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Haketía



Haquetía o jaquetía[1]​ (en hebreo: חכיתייה , en árabe: حاكيتيا) es el particular dialecto del norte de Marruecos, incluidas las ciudades de Ceuta y Melilla, del idioma judeoespañol que hablan los judíos sefardíes de la zona, a veces conocida como Djudeo Spañol o ladino occidental. Sus denominaciones y ortografías son vacilantes: haketía, haketilla, haquitía, jakitía, jaquetilla, haketiya, hakitiya, jaquetía.[2]

La etimología de la palabra Haquetía es discutida. La teoría más plausible y aceptada por la mayoría de liüistas consiste en un derivado de la raíz árabe del verbo haka, حكى (decir, hablar, narrar), a la que se unió una terminación castellana.[3]

Otra teoría sostiene que proviene de haquito, apócope de Ishaquito, diminutivo de Ishac (Isaac), nombre muy común entre los judíos de España. Sería, pues, el idioma de los haquitos, como se denominaba habitualmente a los miembros de la comunidad judía en la península ibérica (Sefarad, en hebreo). Sin embargo, no existen indicios que corroboren esta hipótesis.

Este dialecto posee un triple fundamento: el castizo (castellano antiguo del siglo XV), los hebraísmos y los arabismos utilizados en España y Portugal. Hay referencias según las cuales el castellano hablado por los judíos antes de la expulsión en España era diferente al que hablaban los cristianos. [cita requerida] Los expulsados de la península ibérica en 1492 se fueron asentando, radicando y formando comunidades en diferentes lugares del norte de Marruecos: Casablanca, Tánger, Tetuán, Xauen, Arcila, Alcazarquivir, Larache, Ceuta y Melilla, y fueron añadiendo arabismos a la base hispanohebraica de ese dialecto, además de los arabismos que ya se habían incorporado en España.

Pero previamente a la expulsión de los judíos de España ya había en Marruecos una población judía: los toshabim (residentes), cuya lengua era el árabe o bereber, dependiendo de las regiones en que habitaban, y por supuesto el hebreo utilizado en las ceremonias religiosas. Con la llegada de los expulsados, los megorashim, la población se fusionó y creció considerablemente, gracias a los aportes que estos hicieron, en cuanto a sus conocimientos intelectuales, religiosos (especialmente en estudios talmúdicos), sus cuentos, refranes, romances, sus tradiciones culinarias, su literatura específica, sus tradiciones sefaradíes y su bagaje lingüístico, desconocido hasta ese momento por los toshabim. Los judíos del norte de Marruecos utilizaban la haquetía, la lengua a la que se aferraron y que usaban para comunicarse con sus familiares, con sus amigos y vecinos, así como en sus relaciones comerciales con otros judíos. En cambio emplearon el árabe o bereber para entenderse con los moros (expresión aún utilizada en la actualidad para identificar a los musulmanes), quienes eran los habitantes originales de la región y que representaban la mayoría de la población, y con los judíos no sefardíes.

La utilización de varios idiomas a la perfección (el español, el hebreo, el árabe, el bereber y su haquetía) facilitó el establecimiento de un vínculo estrecho de los expulsados con el resto de los miembros de la sociedad a la que arribaron.

Se dice que la haquetía tiene una entonación musical que algunos denominan “música del habla”, que la distingue por sobre cualquier otra lengua o forma de expresión oral. En ocasiones, para las actividades comerciales predomina el tono árabe y, en otras, el tono rabínico que se utiliza en estudios talmúdicos y en la comunicación entre judíos. En este sentido, la haquetía tiene un ritmo que se marca por las subidas y bajadas de voz y también por la velocidad de las frases, que tiene relación directa con el alargamiento de las sílabas de cada una de las palabras empleadas. De esta forma también se observa una tendencia a curvas ascendentes en la entonación de la persona que la habla y, a veces, estos cambios se relacionan con el modo interrogativo que tiende a expresarse, y con el sentido de lo que está diciendo.

La haquetía tiene la particularidad de que sus expresiones siempre se relacionan con imágenes de la vida cotidiana, la emoción y también la vehemencia. Por este motivo es que se observa continuamente el uso de bendiciones para expresar el afecto, amor, amistad, dirigidas a todas las personas muy queridas, pero también es frecuente el uso de una variedad de maldiciones (baldiciones), a veces humorísticas y otras no tanto.

A partir de fines del siglo XVIII, comenzó muy lentamente la emigración hacia América Latina. En ocasión de la guerra entre Marruecos y España en 1860, se produce la primera gran ola emigratoria que prosiguió con regularidad hasta 1914, víspera de la Primera Guerra Mundial. Se reanudó en 1918 hasta 1939 y luego en 1956 por la inestabilidad causada por las luchas por la independencia de Marruecos. Hubo un fenómeno importante a partir del año 1860 y es que se produjo una mayor hispanización de la haquetía, a tal punto que se perdió el sentido de hablar en un idioma diferente. En 1862, con la creación de la primera Alianza Israelita en Tetuán, que más tarde se instaló en casi todas las ciudades de Marruecos, y posteriormente en el siglo XX con la ocupación de Francia, se genera otro fenómeno paralelo en algunas ciudades, especialmente en Tánger y es que se comienza a dejar de usar la haquetía en las conversaciones sociales, comerciales y hasta en las familiares, para tomar el francés como idioma. Este proceso fue paulatino, a tal punto que poco a poco se fue abandonando la haquetía. Algunos comenzaron a considerarla como una forma de expresión de los iletrados, de los incultos, de los atrasados, como una lengua vulgar, lo que produjo fuertes barreras sociales entre los que sí la hablaban y los que negaban conocerla, aún sabiendo que es parte de su cultura, de su pasado.

Aunque algunos sostienen que hoy en día está en peligro de extinción, en las últimas décadas se evidencia en algunos países el estudio, uso y preservación de la haquetía deseando un “retorno” a este idioma como símbolo representativo de identidad. La haquetía fue esencialmente una lengua oral, lo que significa que hasta hace poco tiempo no había dejado documentación escrita. En la actualidad testimonian su interés por este dialecto muchos investigadores y filólogos. Para mencionar algunos: José Benoliel, que fue el precursor de este tipo de estudios y quien escribió el primer diccionario de haquetía, publicado en 1977 (50 años después de su fallecimiento), Manuel Alvar, Jacob Hassan, Larrea Palacín, Josef Martínez Ruiz, Haïm Vidal Séphiha, Alegría Bendayán de Bendelac, Ana Benarroch, Isaac Benharroch y Yaakov Bentolila.



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