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Villarreal (Castellón)



Villarreal[1]​ (en valenciano y oficialmente, Vila-real)[2]​ es una ciudad de la Comunidad Valenciana (España). Se encuentra situada en el sureste de la provincia de Castellón, en la comarca de la Plana Baja. Cuenta con 50.893 habitantes (INE 2019). Se trata del segundo municipio con más población de la provincia de Castellón y del decimoquinto más poblado de la Comunidad Valenciana. En el aspecto económico destaca su importante industria cerámica de pavimento y revestimiento y de gres, así como industrias relacionadas, desde la segunda mitad del siglo XX y el cultivo de cítricos (naranjas y mandarinas) desde la primera mitad del siglo XX. Es también internacionalmente conocida por el Villarreal Club de Fútbol.

Su denominación tradicional es Villarreal, en castellano, y Vila-real en valenciano, ambas contrastadas documentalmente en abundantes textos del Archivo Histórico Municipal y de otros. Desde el siglo XIX y hasta 1938, su denominación oficial fue Villarreal; tras la guerra civil española, la Corporación acordó la forma de Villarreal de los Infantes,[3]​ para distinguir la localidad de otras homónimas como Villarreal de Urrechua, Villarreal de Álava o Villarreal de Huerva. En 1982, se sustituyó esta retomando la forma bilingüe Villarreal/Vila-real, que duró hasta el 27 de febrero de 2006, cuando el Ayuntamiento optó por la oficialidad única de la forma valenciana (Vila-real) en su pleno municipal; ratificado por el decreto 180/2006 de 1 de diciembre del Gobierno Valenciano.[4]

Situada a 8 km al sur de la capital de la provincia. Tiene una elevación de 42 m sobre el nivel del mar en el centro de la ciudad y 50 334 habitantes (INE 2017), la gran mayoría en el núcleo urbano, que ocupa un 10,72% de los 55,12 km² de su término municipal. Por cantidad de habitantes, es la segunda población de la provincia (después de la capital) y la decimocuarta de la Comunidad Valenciana.

Ocupa una buena parte de la orilla derecha de la cuenca baja del río Mijares, esto es, la parte más característica de la plana, rampa de llanura o piedemonte pleistoceno, entre las últimas colinas de Onda y Bechí y las tierras más bajas del litoral holocénico de Burriana.

El término municipal es un plano inclinado hacia levante y las aguas son drenadas hacia el mar directamente en sentido NO-SE por el río Mijares y los barrancos del Hospital, de Rátils y del Espaser; por el sector meridional pasa el río Sonella, procedente de las montañas de Onda y Artana.

Posee un clima mediterráneo, caracterizado por temperaturas medias invernales suaves (10 °C en enero) y veranos cálidos. La temperatura media anual es de 17º. En cuanto a las precipitaciones, son de 450 mm anuales, todas en forma de lluvia. La vegetación es la propia del dominio Querco-Lentiscetum (maquia de carrasca y palmito), con restos de pinadas prácticamente desaparecidas.

Se accede a esta población, desde Castellón de la Plana, a través de la carretera N-340.

El término municipal de Villarreal está formado por las siguientes partidas:

En el término municipal de Villarreal se encuentran los siguientes núcleos poblacionales:[5]

Villarreal limita con las localidades de Almazora, Onda, Bechí, Nules, Alquerías del Niño Perdido y Burriana, todas ellas de la provincia de Castellón.

En sus alrededores son bien frecuentes los testimonios de la cultura eneolítica (Villa Filomena), ibérica y de la dominación romana. La larga ocupación musulmana de la Plana de Burriana dejó una rica herencia de topónimos que todavía permanecen vivos además de pequeños núcleos rurales o alquerías esparcidos por la huerta.

Fue fundada el 20 de febrero de 1274 por el rey Jaime I de Aragón (de ahí su nombre), para afianzar la reconquista de la zona, y situada estratégicamente sobre la antigua Vía Augusta romana a 65 km de Valencia, y en las cercanías de Burriana, hasta ese momento villa en manos de los musulmanes y en cuyo término municipal fue fundada Villarreal. Fue villa real desde su fundación, con representación en las Cortes y Diputación del Reino y tuvo el privilegio de usar como insignia propia el pendón real cuatribarrado. Formó parte del brazo real en las Cortes Valencianas y participó muy activamente en las mismas.

En su fundación, la ciudad tenía forma de planta hipodámica: un rectángulo amurallado cruzado por dos calles principales (cardo y decumano) que en su intersección central determinan una Plaza Mayor porticada, la Plaza de la villa.

La villa original, rodeada de murallas, se expandió extramuros a partir del siglo XIV debido al aumento de población, en los llamados arrabales de Castellón y de Valencia, llamados posteriormente de San Pascual y del Carmen, por estar el antiguo convento carmelita y el santuario-monasterio donde reposan los restos del santo patrón.

Los desequilibrios demográficos y económicos que caracterizan el siglo XV se tradujeron, a inicios del siglo XVI, en constantes conflictos con los mudéjares de los señoríos vecinos y en una participación corta, pero muy activa, a favor de las Germanías.

En el siglo XVI muere en el convento del Rosario el fraile alcantarino Pascual Baylón, cuyo sepulcro en la ciudad será un foco de fuerte influencia religiosa al construirse su capilla con la protección de Carlos II de España. Entre 1566 y 1675 se amplió la huerta tradicional regada por la Sequía Major, Sequiola, Sobrirana (de arriba) y Jussana (de abajo) y se roturó la mayor parte del secano (Madrigal, Pinella y Pla Redó).

En 1706, durante la Guerra de Sucesión, ante la resistencia ofrecida por algunos vecinos de la villa, partidarios del archiduque Carlos de Austria, las tropas borbónicas del conde de las Torres de Alcorrin que desde San Mateo intentaban llegar hasta Valencia, ocupada por las tropas de Basset, asaltan sus murallas y se produce un combate con más de quinientos muertos entre ambos bandos, a la vez que el incendio de algunos edificios. El ascenso de la dinastía borbónica favoreció la vida económica de la villa, haciendo que a lo largo del siglo su población se cuadruplicara y que en la segunda mitad del siglo XVIII viera nacer las primeras industrias de transformación textil, al tiempo que la población se involucra en los distintos conflictos y revueltas que sacuden a España, sufriendo sucesivos ataques e incendios durante las guerras carlistas. En la segunda mitad del siglo XIX, gracias a personalidades como el político José Polo de Bernabé, se introduce el cultivo comercial de la naranja, que le da un gran impulso económico a la ciudad, tanto de la mano de hombres de negocios como por parte de distintas cooperativas, al tiempo que se excavan pozos para el riego y se ponen en activo grandes extensiones de tierras de secano.

Ya en el siglo XX, tras la Guerra Civil Española, los beneficios obtenidos en este comercio facilitaron a algunos empresarios la instalación de fábricas de baldosas cerámicas, con el fin de diversificar el entramado productivo. Este tipo de industria ha seguido en expansión hasta nuestros días, siendo la principal fuente de ingresos de la economía local.

En 1985 se segregó del municipio la localidad de Alquerías del Niño Perdido.

Villarreal cuenta con 50 893 habitantes (INE 2019). En los últimos años ha crecido demográficamente, en parte debido a la inmigración extranjera, que según el censo de 2008 representa a un 14.8 % de la población, siendo los principales colectivos foráneos del municipio el rumano y el marroquí.[6]

     Población de derecho (1900-1991) o población residente (2001) según los censos de población del INE.      Población según el padrón municipal de 2019 del INE.

1 Entre el censo de 1991 y el anterior, decrece la población porque se segrega Alquerías del Niño Perdido (3.625 hab. en 1991).

Desde su fundación hasta la primera mitad del siglo XX, el municipio basó todo su potencial económico en una agricultura mixta de secano extensivo y de huerta intensiva. El naranjo transformó, directa e indirectamente, los pilares de la idiosincrasia de la ciudad. En función de su interés, entre 1880-1960 se convirtieron 3500 ha de secano a regadío, se desarrolló una incipiente y apreciable industria de transformación de cítricos. Sin embargo, la política de fomento de la vivienda y del turismo que caracterizan la década de 1960 determinó que se optara por invertir en una industria tradicional de la comarca: la azulejera. De ahí, que el azulejo y sus industrias complementarias sean el principal motor económico de la ciudad en la actualidad.

Los pavimentos y revestimientos han ido conformando un ciclo productivo, cerrado e integrado en la ciudad, que la ha convertido en el centro azulejero más importante de España y en uno de los punteros de Europa. Hoy la vida económica de la ciudad, sin duda, aunque no de una manera exclusiva, se mueve a partir del motor de la cerámica que impulsa al resto de sectores productivos e institucionales.

Esta especialización azulejera, reflejada en el hecho de que la población activa del sector secundario sea la mayoritaria, no ha sido inconveniente para que el propio sector cerámico y otros continúen apostando por inversiones y modernizaciones en citricultura.

Villarreal está hermanada por motivos tradicionales e históricos con:



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