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Mayerling



La tragedia, drama o crimen de Mayerling es el nombre dado a la muerte violenta de Rodolfo de Habsburgo, heredero del Imperio austrohúngaro, y su amante la baronesa de Vetsera, el 30 de enero de 1889, en el pabellón de caza de Mayerling, cerca de Viena. Oficialmente se habló de un suicidio de él sin mencionarla a ella, pero los intentos fallidos de ocultar los detalles para evitar el escándalo evidenciaron contradicciones y causaron especulaciones, que se mantienen desde entonces, sobre si se trató de un pacto de suicidio o de un asesinato.[3]

Mayerling era el lugar de retirο de Rodolfo de Habsburgo, quien había mandado construir un pabellón de caza, inaugurado oficialmente los días 19 y 20 de noviembre de 1887. Fueron invitados los emperadores, Felipe de Sajonia-Coburgo-Kohary y su esposa, Luisa María de Bélgica, y algunos compañeros del príncipe.

Para ello, en 1886, compró el denominado Mayerlinger Hof y, un año después, varios edificios más pertenecientes hasta entonces a la abadía de Heiligenkreuz, cerca de la desaparecida iglesia de San Lorenzo,[4]​ que fueron transformados íntegramente en pabellón de caza.

El patio del pabellón fue diseñado al estilo del típico jardín francés, mientras que la carretera de Alland,[5]​ que hasta entonces cruzaba la propiedad, fue desviada de manera que solo la bordeara. Constaba de tres salas situadas alrededor del patio, un salón de té, una capilla y una bolera que servía al mismo tiempo de salón de tiro. En la parte alta, rodeado de un muro, se encontraba el pabellón de caza propiamente dicho, donde se ubicaban las habitaciones privadas del príncipe. En la parte baja de la finca (junto a la antigua Villa Leinigen, posteriormente conocida como Coburg-Schlößchen), se instaló una oficina de telégrafos, así como un pequeño apartamento para la dama de compañía de la princesa. Los establos, por último, fueron considerados como «un lujoso detalle» del heredero con los caballos.

Desde ese momento hasta comienzos de 1889, se utilizó solo en diez ocasiones (la esposa de Rodolfo, Estefanía de Bélgica, no fue más que dos veces; su hija Isabel María de Austria, que por entonces tenía cuatro años, estuvo dos semanas y media por motivos de salud.[6]​ Por el contrario, fueron continuas las visitas del conde Hoyos y del ya citado Felipe de Sajonia, cuñado de Estefanía).[7]

En El martirio de una emperatriz, de 1889, se dice:

En julio de 1891 el emperador ordenó transformar el edificio en un convento de carmelitas, a fin de que las monjas oraran para siempre por el alma del archiduque. Para ello, la zona del antiguo pabellón donde se hallaba el dormitorio del príncipe, así como la puerta oriental y una parte del ala de servicio fueron derruidas.

El propio Francisco José lo manifiesta así en su carta fundacional:

Desde ese momento hasta su muerte en 1916, visita el monasterio en ocho ocasiones; de ellas, cuatro acompañado de la emperatriz. Estefanía lo hará las mismas veces.[10]

La iglesia, tal y como puede verse en la actualidad (14 x 7,30 m), fue construida en estilo neogótico por el arquitecto H. Schemfil y el contratista J. Schmalzhofer en el punto exacto en que se hallaba el dormitorio de Rodolfo, según dispuso el emperador.[11]

Hacia el 20 de enero de 1889, el príncipe Rodolfo había invitado a sus amigos; el conde Hoyos y su concuñado Felipe de Sajonia-Coburgo a una partida de caza en Mayerling los días 29 y 30:

Se produce una fuerte discusión entre el emperador y su hijo Rodolfo. Francisco José llega a decirle que no es digno de ser su sucesor. Tres parecen ser las razones de tan duro enfrentamiento:
* Se habría informado al emperador que el heredero había remitido una solicitud a la Santa Sede pidiendo la nulidad de su matrimonio con Estefanía (Francisco José lo ignoraba hasta ese momento).
* El emperador habría ordenado a su hijo que, inmediatamente, pusiese fin a su relación con María Vetsera (se conocen cartas de la joven en este sentido).
* Francisco José habría descubierto que el príncipe mantenía frecuentes contactos con la oposición húngara.

Con la ayuda de María Luisa Mendel von Wallersee, prima del heredero, se planea la «desaparición» de María Vetsera. Por la noche, Rodolfo asiste a la fiesta de cumpleaños de Guillermo II en la embajada de Alemania. Lo acompaña Estefanía y es la última vez que se le ve en público.

Finalmente, la madrugada del 30 de enero de 1889, Rodolfo de Habsburgo (príncipe heredero de Austria), hijo del emperador Francisco José I y la emperatriz Isabel de Baviera, conocida como Sissi, fue hallado muerto junto a su amante la baronesa de Vetsera (de apenas 18 años), tras haberse suicidado, según la primera versión «oficial» de lo ocurrido (de ella no se dice nada).

En cuanto a los cadáveres, cabe resaltar que mientras el de Rodolfo fue trasladado a Viena la noche del 30 de enero y sepultado en la Cripta Imperial con todos los honores el martes 5 de febrero, el de María será sepultado, subrepticiamente, en el pequeño cementerio contiguo a la abadía cisterciense de Heiligenkreuz.[15]

Funeral de Rodolfo de Habsburgo según un dibujo de la época.

Károly Cserna. Sarcófago de Rodolfo de Habsburgo (imagen anterior a 1944).

Sarcófagos de Rodolfo de Habsburgo, Francisco José I e Isabel de Baviera en la Cripta de los Capuchinos de Viena (fotografía de septiembre de 2013).

Féretro de María Vetsera en el convento de carmelitas de Mayerling (fotografía de julio de 2015).

Tumba de María Vetsera en el cementerio de Heiligenkreuz (fotografía de julio de 2014).

En la primavera de 1945, cuando la II Guerra Mundial tocaba a su fin, el monasterio fue atacado por la artillería soviética y un proyectil de largo alcance desplazó la losa de granito que, desde 1889, cubría la tumba de la baronesa, que fue violentamente saqueada. Gerd Holler (Mayerling, die Lösung des Rätsels, 1983), un joven físico local, fue requerido para examinar sus restos, antes de volver a enterrarlos, comprobando que estos no presentaban herida de bala alguna, lo que echaba por tierra la teoría de que Rodolfo le hubiese disparado. No conforme del todo, Holler esperó que se abriese el Archivo Apostólico Vaticano para cotejar los resultados de su investigación con la que se había realizado en su momento para decidir si sus cuerpos podían recibir sepultura eclesiástica: este primer estudio también había llegado a la conclusión de que el arma homicida solo había sido disparada una vez y que la víctima habría sido Rodolfo; por eso su cabeza aparecía vendada.

En 1993, Helmut Flatzelsteiner (Meine Mary Vetsera: Mayerling, die Tragödie gibt ihr Geheimnis preis, 1993) —un comerciante de muebles de Puchenau, cerca de Linz— reconoció haber profanado la tumba de María Vetsera en el cementerio de Heiligenkreuz la noche del 8 de julio de 1991.[18][19]

Se sabe también que ese año la historiadora Brigitte Hamann habló de un cofre que, al parecer, contendría un revólver del archiduque, cartas de despedida, mechones de pelo de los dos amantes y un pañuelo. Según la citada investigadora, había sido enviado al duque Otto de Habsburgo-Lorena por los descendientes de un alto funcionario austriaco que emigró a Estados Unidos en los años 30.[18][19]

Al parecer, días antes de su muerte, Rodolfo escribe una serie de misivas de tono especialmente macabro:

A Valeria, su hermana pequeña, de la que se despide con un hermético:

Se ha hablado incluso de otras dos cartas: en la dirigida a su ayuda de cámara Johann Loschek, le rogaría que lo enterrasen junto a María en el monasterio de Heiligenkreuz; en la segunda, a Szügenyi, un amigo húngaro, explicaría los motivos que lo llevaban a quitarse la vida y que podrían resumirse en que no le quedaba otra salida.[20]

También María le confiesa por escrito a su madre, Hélène Baltazzi:

Dos cartas más irían dirigidas a sus hermanos Joanna y Franz Albin Feri.[21]

El 13 de enero, el heredero al trono le regaló a la baronesa un anillo con la leyenda:

Aquel mismo día, María va al estudio de su fotógrafo en Viena y, a continuación, redacta su testamento.[20]

Por último, se conserva en la Biblioteca Nacional de Austria un perfil a lápiz de la joven, firmado y fechado por Em. Böger en 1889, desconociéndose por ahora más datos al respecto.

Todo apuntaba, pues, a un segundo «pacto de suicidio».[22]

En el protocolo de autopsia firmado por el doctor Hofmann el 1 de febrero de 1889, se afirma escuetamente que la bóveda craneana estaba «rota». Al día siguiente, se rectifica diciendo que «la bala había entrado por la sien izquierda y salido por la derecha, abriendo una herida apenas visible». Si se tiene en cuenta que Rodolfo era diestro, resulta muy extraño que se disparase con la mano derecha en la sien izquierda, si verdaderamente quería suicidarse.

Frederic Wolf, un carpintero residente cerca de Mayerling, dijo que su padre, carpintero como él, fue llamado «para poner orden en el pabellón de caza dos días después del drama»; que la habitación parecía «el escenario de una auténtica batalla campal»: muebles rotos, impactos de bala, huellas de sangre por todas partes…; para acabar destacando que «tuvo que cambiar hasta el suelo de madera».

El día 4, el corresponsal de Le Figaro en Viena asegura que «no se ha encontrado el proyectil». Dos días después, escribe: «Decididamente, en Hofburg no quieren decir la verdad. Han tenido que renunciar a la primera versión de la muerte natural por apoplejía, cosa que nadie creyó nunca, y se aferran ahora a la teoría del suicidio. Prefieren que se diga que el heredero mató a la baronesa antes de morir que confesar que fue asesinado».

El día 9, el embajador de Alemania informa a Bismarck que «las heridas no están en los lugares indicados oficialmente. El cuerpo presenta otras heridas. El revólver que se encontró cerca del lecho del Kronprinz, un Bulldog, no le pertenecía y los seis cartuchos habían sido disparados».

El 7 de julio de 1959, se procedió a la exhumación de los restos de María Vetsera en presencia de un médico forense, dos monjes de la abadía de Heiligenkreuz y un descendiente de uno de los tíos de la baronesa. Se atestiguó que el cráneo presentaba una entrada oval de siete centímetros, no hallándose orificio de salida.

El 11 de marzo de 1983, la otrora emperatriz Zita (18921989), en una entrevista concedida al Kronen Zeitung de Viena, declara: «Se han escrito muchas leyendas. Lo que se ha contado se limita a sospechas e hipótesis. La verdad es que el archiduque Rodolfo fue asesinado y que este asesinato fue político. En nuestra familia, siempre hemos sabido la verdad, pero Francisco José hizo jurar a todos los que estaban al corriente del crimen que nunca dirían nada». Afirma que los asesinos venían «en parte» del extranjero. En noviembre, durante una conversación con el historiador Eric Feigl, publicada en el mismo diario, la anciana aristócrata afirma rotundamente que el asesino del archiduque fue «Georges Clemenceau»,[25]​ director entonces del diario La Justice.


La misteriosa desaparición de Rodolfo de Habsburgo desencadenó de inmediato una grave crisis dinástica que, a la larga, aceleró la caída del Imperio austrohúngaro.

Así, tras la muerte de su sobrino en Mayerling, Carlos Luis de Austria se convirtió en presunto sucesor de su hermano Francisco José, pero renunció a sus derechos en favor de su hijo mayor, Francisco Fernando, asesinado en Sarajevo el 28 de junio de 1914, lo que precipitó la declaración de guerra de Austria contra Serbia y el comienzo casi fulminante (28 de julio) de la I Guerra Mundial.

La tragedia de Mayerling se convirtió en un tema de conversación totalmente prohibido en presencia de Francisco José. La emperatriz, por su parte, llevó ropa negra hasta el mismo momento de ser asesinada en Ginebra el 10 de septiembre de 1898.

La princesa heredera Estefanía, amargada, saltándose las normas al uso, contrajo segundas nupcias en 1900 con el conde húngaro Elemér Lónyay. María Larisch fue declarada persona non grata, perdiendo su derecho de acceder a la Corte.

La hija de Rodolfo, la archiduquesa Isabel María de Austria, contrajo matrimonio morganático con el príncipe Otto Weriand de Windisch-Grätz, del que se divorció en 1924. En 1948, se casó de nuevo, esta vez con el dirigente socialista Leopold Petznek, conocido popularmente como el Archiduque Rojo. Falleció en 1963.[28]

Sea como fuese, el crimen de Mayerling no podía pasar desapercibido para cineastas, novelistas, compositores o autores de teatro.

C'est à Mayerling qu'ils dorment l'un près de l'autre c'est à Mayerling qu'ils n'auront plus peur de l'aube. Et la neige tombe sur la terre où ils ont rêvé sur les arbres sombres où l'on voit leurs prénoms gravés. Je songe à tout cela tandis que j'ai pour moi la chaleur de tes bras.

C'est à Mayerling qu'ils dorment l'un près de l'autre et moi qui suis là j'ai l'impression d'être en faute. C'est si doux de vivre même quand la rude saison met des fleurs de givre aux fenêtres de nos maisons. De vivre en se disant blottis frileusement c'est bientôt bien le printemps.

Mais à Mayerling jamais le jour ne se lève jusqu'au bout des temps il neigera dans nos rêves.



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