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Acentuación grave



La acentuación del idioma español sigue patrones en parte predecibles y emplea el acento ortográfico o tilde en la escritura cuando estos no se cumplen. Actualmente, la acentuación gráfica la establece la ortografía de la lengua española, publicada en el 2010 por la Real Academia Española (RAE) y la Asociación de Academias de la Lengua Española.[1]

El acento léxico es la mayor prominencia con que se pronuncia la sílaba tónica de una palabra polisílaba cualquiera (de forma aislada) y de una monosílaba (si se encuentra dentro de su contexto). Acústicamente, es una combinación de intensidad, tono y duración de la vocal.[2]​ Este tipo de acento se encuentra en todas las palabras polisílabas y puede servir para diferenciar palabras según la sílaba sobre la que se encuentre (en negrita la sílaba tónica): blico (esdrújula), publico (grave) y publi (aguda). El español posee más palabras llanas o graves (un 80 %) que agudas (un 16 %), y más agudas que esdrújulas (menos de un 4 %).

El acento gráfico o tilde no siempre se utiliza y sirve para marcar dicha sílaba en determinados casos que no se rigen por las reglas generales.

Las letras mayúsculas están sujetas a las normas de acentuación gráfica y deben recibir la tilde cuando corresponda.[3]

Según la posición de la sílaba tónica (de mayor entonación) dentro de la palabra, se distinguen cuatro posibilidades de acentuación. Lo habitual es que las palabras del castellano tengan la sílaba tónica en la última o penúltima sílaba. Las reglas de uso del acento ortográfico o tilde están establecidas para conocer la sílaba tónica en los casos en que se encuentra en una posición diferente de la esperable según la regla general o para diferenciar palabras idénticas, pero con distinto significado. En castellano, existen palabras con un acento y con dos acentos; en el caso de las reglas de acentuación, estas se aplican únicamente a las palabras con un acento, por lo tanto, los adverbios terminados en -mente no entran en esta clasificación por tener dos acentos.

Es aquella palabra cuya acentuación fonética recae en la última sílaba. El porcentaje de palabras agudas en el léxico castellano es inferior solamente al de las palabras graves, que son la mayoría. Normalmente son agudas las palabras que terminan en consonante, excepto -n o -s, por ejemplo, "vivir", "nogal", "avestruz" o "reloj". Por lo tanto, llevan acento ortográfico las palabras agudas que terminan en vocal o en las consonantes -n o -s precedidas de vocal.[4]​ Ejemplos: sofá, camión, además. No llevan tilde las palabras agudas acabadas en más de una consonante, como sucede con robots.

Es aquella palabra en que la mayor fuerza de voz recae en la penúltima sílaba. La mayor parte del léxico del castellano está compuesto por palabras llanas y estas en su mayoría terminan en -n, -s o en vocal, tales como hombre, caminas o suben. El acento ortográfico lo llevan las palabras llanas que terminen en una consonante distinta de -n o -s precedida de vocal o en más de una consonante seguida.[4]​ Ejemplos: débil, lápiz, látex, bíceps, fértil.

Es aquella palabra cuya acentuación fonética recae en la antepenúltima sílaba. En el español todas las palabras esdrújulas son excepcionales y por eso siempre llevan acento ortográfico en la vocal donde recae la acentuación. Algunos ejemplos de palabras esdrújulas son: teléfono, árboles, esdrújulo.

Es aquella palabra cuya acentuación fonética recae en la sílaba anterior a la antepenúltima. Las palabras sobreesdrújulas, al igual que las esdrújulas, siempre llevan acento ortográfico.[4]​ Se trata únicamente de formas verbales con pronombres enclíticos: tráiganosla, gíratelo.

Existen diversos casos que no se ajustan a las reglas generales:

En el caso de adverbios creados a partir de adjetivo con el sufijo -mente, solo se acentuarán si el adjetivo lleva la tilde por sí solo. Por ejemplo, la palabra fríamente lleva tilde puesto que el adjetivo del que está formada (frío) también la lleva; sin embargo, efectivamente no la lleva, ya que tampoco la tiene efectivo.

Por regla general, las palabras monosílabas no se acentúan. La única excepción es el caso en el que lleven tilde diacrítica. Por tanto, no se acentúan las siguientes palabras monosílabas que lo harían por la norma de las agudas:

a / as / bien / bis / Blas / buen / can / cien / cio / clan / clon / con / crin / crio / da / dais / dan / das / deis / den / des / di / dio / dios / do / don / dos / e / en / es / fa / fan / fe / fes / fiais / fieis / fin / fio / flan / fue / fui / gas / gran / gres / gris / gua / guiais / guieis / guio / guion / ha / han / has / he / hui / huir / huis / id / ion / Juan / ley / la / las / le / les / liais / lieis / lio / lo / los / Luis / me / mes / mies / mis / mus / ni / non / nos / o / os / pan / pez / piais / pieis / pie / pies / pio / pis / plan / plus / pon / pues / pus / ras / re / res / riais / rio / ron / ruin / san / seis / sien / sin / so / sois / son / su / sus / tan / ten / ti / tras / tren / tres / tul / tus / u / un / vais / va / van / vas / ve / veis / ven / ves / vi / vio / vos / ya / yo / …

Un diptongo es un conjunto de dos vocales que se escriben juntas y se pronuncian en una misma sílaba.

La Real Academia Española (RAE) distingue tres supuestos:[5]

La RAE dice que los vocablos cuento (cuen.to) y cruento (cru.en.to) demuestran que la función de la tilde no es la de marcar qué palabras forman hiato y cuáles diptongo. Si esa fuera su función, deberíamos escribir *cruénto. Del mismo modo se han de escribir sin tilde tanto miel (palabra monosilábica en la que el énfasis cae en el grupo vocálico ie) como riel (palabra bisilábica en la que el énfasis cae en la vocal e).

Por lo dicho, debe quedar claro que la tilde no marca el énfasis, sino algo distinto: para la RAE, el acento ortográfico solo marca en qué sílaba ha de recaer el énfasis. Así ocurre en las palabras batería (ba.te.rí.a), hastío (has.tí.o) y confíe (con.fí.e). La tilde nos sirve para no decir *ba.te.ria , *con.fie o *has.tio.

Para la RAE, la palabra huir es formalmente tanto un monosílabo como un bisílabo, pero en el norte de España se pronuncia de forma muy generalizada en dos sílabas *hu-ír (bisílaba); el vocablo, rehuir, tanto un bisílabo como un trisílabo según la RAE, se suele pronunciar en tres (por lo menos en el norte de España): *re-hu-ír. La RAE no ve la necesidad de la tilde, por entender que todas esas pronunciaciones son válidas y que debe regir un principio de economía lingüística (con la idea de no llenar de tildes antiestéticas un texto).

La letra h, al no tener sonido, no impide la formación de diptongos: desahuciar, rehilar.

La y final forma diptongos y triptongos, pero nunca se pondrá tilde en los mismos, puesto que se considera consonante: convoy, Eloy, Uruguay, Paraguay, virrey, Valderaduey.

Un triptongo es un conjunto de tres vocales que se escriben juntas y se pronuncian en una misma sílaba. Al igual que los diptongos, los triptongos solo se acentúan si las reglas generales lo indican. En ese caso, la tilde se coloca siempre en la vocal abierta (a, e, o): averigüéis.

Si en una palabra hay tres vocales juntas y se tilda una cerrada (i, u) ya no es triptongo, sino un hiato seguido por un diptongo: decíais.

Un hiato se produce por dos vocales que se escriben juntas, pero que pertenecen a sílabas distintas. Los hiatos siguen, casi siempre, las normas generales de la acentuación: caótico, zoólogo, héroe; pero hay un caso especial llamado acento dierético que no sigue las normas generales. En este caso siempre se acentúa la vocal cerrada (i, u) para deshacer el diptongo: país, día, María.

Un ejemplo de hiatos con tilde que no siguen las normas generales son los infinitivos terminados en -eir y -oir, que llevan siempre tilde en la i para deshacer el diptongo: reír, freír, oír, desoír; sin embargo, no llevan tilde los infinitivos terminados en -uir, puesto que este caso se trata de diptongos y se aplican las reglas generales: huir, derruir, atribuir, sustituir, distribuir.

La letra y, a los efectos de las reglas de acentuación, se considera consonante por norma general. En algunos nombres con ortografía arcaica, la y equivale a una i tónica, que, según la Ortografía del 2010, llevará tilde si las normas de acentuación lo piden. Estos apellidos también pueden aparecer grafiados con i tildada: Comýn/Comín, Monteserýn/Monteserín, Aýna/Aína, Laýna/Laína, Ýñigo/Íñigo. Hasta la Ortografía del 2010 no había norma al respecto y lo normal era no añadir tilde. Cuando la forma arcaica o tradicional lleva una y átona, su presencia no tiene implicaciones a efectos de la acentuación: Aymerich, Yrigoyen.

La u de las agrupaciones gue y gui solo se considera vocal si lleva diéresis (átona) o tilde (tónica): antigüedad, güito, ambigúes.

La tilde diacrítica distingue algunas palabras con diferentes categorías gramaticales, pero que se escriben igual (palabras homófonas). En general, las palabras diferenciadas con tilde diacrítica son tónicas, mientras que las correspondientes palabras sin tilde son átonas, aunque hay algunas excepciones a esta regla.

Ejemplos:


















Hasta la publicación de la Ortografía de la RAE y la Asociación de Academias de la Lengua Española de 2010 se tomaba en cuenta la ambigüedad en esas palabras con el uso de tilde diacrítica, pero a partir de su publicación esto ya no se toma en consideración. Todos los demostrativos y el término «solo» pueden escribirse sin tilde. Textualmente se señala:

Las vocales, por el hecho de ir en mayúscula, tanto en mayúscula inicial como en mayúsculas seguidas, no quedan exentas de llevar tilde u otros signos diacríticos: LINGÜÍSTICA, Ángel, PARÍS. Tampoco se omite en las abreviaturas de nombres de persona: M. Á. (Miguel Ángel).

Solo las siglas escritas íntegramente en mayúsculas no llevan nunca tilde, ni siquiera cuando la letra en la que recae el acento léxico de la sigla es la inicial de una palabra que se acentúa gráficamente en la expresión desarrollada. Así, la sigla de la Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles se escribe RENFE (no RÉNFE, incluso si estuviera en minúsculas no llevaría acento pues es grave y termina en vocal). No obstante, se debe tener en cuenta que los acrónimos lexicalizados —las siglas que por su carácter pronunciable se han incorporado al léxico general como nombres comunes o propios— se someten, como cualquier otra palabra, a las reglas de acentuación gráfica; por lo tanto, llevarán tilde cuando les corresponda, tanto si se escriben en minúsculas como si aparecen enteramente en mayúsculas: Intermón, INTERMÓN, módem, MÓDEM, euríbor, EURÍBOR. Como es natural, al haber abandonado su condición original de siglas, se regirán por las normas generales de uso de mayúsculas y minúsculas, es decir, solo se escribirán enteramente en mayúsculas por las mismas razones que el resto de las palabras.

La o entre números en ningún caso debe tildarse. Anteriormente se tildaba cuando estaba entre números para no confundirla con el cero, pero actualmente se considera que el riesgo de confusión es mínimo y se escribe 1 o 3, 52 o 26, por ejemplo. Recuérdese que ante un número cuyo nombre empieza por o se convierte en u, como en 79 u 80 (setenta y nueve u ochenta).

Uno de los problemas en el buen uso de la tilde lo presentan las palabras compuestas. Por lo general, solo lleva tilde la última palabra del compuesto si lo exige la norma. Sin embargo, la primera palabra la pierde al unirse a la segunda, pues al formarse una nueva palabra esta debe obedecer a la norma que rige su uso: décimo + séptimo = decimoséptimo. Si la primera palabra va separada de la siguiente por un guion, la tilde se conserva como si de dos palabras simples se tratase: físico-química.

Los adverbios que se forman a partir de un adjetivo femenino agregando el sufijo -mente llevan tilde si el adjetivo sobre el que se formaron la lleva. Los que se forman a partir de adjetivos sin tilde son palabras esdrújulas o sobreesdrújulas, pero no llevan tilde. Así, de veloz sale velozmente y de rápida sale rápidamente. (Nótese que estos adverbios siempre tienen, además, acento léxico secundario en la primera e de -mente, pero este no se refleja en la ortografía).

A partir de la Ortografía académica de 1999, las formas verbales a las que se les añade un pronombre se rigen por las reglas generales: reírse lleva tilde por haber hiato y bébelo por ser esdrújula.

Al imitar la lengua hablada, no es raro ver acentuadas palabras monosílabas, sobre todo si son tónicas:



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