Una mansión (del latín, «mansĭo, -ōnis», "residencia, parada, albergue"),vivienda suntuosa, menor que un palacio pero con aspecto lujoso y zonas de recreo. Aunque existen diferentes ejemplos integrados en el urbanismo de las ciudades, es más habitual que se refiera a edificios aislados, con jardín propio y grandes comodidades. Siendo mansiones y palacetes muestras de riqueza y reputación social, la tendencia general, tanto para casas de campo como para edificios integrados en la urbe, es que se identifiquen por el nombre de los propietarios.
o palacete , es unaEn el Imperio Romano, una mansión" en una vía romana era un lugar de parada oficial o albergue de altos dignatarios o funcionarios que viajaban por diferentes provincias. En torno a estos lugares, eran construidas las villas de los funcionarios provinciales, que más tarde podían dar lugar a ciudades.
En una ciudad de la Antigua Roma, las viviendas patricias podrían ser muy extensas y lujosas. Las mansiones en una colina en Roma llegaron a ser tan extensas que el término palaciego llegó a derivarse del nombre de esa colina, Palatina y es el origen etimológico de "palacio".
Debido al contexto político y los avances realizados en las armas de fuego, en la Europa del siglo XVI la aristocracia ya no consideraba imprescindible vivir en edificios fortificados y las nuevas construcciones podrían basarse en criterios estéticos antes que bélicos.arquitectura del Renacimiento de Palladio y otros arquitectos contemporáneos, cuya influencia se mantuvo hasta finales del siglo XIX.
Con el tiempo, el concepto de castillo inexpugnable dio paso a la vivienda suntuosa, e incluso se modificaron en ese aspecto muchas construcciones de origen castellano, adaptándose a un uso residencial, con grandes y exuberantes jardines. Inspiradora de muchos de esos modelos nuevos de palacete fue laEn la España meridional, este fenómeno produjo modelos de fusión entre estilos como el plateresco y la arquitectura mudéjar tradicional, en diferentes prototipos de casas señoriales y cortijos.
Con la industrialización de la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, mansiones, palacios y palacetes –en el Reino Unido y parte de Europa– se sometieron a estilos como el Gothic Revival de la arquitectura neogótica.
Otro prototipo interesante lo constituyó la arquitectura urbana de corte modernista, en la que destacan obras de Gaudí como la Casa Milà, la Casa Botines o la Casa Batlló, y otras mansiones integradas en la ciudad construidas a comienzos del siglo XX por un grupo de arquitectos catalanes con personalidad propia.
Casa Botines en León (España) (Gaudí, entre 1891 y 1894).
La Casa Lis, en Salamanca, de principios del siglo XX, que desde 1995 alberga el Museo de Art Nouveau y Art Déco.
La Casa Amatller de Josep Puig i Cadafalch, en Barcelona, un ejemplo comercial-residencial.
La Casa "El Torico" de Pablo Monguió, en Teruel (España).
Siguiendo las pautas de una cultura colonial generalizada en el continente americano y tomando señas de identidad y estilos arquitectónicos derivados por lo general de sus orígenes culturales, la historia de las mansiones americanas puede ordenarse en dos bloques elementales: mansiones de inspiración europea anglo-francesa en los países colonizados por Inglaterra y Francia; y mansiones de estilo colonial español o lusitano, en los colonizados por España y Portugal. Estas influencias tomaron luego su propia personalidad en algunos casos, desarrollando estilos endémicos más o menos localizados, como es el caso de Nueva Orleans en Estados Unidos, o de La Habana en Cuba. También hubo un dilatado proceso de fusión y mezcolanza de estilos que, a su vez, daría lugar a algunas arquitecturas con personalidad propia. En la categoría de casas de campo puede hacerse una división elemental entre haciendas (en México y América Central), su par lusitano, las «fazendas» (en Brasil), y estancias (en el Cono Sur).
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