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Órgano vestíbulo coclear



El oído es un órgano sensorial que permite percibir los sonidos, formando el sentido de la audición,[1]​ y en mamíferos también se encarga del equilibrio. El oído se puede dividir para su estudio en tres secciones: oído externo, oído medio y oído interno.[2]

La percepción del sonido es un fenómeno complejo que se desarrolla en varias etapas. En primer lugar se realiza la captación de las ondas sonoras gracias a la membrana del tímpano. En segundo lugar la señal mecánica recogida por el tímpano debe transformarse en impulsos nerviosos, proceso que ocurre en el oído interno. En tercer lugar los impulsos nerviosos a través del nervio auditivo son enviados al cerebro para ser procesados en la corteza cerebral.[3]

El espectro auditivo, es decir la gama de frecuencias que el oído puede percibir, es variable dependiendo de la especie animal. El ser humano puede detectar sonidos de entre 0 y 140 decibelios con un rango de frecuencias comprendido entre 40 y 20 000 hercios. Las ballenas pueden percibir infrasonidos con una frecuencia inferior a 40 hercios. Algunos animales carnívoros como el perro son capaces de detectar ultrasonidos con una frecuencia superior a 20 000 hercios que un humano es incapaz de oír.[4]

El oído externo está formado por dos partes: El pabellón auricular y el conducto auditivo externo.[5]

El oído medio es una cavidad llena de aire que está separada por el tímpano del conducto auditivo externo y entra en comunicación con el oído interno a través de dos pequeños orificios: la ventana oval y la ventana redonda. En el interior del oído medio se encuentra una cadena de huesecillos unidos entre sí por articulaciones de tipo sinovial, son los huesos más pequeños del cuerpo y reciben el nombre de martillo, yunque y estribo. El oído medio está conectado con la nasofaringe por un conducto de reducidas dimensiones que se llama trompa faringotimpánica o trompa de Eustaquio.[6]

El oído interno o laberinto está ubicado en el seno del hueso temporal del cráneo. Existe un laberinto óseo y un laberinto membranoso. El laberinto óseo no es más que la cápsula ósea que rodea al laberinto membranoso, y este último consiste en un sistema de conductos huecos que contiene en su interior un líquido que se llama endolinfa. En el espacio que queda entre el laberinto óseo y el laberinto membranoso se encuentra la perilinfa.

El oído interno se divide en dos porciones diferenciadas. La primera está destinada al mantenimiento del equilibrio y se encuentra formada por el vestíbulo y los conductos semicirculares. La segunda tiene como función la audición y está constituida por la cóclea o caracol.[8]​ El vestíbulo se divide en dos sectores que se llaman utrículo y sáculo, mientras que la cóclea o caracol contiene el órgano de Corti responsable de transformar la energía mecánica de las ondas sonoras en impulsos eléctricos que posteriormente se transmiten al cerebro a través del nervio auditivo o nervio vestíbulococlear.[6]

Estas porciones están separadas unas de otras por dos membranas. La membrana vestibular o de Reissner sirve de separación entre el conducto coclear y la rampa vestibular, mientras que la membrana basilar sirve de separación entre el conducto coclear y la rampa timpánica. A lo largo de la membrana basilar se encuentra el órgano de Corti que contiene alrededor de 16 000 células con cilios que constituyen los receptores de la audición.

El conducto coclear esta lleno de un líquido que se llama endolinfa rico en K (161 mmol/l) y pobre en Na (1 mmol/l) y en calcio (0.02 mmol/l). La rampa timpánica y vestibular contiene otro líquido diferente que se llama perilinfa cuyas concentraciones iónicas son las inversas, es rico en Na y pobre en K.

La membrana vestibular es tan delgada, que no dificulta el paso de las vibraciones sonoras desde la rampa vestibular a la rampa media. Por lo tanto en cuanto a transmisión del sonido, la rampa vestibular y media se consideran como una única cámara. La importancia de la membrana vestibular depende de que conserve la endolinfa en la rampa media necesaria para el normal funcionamiento de las células ciliadas.[9]

Forma parte del oído interno y está ubicado en la cóclea o caracol, a veces se designa con el nombre de órgano espiral y tiene un papel fundamental en el proceso de audición.[10]​ Está formado por un epitelio engrosado de características complejas. Dispone de dos tipos de células: Células ciliadas y células de sostén.

Para que se produzca la audición las ondas sonoras deben penetrar por el conducto auditivo externo hasta alcanzar el tímpano. La vibración de la membrana timpánica se transmite a través de los huesecillos del oído medio, pasando del martillo al yunque y de este al estribo. El estribo transmite las vibraciones a la perilinfa del oído interno a través de la ventana oval. En la cóclea la energía mecánica de las señales acústicas se transforma en impulsos eléctricos que a través de nervio acústico son transportados a la región temporal de la corteza cerebral donde son procesados. Por tanto podría decirse que el órgano con el que en realidad escuchamos es el cerebro.[10]​ Se conoce con el nombre de sordera central o agnosia auditiva a la dificultad que presentan algunas personas para reconocer sonidos debido a una lesión cerebral que afecta a las áreas relacionadas con la audición. Estas personas tienen sin embargo todas las partes del oído y el nervio auditivo en buena situación funcional por lo que la deficiencia en la capacidad para discriminar sonidos se debe únicamente a la lesión del cerebro.[11]

Entre los distintos problemas de salud relacionados al oído se encuentran:

Las orejas se han adornado con joyas durante miles de años, tradicionalmente perforando el lóbulo de esta. En culturas antiguas y modernas, se han colocado adornos para estirar y agrandar los lóbulos de las orejas, lo que permite introducir tapones más grandes en un gran espacio carnoso. El desgarro del lóbulo por el peso de unos pendientes o por un tirón es bastante común.[12]

La lesión en las orejas ha estado presente desde la época romana como método de reprimenda o castigo: "En la época romana, cuando surgía una disputa que no podía resolverse amistosamente, la parte agraviada citaba el nombre de la persona considerada responsable ante el pretor; si el infractor no se presentaba dentro del plazo indicado, el denunciante citaba a los testigos para que declararan. Si se negaban, como sucedía a menudo, se permitía al agraviado arrastrarlos de la oreja y pellizcarlos con fuerza si se resistían".[13]

El pabellón auricular tiene un efecto sobre la apariencia facial. En las sociedades occidentales, las orejas protuberantes (presentes en aproximadamente el 5 % de los europeos étnicos) se han considerado poco atractivas, sobre todo si son asimétricas.[14]​ La primera cirugía para reducir la proyección de orejas prominentes fue publicada en la literatura médica por Ernst Dieffenbach en 1845, y el primer informe de caso en 1881.[15]

El ratón Vacanti era un ratón de laboratorio que tenía lo que parecía una oreja humana en el lomo. La "oreja" era en realidad una estructura de cartílago en forma de oreja que creció sembrando células de cartílago de vaca en un molde biodegradable en forma de oreja, que luego se implantaba debajo de la piel del ratón; luego, el cartílago creció naturalmente por sí mismo.[16]​ Se desarrolló como una alternativa a los procedimientos de injerto o reparación de orejas y los resultados fueron objeto de mucha publicidad y controversia en 1997.[17][18]

Las orejas puntiagudas son una característica de algunas criaturas del folclore como el bogeyman, el curupira brasileño[19]​ o la araña de tierra japonesa.[20]​ Ha sido una característica de personajes del arte antiguo como el de la Antigua Grecia[21]​ y la Europa medieval.[22]​ Las orejas puntiagudas son una característica común de muchas criaturas en el género fantástico,[23]​ incluyendo elfos,[24][25][26]hadas,[27][28]duendes,[29]hobbits,[30]​ u orcos.[31]​ También son una característica de las criaturas del género de terror, como los vampiros.[32][33]​ Las orejas puntiagudas se encuentran del mismo modo en el género de ciencia ficción; por ejemplo, entre las razas Vulcano y Romulano del universo Star Trek.[34]

El pabellón auricular ayuda a dirigir el sonido a través del canal auditivo hacia el tímpano. La compleja geometría de las crestas en la superficie interna de algunos oídos de mamíferos ayuda a enfocar con precisión los sonidos producidos por las presas, utilizando señales de ecolocalización. Estas crestas pueden considerarse como el equivalente acústico de una lente de Fresnel y pueden verse en una amplia gama de animales, incluidos el murciélago, el aye-aye, los gálagos, el zorro orejudo, el lémur ratón y otros.[35][36][37]

Algunos grandes primates como los gorilas y los orangutanes (y también los humanos) tienen músculos de la oreja sin desarrollar que son estructuras vestigiales no funcionales, pero que aún son lo suficientemente grandes como para ser fácilmente identificables.[38]​ Un músculo capaz de mover la oreja, por cualquier motivo, ha perdido esa función biológica. Esto sirve como evidencia de homología entre especies relacionadas. En los seres humanos, existe una variabilidad en estos músculos, de modo que algunas personas pueden mover sus orejas en varias direcciones, y se ha dicho que es posible que otras obtengan ese movimiento mediante ensayos repetidos.[38]​ En tales primates, la incapacidad de mover la oreja se compensa principalmente por la capacidad de girar fácilmente la cabeza en un plano horizontal, una habilidad que no es común a la mayoría de los monos.[39]

Solo los animales vertebrados tienen oídos, aunque muchos invertebrados detectan el sonido utilizando otros tipos de órganos de los sentidos. En los insectos, los órganos timpánicos se utilizan para escuchar sonidos distantes. Se encuentran en la cabeza o en otro lugar, según la familia de insectos.[40]



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