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Nuestra Señora de Las Lajas



Nuestra Señora de Las Lajas es una Advocación mariana venerada en el santuario de su mismo nombre en el sur de Colombia desde el siglo XVIII.

La imagen se encuentra en una piedra laja que tiene 3,20 m. de alto por 2,03 m. de ancho, ubicada en un hueco de 0,58 m. de fondo en la pared del cañón del río Guáitara. Tiene una dimensión de 1,80 m. por 1,22 m.

La figura principal corresponde a la de la Virgen del Rosario, de pie sobre una media luna, llevando a Jesús Niño sobre su brazo izquierdo mientras que con el derecho ofrece el rosario a una de las figuras que la acompañan en cada lado y que son las de dos frailes santos en actitud orante y que han sido identificados como Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Asís.

El estilo de la imagen es el de la escuela quiteña de los siglos XVI y XVII, y con el tiempo los devotos la han adornado con alhajas como testimonio de su agradecimiento por los favores recibidos, incluyendo coronas para la Virgen y el Niño Jesús, y estrellas de oro y plata que adornan su manto.

Véase también: Historia del Santuario de Las Lajas

La primera noticia escrita de la Virgen de La Lajas, la realizó fray Juan de Santa Gertrudis en su obra Maravillas de la naturaleza, en 1759.

La tradición cuenta que la aparición misma de la imagen fue el primer milagro; en el siglo XVIII una indígena llamada Maria Mueses de Quiñonez, quien llevaba en su espalda a su hija sordomuda, transitaba entre la ciudad de Ipiales y su casa situada en la población cercana de Potosí en territorio de la Real Audiencia de Quito del aquel entonces Virreinato de la Nueva Granada en el sur de la actual Colombia[1]​; cuando la madre y su hija iban en el recorrido, la niña "habla" y le dice a su madre: "mamita, mamita, la mestiza me llama", dándose en ese momento el milagro de la sanación de la niña, motivo por el cual su madre le habla sobre lo sucedido al sacerdote de su población; este no le cree, pero las visiones de la niña continúan indicándole el lugar donde, luego de una muy difícil búsqueda por lo escarpado y peligroso del abismo, se encuentra la imagen de la Virgen sobre la piedra.

En 1754, fray Juan de Villafuerte y la feligresía de Ipiales celebraron, en la cueva del río Pastarán, la primera misa: era el 16 de septiembre de aquel año, y construyeron una gruta pajiza. Con el aval de las autoridades eclesiásticas de la región que declararon el hecho como un prodigio el día anterior, el 15 de septiembre de 1754, muy pronto la imagen comenzó a ser venerada con gran fervor.[2]

Alrededor de la imagen los fieles devotos le han erigido cuatro templos sucesivamente cada más grandes, hasta culminar en el actual santuario cuya construcción duró 30 años siendo terminado en 1949.[3]


En 1952 el Papa Pío XII le otorgó a la imagen la coronación canónica, y al santuario el título de basílica menor en 1954.

En el manto de la Virgen se ven dos letras: P y B, que algunos autores han propuesto que corresponden a las iniciales del fraile Pedro Bedón (1555-1621), provincial de la Orden de los dominicos desde 1618 a 1621, pintor, misionero caminante y viajero por esas tierras.[2]

Otros autores señalan la imposibilidad que sea trabajo solamente humano por su improbable conservación de aproximadamente 150 años a la intemperie hasta que fue descubierta en la mitad del siglo XVIII, y se propone también la teoría de la gracia milagrosa que habría guiado la mano del autor, con base en sus características físicas como su colorido mate y el hecho de que no la dañen el humo de los cirios o las deyecciones de los insectos y palomas.



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