Fuente teológica es el término usado en teología para nombrar las fuentes de la argumentación en que se fundamenta este tipo de saber.
Para cada religión tales fuentes son distintas, de modo que en teología no hay nada parecido al consenso científico que suele haber en las ciencias que se someten al método científico. En el caso más extremo (no compartido por todas las religiones ni dentro de estas por todos los creyentes), el argumento de autoridad de la Iglesia tendría preferencia sobre la lógica o la experiencia. Considerar sagrados los textos o fuentes documentales de su saber, convierte en problemático el estudio crítico de las mismas fuentes, que en algunas religiones se consideran verdad revelada (ver fuente bíblica y revelación divina).
Algunas religiones, y desde luego todas las religiones primitivas, son fundamentalmente ritos y creencias apoyadas en la tradición oral (ver fuentes orales). La comunicación de los hombres con el mundo sobrenatural imaginado adquiere a veces formas de lo que se denomina profecía o chamanismo, que en algunas ocasiones da lugar a relatos que guían la actividad humana: es el caso de los oráculos del mundo griego clásico y de los libros sibilinos que la Sibila de Cumas vendió a los romanos. Muchas religiones (correspondientes a las zonas del mundo donde se alcanzó el desarrollo histórico ligado a la invención de la escritura) disponen de textos sagrados: el Libro de los muertos del Antiguo Egipto, la Epopeya de Gilgamesh en Sumeria (ambos precedentes de distintos relatos bíblicos), los Vedas del Hinduismo, o el Popol Vuh de los mayas, por ejemplo.
No obstante, existe una diferencia esencial entre las religiones monoteístas y las demás: consideran sus textos como revelación directa del único Dios y mecanismo para la salvación espiritual del hombre (aunque en grado diferente según la interpretación de cada variante). La expresión islámica gentes del libro para denominar a cristianos y judíos es suficientemente elocuente: Torá, Biblia y Corán son literalmente Palabra de Dios para judíos, cristianos y musulmanes.
El principio protestante es el Sola Scriptura de Lutero: la Biblia es la única fuente teológica; no hay otra verdad revelada fuera de la que se contiene en la Biblia. El Sola Fides que pone la salvación del creyente únicamente en su fe en Jesucristo, le obliga a acercarse sin intermediarios a la Biblia, única regla de fe, y resolver solo a través de ella todos los problemas de fe. Tampoco hay una autoridad que le obligue: existe un sacerdocio universal.
En el otro extremo los católicos sostienen que hay algunas verdades reveladas aparte de aquellas que aparecen en la Biblia: la Sagrada Tradición. Jesucristo estableció una institución para, a través de su Magisterio, interpretar la verdad revelada (Sagradas Escritura y Tradición), ponerla al alcance de todos y en todas partes, que es la Iglesia Universal (católica, en griego). El acceso de los fieles no orientados a versiones que no sean la oficial y convenientemente anotada de la Biblia está desaconsejada, y en algunos momentos perseguida. El Concilio de Trento fijó la Vulgata (traducción al latín de San Jerónimo) como la versión canónica, y se restringieron las traducciones a lenguas modernas, como la de Lutero al alemán. Fray Luis de León (que además de religioso era profesor universitario) fue procesado por traducir y comentar el Cantar de los Cantares. Hasta el siglo XX no se relajaron esas prevenciones.
Esos son los dos puntos principales de controversia entre los católicos y los protestantes tradicionales (los protestantes liberales se permiten cuestionar críticamente las fuentes teológicas, lo que para los otros es cuestionar la revelación). Las otras diferencias se conectan con esos dos puntos o se siguen de ellos, de modo diferente en las diferentes ramas del protestantismo (luteranismo, calvinismo, anglicanismo, etc.)
No existen diferencias tan radicales entre los católicos y el cristianismo oriental u ortodoxo, ya que ambas partes admiten la institución de la Iglesia por Jesucristo, su Magisterio, su autoridad, su infalibilidad e indefectibilidad (en mayor o menor grado). Las diferencias tocantes a las fuentes teológicas y su tratamiento son respecto a los sujetos de la autoridad (el Papa es vicario de Cristo e infalible para los católicos, y solo obispo de Roma para los ortodoxos) y la unidad orgánica del cuerpo docente, aparte de cuestiones dogmáticas.
En la constitución del saber teológico pueden indicarse su objeto, sus fuentes y su lugar. El objeto de la teología es Dios -de manera directa-, y el mundo y el hombre a la luz de Dios. Las fuentes del conocimiento teológico y sus criterios de verdad son la razón humana y la revelación divina, de manera privilegiada. El lugar de la teología es la Iglesia como comunidad de fe.
De aquí se deriva que la Iglesia tiene que poder establecer de forma autorizada criterios para la reflexión teológica. Según la Iglesia católica, la investigación y el trabajo teológico se inscriben dentro de un saber racional (y por eso reclaman para la teología el status de ciencia), cuyo objeto es dado por la revelación, es decir, la Palabra de Dios transmitida e interpretada por la Iglesia bajo la autoridad del Magisterio, ya que es imposible evitar la mediación de la Iglesia, y acogida por la fe (importancia del asentimiento de la comunidad).
El Libro de Oración Común es la principal fuente teológica de los episcopales, la más tradicional de las iglesias protestantes de Estados Unidos. Deriva del Book of Common Prayer anglicano que tuvo distintas redacciones desde mediados del siglo XVI. En Estados Unidos hubo un intento fallido de actualizarlo en 1786, y otros en vigor sucesivamente fueron publicados en 1789, 1892 y 1928. fue actualizado por última vez en 1979. Aunque es de dominio público, sin embargo, las nuevas revisiones del mismo son controladas por el Custodio para la Normalización del Libro de Oración Común. Contiene los distintos servicios de adoración o servicios litúrgicos que usan los episcopales.
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