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Año viejo



Año viejo es un monigote que representa básicamente el año que termina, elaborado con ropa vieja, cartón o papel, relleno de viruta, paja o aserrín y con frecuencia con artefactos pirotécnicos o fuegos artificiales, para ser quemado a la medianoche del 31 de diciembre, víspera del año nuevo. Esta práctica se originó en Ecuador donde la tradición está muy arraigada y es considerada la más importante del país. La costumbre ha sido adoptada en varios países de latinoamérica, desde México hasta Uruguay y en algunas regiones de Colombia y Venezuela.[1]

El ritual se debe distinguir de la Fiesta del Judas que a pesar de tener características similares tiene distintas connotaciónes y se celebra en algunas regiones de España y de América Latina, al inicio de la semana de pascua o en el domingo de resurrección.

Igualmente el año viejo se debe distinguir de las efigies que se incineran en protestas políticas, aunque también suelen representar personajes concretos o símbolos de organizaciones y países objetos del rechazo, porque se realizan en cualquier época del año y sin los elementos rituales del 31 de diciembre.

La incineración a la medianoche del 31 de diciembre del muñeco es un ritual de purificación para alejar la mala suerte o las energías negativas del periodo que termina, así como de transición pues también se celebra la llegada del nuevo año aboliendo lo anterior. Como ritual de fuego representando la supresión de lo pasado para permitir una regeneración del tiempo y de las energías, la quema de un muñeco es común en muchas culturas y aun con transposición de fechas y de épocas tiene similares significados.[2]

En la mayoría de países latinoamericanos a la costumbre se atribuye un origen hispánico y en España costumbres similares posiblemente sean derivados de rituales antiguos paganos europeos como las saturnales de los romanos o los rituales celtas en España.

En cuanto a Ecuador la costumbre viene de la época de la conquista, los españoles ante una epidemia de fiebre amarilla que golpeó Guayaquil y como medida sanitaria se confeccionaron atados de ropa de los fallecidos con un poco de paja y así ahuyentar la peste.

Este ritual instaurado por los españoles a los ecuatorianos tomó muchas variantes ya que en la actualidad se sigue quemando monigotes que simboliza todo lo malo que se deja atrás y se espera un nuevo y mejor futuro.

La costumbre está popularizada en todo el país, en la zona interandina los monigotes son construidos con ropa vieja y rellenos de papel periódico o aserrín y luego son colocados una careta o máscara (en ocasiones bastante trabajada, hechas con papel maché) con la cara del personaje a quemar ese año. En la región de la costa los monigotes son más elaborados, construidos de cartón, papel periódico y goma y pintados con las características del personaje que representan y que pueden ser políticos, deportistas, artistas, cantantes, personajes de televisión, superhéroes, etc. La noche del 31 los así llamados viejos son expuestos en las puertas de las casas con los famosos testamentos los cuales con las "cosas que deja el año viejo al que viene" estos son realizados en forma de sátira, en muchas zonas tanto urbanas como rurales hombres se travisten de viudas y en las calles piden caridad por el viejo que se muere. Los muñecos son quemados a la 12 de la noche en las calles de las ciudades, frecuentemente con bastante estruendo (pues es común que se rellene con petardos) y luego todo esto es seguido por una cena y festejos en que toda la familia desde los más pequeños participan. [3][4]

El nacimiento de la tradición data a finales del Siglo XVIII y principios del Siglo XIX y aunque la quema del año viejo empezó a tener su auge desde sus inicios, su primer registro fue a partir de 1842, ya para 1895 la costumbre va tomando fuerza y empieza arraigarse en todo el país.

En aquella época, la población de Guayaquil se vio amenazada por un brote de fiebre amarilla y como medida sanitaria confeccionaron atados de paja y ramas con los vestidos de los familiares muertos, para quemarlos en la calle el último día del año y ahuyentar así la peste y la desesperanza. Es la representación de lo viejo y el inicio de lo nuevo, de dejar el pasado y de proyectar el futuro. Esto a través de muñecos, conocidos como años viejos o monigotes hechos con aserrín. Cada año se lo llora, las viudas y herederos acompañan al viejo hasta el último minuto, cuando fallece, su notario da lectura al testamento para repartir toda la herencia acumulada durante el año, mediante el cual deja bienes, cualidades, defectos y penas, dando así a conocer lo ocurrido en el testamento, que no es otra cosa que una evaluación crítica de lo vivido con mucho humor.

En diferentes ciudades del Ecuador se realizan concursos de años viejos, muchos de los cuales son tradicionales desde hace más de 40 años. Hace 5 años podemos apreciar estos monigotes en gran escala en el Malecón 2000 con leyendas o testamentos de los hechos más destacados tanto nacional como internacionalmente.

En Quito, la gente se aglomera en la avenida Amazonas para presenciar el concurso de los viejos.

En Guayaquil las personas recorren los barrios para dar el último paseo al año viejo que recorra su ciudad.

En Sangolquí, hay diferentes presentaciones y concurso de viejos a lo largo de la calle principal.

Los temas, generalmente políticos, de corrupción, deportivos o sociales, farándula, se explican con leyendas.

En el sur, como Nariño y Putumayo, usualmente cada familia coloca un muñeco relleno de aserrín o papel en la parte exterior de la casa, lo sientan en una silla junto a una mesa donde hay una botella de licor. A veces los barrios se organizan y forman una escena más compleja que se exhibe sobre una tarima. Hay concursos de años viejos en las principales ciudades. Estas escenas suelen representar acontecimientos políticos, nacionales o internacionales, con humor, sarcasmo o cinismo. De forma paralela, desde temprano del último día del año varios jóvenes se disfrazan de "viudas" que lloran la muerte del año que se va quemar y piden una limosna, dinero que se utiliza en la compra de los materiales con que se fabrica el "viejo". Actualmente se conserva más la costumbre de petición de "caridad para el viejo" que la del disfraz.[5]

En el departamento de Cauca, en Colombia al muñeco se le llama Taitapuro que es una deidad indígena- En la región nororiental andina colombiana y específicamente en el departamento de Santander se les denomina carranchos o carrancios.[6]

En los departamentos de la costa atlántica colombiana: Atlántico, Bolívar, Magdalena, La Guajira, Córdoba y Sucre igualmente acostumbran la quema del año viejo. Precisamente un compositor colombiano nacido en el departamento de Bolívar, Crescencio Salcedo es el autor de la canción "El año viejo"[7]​ popularizada en la voz del mexicano Tony Camargo y que es casi un himno de Nochevieja en Latinoamérica.

La quema del Año Viejo se acostumbra en los estados Lara, Táchira, Mérida y Zulia. Y se celebra el 31 de diciembre y consiste en la quema de un muñeco que representa el año que termina y que augura bienestar para el que va a comenzar. El año viejo en Venezuela se apunta a ´quemar´ de manera simbólica todo lo malo para dejarlo atrás con el año que se va, no obstante, con el paso de los años el ingenio y humor se fue adaptando a la costumbre y a los gigantescos muñecos que pasaron a representar sencillamente personajes o hechos que marcaron el año. La figura se llena de pólvora que arde con las 12 campanadas como anuncio de la llegada de un nuevo año. Cada barrio o urbanización fabrica su muñeco, generalmente con la ayuda de la vecindad. Una vez que el monigote está fabricado, los vecinos lo colocan en una esquina o lugar estratégico donde piden colaboración a quienes pasan para comprar los fuegos artificiales que llenan la figura.

Diversas comunidades peruanas celebran el rito del año viejo de manera similar que en los países vecinos, es decir elaborando la efigie del año viejo con materiales desechables y elementos pirotécnicos para ser incinerada a la medianoche en medio de festejos; pero algunas son muy características por incluir elementos míticos aborígenes.

Por ejemplo, en el Distrito de Parco, enclavado en la cordillera de los Andes en el centro del país, el año que termina es representado por un muñeco que es igualmente es incinerado al final de la jornada en la plaza del pueblo, pero es acompañado de un conjunto de danzantes o "waquis", cada uno de los cuales representa el año que se va, vistiendo ropas pobres, sombrero raídos, alpargatas de cuero de oveja, máscaras de madera en las que se tallan diversas expresiones de estados de ánimo y llevando en la mano una sonaja artesanal confeccionada por él mismo con un pedazo de rama y chapas de botellas aplanadas que hacen sonar mientras danzan a su ritmo mostrando cansancio y pena de tener que irse fingiendo llorar, burlándose de los asistentes a la plaza y realizando piruetas bufonescas, para luego recorrer las calles de la localidad acompañados de músicos para invitando a los pobladores, quienes salen hasta las puertas de sus casas a manera de despedida. Finalmente, en el clímax de la jornada, el festejo se transforma en un baile frenético que simboliza el hecho de que los danzantes, es decir el año que fenece, quieren aferrarse al tiempo, acompañados de todos los pobladores en una gran fiesta general que durará hasta muy entrada la noche del año que recién empieza.[8]

En México es muy común la elaboración y quema de efigies del año viejo y de lo negativo durante el año que termina en estados como Veracruz, Oaxaca, Chiapas, Yucatán, Campeche y Tabasco. En el Distrito Federal se conserva la tradición sobre todo entre los inmigrantes de los estados mencionados. El ritual puede iniciarse dos o tres días antes del Año Nuevo cuando el monigote es puesto al frente de la casa con un recipiente para recabar limosna, que será empleada para comprar cohetes y golosinas. También se pasea por las calles acompañado de una comparsa compuesta por una viuda embarazada (que dará a luz al año nuevo), una rumbera y un pequeño grupo musical.

En Veracruz los indígenas mixe-popolucas de Oluta, realizan una danza que es conocida con el nombre de "El Chenu", que es el nombre que le dan al monigote y los danzantes son niños y jóvenes disfrazados de diablos con ropa de color rojo, máscaras con cuernos, cola y un tenedor largo construido de madera. Igual que en ciertos países andinos algunos participantes también se disfrazan de viudas, vestidos de negro y semejando estar embarazadas, y su papel es plañir estribillos y llorar a la hora en que se quema el Chenu.[9]

La costumbre es popular particularmente en las ciudades de La Plata y Mar del Plata desde 1956. En La Plata se realizan grandes esculturas, que son premiadas por una radio local en lo que se denomina "quema de muñecos". En tanto que en la zona oeste de Mar del Plata más precisamente en los barrios de Jorge Newbery, Santa Rosa y Florentino Ameghino los vecinos fabrican monigotes con ropa vieja y cartón los cuales son incinerados en las calles.[10]

El monigote representa a Judas aunque se le queme el 31 de diciembre y los niños a veces representan personajes que les gusta ser ellos

La costumbre ocurre particularmente en las regiones del norte de Chile, principalmente en Arica, Iquique, Tocopilla, Antofagasta, Copiapó, Huasco, La Serena y Coquimbo, en donde se habla de la Quema de Monos.

En Tocopilla, algunas veces son grandes esculturas en una tradición que actualmente es apoyada y premiada por la municipalidad local; asimismo se realizan Salnatrones (popularmente llamados Salitrones) que son hogueras con grandes cantidades de salitre en riscos a orillas del mar, provocando grandes estruendos y una atmósfera especial.

El año viejo es casi un paisano que llega y se sienta a esperar que le traigan el buche de café de la comadre, sin imaginar su destino en llamas. A las 12 de la noche, cuando comienza a transcurrir el próximo, el año viejo es sacrificado, sumarísimamente. En la calle, en el centro de una ronda alocada y feliz, el fuego arde desde esos cuerpos de trapo, yerba y alcohol. La familia compartido su carnita asada en sacrosanta ceremonia. El cerdo, puerco, lechón digno de cada cual, en libras y en aliño, completa el espectáculo que toda Cuba se ofrece a sí misma, bailando y cantando, despreocupadamente, como con una fe ciega en que el próximo siempre será mejor.

En Panamá se confeccionan muñecos de políticos como una sátira de la situación política y judicial que vive el país como también personajes públicos, Estos muñecos se realizan para la quema del 31 de diciembre como tradición para despedir el año.

En Nicaragua el muñeco es conocido popularmente como «El Viejo», el cual es confeccionado con ropa y zapatos viejos. Se rellena con aserrín o papel periódico y previo a la quema se añade la pólvora. Se cree que al quemarlo se van todas las penas y problemas que se han tenido en ese año. A la medianoche se brinda con champaña y se celebra una cena junto a familiares y amigos.

Esta costumbre es celebrada en ciudades como Tegucigalpa y según dicta la creencia popular, al reducir a cenizas un muñeco vestido con ropa vieja y relleno con periódico, diseñado en la mayoría de ocasiones con rostro de políticos que defraudaron, se quema todo lo malo que dejó el año saliente.




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