

En 1941 se trasladó brevemente a Barcelona para ocupar la cátedra de Filosofía del Instituto Menéndez Pelayo, y el 27 de julio de 1942 se incorporó a la del Instituto Goya de Zaragoza, ciudad donde tuvo a sus dos últimos hijos y se radicó definitivamente, compaginando su cátedra de secundaria con la docencia en la Universidad de Zaragoza como Profesor Auxiliar.

El 24 de junio de 1945 leyó en Madrid su tesis doctoral titulada Las ideas filosóficas de Calderón como signo de su época, que fue aprobada con la máxima calificación y sería publicada como La filosofía de Calderón en sus autos sacramentales (Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 1952).

Seis años después obtuvo la cátedra de Fundamentos de Filosofía e Historia de los Sistemas Filosóficos de la Universidad de Zaragoza. Además impartió varios cursos de Psicología en la Facultad de Medicina y de Ontología y Teoría del Conocimiento en la de Ciencias, sin dejar su labor en el Instituto Goya como Jefe de Estudios y otras actividades entre las que destacan sus cargos de Decano del Colegio Oficial de Doctores y Licenciados, Consejero Permanente de la Delegación Nacional de Educación, Consejero de la Institución «Fernando el Católico» y de la Diputación Provincial, desde donde incentivó numerosas actividades culturales y científicas.

Por otra parte destaca su labor divulgadora mediante conferencias y colaboraciones periodísticas, y como animador de la actividad literaria de Zaragoza, en parte desde su tertulia del café Gambrinus. Publicó artículos y poemas en las revistas culturales más destacadas del momento, como Garcilaso, La Estafeta Literaria o Índice.

Desde 1949 es asiduo docente de los Cursos de Verano de Jaca y de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, y ponente en casi todos los congresos y seminarios de filosofía organizados en la España de su tiempo.

De este periodo data la mayor parte de sus obras, que se centran en la Historia y Antropología de la Filosofía, en la crítica literaria desde puntos de vista filosóficos y en cuestiones pedagógicas. Su obra fue publicada en dos obras fundamentales: Creación poética (Porrúa, Madrid, 1976) y Antropología filosófica (Departamento de Filosofía, Zaragoza, 1971-1972, 2 vols.), obra inaugural de esta rama de la Filosofía en España.

En 1966 deja el Instituto Goya. Jubilado en 1973, siguió trabajando en su obra y preparando una reedición de La filosofía de Calderón en sus autos sacramentales, que finalmente quedó sin publicar. Una enfermedad (cáncer intestinal) le obligó a disminuir su actividad hasta que murió en Zaragoza el 16 de octubre de 1979.

Su labor intelectual le granjeó un número no escaso de reconocimientos, entre los que se pueden citar: de la comendador para la Lengua Española de la Sagrada Orden Militar Constantiniana de San Jorge (1947), cruz de la Orden de Cisneros (1948), Víctor de Plata del Sindicato Español Universitario (1952), encomienda de la Orden de Alfonso X el Sabio (1958), Socio de Honor de la Institución Jaime I el Conquistador, de Barcelona (1961), encomienda de la Orden de Cisneros (1965), encomienda con placa de la Orden de Alfonso X el Sabio (1972) y el Premio "San Jorge" de la Diputación Provincial de Zaragoza (1974) otorgado a toda una vida de docencia.



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