La salmodia es una técnica de canto específica para los salmos que desde la antigüedad se ha practicado en la tradición judía de la sinagoga y posteriormente los primeros cristianos empezaron a incluirla en la liturgia cristiana. Posteriormente se aplicó esta fórmula a otros textos bíblicos.
La salmodia, que tiene su origen en la Iglesia oriental, es recibida por Occidente, luego los testimonios de la introducción de esta forma de cantilación se suceden desde el siglo I al VIII, partiendo por Filón el Judío, Basilio de Cesárea, San Agustín, Casiano, Benito de Nursia, hasta llegar a San Isidoro de Sevilla y Amalario. Según San Agustín, San Ambrosio propició: «... el canto de himnos y salmos al estilo de la Iglesia oriental.» es decir antifonal, dos coros cantan alternadamente los versículos de los salmos. Este género tuvo gran acogida en Roma a partir del siglo V, cuando el pueblo entero intervenía en la interpretación.
Desde los inicios de la Iglesia, los primeros cristianos adoptaron el salterio judío como propio, pues ellos mismos, al ser primeramente Judíos conversos, toman como punto de partida el Templo y la Sinagoga. Ellos vieron la figura de Cristo dibujada en muchos salmos: como descendiente del Rey David, como el Mesías esperado, como el hombre que sufre llevando sobre sí los pecados de la humanidad, como el verdadero justo inocente perseguido, pero, sobre todo, como el Hijo amado de Dios. Con expresiones de esperanza, confían en Dios por todos los dones recibidos, pero también por la angustia y desolación, los salmos entraron a formar parte de la oración Cristiana. Los 150 salmos del salterio han sido considerados por los cristianos a través de los siglos como un compendio de oraciones y meditaciones que acompañan la fe del Cristiano. De ahí que se pueda entender por qué las comunidades monásticas, que existen desde el tercer siglo, adoptaron el salterio como su libro de oraciones”.
La salmodia tiene una estructuración silábica, según la cual a cada sílaba del texto corresponde un sonido de la melodía. La estructura responsorial del recitado de los salmos proviene de su estructura textual: cada salmo se organiza en versículos, y cada uno de ellos está compuesto de dos hemistiquios (secciones iguales). En la forma habitual del canto salmódico, el primer hemistiquio de cada versículo es entonado por el solista (o primer coro) a quien responde con el segundo hemistiquio el coro (o segundo coro).
En los ritos cristianos, cada uno de los ocho modos eclesiásticos tiene su fórmula especial que se repite en cada versículo.
Una fórmula salmódica completa consta de:
Se pueden agrupar en tres tipos:
Los cristianos adoptaron de los hebreos la costumbre de cantar salmos completos. Este canto se realizaba en forma casi recitada y alternada entre un solista y el coro o entre dos coros, es decir, de estilo antifonal.
En el marco de la liturgia se utilizan cuatro tipos de salmodia, los cuales representan los distintos estadios del recitado. Estos tipos pueden ser calificados como:
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